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Old/New Testament

Each day includes a passage from both the Old Testament and New Testament.
Duration: 365 days
Nueva Biblia Viva (NBV)
Version
Rut 1-4

Noemí y Rut

Cuando los jueces gobernaban en Israel, un hombre llamado Elimélec, de Belén de Judá, se fue a causa del hambre que azotaba al país y se estableció en la tierra de Moab. Con él se fueron su esposa Noemí, y sus dos hijos Majlón y Quilión. Todos ellos efrateos.

Estando en Moab murió Elimélec, y Noemí quedó con sus dos hijos. 4-5 Los dos jóvenes, Quilión y Majlón, se casaron con Orfa y Rut respectivamente, que eran moabitas, y residieron allí unos diez años. Algún tiempo después ambos hombres murieron, y Noemí quedó sola, sin esposo y sin hijos. 6-7 Decidió regresar a Israel con sus dos nueras, porque había oído decir que el Señor había nuevamente bendecido a su pueblo con muy buenas cosechas.

Pero después de comenzado el viaje de regreso, Noemí dijo a sus dos nueras:

―¿Por qué no regresan mejor a casa de sus padres? Quizás Dios las recompense por la fidelidad que han mostrado a sus maridos y a mí. Tal vez él las bendiga y les conceda que tengan otro matrimonio feliz.

Y las besó. Pero ellas se pusieron a llorar.

10 ―No —dijeron—. Queremos ir contigo y vivir en tu pueblo.

11 Pero Noemí replicó:

―Es mejor que regresen a su pueblo. Yo no voy a tener más hijos que puedan casarse con ustedes.[a] 12 No, hijas mías, regresen a casa de sus padres, porque yo soy demasiado vieja para tener marido. Y aun si ello fuera posible, y yo pudiera concebir esta noche y dar a luz hijos, 13 ¿esperarían ustedes a que ellos crecieran? No, por supuesto que no, queridas hijas mías. ¡No saben cuánto siento que el Señor me haya castigado de esta manera y que esto les cause dolor!

14 Nuevamente se pusieron a llorar, y Orfa besó a su suegra para despedirse, y regresó a su pueblo natal. Sin embargo, Rut siguió junto a Noemí.

15 ―Mira —le dijo Noemí—, tu concuña ha regresado a su pueblo y a sus dioses. Tú deberías hacer lo mismo.

16 Pero Rut replicó:

―No me pidas que te deje y me aparte de ti; adondequiera que tú vayas iré yo, y viviré donde tú vivas; tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios será mi Dios. 17 Quiero morir donde tú mueras, y ser sepultada allí. Y que Dios me castigue si no cumplo mi promesa. Nada nos separará, ¡ni siquiera la muerte!

18 Cuando Noemí se dio cuenta de que Rut estaba decidida y que no podría persuadirla en sentido contrario, ya no intentó convencerla.

19 Al llegar ambas a Belén, el pueblo se conmovió.

―¿Es realmente Noemí? —preguntaban las mujeres.

20 Pero ella contestaba:

―No me llamen Noemí. Llámenme Mara (Noemí significa “dulce”; Mara significa “amarga”), porque el Todopoderoso me ha dado gran amargura. 21 Salí de aquí llena, y el Señor me ha devuelto vacía. ¿Por qué habría de llamarme Noemí cuando el Señor me ha vuelto la espalda y me ha enviado tal calamidad?

22 El regreso de ellas de Moab y su llegada a Belén coincidió con el tiempo de la cosecha de la cebada.

Encuentro de Rut con Booz

Noemí tenía un pariente de su marido en Belén que era muy rico. Se llamaba Booz.

Un día Rut le dijo a Noemí:

―Quizás yo pueda ir a los campos de algún hombre bondadoso para recoger algunas de las gavillas que quedan tras los segadores.

Y Noemí dijo:

―Muy bien, hija mía, ve a hacer lo que has dicho.

Y así lo hizo. Ocurrió que el campo en que ella entró a espigar pertenecía a Booz el pariente del marido de Noemí. Booz llegó de la ciudad mientras ella estaba allí. Después de cambiar saludos con los segadores, preguntó al capataz:

―¿Quién es esa muchacha que está allí?

