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Old/New Testament

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Nueva Biblia Viva (NBV)
Version
2 Crónicas 4-6

Mobiliario del templo

Salomón también hizo un altar de bronce de nueve metros de largo, por nueve de ancho y cuatro metros y medio de alto. Hizo luego un enorme tanque redondo de hierro fundido, que medía cuatro metros y medio de diámetro. Desde el suelo hasta su orilla, la fuente medía dos metros veinticinco centímetros. Su circunferencia era de trece metros y medio. Descansaba sobre dos hileras de bueyes de metal, separados por una distancia de cuatro o cinco centímetros. El estanque y los bueyes fueron moldeados y fundidos de una sola pieza. Los bueyes eran doce, dispuestos cola a cola, tres de frente al norte, tres al poniente, tres al sur y tres al oriente. Las paredes del tanque eran de unos ocho centímetros de espesor, y sus bordes eran como el cáliz de un lirio. Tenía una capacidad de sesenta y seis mil litros de agua.

Construyó también diez fuentes para lavar las ofrendas, cinco a la derecha del estanque grande y cinco a la izquierda. Para lavarse ellos mismos, los sacerdotes utilizaban el estanque y no las fuentes.

Cumpliendo minuciosamente las instrucciones de Dios, hizo diez candelabros de oro, y los colocó en el templo, cinco contra la pared de la derecha y cinco contra la de la izquierda. Construyó, asimismo, diez mesas, y colocó cinco junto al muro de la derecha y cinco junto al de la izquierda, y moldeó cien tazones de oro sólido. Construyó luego un atrio para los sacerdotes, y también un atrio para el público, y las puertas de estos atrios estaban revestidas de bronce. 10 La gran fuente estaba en la esquina derecha, que da hacia el sureste. 11 Hiram Abí hizo también las ollas, palas y palanganas necesarias para los sacrificios.

De esta manera dio por terminado el trabajo que le había señalado el rey Salomón:

12-16 La construcción de las dos columnas;

los dos capiteles sobresalientes en la parte alta de las columnas;

los dos juegos de cadenas sobre los capiteles;

las cuatrocientas granadas que colgaban de los dos juegos de cadenas que estaban sobre los capiteles;

los cimientos para las fuentes, y las fuentes mismas;

la gran fuente y los doce bueyes sobre los cuales descansaba;

los calderos, las tenazas, y los tenedores.

Todos estos utensilios para el templo del Señor, los hizo Hiram Abí de bronce pulido, tal como el rey Salomón le encomendó. 17-18 El rey mandó fundirlos en moldes de arcilla en el valle del Jordán, entre Sucot y Saretán. Era tan grande la cantidad de bronce que se utilizó, que no se pudo determinar su peso.

19 Salomón también mandó a hacer todos los demás utensilios que se usarían en el templo de Dios. De oro puro se hicieron: el altar, la mesa para los panes de la Presencia, 20 los candelabros con sus lámparas, para encenderlas en frente del Lugar Santísimo, tal como está estipulado; 21 las figuras de flores, las lámparas y las tenazas, igualmente de oro puro; 22 las despabiladeras, los aspersorios, las cucharas, los incensarios; la entrada del templo, la puerta principal y las puertas interiores que conducen al Lugar Santísimo y la puerta de la entrada principal del templo. Todo esto fue hecho de oro puro.

Una vez terminada la construcción del templo del Señor, Salomón trajo los obsequios dedicados al Señor por su padre, el rey David, y los guardaron en la tesorería del templo de Dios.

El cofre del pacto

Salomón procedió a reunir en Jerusalén a todos los dirigentes de Israel, jefes de tribus y clanes, para la ceremonia del traslado del cofre desde el santuario que está en la ciudad de David, conocida también como Sion. Esta ceremonia tuvo lugar en el mes séptimo, que es la fecha en que se celebra la fiesta de los Tabernáculos. 4-5 Mientras los dirigentes de Israel miraban, los levitas levantaron el cofre y lo sacaron del santuario, junto con los demás utensilios sagrados. ¡El rey Salomón y la congregación sacrificaron ovejas y bueyes delante del cofre en tanta cantidad que nadie logró llevar la cuenta!

Los sacerdotes llevaron el cofre a la sala interior del templo, que es el Lugar Santísimo, y lo colocaron bajo las alas de los querubines. Los querubines con sus alas extendidas cubrían el cofre y las varas que se usaban para transportarlo. Esas varas eran tan largas que sus extremos se podían ver desde el Lugar Santísimo, aunque no desde afuera. El cofre estaba todavía allí en el momento de escribirse esto. 10 En el cofre sólo estaban las dos tablas de piedra que Moisés había puesto en ella, cuando estaban en el monte Horeb, donde el Señor hizo un pacto con los israelitas, después de que salieron de Egipto.

