Revised Common Lectionary (Complementary)
Cántico para los peregrinos que suben a Jerusalén.
121 Levanto la vista hacia las montañas;
¿viene de allí mi ayuda?
2 ¡Mi ayuda viene del Señor,
quien hizo el cielo y la tierra!
3 Él no permitirá que tropieces;
el que te cuida no se dormirá.
4 En efecto, el que cuida a Israel
nunca duerme ni se adormece.
5 ¡El Señor mismo te cuida!
El Señor está a tu lado como tu sombra protectora.
6 El sol no te hará daño durante el día,
ni la luna durante la noche.
7 El Señor te libra de todo mal
y cuida tu vida.
8 El Señor te protege al entrar y al salir,
ahora y para siempre.
4 «Escúchame, pueblo mío;
óyeme, Israel,
porque mi ley será proclamada
y mi justicia llegará a ser una luz para las naciones.
5 Mi misericordia y mi justicia ya se acercan;
mi salvación viene en camino.
Mi brazo fuerte hará justicia a las naciones.
Las tierras lejanas me buscarán
y con esperanza aguardarán mi brazo poderoso.
6 Levanten los ojos a los altos cielos
y miren la tierra abajo.
Pues los cielos desaparecerán como humo
y la tierra se gastará como una prenda de vestir.
Los habitantes de la tierra morirán como moscas,
pero mi salvación permanece para siempre;
mi reinado de justicia nunca tendrá fin.
7 »Escúchenme, ustedes que distinguen entre lo bueno y lo malo,
ustedes que atesoran mi ley en el corazón.
No teman las burlas de la gente,
ni tengan miedo de sus insultos.
8 Pues la polilla los devorará a ellos como devora la ropa,
y el gusano los comerá como se come la lana.
Pero mi justicia permanecerá para siempre;
mi salvación continuará de generación en generación».
La fe de un oficial romano
7 Cuando Jesús terminó de decir todo eso a la gente, regresó a Capernaúm. 2 En ese tiempo, un apreciado esclavo de un oficial romano[a] estaba enfermo y a punto de morir. 3 Cuando el oficial oyó hablar de Jesús, envió a unos respetados ancianos judíos a pedirle que fuera a sanar a su esclavo. 4 De todo corazón, le suplicaron a Jesús que ayudara al hombre. Le dijeron: «Si alguien merece tu ayuda, es él; 5 pues ama al pueblo judío y hasta construyó una sinagoga para nosotros».
6 Entonces Jesús fue con ellos; pero, justo antes de que llegaran a la casa, el oficial envió a unos amigos a decir: «Señor, no te molestes en venir a mi casa, porque no soy digno de tanto honor. 7 Ni siquiera soy digno de ir a tu encuentro. Tan solo pronuncia la palabra desde donde estás y mi siervo se sanará. 8 Lo sé porque estoy bajo la autoridad de mis oficiales superiores y tengo autoridad sobre mis soldados. Solo tengo que decir: “Vayan”, y ellos van, o “vengan”, y ellos vienen. Y si les digo a mis esclavos: “Hagan esto”, lo hacen».
9 Al oírlo, Jesús quedó asombrado. Se dirigió a la multitud que lo seguía y dijo: «Les digo, ¡no he visto una fe como esta en todo Israel!». 10 Cuando los amigos del oficial regresaron a la casa, encontraron al esclavo completamente sano.
La Santa Biblia, Nueva Traducción Viviente, © Tyndale House Foundation, 2010. Todos los derechos reservados.