Print Page Options
Previous Prev Day Next DayNext

Revised Common Lectionary (Complementary)

Daily Bible readings that follow the church liturgical year, with thematically matched Old and New Testament readings.
Duration: 1245 days
Palabra de Dios para Todos (PDT)
Version
Error: 'Sabiduría 1:13-15' not found for the version: Palabra de Dios para Todos
Error: 'Sabiduría 2:23-24' not found for the version: Palabra de Dios para Todos
Lamentaciones 3:23-33

23 cada mañana se renuevan.
    ¡Inmensa es su fidelidad!
24 Me digo:
«El SEÑOR es todo lo que tengo y necesito»;
    por eso siempre tendré esperanza en él.[a]

25 El SEÑOR es bueno con quienes creen en él;
    con los que lo buscan.
26 Es bueno esperar pacientemente
    la salvación que trae el SEÑOR.
27 Es mejor aprender
    a llevar el yugo desde jóvenes.

28 Hay que estar solos y calmados
    cuando el Señor nos coloca su yugo.
29 Hay que saber inclinar la cabeza.
    Besando el suelo, pienso que tal vez aun hay esperanza.
30 Hay que poner la otra mejilla cuando nos golpeen.
    Hay que saber aceptar la humillación.

31 El Señor no rechaza a la gente
    para siempre.
32 Aunque causa sufrimiento
    también tiene compasión
    y grande es su fiel amor.
33 Él no desea hacerle daño
    ni causarle sufrimiento a la gente.

Salmos 30

Siempre te alabaré

Canto para la dedicación del templo. Canción de David.

SEÑOR, yo te alabo porque tú me sacaste del peligro
    y no les diste motivo a mis enemigos de alegrarse con mi desgracia.
SEÑOR Dios mío, clamé por tu ayuda
    y tú me sanaste.
SEÑOR, tú me sacaste del lugar de la muerte[a];
    estaba al borde de la tumba y me diste vida.

Que cante al SEÑOR todo su pueblo fiel
    y honre su sagrado nombre.
Porque su enojo dura sólo por un momento,
    pero luego su favor sigue dando vida.
Por la noche hubo llanto,
    pero al amanecer hubo canto.

Yo pensaba, muy seguro,
    que nada podía vencerme.
Mientras me mostraste tu bondad
    me sentía invencible,[b] SEÑOR.
Pero cuando te alejaste de mí,
    me invadió el miedo.

SEÑOR, entonces te pedí ayuda;
    imploré tu compasión, Señor.
¿De qué serviría que yo muriera,
    que descienda al sepulcro?
El polvo no puede alabarte
    ni puede hablarle a otros de tu bondad.
10 SEÑOR, escucha mi oración y muéstrame tu compasión.
    ¡Ayúdame, SEÑOR!

11 Entonces tú cambiaste mi tristeza en baile.
    Me quitaste el luto y me vestiste de alegría.
12 Que todo mi ser te alabe,
    te alabaré por siempre, SEÑOR.

2 Corintios 8:7-15

Ustedes son ricos en todo: en fe, en habilidad para hablar, en conocimientos, en buena voluntad para ayudar y en el amor que han aprendido de nosotros. Por eso esperamos que al ayudar en esta ofrenda bondadosa también demuestren su generosidad.

Pero esto no lo digo como una orden. Lo que quiero es que vean que otros están decididos a ayudar para que así ustedes demuestren que su amor es verdadero. Ustedes conocen el generoso amor de nuestro Señor Jesucristo, quien siendo rico se hizo pobre por ustedes, para que por medio de su pobreza, ustedes se hicieran ricos. 10 Les doy mi consejo sobre este asunto: pienso que ahora les conviene aprovechar esta oportunidad ya que hace un año ustedes fueron los primeros en dar, e incluso fueron los primeros que quisieron hacerlo. 11 Terminen entonces ahora lo que comenzaron y den de lo que tienen. Así demostrarán que la buena voluntad que mostraron al principio era sincera. 12 Si quieren dar, su ofrenda será recibida teniendo en cuenta lo que tienen y no lo que no tienen. 13 No se trata de que ustedes tengan que pasar necesidades por ayudar a otros, sino que haya igualdad para todos. 14 Mi intención es que ustedes, que ahora tienen en abundancia, ayuden a otros que no tienen lo necesario. Luego, cuando a ustedes les falte, otros que tienen en abundancia los ayudarán, y así habrá igualdad para todos. 15 (A)Así dicen las Escrituras:

