Revised Common Lectionary (Complementary)
La gloriosa epopeya de Israel
Al músico principal. Salmo de David. Cántico.
68 Levántese Dios, sean esparcidos sus enemigos,
Y huyan de su presencia los que le aborrecen.
2 Como se desvanece el humo, los barrerás;
Como se derrite la cera delante del fuego,
Así perecerán los impíos delante de Dios.
3 Mas los justos se alegrarán; se gozarán delante de Dios,
Y saltarán de alegría.
4 Cantad a Dios, cantad salmos a su nombre;
Exaltad al que cabalga sobre los cielos.
JAH es su nombre; alegraos delante de él.
5 Padre de huérfanos y defensor de viudas
Es Dios en su santa morada.
6 Dios hace habitar en familia a los desamparados;
Saca a los cautivos a prosperidad,
Mientras los rebeldes habitan en tierra calcinada.
7 Oh Dios, cuando tú saliste al frente de tu pueblo,
Cuando anduviste por el desierto,
Selah
8 La tierra tembló;
También destilaron los cielos ante la presencia de Dios;
Aquel Sinay tembló delante de Dios, del Dios de Israel.
9 Abundante lluvia esparciste, oh Dios;
A tu heredad exhausta tú la reanimaste.
10 Los que son de tu grey han morado en ella;
Por tu bondad, oh Dios, has provisto para el pobre.
19 Bendito el Señor; cada día nos colma de beneficios
El Dios de nuestra salvación.
Selah
20 Dios, nuestro Dios ha de salvarnos,
Y de Jehová el Señor es el librar de la muerte.
14 ¿Por qué nos estamos sentados? Reuníos, y entremos en las ciudades fortificadas, y perezcamos allí; porque Jehová nuestro Dios nos ha destinado a perecer, y nos ha dado a beber aguas de hiel, porque pecamos contra Jehová.
15 Esperábamos paz, y no hubo bien alguno; día de curación, y he aquí terror.
16 Desde Dan se oyó el bufido de sus caballos; al sonido de los relinchos de sus corceles tembló toda la tierra; pues vinieron y devoraron la tierra y su abundancia, la ciudad y los moradores de ella.
17 Porque he aquí que yo envío sobre vosotros serpientes y áspides contra los cuales no hay encantamiento, y os morderán, dice Jehová.
Lamentación sobre Judá y Jerusalén
18 Aunque quisiera consolarme de mi pesar, mi corazón desfallece dentro de mí.
19 He aquí la voz del clamor de la hija de mi pueblo, que viene de tierra lejana: ¿No está Jehová en Sión? ¿No está en ella su Rey? ¿Por qué me hicieron airar con sus imágenes de talla, con vanidades ajenas?
20 Pasó la siega, terminó el verano, y nosotros no hemos sido salvos.
21 Soy presa de angustia por el quebrantamiento de la hija de mi pueblo; estoy negro, el espanto me ha sobrecogido.
22 ¿No hay bálsamo en Galaad? ¿No hay allí médico? ¿Por qué, pues, no hubo medicina para la hija de mi pueblo?
La hija de Jairo, y la mujer que tocó el manto de Jesucristo
40 Cuando Jesús regresó, le dio la bienvenida la multitud, porque todos le esperaban.
41 En esto, vino un hombre llamado Jairo, que era un jefe de la sinagoga; y cayendo a los pies de Jesús, le suplicaba que entrara en su casa;
42 porque tenía una hija única, de unos doce años, que se estaba muriendo. Pero mientras él iba, la muchedumbre le apretujaba.
43 En esto, una mujer que padecía de una hemorragia desde hacía doce años, y que había gastado en médicos todo cuanto tenía y no había podido ser curada por nadie,
44 se acercó por detrás y tocó el borde de su manto; y al instante se detuvo su hemorragia.
45 Y Jesús dijo: ¿Quién es el que me ha tocado? Y como todos lo negaban, dijo Pedro y los que con él estaban: Maestro, las multitudes te están apretando y estrujando, y dices: ¿Quién es el que me ha tocado?
46 Pero Jesús dijo: Alguien me ha tocado, porque yo he notado que ha salido de mí un poder.
47 Viendo la mujer que no había pasado inadvertida, vino temblando y cayó delante de él, y declaró en presencia de todo el pueblo por qué causa le había tocado, y cómo había sido sanada al instante.
48 Y él le dijo: Hija, tu fe te ha sanado; vete en paz.
49 Todavía estaba él hablando, cuando viene uno de parte del jefe de la sinagoga, diciendo: Tu hija ha muerto. No molestes más al Maestro.
50 Pero cuando Jesús lo oyó, le contestó: No temas; cree solamente, y será sanada.
51 Cuando llegó a la casa, no permitió a nadie entrar con él, excepto a Pedro, a Juan y a Jacobo, y al padre y a la madre de la muchacha.
52 Todos estaban llorando y lamentándose por ella; pero él dijo: No lloréis más; no ha muerto, sino que duerme.
53 Y se burlaban de él, sabiendo que estaba muerta.
54 Pero él, tomándola de la mano, le dio voces, diciendo: Niña, levántate.
55 Entonces su espíritu volvió, e inmediatamente se levantó; y él mandó que se le diese de comer.
56 Y sus padres quedaron asombrados; pero Jesús les mandó que a nadie dijesen lo que había sucedido.
Texto bíblico tomado de La Santa Biblia, Reina Valera Revisada® RVR® Copyright © 2017 por HarperCollins Christian Publishing® Usado con permiso. Reservados todos los derechos en todo el mundo.