El capataz le dijo:

―Es la joven moabita que volvió con Noemí. Me pidió permiso esta mañana para recoger las gavillas que se les caían a los segadores, y ha estado recogiéndolas desde entonces, salvo unos pocos minutos que estuvo descansando a la sombra.

Booz se dirigió a ella y le dijo:

―Escucha, hija mía. Quédate aquí para espigar. No vayas a otros campos. Sigue detrás de mis segadoras. Yo les he dicho a los hombres que no te molesten; y cuando tengas sed, bebe del agua que sacan los criados.

10 Ella le dio gracias de todo corazón:

―¿Cómo puedes ser tan bondadoso conmigo? —preguntó—. Tú sabes que yo tan sólo soy una extranjera.

11 ―Sí —replicó Booz—, pero sé también de todo el amor y bondad que has mostrado a tu suegra desde la muerte de tu marido, y cómo has dejado a tu padre y a tu madre en tu tierra y has venido a vivir entre nosotros como extranjera. 12 Que el Dios de Israel, bajo cuyas alas has venido a refugiarte, te bendiga por ello.

13 ―Gracias, señor —contestó ella—, tú has sido bondadoso conmigo, aunque ni siquiera soy una de tus trabajadoras.

14 A la hora de la comida, Booz la llamó:

―Ven y come con nosotros.

Ella se sentó con los segadores y él le sirvió comida, más de la que podía comer. 15 Y cuando volvió al trabajo nuevamente, Booz les dijo a sus hombres que la dejaran espigar entre las gavillas sin prohibírselo, 16 y que dejaran caer espigas con el propósito de que ella las recogiera, y no la reprendieran. 17 Ella trabajó allí todo el día, y en la tarde, después de desgranar la cebada que había espigado la midió, y eran como veinticuatro kilos. 18 Se los llevó a la ciudad y se los dio a su suegra, juntamente con la comida que había sobrado.

19 ―¿Cómo pudiste sacar tanto? —exclamó Noemí—. ¿Dónde has estado espigando hoy? Gracias a Dios por la persona que ha sido tan bondadosa contigo.

Rut le contó a su suegra todo lo ocurrido y le dijo que el nombre del propietario del campo era Booz.

20 ―¡Que Dios lo bendiga! Dios ha seguido mostrándonos su misericordia a nosotras y también a tu marido muerto —exclamó Noemí muy emocionada—. Ese hombre es uno de nuestros parientes más cercanos. Él tiene la obligación de ayudarnos.

21 ―Me dijo que regresara y espigara muy cerca de las segadoras hasta que haya terminado la cosecha de todo el campo —añadió Rut.

22 ―¡Esto es maravilloso! —exclamó Noemí—. Haz lo que él ha dicho. Quédate con sus criadas hasta que haya terminado la cosecha. Estarás más segura allí que en cualquier otro campo.

23 Así lo hizo Rut, y espigó con ellos hasta el fin de la cosecha de la cebada, y luego durante el tiempo de la cosecha del trigo. En ese tiempo vivía con su suegra.

Rut y Booz en la era

Un día Noemí le dijo a Rut:

―Hija mía, ¿no crees que ya es tiempo de que trate yo de encontrar un marido para ti, y que así formes nuevamente un hogar feliz? Estoy pensando en Booz; tú has estado trabajando con sus sirvientas, y es un pariente muy cercano. Sé que esta noche estará aventando cebada en la era. Haz lo que te voy a decir: báñate y perfúmate y ponte tu mejor vestido, y ve luego al campo. Pero no permitas que te vea hasta que haya terminado de comer. Fíjate entonces dónde se acuesta a dormir. Ve enseguida y levanta la manta con que se cubre los pies y acuéstate allí, y él te dirá lo que tendrás que hacer en cuanto a matrimonio.

―Muy bien —dijo Rut—. Haré lo que me has dicho.

Fue a la era aquella noche, y siguió las instrucciones de su suegra. Después que Booz terminó de comer, se retiró muy contento a acostarse en un montón de paja y se puso a dormir. Rut se acercó silenciosamente, levantó la manta que le cubría los pies y se acostó allí. Repentinamente, a medianoche, él se despertó y se sentó sorprendido. Se dio cuenta de que había una mujer a sus pies.

―¿Quién eres? —le preguntó.

