Revised Common Lectionary (Complementary)
El pueblo añora las cosas de Egipto
4-5 El populacho que iban con ellos empezó a añorar las cosas buenas de Egipto. A esto se sumó el resto de los israelitas que, descontentos, empezaron a llorar diciendo:
«¡Quién nos diera carne! ¡Ah, si tuviéramos un poco del delicioso pescado que comíamos gratis en Egipto, y pepinos, melones, puerros, cebollas y ajos! 6 Pero aquí estamos perdiendo las fuerzas, y todos los días tenemos que conformarnos con este maná».
Moisés se queja ante Dios
10 Moisés oyó que las familias lloraban de pie delante de sus tiendas, y el furor del Señor se encendió. También Moisés se disgustó mucho, y 11 le dijo al Señor: «¿Por qué me has elegido a mí para darme una carga semejante con este pueblo? 12 ¿Acaso son hijos míos? ¿Soy yo su padre para que me impongas el deber de criarlos como si fueran criaturas, hasta que lleguemos a la tierra que prometiste a sus antepasados? 13 ¿De dónde voy a sacar carne para toda esta gente? Porque me están llorando y diciendo: “¡Danos carne!”. 14 ¡Yo solo no puedo soportar a esta nación! ¡Es demasiada carga! 15 Si me vas a tratar así, mándame la muerte; me harías un favor. ¡Déjame salir de esta situación insoportable!».
Dios responde a Moisés
16 Entonces el Señor le dijo a Moisés:
―Convócame a setenta dirigentes de Israel y reúnelos en el santuario para que se presenten contigo.
24 Y Moisés salió del santuario e informó al pueblo de las palabras del Señor; y reunió a los setenta ancianos y los situó en torno al santuario. 25 Y el Señor descendió en la nube y habló con Moisés, y tomó del Espíritu que había en Moisés y lo puso en los setenta ancianos; y cuando el Espíritu estuvo en ellos, profetizaron una sola vez. 26 Pero dos de aquellos setenta —Eldad y Medad— se habían quedado en el campamento, y cuando el Espíritu vino a ellos, profetizaron allí. 27 Un muchacho fue corriendo y le explicó a Moisés lo que estaba sucediendo, 28 y Josué (hijo de Nun), uno de los ayudantes de Moisés, protestó:
―¡Moisés, hazles callar!
29 Pero Moisés le respondió:
―¿Tienes celos por mí? ¡Ojalá todo el pueblo de Dios fuera profeta, y el Señor pusiera su Espíritu sobre todos ellos!
7 La ley del Señor es perfecta: infunde nuevo aliento. Sus mandamientos son fieles: dan sabiduría a los sencillos.
8 Las normas del Señor son justas: traen alegría al corazón. Los mandamientos del Señor son claros: dan luz a los ojos.
9 El temor del Señor es puro: permanece para siempre. Los decretos del Señor son verdaderos y justos. 10 Son más deseables que el oro, más que el oro refinado. Son más dulces que la miel que destiló del panal. 11 Porque ellos advierten al que los oye y hacen triunfar a quienes los obedecen.
12 Pero, ¿cómo podré yo saber qué pecados acechan en mi corazón? 13 Purifícame de esas faltas que me son ocultas, y líbrame de cometer maldades voluntariamente; ayúdame para que ellas no me dominen. Sólo así podré estar libre de culpa y de multiplicar mis pecados.
14 Que mis palabras y mis más íntimos pensamientos sean agradables a ti; Señor, roca mía y redentor mío.
La oración de fe
13 Si alguno de ustedes está angustiado, que ore. Si alguno está alegre, que cante alabanzas. 14 Si alguno está enfermo, que llame a los ancianos de la iglesia para que oren por él y lo unjan con aceite en el nombre del Señor. 15 La oración que hagan con fe sanará al enfermo y el Señor lo levantará. Y si ha pecado, él lo perdonará.
16 Por eso, confiésense unos a otros sus pecados, y oren unos por otros para que sean sanados. La oración del justo es poderosa y eficaz. 17 Elías era un hombre con debilidades como nosotros, pero oró con fervor para que no lloviera, y no llovió sobre la tierra durante tres años y medio. 18 Después, volvió a orar, y el cielo dio su lluvia y la tierra dio sus cosechas.
19 Hermanos, si alguno de ustedes se aleja de la verdad, y otro lo hace volver a ella, 20 recuerden que quien hace volver a un pecador a la verdad, lo salvará de la muerte y hace que se le perdonen muchísimos pecados.
El que no está contra nosotros está a favor de nosotros
38 Juan le dijo:
―Maestro, vimos a un hombre que echaba fuera demonios en tu nombre. Nosotros se lo prohibimos, porque no es de los nuestros.
39 ―¡No se lo prohíban! —respondió Jesús—. Nadie que realice milagros en mi nombre podrá hablar mal de mí. 40 El que no está contra nosotros está a favor de nosotros. 41 El que les dé un vaso de agua en mi nombre, porque ustedes son de Cristo, les aseguro que tendrá su recompensa.
El hacer pecar
42 »Pero si alguien hace que uno de mis creyentes humildes pierda la fe, mejor le sería que lo echaran al mar con una piedra de molino atada al cuello.
43-44 »Si tu mano te hace pecar, córtatela. Mejor te es ser manco y entrar en la vida que tener las dos manos e ir a parar al inextinguible fuego del infierno. 45-46 Y si tu pie te hace pecar, córtatelo. Mejor es ser cojo y entrar en la vida que tener los dos pies e ir al infierno. 47 Y si tu ojo te hace pecar, sácatelo. Mejor es entrar tuerto al reino de Dios que tener los dos ojos e ir a parar al infierno, 48 donde el gusano no muere, donde el fuego nunca se apaga. 49 Porque todos serán salados con fuego. 50 La sal es buena, pero si pierde su sabor, ¿cómo podrá recuperarlo? Tengan siempre sal en ustedes y vivan en paz unos con otros».
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