Revised Common Lectionary (Complementary)
La bondad de Dios
SALMO 113 (112)
113 ¡Alabemos a nuestro Dios!
Ustedes, los que obedecen a Dios,
¡alábenlo!
2-3 ¡Sea siempre bendito nuestro Dios!
¡Alábenlo a todas horas!
¡Alábenlo ahora y siempre!
4-6 Dios reina en las alturas,
y desde allí contempla
los cielos y la tierra.
Dios gobierna con poder
sobre todas las naciones.
¡No hay nada que se compare
con nuestro Dios!
7 A la gente pobre y humilde
la saca de la miseria,
8 y le da un sitio de honor
entre la gente importante.
9 A la mujer que no tiene hijos,
le concede dos alegrías:
¡llegar a ser madre,
y tener un hogar!
¡Alabemos a nuestro Dios!
14 Dios dijo:
«Yo estuve callado
durante mucho tiempo;
he guardado silencio
y no he dicho nada;
pero ahora voy a gritar:
voy a gemir como una mujer
a punto de tener un hijo.
15 Voy a acabar con montañas y cerros;
voy a secar todas sus plantas;
voy a convertir sus ríos
en lugares desiertos,
y a dejar sin agua las lagunas.
16 Llevaré a los ciegos por caminos
que nunca antes conocieron;
los guiaré por senderos
que nunca antes transitaron,
y convertiré en luz sus tinieblas.
Convertiré los caminos rocosos
en sendas totalmente llanas.
Todo esto voy a hacerlo
porque no he abandonado a mi pueblo.
17 »Esos que confían en los ídolos,
esos que adoran a las estatuas,
se alejarán de ellos llenos de vergüenza».
Israel, pueblo ciego y sordo
18 Isaías dijo:
«¡Sordos, escuchen!
¡Ciegos, miren con atención!
19 Israel está al servicio de Dios;
él lo eligió como su mensajero;
¡pero no hay otro pueblo
más ciego ni más sordo
que el pueblo de Israel!
20 Ha visto muchas cosas,
pero no ha prestado atención;
tiene abiertos los oídos,
pero no ha escuchado nada.
21 »Dios es un Dios que salva,
y quiso que su enseñanza
fuera maravillosa.
El ángel Gabriel y Zacarías
5 Zacarías fue un sacerdote que vivió cuando Herodes el Grande era rey de los judíos. Prestaba servicio en el templo con el grupo del sacerdote Abías. Su esposa se llamaba Isabel y era descendiente del sacerdote Aarón. 6 Isabel y Zacarías eran muy buenos y obedecían todos los mandamientos de Dios. 7 No tenían hijos, pues Isabel no había podido quedar embarazada y, además, los dos eran muy viejos.
8 Cierto día, le tocó al grupo de sacerdotes de Zacarías el turno de servir a Dios en el templo. 9 Los sacerdotes acostumbraban nombrar a uno del grupo, para que entrara en el templo de Dios y quemara incienso en el altar. Esta vez le tocó a Zacarías entrar a quemar el incienso, 10 mientras el pueblo se quedaba afuera orando.
11 De pronto, un ángel de Dios se le apareció a Zacarías al lado derecho del altar. 12 Cuando Zacarías vio al ángel, tuvo mucho miedo y no supo qué hacer. 13 Pero el ángel le dijo:
—¡No tengas miedo, Zacarías! Dios ha escuchado tus oraciones. Tu esposa Isabel tendrá un hijo, y lo llamarás Juan. 14 Su nacimiento te va a hacer muy feliz, y muchos también se alegrarán. 15 Tu hijo va a ser muy importante ante Dios. No tomará vino ni cerveza, y el Espíritu Santo estará con él desde antes de que nazca.
16 »Este niño hará que muchos en Israel dejen de hacer lo malo y obedezcan a Dios. 17 Llegará antes que el Mesías, y tendrá el mismo poder y el mismo espíritu que antes tuvo el profeta Elías. Su mensaje hará que los padres se reconcilien con sus hijos, y que los desobedientes comprendan su error y sigan el ejemplo de los que sí obedecen. Además, preparará al pueblo de Israel para recibir al Mesías.
18 Zacarías le dijo al ángel:
—Mi esposa y yo somos ya muy viejos. ¿Cómo sabré que todo pasará tal como dices?
19 El ángel le respondió:
—Yo soy Gabriel, ayudante especial de Dios. Él me envió a darte esta buena noticia. 20 Pero como no me creíste, no vas a poder hablar hasta que suceda lo que te dije.
21 Toda la gente estaba afuera, esperando a Zacarías, y se preguntaba por qué no salía del templo.
22 Cuando Zacarías salió, no podía hablar y sólo hacía señas con las manos. Entonces la gente comprendió que Zacarías había tenido una visión.
23 Al terminar su turno en el templo, Zacarías regresó a su casa. 24 Poco tiempo después, su esposa quedó embarazada; y durante cinco meses no salió de la casa, pues pensaba: 25 «¡Dios ha hecho esto conmigo para que la gente ya no me desprecie!»
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