Revised Common Lectionary (Complementary)
Salmo.
98 Canten al Señor una nueva canción,
porque ha hecho obras maravillosas.
Su mano derecha obtuvo una poderosa victoria;
su santo brazo ha mostrado su poder salvador.
2 El Señor anunció su victoria
y reveló su justicia a toda nación.
3 Recordó su promesa de amar y de ser fiel a Israel.
¡Los extremos de la tierra han visto la victoria de nuestro Dios!
4 Aclamen al Señor, habitantes de toda la tierra;
¡prorrumpan en alabanza y canten de alegría!
5 Canten alabanzas al Señor con el arpa,
con el arpa y dulces melodías,
6 con trompetas y el sonido del cuerno de carnero.
¡Toquen una alegre sinfonía delante del Señor, el Rey!
7 ¡Que el mar y todo lo que contiene le exclamen alabanzas!
¡Que se le unan la tierra y todas sus criaturas vivientes!
8 ¡Que los ríos aplaudan con júbilo!
Que las colinas entonen sus cánticos de alegría
9 delante del Señor,
porque viene a juzgar la tierra.
Juzgará al mundo con justicia,
y a las naciones con imparcialidad.
El horno ardiente
19 Entonces Nabucodonosor se enfureció tanto con Sadrac, Mesac y Abed-nego que el rostro se le desfiguró a causa de la ira. Mandó calentar el horno siete veces más de lo habitual. 20 Entonces ordenó que algunos de los hombres más fuertes de su ejército ataran a Sadrac, Mesac y Abed-nego y los arrojaran al horno ardiente. 21 Así que los ataron y los arrojaron al horno, totalmente vestidos con sus pantalones, turbantes, túnicas y demás ropas. 22 Ya que el rey, en su enojo, había exigido que el horno estuviera bien caliente, las llamas mataron a los soldados mientras arrojaban dentro a los tres hombres. 23 De esa forma Sadrac, Mesac y Abed-nego, firmemente atados, cayeron a las rugientes llamas.
24 De pronto, Nabucodonosor, lleno de asombro, se puso de pie de un salto y exclamó a sus asesores:
—¿No eran tres los hombres que atamos y arrojamos dentro del horno?
—Sí, su majestad, así es—le contestaron.
25 —¡Miren!—gritó Nabucodonosor—. ¡Yo veo a cuatro hombres desatados que caminan en medio del fuego sin sufrir daño! ¡Y el cuarto hombre se parece a un dios[a]!
26 Entonces Nabucodonosor se acercó tanto como pudo a la puerta del horno en llamas y gritó: «¡Sadrac, Mesac y Abed-nego, siervos del Dios Altísimo, salgan y vengan aquí!».
Así que Sadrac, Mesac y Abed-nego salieron del fuego. 27 Entonces los altos funcionarios, autoridades, gobernadores y asesores los rodearon y vieron que el fuego no los había tocado. No se les había chamuscado ni un cabello, ni se les había estropeado la ropa. ¡Ni siquiera olían a humo!
28 Entonces Nabucodonosor dijo: «¡Alabado sea el Dios de Sadrac, Mesac y Abed-nego! Envió a su ángel para rescatar a sus siervos que confiaron en él. Desafiaron el mandato del rey y estuvieron dispuestos a morir en lugar de servir o rendir culto a otro dios que no fuera su propio Dios. 29 Por lo tanto, yo decreto: si alguien, cualquiera sea su raza, nación o lengua, habla en contra del Dios de Sadrac, Mesac y Abed-nego, será despedazado y su casa será reducida a un montón de escombros. ¡No hay otro dios que pueda rescatar de esta manera!».
30 Luego el rey ascendió a Sadrac, Mesac y Abed-nego a puestos aún más altos en la provincia de Babilonia.
21 Luego un ángel poderoso levantó una roca inmensa del tamaño de una gran piedra de molino, la lanzó al mar y gritó:
«Así es como la gran ciudad de Babilonia
será derribada con violencia
y nunca más se encontrará.
22 Nunca más se oirá en ti
el sonido de las arpas, los cantantes, las flautas y las trompetas.
No se encontrarán en ti
ni artesanos ni comercio,
ni se volverá a oír
el sonido del molino.
23 Nunca más brillará en ti
la luz de una lámpara
ni se oirán las felices voces
de los novios y las novias.
Pues tus comerciantes eran los grandes del mundo,
y tú engañaste a las naciones con tus hechicerías.
24 La sangre de los profetas y del pueblo santo de Dios corrió en tus calles,[a]
junto con la sangre de gente masacrada por todo el mundo».
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