Revised Common Lectionary (Complementary)
96 Canten al Señor un cántico nuevo. Canten al Señor habitantes de toda la tierra. 2 Cantemos sus alabanzas. Bendigamos su nombre, cada día proclamemos las buenas noticias de que él salva.
3 Publiquen por toda la tierra sus gloriosos hechos, Hablen con todos de las admirables obras que hace. 4 Grande es el Señor y digno de alabanza, más respetado que todos los dioses. 5 Porque los dioses de otras naciones no son más que ídolos, pero nuestro Dios hizo los cielos. 6 Honra y majestad lo rodean; fortaleza y belleza hay en su templo.
7 Naciones del mundo, confiesen que sólo Dios es glorioso y fuerte. 8 Denle la gloria que merece. Traigan sus ofrendas vengan y adórenlo. 9 Alaben al Señor en la majestad de su santuario; que tiemble delante de él la tierra.
10 Digan a todas las naciones: ¡El Señor es rey! Él ha formado el mundo con firmeza; jamás será removido. Él juzga a todos los pueblos con justicia.
11 ¡Alégrense los cielos, gócese la tierra; que ruja de alabanza el mar con todo lo que hay en él. 12 ¡Canten alegres los campos y sus cosechas! ¡Canten jubilosos los árboles del bosque! 13 Porque el Señor viene a juzgar la tierra. Con justicia y verdad juzgará a las naciones.
3 En el día maravilloso en que el Señor dé a su pueblo reposo de la pena y el temor, de la esclavitud y las cadenas, 4 ustedes se mofarán del rey de Babilonia y dirán: «¡Grandísimo matón, por fin te llegó tu día, 5 porque el Señor ha aplastado tu impío poder y ha quebrantado tu perverso gobierno!». 6 Tú perseguiste a mi pueblo con incesantes golpes rabiosos y tuviste a las naciones entre tus crueles garras. La tuya fue una tiranía desenfrenada. 7 ¡Mas por fin toda la tierra está en reposo y tranquilidad! Todo el mundo comienza a cantar. 8 Hasta los árboles de los bosques —los pinos y cedros del Líbano— entonan este cántico jubiloso: «Quebrantado está tu poder, nadie más nos inquietará; por fin tenemos paz».
9 Los moradores del infierno se apiñan para recibirte cuando entras en su dominio. Caudillos de todo el mundo y los más poderosos reyes, muertos hace mucho, están allí para verte. 10 Exclaman a una voz: «¡Ahora eres tan débil como nosotros!». 11 Se esfumaron tu grandeza y poder; contigo quedan enterrados. Cesó toda dulce música en tu palacio; ahora tu sábana son larvas y tu frazada, gusanos.
Decapitación de Juan el Bautista
14 Cuando la fama de Jesús llegó a oídos del rey Herodes Antipas, que gobernaba la región, 2 este dijo a sus hombres:
«¡De seguro es Juan el Bautista que ha resucitado! ¡Por eso puede hacer milagros!».
3 Este Herodes era el que había prendido a Juan y lo había encadenado en la cárcel por exigencias de Herodías, que había sido esposa de su hermano Felipe. 4 Herodías odiaba a Juan, porque este se había atrevido a decirle al rey que era incorrecto que se casara con ella. 5 Herodes lo habría matado en seguida, pero temía que el pueblo se le rebelara, ya que la gente consideraba que Juan era profeta. 6 Sucedió entonces que durante la celebración del cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías danzó para el rey, y a este le agradó tanto 7 que juró darle cualquier cosa que pidiera. 8 Mal aconsejada por su madre, la muchacha pidió que le trajeran la cabeza de Juan el Bautista en una bandeja. 9 Al rey no le agradó nada aquella petición, pero como había hecho juramento y como no quería romperlo delante de sus invitados, mandó que la complacieran.
10 Al poco rato decapitaron a Juan en la prisión 11 y le ofrecieron a la muchacha la cabeza en una bandeja, y ella se la llevó a su madre.
12 Después los discípulos de Juan fueron, lo enterraron y corrieron a contarle a Jesús lo sucedido.
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