«Al que recogió mucho, no le sobró;
    y al que recogió poco, no le faltó».[a]

Marcos 5:21-43

La hija de Jairo y la mujer enferma

(Mt 9:18-26; Lc 8:40-56)

21 Cuando Jesús volvió a la otra orilla del lago en la barca, mucha gente se reunió junto a él a la orilla del lago. 22 Llegó uno de los dirigentes de la sinagoga que se llamaba Jairo. Cuando vio a Jesús, se arrodilló ante él y 23 le rogaba mucho:

—Mi hijita está a punto de morir. Te pido que vengas y coloques tu mano sobre ella para que se mejore y siga con vida.

24 Jesús se fue con él y mucha gente lo siguió. La gente apretujaba a Jesús por todos lados.

25 Había allí una mujer que llevaba doce años sufriendo de flujos de sangre. 26 Había sufrido mucho bajo el cuidado de varios médicos y había gastado todo lo que tenía sin ninguna mejoría. De hecho, cada vez se ponía peor. 27 La mujer oyó hablar de Jesús. Pasó en medio de la gente hasta llegar a Jesús por detrás y le tocó su manto. 28 Ella pensaba: «Si sólo puedo tocar su manto, quedaré sana». 29 Apenas lo tocó, la mujer dejó de sangrar. Sintió que su cuerpo había quedado sanado de la enfermedad. 30 En ese momento Jesús se dio cuenta de que había salido poder de él. Se detuvo, dio vuelta y preguntó:

—¿Quién me tocó el manto?

31 Los seguidores le dijeron:

—Hay tanta gente empujando y tú preguntas: “¿Quién me tocó?”

32 Pero Jesús siguió mirando para saber quién había sido. 33 La mujer sabía que había sanado. Así que se acercó y se arrodilló a sus pies. Ella estaba temblando de miedo y le contó toda la verdad. 34 Luego, Jesús le dijo:

—Hija, tu fe te ha sanado. Vete en paz y sin ninguna enfermedad.

35 Cuando Jesús estaba todavía hablando, llegaron mensajeros desde la casa del dirigente de la sinagoga y le dijeron:

—Tu hija ha muerto, ¿para qué molestas más al maestro?

36 Pero Jesús no les hizo caso y le dijo al dirigente de la sinagoga:

—No tengas miedo; sólo cree.

37 Jesús permitió que sólo Pedro, Santiago y su hermano Juan lo acompañaran. 38 Cuando llegaron a la casa del dirigente de la sinagoga, Jesús vio el alboroto de la gente que estaba llorando y lamentándose mucho. 39 Jesús entró y les dijo:

—¿Por qué tanta confusión y llanto? La niña no está muerta, está dormida.

40 La gente se burlaba de él, pero Jesús los hizo salir a todos y entró sólo con los padres de la niña y con los que lo acompañaban. 41 Jesús tomó la mano de la niña y le dijo:

Talitá, cum (que significa “óyeme pequeña, ¡levántate!”).

42 Al instante, la niña que tenía doce años, se levantó y empezó a caminar. Todos quedaron completamente atónitos. 43 Jesús dio órdenes estrictas de que no le contaran a nadie lo que había ocurrido. Luego les ordenó que le dieran de comer a la niña.

Palabra de Dios para Todos (PDT)

© 2005, 2015 Bible League International