―Soy yo, señor; Rut —explicó ella—. Hazme tu esposa conforme a la ley de Dios, porque tú eres mi pariente más cercano.

10 ―¡Dios te bendiga, hija mía! —exclamó—. Porque has sido ahora más bondadosa con Noemí que antes. Naturalmente debías haber preferido a un hombre más joven, aun cuando hubiera sido más pobre. 11 No te preocupes, hija mía. Yo me encargaré de los detalles, porque todos sabemos que eres una mujer virtuosa. 12 Sólo hay un problema. Es verdad que yo soy un pariente cercano, pero hay alguien que está más estrechamente emparentado contigo. 13 Quédate aquí durante la noche, y en la mañana yo le hablaré; si él quiere casarse contigo, que se case y que cumpla con su deber. Pero si no, por el Señor que lo haré. Acuéstate aquí hasta la mañana.

14 Ella se acostó a sus pies hasta la mañana, y antes de que aclarara se levantó, porque él le había dicho: que nadie se entere de que ha habido una mujer en la era.

15 Dame tu manto le dijo a ella. Midió unos veinte kilos de cebada en el manto para que la llevara como un regalo a su suegra, y se lo puso a la espalda.

Ella regresó a la ciudad.

16 ―¿Qué ha ocurrido? —le preguntó Noemí al llegar.

Rut le contó a Noemí todo lo ocurrido, 17 y le entregó la cebada que le había mandado Booz. ¡No había permitido que ella regresara a casa sin un presente para su suegra! 18 Entonces Noemí le dijo:

―No hay que hacer nada más. Booz no descansará hasta haber resuelto este asunto. Él lo arreglará todo hoy mismo.

Matrimonio de Booz y Rut

Booz fue hasta la puerta de la ciudad y se sentó. En eso pasó por allí el pariente que había mencionado y lo llamó.

―Oye, ven acá. Siéntate y hablaremos un momento.

Se sentaron. Booz llamó a diez ancianos de la ciudad y les pidió que se sentaran como testigos. Booz le dijo a su pariente:

―Tú conoces a Noemí, que volvió de Moab. Ella quiere vender la propiedad de Elimélec nuestro hermano. Yo creí que debía hablarte de ello para que puedas comprarla, si quieres, con estos hombres respetables como testigos. Si la quieres, házmelo saber ahora, porque si tú no la compras, yo lo haré. Tú tienes el primer derecho de redimirla y yo estoy después.

―Muy bien, yo la compraré —contestó el hombre.

Booz le dijo:

―La compra de la tierra de Noemí requiere también que te cases con Rut, a fin de que ella pueda tener hijos que lleven el nombre de su marido y puedan heredar la tierra.

―Yo no puedo hacer eso —contestó el hombre— porque afectaría mi herencia a mis herederos.

En aquellos días era costumbre en Israel que al transferir un hombre sus derechos de propiedad, se quitara el calzado y lo pasara al otro. Esto daba validez pública a la transacción. Así pues, cuando este hombre le dijo a Booz: «cómprala para ti», se quitó el zapato. Entonces Booz dijo a los testigos y a los que miraban:

―Ustedes son testigos de que hoy le he comprado a Noemí la propiedad de Elimélec, Quilión y Majlón; 10 y que con ella he redimido a Rut la moabita, la viuda de Majlón, a fin de que sea mi esposa, y pueda tener un hijo que lleve el nombre de la familia de su marido muerto.

11 Y todo el pueblo que estaba de pie allí, y los testigos respondieron:

―Somos testigos. Que el Señor haga que esta mujer que ha venido a formar parte de tu hogar, sea tan fértil como Raquel y Lea, de quienes desciende toda la nación de Israel. Que seas poderoso y de renombre en Belén; 12 y que los descendientes que el Señor te dé por medio de esta mujer sean tan numerosos y honorables como nuestro antecesor Fares, el hijo de Tamar y de Judá.

Genealogía de David

13 Entonces Booz se casó con Rut y el Señor le dio un hijo.

14 Y las mujeres de la ciudad le dijeron a Noemí: «Bendito sea el Señor, que te ha dado este nieto, para que se encargue de ti. Que sea famoso en Israel. 15 Que él rejuvenezca tu alma, y cuide de ti en tu vejez, porque es el hijo de tu nuera. Ella vale más que siete hijos, y ha sido muy buena contigo y te ama tanto».

