Revised Common Lectionary (Complementary)
Al director musical. Salmo de David. Cántico.
68 ¡Levántate, oh Dios, y esparce a todos tus enemigos! ¡Hazlos huir de tu presencia, oh Dios! 2 Échalos como humo ante el viento. ¡Derrítelos como cera en el fuego! Que perezcan así los malvados ante la presencia de Dios.
3 Pero gócense los justos. Regocíjense y alégrense en la presencia de Dios. 4 ¡Canten alabanzas a su nombre! Alcen su voz en cántico al que cabalga sobre las nubes. Señor es su nombre. Regocíjense en su presencia. 5 Él es padre del huérfano; él hace justicia a las viudas, es Dios en su santa morada. 6 Él da familia al solitario y da libertad a los encarcelados, y estos cantan con júbilo. Mas a los rebeldes da hambre y tribulación.
7 Oh Dios, cuando saliste al frente de tu pueblo y con ellos marchaste por el desierto, 8 la tierra tembló y los cielos dejaron caer sus aguas delante de ti, el Dios de Sinaí, delante de ti, el Dios de Israel. 9 Tú enviaste lluvia abundante, oh Dios, para reanimar a tu cansada herencia. 10 En esta tierra habitó tu pueblo que en tu bondad, oh Dios, le diste al pobre.
19 ¡Alabado sea el Señor, alabado sea nuestro Dios y Salvador! Porque día tras día nos lleva cargados en sus brazos.
20 Él nos libera. Nos rescata de la muerte.
Dios prueba a Abraham
22 Después de algunos años, Dios sometió a Abraham a una prueba.
―¡Abraham! —llamó Dios.
―Aquí estoy —respondió Abraham.
2 Entonces Dios le dijo:
―Toma a Isaac, tú único hijo a quien tanto amas, y llévalo a la tierra de Moria. Cuando llegues a allá, me lo ofrecerás en holocausto sobre uno de los cerros que yo te señalaré.
3 Al día siguiente, Abraham madrugó y ensilló su burro. Luego cortó la leña para el holocausto, y junto con dos de sus criados y su hijo Isaac salió rumbo al lugar que Dios le había indicado. 4 Al tercer día, alzó Abraham los ojos y vio el lugar a lo lejos. 5 Entonces Abraham les dijo a sus criados:
―Quédense aquí con el burro, mientras el muchacho y yo vamos allí para adorar. Luego volveremos.
6 Abraham puso la leña del holocausto sobre los hombros de Isaac, y tomó el cuchillo y el fuego. Entonces los dos continuaron juntos el camino.
7 ―¡Padre mío! —dijo Isaac—.
Y Abraham le contestó:
―Aquí estoy, ¿qué quieres, hijo mío?
―Tenemos la leña y el fuego —siguió diciendo Isaac—, pero ¿dónde está el cordero para el sacrificio?
8 Abraham le respondió:
―Dios lo proveerá, hijo mío.
Y siguieron caminando. 9 Cuando llegaron al lugar que Dios le había indicado, Abraham edificó un altar y colocó la leña. Luego ató a su hijo Isaac y lo puso en el altar, sobre la leña. 10 Enseguida Abraham tomó el cuchillo, para matar a su hijo. 11 En ese momento, el ángel del Señor le gritó desde el cielo:
―¡Abraham! ¡Abraham!
―Aquí estoy —contestó Abraham.
12 ―¡Suelta el cuchillo! No le hagas ningún daño al muchacho —le dijo el ángel—. Ahora sé que de verdad tienes temor de Dios, porque no te negaste a darme a tu único hijo.
13 Entonces Abraham miró hacia atrás y vio que un carnero estaba enredado por los cuernos en un arbusto. Fue, tomó el carnero y lo ofreció en holocausto, en lugar de su hijo. 14 Por eso, Abraham le puso a ese lugar el nombre de «el Señor proveerá». Hasta hoy se dice: «En un monte el Señor proveerá».
Los apóstoles aceptan a Pablo
2 Catorce años más tarde fui de nuevo a Jerusalén, esta vez con Bernabé. Tito nos acompañaba. 2 Dios me había revelado que debía hablar en privado con los dirigentes de Jerusalén acerca del evangelio que predicaba entre los gentiles. Lo hice para que todo mi trabajo no fuera en vano. 3 Y ni siquiera le exigieron a Tito, mi compañero, que se circuncidara, a pesar de que era griego.
4 El hecho es que algunos mal llamados hermanos fueron a observar disimuladamente la libertad que teníamos en Cristo Jesús, y ¡querían encadenarnos a sus leyes como si fuéramos esclavos! 5 Pero no les hicimos caso ni un momento, pues queríamos que la verdad del evangelio permaneciera entre ustedes.
6 Los grandes dirigentes de la iglesia no añadieron ni una tilde a mi mensaje. (No es que me importe que hayan sido grandes, porque Dios no juzga por las aparencias).
7-9 Más aún, Pedro, Jacobo y Juan, indiscutibles columnas de la iglesia, reconocieron que Dios me había usado para ser apóstol entre los gentiles, de la misma manera que había usado a Pedro para predicarles a los judíos (después de todo, fue el mismo Dios el que nos capacitó). Y así, nos dieron la mano, a Bernabé y a mí, en señal de compañerismo, y nos exhortaron a continuar nuestras labores entre los gentiles mientras ellos continuaban la suya entre los judíos. 10 Eso sí, nos pidieron que recordáramos a los pobres, cosa que por mi parte he procurado hacer con todo cuidado.
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