Revised Common Lectionary (Complementary)
19 ¡Oh Señor, no te quedes lejos!
Tú eres mi fuerza; ¡ven pronto en mi auxilio!
20 Sálvame de la espada;
libra mi preciosa vida de estos perros.
21 Arrebátame de las fauces del león
y de los cuernos de estos bueyes salvajes.
22 Anunciaré tu nombre a mis hermanos;
entre tu pueblo reunido te alabaré.
23 ¡Alaben al Señor, todos los que le temen!
¡Hónrenlo, descendientes de Jacob!
¡Muéstrenle reverencia, descendientes de Israel!
24 Pues no ha pasado por alto ni ha tenido en menos el sufrimiento de los necesitados;
no les dio la espalda,
sino que ha escuchado sus gritos de auxilio.
25 Te alabaré en la gran asamblea;
cumpliré mis promesas en presencia de los que te adoran.
26 Los pobres comerán y quedarán satisfechos;
todos los que buscan al Señor lo alabarán;
se alegrará el corazón con gozo eterno.
27 Toda la tierra reconocerá al Señor y regresará a él;
todas las familias de las naciones se inclinarán ante él.
28 Pues el poder de la realeza pertenece al Señor;
él gobierna a todas las naciones.
57 La gente buena se muere;
muchas veces, los justos mueren antes de que llegue su hora.
Pero a nadie parece importarle el porqué; tampoco se lo preguntan a sí mismos.
Parece que nadie entiende
que Dios los está protegiendo del mal que vendrá.
2 Pues los que andan por el camino de la justicia
descansarán en paz cuando mueran.
Condenación de la idolatría
3 «¡Pero ustedes, vengan acá, hijos de brujas,
descendientes de adúlteros y de prostitutas!
4 ¿De quién se burlan
haciendo muecas y sacando la lengua?
¡Hijos de pecadores y mentirosos!
5 Rinden culto con gran pasión a sus ídolos,
debajo de los robles y debajo de todo árbol frondoso.
Sacrifican a sus hijos abajo, en los valles,
entre los peñascos de los acantilados.
6 Sus dioses son las piedras pulidas de los valles;
ustedes les rinden culto con ofrendas líquidas y ofrendas de grano.
Ellos son su herencia, no yo.
¿Creen que todo esto me hace feliz?
7 Ustedes cometieron adulterio en cada monte alto;
allí rindieron culto a los ídolos
y me fueron infieles.
8 Han puesto símbolos paganos
en los marcos de las puertas y detrás de ellas.
Me han abandonado
y se han metido en la cama con esos dioses detestables.
Se han entregado a ellos
y les encanta ver sus cuerpos desnudos.
9 Han ido a Moloc[a]
con aceite de oliva y muchos perfumes,
y enviado a sus representantes por todas partes,
incluso al mundo de los muertos.[b]
10 Se han cansado en su búsqueda,
pero nunca se han dado por vencidos.
El deseo les dio nuevas fuerzas,
y no se fatigaron.
11 »¿Les tienen miedo a estos ídolos?
¿Les producen terror?
¿Por eso me han mentido
y se han olvidado de mí y de mis palabras?
¿Será por mi largo silencio
que ya no me temen?
12 Ahora pondré al descubierto sus supuestas buenas obras;
ninguna de ellas los ayudará.
13 Veamos si sus ídolos pueden salvarlos
cuando clamen a ellos por ayuda.
¡Vaya, un soplo de viento puede derrumbarlos!
¡Basta con que uno respire sobre ellos para que caigan de cabeza!
Pero el que confíe en mí heredará la tierra
y poseerá mi monte santo».
La ley y la promesa de Dios
15 Amados hermanos, el siguiente es un ejemplo de la vida diaria: así como nadie puede anular ni modificar un acuerdo irrevocable, tampoco en este caso. 16 Dios ha dado las promesas a Abraham y a su hijo.[a] Y noten que la Escritura no dice «a sus hijos[b]», como si significara muchos descendientes. Más bien, dice «a su hijo», y eso sin duda se refiere a Cristo. 17 Lo que trato de decir es lo siguiente: el acuerdo que Dios hizo con Abraham no podía anularse cuatrocientos treinta años más tarde—cuando Dios le dio la ley a Moisés—, porque Dios estaría rompiendo su promesa. 18 Pues, si fuera posible recibir la herencia por cumplir la ley, entonces esa herencia ya no sería el resultado de aceptar la promesa de Dios; pero Dios, por su gracia, se la concedió a Abraham mediante una promesa.
19 Entonces, ¿para qué se entregó la ley? Fue añadida a la promesa para mostrarle a la gente sus pecados, pero la intención era que la ley durara solo hasta la llegada del hijo prometido. Por medio de ángeles, Dios entregó su ley a Moisés, quien hizo de mediador entre Dios y el pueblo. 20 Ahora bien, un mediador es de ayuda si dos o más partes tienen que llegar a un acuerdo, pero Dios—quien es uno solo—no usó ningún mediador cuando le dio la promesa a Abraham.
21 ¿Hay algún conflicto, entonces, entre la ley de Dios y las promesas de Dios[c]? ¡De ninguna manera! Si la ley pudiera darnos vida nueva, nosotros podríamos hacernos justos ante Dios por obedecerla; 22 pero las Escrituras declaran que todos somos prisioneros del pecado, así que recibimos la promesa de libertad que Dios hizo únicamente por creer en Jesucristo.
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