Revised Common Lectionary (Complementary)
LIBRO 1
El justo y los pecadores
1 Bienaventurado el varón
que no anduvo en consejo de malos,
ni estuvo en camino de pecadores,
ni en silla de escarnecedores se ha sentado,
2 sino que en la ley de Jehová está su delicia
y en su Ley medita de día y de noche.
3 Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas,
que da su fruto en su tiempo
y su hoja no cae,
y todo lo que hace prosperará.
4 No así los malos,
que son como el tamo que arrebata el viento.
5 Por tanto, no se levantarán los malos en el juicio
ni los pecadores en la congregación de los justos,
6 porque Jehová conoce el camino de los justos,
mas la senda de los malos perecerá.
Amonestación contra la impureza
5 »Hijo mío, está atento a mi sabiduría
e inclina tu oído a mi inteligencia,
2 para que guardes discreción
y tus labios conserven la ciencia.
3 Los labios de la mujer extraña destilan miel
y su paladar es más suave que el aceite,
4 pero su final es amargo como el ajenjo,
agudo como espada de dos filos.
5 Sus pies descienden a la muerte,
sus pasos se dirigen al seol.
6 Sus caminos no son firmes: no los conoce,
ni considera el camino de la vida.
7 »Ahora pues, hijos, escuchadme
y no os apartéis de las razones de mi boca.
8 Aleja de ella tu camino
y no te acerques a la puerta de su casa,
9 no sea que des tu honor a extraños,
y tus años a alguien cruel;
10 o no sea que los extraños se sacien de tu fuerza,
que tus trabajos queden en casa ajena
11 y que gimas al final,
cuando se consuma tu carne y todo tu cuerpo,
12 y digas: “¡Cómo pude aborrecer el consejo?
¡Cómo pudo mi corazón menospreciar la reprensión?
13 ¡No escuché la voz de los que me instruían,
ni a los que me enseñaban incliné mi oído!
14 Casi en el colmo del mal he estado,
en medio de la sociedad y de la congregación.”
15 »Bebe el agua de tu propia cisterna,
los raudales de tu propio pozo.
16 ¿Acaso han de derramarse tus fuentes por las calles
y tus corrientes de aguas por las plazas?
17 Sean ellas para ti solo,
no para los extraños que estén contigo.
18 ¡Sea bendito tu manantial
y alégrate con la mujer de tu juventud,
19 cierva amada, graciosa gacela!
Que sus caricias te satisfagan en todo tiempo
y recréate siempre en su amor.
20 ¿Por qué, hijo mío, has de andar ciego con la mujer ajena
y abrazar el seno de la extraña?
21 Los caminos del hombre están ante los ojos de Jehová,
y él considera todas sus veredas.
22 Apresarán al malvado sus propias iniquidades,
retenido será con las ligaduras de su pecado.
23 Él morirá por falta de disciplina
y errará por lo inmenso de su locura.
Cuando la sal pierde su sabor(A)
34 »Buena es la sal; pero si la sal se hace insípida, ¿con qué se sazonará? 35 Ni para la tierra ni para el muladar es útil; la arrojan fuera. El que tiene oídos para oír, oiga.»
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