Revised Common Lectionary (Complementary)
12 Pero tú, mi Dios,
eres el rey eterno
y vives para siempre.
13-14 Un día te levantarás
y tendrás compasión de tu pueblo.
¡Ese día ha llegado!
¡Ya es tiempo de que lo perdones!
Nosotros estamos a tu servicio
y amamos a la ciudad de Jerusalén;
¡verla en ruinas y entre escombros
nos causa mucho dolor!
15 Dios mío,
todas las naciones te adorarán;
todos los reyes de la tierra
reconocerán tu grandeza.
16 Tú reconstruirás a Jerusalén
y así demostrarás tu poder.
17 Prestarás toda tu atención
a los ruegos de los desamparados,
y no dejarás de atenderlos.
18 Que esto quede por escrito
para los que aún no han nacido;
para que alabe a Dios
el pueblo que está por nacer.
19 Mientras Dios miraba
desde su palacio celestial,
se fijó en la tierra;
20 al escuchar los lamentos
de los presos condenados a muerte,
los puso en libertad.
21 Por eso en Jerusalén
se alaba su nombre;
por eso en Jerusalén
se le cantan alabanzas.
22 Todos los pueblos y reinos
se juntan para adorarlo.
23 En el transcurso de mi vida,
Dios usó su poder para humillarme
y para acortar mi existencia.
24 Entonces le rogué:
«Para ti, Dios mío,
los años no tienen fin;
¡no me lleves en plena juventud!
25 En el principio
tú afirmaste la tierra;
tú mismo hiciste los cielos,
26 pero se irán gastando,
como la ropa,
y un día, los destruirás.
Pero tú te mantendrás firme;
27 siempre serás el mismo,
y tus años no tendrán fin.
28 Nuestros hijos y nuestros nietos
estarán a tu servicio,
como lo estamos nosotros,
y vivirán contigo para siempre».
Una mujer valiente
8 Un día, Eliseo fue al pueblo de Sunem. Allí, una mujer muy importante le insistió que fuera a comer a su casa. Y cada vez que Eliseo pasaba por allí, se quedaba a comer en casa de ella. 9 Entonces la mujer le dijo a su esposo:
—Mira, yo sé que este hombre que nos visita cuando pasa por el pueblo, es un profeta de Dios. 10 Construyamos en la terraza una habitación. Pongámosle una cama, una mesa, una silla y una lámpara, y así el profeta podrá quedarse cada vez que venga a visitarnos.
11 Un día, Eliseo llegó y se quedó a dormir en la habitación que le habían construido. 12-15 Luego le dijo a su sirviente Guehazí:
—Esta señora se ha preocupado mucho por nosotros, pregúntale qué podemos hacer por ella. Pregúntale también si quiere que le hablemos bien de ella al rey o al jefe del ejército.
Cuando el sirviente de Eliseo se lo preguntó, la mujer contestó:
—No me falta nada; vivo tranquila entre mi gente.
Cuando Eliseo le preguntó a su sirviente qué podían hacer por ella, Guehazí contestó:
—Bueno, ella no tiene hijos y su marido es anciano.
Entonces Eliseo le dijo:
—Llámala.
El sirviente la llamó, y cuando ella llegó, se quedó en la puerta. 16 Eliseo le dijo:
—El próximo año, por estas fechas, llevarás en tus brazos un hijo tuyo.
La mujer respondió:
—Usted es un profeta de Dios y yo soy su servidora. Por favor, no me mienta.
17 Pero la mujer quedó embarazada y al año siguiente tuvo un hijo, tal como le había dicho Eliseo.
32 Cuando Eliseo llegó a la casa, vio al niño que estaba muerto y tendido sobre su cama. 33 Así que entró en la habitación, cerró la puerta, y se quedó a solas con el niño. Después de orar a Dios, 34 subió a la cama y se tendió sobre el cuerpo del niño. Puso su boca sobre la boca del niño, sus ojos sobre sus ojos y sus manos sobre sus manos. En cuanto el cuerpo de Eliseo tocó el del niño, éste comenzó a revivir. 35 El profeta se levantó y caminó de un lado al otro de la habitación. Después volvió a tenderse sobre el cuerpo del niño. Éste estornudó siete veces y después abrió los ojos. 36 Eliseo llamó a Guehazí y le dijo: «Llama de inmediato a la madre». El sirviente llamó a la madre, y cuando ella llegó a donde estaba Eliseo, éste le dijo: «Aquí tienes a tu hijo». 37 La mujer se acercó y se arrojó a los pies de Eliseo. Luego tomó a su hijo y salió de la habitación.
Pablo y Bernabé en Iconio
14 Cuando Pablo y Bernabé llegaron a la ciudad de Iconio, entraron juntos en la sinagoga de los judíos. Allí hablaron a la gente acerca de Jesús, y muchos judíos y gente de otros pueblos creyeron en él. 2 Pero los judíos que no creyeron en Jesús hicieron que se enojaran los que no eran judíos, y los pusieron en contra de los seguidores de Jesús.
3 Pablo y Bernabé se quedaron en Iconio por algún tiempo. Confiaban mucho en Dios y le contaban a la gente toda la verdad acerca del amor de Dios. El Señor les daba poder para hacer milagros y maravillas, para que así la gente creyera todo lo que decían.
4 La gente de Iconio no sabía qué hacer, pues unos apoyaban a los judíos, y otros a Pablo y a Bernabé. 5 Entonces los judíos, y los que no eran judíos, se pusieron de acuerdo con los líderes de Iconio, y decidieron maltratar a Pablo y a Bernabé, y matarlos a pedradas. 6-7 Pero Pablo y Bernabé se dieron cuenta y huyeron a la región de Licaonia y sus alrededores. Allí anunciaron las buenas noticias en los pueblos de Listra y Derbe.
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