Revised Common Lectionary (Complementary)
Salmo 103 (102)
Bendigan todos al Señor
103 De David.
Bendice, alma mía, al Señor
y todo mi ser a su santo nombre.
2 Bendice, alma mía, al Señor,
no te olvides de sus favores.
3 Él perdona todos tus pecados,
él sana todos tus males;
4 él libra tu vida de la fosa,
te corona de amor y de ternura;
5 colma de bienes tu existencia,
y tú te rejuveneces como un águila.
6 El Señor imparte justicia
y derecho a los oprimidos.
7 Mostró sus caminos a Moisés,
a los hijos de Israel sus proezas.
8 El Señor es clemente y compasivo,
paciente y lleno de amor.
9 No estará para siempre litigando,
no estará eternamente resentido.
10 No nos trata según nuestros pecados,
no nos paga según nuestras culpas.
11 Pues como el cielo dista de la tierra
abunda su amor para con sus fieles;
12 como está lejos el este del oeste,
él aleja nuestras faltas de nosotros.
13 Como un padre quiere a sus hijos,
el Señor quiere a sus fieles.
53 Los siete años de abundancia en Egipto llegaron a su fin 54 y, tal como José lo había predicho, comenzaron los siete años de hambre. Hubo hambre en todos los países, menos en Egipto, pues allí sí tenían alimento. 55 Cuando también en Egipto se hizo sentir el hambre, el pueblo clamó al faraón pidiendo comida. Entonces el faraón dijo a todo el pueblo de Egipto:
— Vayan a ver a José y hagan lo que él les diga.
56 José, viendo que el hambre se había extendido por todo el país, abrió los graneros y vendió grano a los egipcios. El hambre fue arreciando cada vez más en Egipto. 57 De todos los países venían a Egipto a comprar grano a José, pues en ningún sitio había qué comer.
Los hermanos de José bajan a Egipto
42 Cuando Jacob se enteró de que había grano en Egipto, les dijo a sus hijos:
— ¿Qué hacen cruzados de brazos? 2 He oído que hay grano en Egipto; así que bajen allá y compren grano para que podamos sobrevivir; pues si no, moriremos.
3 Por eso, los diez hermanos de José bajaron a Egipto para abastecerse de grano; 4 pero Jacob no permitió que Benjamín, el hermano de José, bajase con ellos, por temor a que le ocurriese alguna desgracia. 5 Así fue como los hijos de Israel, al igual que hacían otros, bajaron a comprar grano, porque el hambre se había apoderado de Canaán.
6 José era el gobernador del país, y el que vendía el grano a la gente que llegaba de todas partes. Cuando sus hermanos llegaron ante él, se postraron rostro en tierra. 7 En cuanto José vio a sus hermanos, los reconoció, pero fingiendo no conocerlos, les preguntó con rudeza:
— ¿De dónde vienen?
Ellos respondieron:
— Venimos de la tierra de Canaán para comprar grano.
8 José había reconocido a sus hermanos, pero ellos no lo reconocieron. 9 Entonces José recordó los sueños que había tenido acerca de ellos, y les dijo:
— Ustedes son espías y han venido para estudiar las zonas desguarnecidas del país.
10 Ellos respondieron:
— ¡No, mi señor! Tus siervos han venido a comprar alimento. 11 Todos nosotros somos hijos de un mismo padre, gente honrada. Estos siervos tuyos no son espías.
12 Pero José insistió:
— ¿Cómo que no? Han venido a estudiar las zonas vulnerables del país.
13 Ellos respondieron:
— Nosotros, tus siervos, éramos doce hermanos, todos hijos de un mismo padre que vive en Canaán. Nuestro hermano, el más pequeño, se ha quedado con nuestro padre, y el otro ya no está con nosotros.
14 Sin embargo, José volvió a decirles:
— Ya les decía yo que son espías. 15 Los pondré a prueba, y Les juro por la vida del faraón, que de aquí no saldrán a menos que traigan acá a su hermano menor. 16 Que uno de ustedes vaya a traerlo; los demás quedarán prisioneros. Así probarán sus palabras y si han dicho la verdad. Porque si no es así, ¡por la vida del faraón que son espías!
17 José los encerró durante tres días.
9 Posteriormente, los hijos de Jacob tuvieron envidia de José y lo vendieron como esclavo con destino a Egipto. Pero José gozaba de la protección de Dios 10 y salió con bien de todas las circunstancias adversas. Más aún, Dios le concedió sabiduría e hizo que se granjeara la simpatía del faraón, rey de Egipto, quien lo nombró gobernador de Egipto y jefe de toda la casa real. 11 Más tarde, el hambre acosó a Egipto y a todo el país cananeo, y la situación llegó a ser tan grave, que nuestros antepasados carecieron del sustento necesario. 12 Al tener noticia Jacob de que en Egipto había reservas de trigo, envió allá una primera vez a nuestros antepasados. 13 Cuando fueron por segunda vez, José se dio a conocer a sus hermanos, y el faraón conoció la ascendencia de José. 14 Entonces, José envió a buscar a Jacob, su padre, y a toda su familia, que se componía de setenta y cinco personas. 15 Así fue como Jacob se trasladó a Egipto, donde él y nuestros antepasados murieron. 16 Con el tiempo, llevaron sus restos a Siquén y les dieron sepultura en la tumba que Abrahán había comprado allí a los hijos de Emmor pagando el precio correspondiente.
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España