Revised Common Lectionary (Complementary)
Salvación de Jerusalén
61 El Señor DIOS ha puesto su Espíritu en mí
porque el SEÑOR me ungió con aceite
para anunciar las buenas noticias a los pobres.
Me ha enviado a sanar a los afligidos,
a anunciar liberación a los prisioneros
y libertad a los presos.
2 Me eligió para anunciar el año
en que el SEÑOR se mostrará favorable
y el día en que nuestro Dios se vengará.
Me eligió también para consolar
a todos los que están tristes,
3 para darle al pueblo afligido de Sion
una corona en vez de cenizas,
aceite de alegría en vez de luto,
vestido de alabanza en vez de espíritu triste.
Ellos serán llamados robles de justicia,
la planta gloriosa del SEÑOR.
4 Ellos reconstruirán las ruinas antiguas
y levantarán los lugares que fueron destruidos anteriormente.
Reconstruirán las ciudades arruinadas
que están destruidas desde hace mucho tiempo.
8 «Porque yo, el SEÑOR, amo la justicia
y odio el robo y la maldad.
Les daré fielmente su recompensa
y haré un pacto eterno con ellos.
9 Sus descendientes serán reconocidos en las naciones
y sus hijos entre los pueblos.
Todos los que los vean reconocerán
que son un pueblo bendecido por el SEÑOR».
10 Por causa del SEÑOR me alegro mucho
y todo mi ser se llena de felicidad.
Porque me ha vestido de salvación
y me ha puesto una capa de libertad.
Quedé como un novio vestido para la boda
o como una novia adornada con sus joyas.
11 Porque así como crecen las plantas en la tierra
y brotan las semillas en un jardín,
así el Señor DIOS hará que brote justicia salvadora
y alabanza delante de todas las naciones.
Danos de nuevo la libertad
Canto para los peregrinos.
1 Cuando el SEÑOR traiga a los deportados de vuelta a Sion,
parecerá que estamos soñando;
2 nos llenaremos de felicidad
y entonaremos canciones alegres.
La gente de otras naciones dirá:
«El SEÑOR ha hecho maravillas por ellos».
3 En el pasado, el SEÑOR hizo maravillas por nosotros,
y estábamos felices de ello.
4 SEÑOR, danos de nuevo la libertad;
haz que seamos como desiertos que se llenan de manantiales.
5 Los que con lágrimas sembraron,
con gritos de alegría cosecharán.
6 El que vaya andando y llorando llevando la bolsa de semillas,
volverá gritando de alegría llevando manojos de trigo.
María alaba a Dios
46 Entonces María dijo:
«Alabo al Señor con todo mi corazón.
47 Me alegro muchísimo en Dios, mi Salvador,
48 porque él tomó en cuenta a su humilde sierva.
De ahora en adelante todo el mundo dirá que Dios me ha bendecido,
49 porque el Poderoso ha hecho grandes cosas por mí.
¡Su nombre es santo!
50 Su compasión para quienes lo respetan
nunca falla.
51 Con su gran poder ha hecho obras grandiosas:
dispersó a los orgullosos que se creen mucho.
52 Dios humilló a los gobernantes,
y colocó en lugar de honor a los humildes.
53 Les dio comida a los hambrientos
y despidió a los ricos con las manos vacías.
54 Vino a ayudar a su siervo Israel.
No olvidó su promesa de mostrarnos compasión,
55 tal como se lo prometió a nuestros antepasados,
a Abraham y a sus hijos para siempre».
16 Estén siempre alegres. 17 Nunca dejen de orar. 18 Den gracias a Dios siempre, porque eso es lo que él quiere para ustedes en Jesucristo.
19 No detengan la obra del Espíritu. 20 No desprecien las profecías. 21 Examinen todo y quédense con lo bueno. 22 Manténganse alejados de todo lo malo. 23 Nosotros oramos para que Dios mismo, el Dios de paz, los purifique completamente para que pertenezcan sólo a él.
También pedimos para que todo su ser: su espíritu, su alma y su cuerpo permanezcan siempre sin mancha para cuando el Señor Jesucristo regrese. 24 Dios, que los ha llamado, lo hará por ustedes y pueden confiar en él.
6 Hubo un hombre enviado por Dios que se llamaba Juan. 7 Él vino a dar testimonio de la Luz para que todos los seres humanos pudieran creer. 8 Juan no era la Luz; él sólo vino a dar testimonio de la Luz.
Juan da testimonio del Mesías
(Mt 3:1-12; Mr 1:2-8; Lc 3:15-17)
19 Este es el testimonio de Juan, dado cuando los judíos de Jerusalén enviaron unos sacerdotes y levitas a Juan y le preguntaron:
—¿Quién eres tú?
20 Juan respondió sin titubear y sin ocultar la verdad:
—Yo no soy el Mesías.
21 También le preguntaron:
—Entonces, ¿quién eres? ¿Eres Elías?
Juan respondió:
—No lo soy.
—¿Eres tú el Profeta[a]?
Él contestó:
—No.
22 Entonces le dijeron:
—¿Quién eres tú? Dínoslo y así podremos llevar alguna respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices sobre ti mismo?
23 (A)Él dijo:
—Yo soy el que grita en el desierto:
“¡Enderecen el camino para el Señor!”[b],
como dijo el profeta Isaías.
24 Los fariseos habían mandado a esos hombres. 25 Ellos le preguntaron:
—Si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta, entonces, ¿por qué bautizas?
26 Juan les respondió:
—Yo bautizo con agua, pero entre ustedes hay alguien que no conocen y 27 él viene después de mí. Yo no soy digno de desatarle la correa de sus sandalias.
28 Eso pasó en Betania, al otro lado del Jordán, donde Juan estaba bautizando.
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