Revised Common Lectionary (Complementary)
Te alabo de todo corazón
Canción de David.
1 Yo te alabo de todo corazón;
te entonaré canciones de alabanza delante de los dioses.
2 Dios mío, me inclinaré hacia tu santo templo
y alabaré tu nombre, tu fiel amor y tu lealtad.
Tu nombre está por encima de todos,
porque tú cumples lo que prometes.
3 Dios mío, cuando te pedí ayuda,
tú me respondiste;
me diste ánimo
y renovaste mis fuerzas.
4 SEÑOR, todos los reyes de la tierra te alabarán
cuando escuchen tus palabras.
5 Entonarán canciones que hablarán de lo que hace el SEÑOR,
porque la gloria del SEÑOR es muy grande.
6 El SEÑOR ocupa el lugar más alto por encima de todos los demás,
pero aun así, él nunca abandona a los humildes.
Él siempre sabe lo que hacen los soberbios
y se mantiene alejado de ellos.
7 Dios mío, aunque esté angustiado por los problemas,
tú me salvarás;
me protegerás de la furia de mis enemigos.
8 SEÑOR, tú cumplirás lo que has prometido hacer para mí.
SEÑOR, tu fiel amor es para siempre;
por eso sé que no abandonarás a quienes tú mismo creaste.
Mardoqueo pide ayuda a Ester
4 Mardoqueo se enteró de la orden del rey en contra de los judíos y se entristeció tanto que rasgó sus ropas, se vistió de luto y puso cenizas sobre su cabeza.[a] Luego salió a la ciudad lamentándose a gritos. 2 Pero sólo llegó hasta la puerta del palacio del rey porque a nadie se le permitía entrar al palacio vestido de luto. 3 En todas las provincias a donde llegó la orden del rey, había mucho llanto y tristeza entre los judíos. Ayunaban, gemían, se lamentaban y muchos de ellos se tendían en el piso vistiendo de luto y cubiertos de cenizas.
4 Los eunucos y las criadas de Ester fueron a verla y le contaron lo que pasaba con Mardoqueo. Ella se puso muy triste e intranquila, así que le envió ropa a Mardoqueo para que se cambiara y pudiera entrar al palacio pero él no la aceptó. 5 Entonces Ester llamó a Hatac y le ordenó que averiguara qué era lo que estaba angustiando a Mardoqueo. Hatac era uno de los eunucos del rey que había sido elegido para atenderla. 6 Hatac salió y fue a la plaza que estaba en frente del palacio real a buscar a Mardoqueo. 7 Mardoqueo le contó a Hatac todo lo que le había pasado. Le habló sobre la cantidad de dinero que Amán había prometido dar al tesoro del rey para que se le permitiera matar a los judíos. 8 Mardoqueo también le entregó a Hatac una copia de la orden del rey contra los judíos y le explicó que había sido escrita y anunciada en toda la ciudad de Susa. Él quería que Hatac le mostrara la orden a Ester y que le contara todo lo sucedido. Le pidió que la convenciera de hablar con el rey para rogarle que tuviera compasión de Mardoqueo y de su pueblo.
9 Hatac regresó y le contó a Ester todo lo que había dicho Mardoqueo. 10 Entonces ella le pidió a Hatac que le diera este mensaje a Mardoqueo: 11 «Todos los servidores del rey y la gente de las provincias saben que hay una ley válida para todo hombre o mujer. Esa ley dice que quien se presente ante el rey sin haber sido llamado tendrá que morir. La única manera de que el que incumpla la orden se salve es que el rey extienda su cetro de oro hacia esa persona. Desafortunadamente hace 30 días que no he sido llamada a presentarme ante el rey».
12 Mardoqueo recibió el mensaje de Ester 13 y esta fue su respuesta: «Ester, no creas que vas a ser la única judía que se va a salvar sólo porque vives en el palacio del rey. 14 Si te quedas callada ahora, la ayuda y la liberación para los judíos vendrán de otro lugar, pero tú y la familia de tu papá morirán. Y quién sabe, quizás tú fuiste designada como reina para un momento como este».
15 Entonces Ester le envió esta respuesta: 16 «Mardoqueo, reúne a todos los judíos de Susa y pídeles que ayunen por mí. No coman ni beban nada durante tres días y tres noches. Yo ayunaré como ustedes, y mis criadas también lo harán. Después de que ayunemos, iré a ver al rey. Sé que hacer esto va en contra de la ley pero de cualquier forma lo haré. ¡Si he de morir, que muera!»
17 Así que Mardoqueo salió e hizo lo que Ester le había pedido.
Jesús calma una tormenta
(Mt 8:23-27; Mr 4:35-41)
22 Un día, Jesús subió a una barca con sus seguidores y les dijo:
—Crucemos al otro lado del lago.
Así que partieron, 23 y mientras iban en la barca, Jesús se quedó dormido. Se desató una tormenta de viento sobre el lago, y la barca estaba en peligro de hundirse. 24 Entonces despertaron a Jesús y le dijeron:
—¡Maestro, Maestro, vamos a ahogarnos!
Jesús se levantó y regañó al viento y a las olas. Entonces cesaron y todo quedó en gran calma. 25 Entonces Jesús les dijo:
—¿Dónde está su fe?
Pero ellos estaban asombrados y asustados y se decían unos a otros:
—¿Quién es este que hasta el viento y las olas obedecen sus órdenes?
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