Revised Common Lectionary (Complementary)
Salmo de David.
25 A ti, Señor, elevo mi alma. 2 En ti confío, mi Dios. No permitas que me humillen. No dejes a mis enemigos que se alegren en mi derrota. 3 Nadie que tenga fe en ti, Dios mío, se avergonzará de haber puesto su confianza en ti. Pero los que engañan a otros serán avergonzados.
4 Enséñame la senda que debo seguir, Señor. Indícame el camino por donde debo andar. 5 ¡Guíame por medio de tu verdad, enséñame! Porque tú eres el Dios que me da salvación; en nadie sino en ti tengo esperanza todo el día. 6 Acuérdate, Señor, de tu misericordia y gran amor que siempre me has mostrado. 7 Pasa por alto los pecados de mi juventud, Señor; mírame con ojos de misericordia y perdón.
8 Bueno eres, Señor, y enseñas el camino recto a cuantos se extravían. 9 Tú diriges a los humildes en la justicia y les enseñas su camino.
19 »“¡Cómo!”, me preguntas, “¿el hijo no paga por las maldades de su padre?”. ¡No! Pues si el hijo hace lo que es justo y vive de acuerdo con mis instrucciones, seguramente seguirá viviendo. 20 Aquel que comete maldades es el que muere. El hijo no será castigado por las maldades de su padre, ni el padre por las de su hijo. El justo será recompensado por su propia bondad y el perverso castigado por su propia maldad.
21 »Pero si una persona perversa se aparta de todas sus maldades y comienza a conducirse de acuerdo con mis instrucciones y a hacer lo que es justo y recto, sin duda seguirá viviendo y no la haré morir. 22 Todas sus maldades pasadas serán olvidadas, y esta persona seguirá viviendo debido a su justicia. 23 ¿Creen acaso que me agrada ver a los malos morir?, pregunta el Señor. ¡Por supuesto que no! Yo solamente quiero que se arrepientan de sus conductas perversas y puedan seguir viviendo.
24 »Sin embargo, si un justo deja de serlo y comienza a actuar como cualquier otro injusto, ¿debiera permitírsele vivir? ¡No, por supuesto que no! Toda su justicia previa será olvidada y él morirá por las injusticias que cometa.
La autoridad de Jesús puesta en duda
27 Vinieron nuevamente a Jerusalén. Andaba Jesús caminando por el templo cuando los jefes de los sacerdotes, los maestros de la ley y los ancianos 28 le preguntaron:
―¿Quién te dio autoridad para hacer lo que haces?
29 ―Les diré con qué autoridad hago esto —les contestó Jesús—, si ustedes me responden a otra pregunta. 30 El bautismo que Juan practicaba, ¿era de Dios o de los hombres? ¡Contéstenme!
31 Ellos deliberaron en voz baja y se decían:
―Si le respondemos que era de Dios, nos preguntará por qué no le creímos. 32 Y si decimos que era de los hombres, el pueblo se rebelará contra nosotros, porque creía que Juan era un profeta.
33 Por fin respondieron:
―No lo sabemos.
Y Jesús les contestó:
―Pues yo tampoco les diré quién me dio autoridad para hacer estas cosas.
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