11-12 Todos los sacerdotes allí presentes, sin importar su rango o grupo, participaron en el rito de purificación. Por su parte, los levitas cantores, es decir, Asaf, Hemán, Jedutún, junto con sus hijos y parientes, estaban de pie en el lado oriental del altar, vestidos con túnicas de lino fino, y portando címbalos, arpas y liras. Junto a ellos había ciento veinte sacerdotes que tocaban la trompeta. Cuando los sacerdotes salieron del Lugar Santo, 13-14 los trompetistas y los cantores comenzaron a alabar y a dar gracias al Señor, acompañados de trompetas, címbalos y demás instrumentos musicales. Y cuando entonaron a una voz el coro: «Den gracias al Señor, porque él es bueno, y su amor y su bondad son para siempre», una nube cubrió el templo del Señor. Debido a esta nube, los sacerdotes no pudieron continuar la ceremonia.

Entonces Salomón exclamó:

«Señor, tú dijiste que vivirías en una nube oscura; ¡pero yo he hecho un templo para ti, Señor, para que vivas en él para siempre!».

Luego el rey volvió el rostro hacia la congregación, que permanecía de pie para recibir su bendición. El rey dijo:

«Bendito sea el Señor, Dios de Israel, que le habló a mi padre David, y que acaba de cumplir la promesa que le hizo al decir: 5-6 “Desde que traje a mi pueblo desde la tierra de Egipto, nunca había escogido una ciudad en Israel para la ubicación de un templo en el cual estuviera mi nombre; y nunca antes había elegido un guía para mi pueblo Israel. Pero ahora he escogido a Jerusalén para residir en ella, y a David como rey”.

»Mi padre David deseaba construir un templo para el Señor, Dios de Israel, pero el Señor le dijo: “Tu deseo de construirme una casa para honrarme es bueno, pero no serás tú quien me la construya. Será uno de tus hijos el que me edifique una casa para honrar mi nombre”.

10 »Y el Señor ha cumplido lo que había prometido, porque he llegado a ser rey como sucesor de mi padre, y he podido construir el templo para el Señor Dios de Israel, 11 y en su interior he colocado el cofre. Y en el cofre se encuentra el pacto entre el Señor y el pueblo de Israel».

Oración de Salomón

12-13 Mientras hablaba, Salomón estaba de pie delante del pueblo sobre una plataforma en el centro del atrio exterior, frente al altar del Señor. La plataforma estaba hecha de bronce, y era de dos metros con veinte centímetros por cada lado, y un metro con treinta centímetros de alto. Luego, mientras la gente lo observaba, Salomón se arrodilló, levantó los brazos hacia el cielo, y elevó esta oración:

14 «Señor, Dios de Israel, no hay Dios como tú en todo el cielo y la tierra. Tú cumples tus bondadosas promesas a todos los que te obedecen y están dispuestos a hacer tu voluntad. 15 Tú has cumplido la promesa que hiciste a mi padre David, y aquí tenemos la evidencia de su cumplimiento.

16 »Ahora, Dios de Israel, cumple también la otra promesa que le hiciste a mi padre, cuando le dijiste: “Si tus descendientes obedecen mis leyes, como tú lo has hecho, te prometo que siempre habrá un descendiente tuyo que ocupe el trono de Israel”. 17 Señor, Dios de Israel, te ruego que cumplas también esta promesa.

18 »Pero, ¿vivirá realmente Dios en la tierra con los hombres? Si aun el cielo, y el cielo de los cielos no pueden contener tu grandeza, ¡cuánto menos este templo que yo he construido! 19 ¡Acepta mis oraciones y súplicas, Señor, mi Dios! ¡Escucha la oración que hoy dirijo a ti! 20-21 Mira favorablemente este templo día y noche, este lugar sagrado donde dijiste que pondrías tu nombre. Te ruego que oigas y contestes las oraciones que siempre elevaré a ti al estar frente a este lugar. Escucha mis oraciones y las de tu pueblo, Israel, siempre que oremos vueltos hacia este lugar de tu morada; sí, óyenos desde el cielo, y cuando escuches, danos el perdón.

22 »Cuando alguien cometa un delito contra su prójimo, y se le pida que jure su inocencia delante de este altar, 23 te pedimos que oigas desde el cielo y lo castigues en caso de que esté mintiendo, y que de lo contrario, lo declares inocente.

24 »Si tu pueblo Israel es derrotado por sus enemigos, por haber pecado contra ti, y se vuelven a ti, y proclaman que son pueblo tuyo, y oran en este templo, 25 escúchalos desde el cielo y perdónales sus pecados y devuélveles esta tierra que diste a sus padres.

26 »Cuando los cielos se cierren y no haya lluvia debido a nuestros pecados, si luego oramos hacia este lugar, confesándote nuestros pecados y pidiéndote perdón por ellos, 27 por favor, escúchanos desde el cielo y perdona los pecados de tus siervos y de tu pueblo, y enséñales lo recto, y envía lluvias sobre esta tierra que has dado a tu pueblo como de su exclusiva propiedad.