16 Noemí tomó el hijo en sus brazos, y se encargo de criarlo. 17 Entonces las vecinas dijeron: «Por fin, Noemí ha tenido un hijo».

Y le pusieron por nombre Obed. Él fue el padre de Isaí y abuelo de David.

18 Este es el árbol genealógico de Booz comenzando desde Fares:

Fares, Jezrón, 19 Ram, Aminadab, 20 Naasón, Salmón, 21 Booz, Obed, 22 Isaí, David.

Lucas 8:1-25

Parábola del sembrador

Después de esto, Jesús anduvo por muchos pueblos y aldeas anunciando las buenas nuevas del reino de Dios. Lo acompañaban los doce y algunas mujeres a las que él había sanado de espíritus malignos y de diferentes enfermedades. Entre ellas estaba María, a la que llamaban Magdalena, de la que habían salido siete demonios. También estaban Juana, que era esposa de Cuza, el administrador de Herodes, Susana y muchas otras que los ayudaban con lo que tenían.

Mucha gente salió de los pueblos para ver a Jesús, y cuando todos estaban reunidos, él les contó esta parábola:

«Un sembrador salió a sembrar. Al sembrar la semilla, una parte cayó junto al camino, la pisotearon y los pájaros se la comieron. Otra parte cayó sobre las piedras; esa semilla brotó, pero por falta de humedad se secó. Otra parte cayó entre los espinos y brotó, pero los espinos la ahogaron y no la dejaron crecer. Pero otra parte cayó en buena tierra, brotó, creció y produjo por cada semilla cien granos». Cuando terminó de hablar dijo con voz fuerte: «El que tenga oídos para oír, que oiga».

Luego sus discípulos le preguntaron el significado de esa parábola. 10 Él les contestó: «A ustedes se les ha permitido conocer los secretos del reino de Dios, pero a los demás les hablo por medio de parábolas para que, “aunque miren, no vean y, aunque oigan, no entiendan”. 11 Esto es lo que significa la parábola: La semilla representa la palabra de Dios. 12 Las que cayeron junto al camino representan a los que oyen, pero luego viene el diablo y les quita la palabra del corazón, para que no crean y se salven. 13 La que cayó sobre las piedras representa a los que oyen la palabra y la reciben con alegría, pero como no tienen raíz, creen por un tiempo y después se apartan cuando llega la prueba. 14 La que cayó entre los espinos representa a los que oyen, pero después de un tiempo los ahogan las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida, y no llegan a madurar. 15 La que cayó en buena tierra representa a los que oyen la palabra con un corazón bueno y sincero. Estos la retienen y, porque perseveran, producen una buena cosecha.

Una lámpara en una repisa

16 »Nadie enciende una lámpara y la cubre con una olla o la pone debajo de la cama. Lo que hace es ponerla en un lugar alto para que los que entren a la casa tengan luz. 17 No hay nada escondido que no llegue a descubrirse, ni hay nada secreto que no llegue a conocerse públicamente. 18 Por eso, pongan mucha atención, pues al que tiene, se le dará más; pero al que no tiene, aun lo que cree tener se le quitará».

La madre y los hermanos de Jesús

19 La madre y los hermanos de Jesús fueron a verlo, pero no podían acercarse a él porque había mucha gente. 20 Entonces le avisaron:

―Tu madre y tus hermanos están afuera y quieren verte.

21 Pero él les contestó: —Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios y la obedecen.

Jesús calma la tormenta

22 Un día, Jesús subió a una barca con sus discípulos y les dijo:

―Vamos al otro lado del lago.

Y partieron. 23 Mientras navegaban, él se quedó dormido. Entonces se desató una tormenta sobre el lago, y la barca comenzó a hundirse poniéndolos a ellos en peligro. 24 Los discípulos fueron a despertar a Jesús y lo llamaron a gritos:

―¡Maestro, Maestro, nos estamos hundiendo!

Él se levantó y ordenó al viento y a las olas que se calmaran. La tormenta se detuvo y todo quedó tranquilo.

25 Después les dijo a sus discípulos:

―¿Dónde está la fe de ustedes?

Ellos, llenos de temor y asombro, se decían unos a otros: «¿Quién será este hombre que aun los vientos y el mar lo obedecen?».

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