28 »Si hay hambre en la tierra, o epidemias, o plagas que afecten los productos agrícolas, o invasiones de langostas o de gusanos, o si los enemigos de tu pueblo están en la tierra asediando nuestras ciudades, cualesquiera que sean las dificultades, 29 escucha la oración que cada israelita, en medio de su dolor, te haga reconociendo su pecado, y extendiendo sus manos hacia este templo. 30 Oye desde el cielo donde tú vives, y perdona, y da a cada uno lo que realmente merece, porque sólo tú conoces los pensamientos del ser humano. 31 Así todos te adorarán y servirán, y estarán dispuestos a vivir según tu voluntad todos los días que habiten en la tierra que les diste a nuestros antepasados.

32 »Y cuando haya extranjeros que al oír hablar de tu poder, vengan desde tierras distantes a adorar tu grandioso nombre, y a orar en este templo, 33 óyelos desde el cielo donde tú vives, y concédeles lo que te pidan. Así todos los pueblos de la tierra se enterarán de tu fama y te reverenciarán como lo hace tu pueblo Israel; y sabrán que este templo lo he construido para honrar tu nombre.

34 »Si tu pueblo sale bajo tu mando a pelear contra sus enemigos, y oran en dirección de esta ciudad de Jerusalén que tú has elegido, y de este templo que hemos construido a tu nombre, 35 oye sus oraciones desde el cielo y dales la victoria.

36 »Y si ellos pecan contra ti (porque, ¿quién es aquel que nunca ha pecado?), y te enojas con ellos, y dejas que sus enemigos los derroten y se los lleven de aquí cautivos a alguna nación extranjera, cercana o lejana, 37-38 si en el destierro se vuelven a ti otra vez, y si en su corazón se tornan hacia esta tierra que tú diste a sus padres, y a esta ciudad y al templo que yo te he construido, y te suplican con todo su corazón que los perdones, 39 óyelos desde el cielo donde vives y ayúdalos, y perdona a tu pueblo que ha pecado contra ti.

40 »Dios mío, te pido que estés vigilante y atento a todas las oraciones dirigidas a ti en este lugar. 41 Y ahora, Señor Dios, levántate y entra en este lugar de descanso que es tuyo, donde ha sido colocado el cofre de tu poder. Haz que tus sacerdotes, Señor Dios, sean revestidos de salvación, y haz que tus santos se regocijen en tus bondadosas proezas. 42 Señor Dios, no te desentiendas de mí; no apartes tu rostro de mí, que soy tu ungido. Señor, recuerda tu amor por David y tu benevolencia hacia él».

Juan 10:24-42

24 Entonces lo rodearon los judíos y le preguntaron:

―¿Hasta cuándo nos vas a tener con esta duda? Si tú eres el Cristo, dínoslo claramente.

25 Jesús les respondió:

―Ya se lo he dicho y ustedes no me creen. Las cosas que yo hago en nombre de mi Padre son las que lo demuestran. 26 Pero ustedes no me creen porque no son de mi rebaño. 27 Mis ovejas oyen mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. 28 Yo les doy vida eterna y jamás perecerán ni nadie podrá arrebatármelas de la mano. 29 Mi Padre me las dio, y él es más grande que todos; por eso, nadie se las puede arrebatar de la mano. 30 El Padre y yo somos uno.

31 Los judíos, una vez más, tomaron piedras para arrojárselas, 32 pero Jesús les dijo:

―Yo les he mostrado muchas cosas buenas que he hecho por el poder de mi Padre. ¿Por cuál de ellas me quieren apedrear?

33 Los judíos le respondieron:

―No te apedreamos por ninguna de ellas sino porque has blasfemado. Tú no eres más que un hombre y te haces pasar por Dios.

34 Jesús respondió:

―¿Acaso no está escrito en su ley: “Yo he dicho que ustedes son dioses”? 35 Si Dios llamó “dioses” a aquellos para los que vino su mensaje (y la Escritura no se puede negar), 36 ¿por qué me acusan de haber blasfemado si el Padre me apartó y me envió al mundo? ¿Me acusan porque dije que soy el Hijo de Dios? 37 Si no hago las obras de mi Padre, no me crean; 38 pero si las hago, crean en mis obras, aunque no me crean a mí. Así se convencerán de que el Padre está en mí y que yo estoy en el Padre.

39 Una vez más trataron de arrestarlo, pero él se les escapó de las manos. 40 Regresó Jesús al otro lado del Jordán, al lugar donde Juan había estado bautizando, y allí se quedó.

41 Mucha gente iba a verlo y decían: «Juan nunca hizo ninguna señal milagrosa, pero todo lo que dijo de este hombre era verdad».

42 Y muchos en aquel lugar creyeron en Jesús.

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