Print Page Options
Previous Prev Day Next DayNext

Old/New Testament

Each day includes a passage from both the Old Testament and New Testament.
Duration: 365 days
Reina Valera Contemporánea (RVC)
Version
Jeremías 34-36

Jeremías amonesta a Sedequías

34 La palabra del Señor vino a Jeremías cuando Nabucodonosor rey de Babilonia y todo su ejército, y todos los reinos y pueblos de la tierra bajo su dominio, peleaban contra Jerusalén(A) y contra todas sus ciudades. Le dijo:

«Así ha dicho el Señor Dios de Israel: Ve y habla con Sedequías rey de Judá, y dile de mi parte: Yo, el Señor, voy a entregarle esta ciudad al rey de Babilonia, y él le prenderá fuego. Tú no escaparás de sus manos, sino que serás apresado y puesto en sus manos. Tendrás que enfrentarte al rey de Babilonia y hablarás con él cara a cara, y serás llevado a Babilonia. Sin embargo, Sedequías rey de Judá, oye mi palabra: Yo, el Señor, te hago saber que no morirás a filo de espada. Tendrás una muerte tranquila, y se quemarán especias por ti, así como antes se quemaron por tus padres, los reyes que te antecedieron. Se guardará luto por ti, y se dirá “¡Ay, señor!”, porque así lo he dicho.»

—Palabra del Señor.

El profeta Jeremías fue a Jerusalén y le repitió todas estas palabras a Sedequías rey de Judá. El ejército del rey de Babilonia se encontraba atacando a Jerusalén, Laquis y Azeca, porque de todas las ciudades fortificadas de Judá sólo éstas habían quedado.

Violación del pacto de libertar a los siervos hebreos

La palabra del Señor vino a Jeremías después de que Sedequías hizo un pacto con todo el pueblo en Jerusalén, para dejarlos en libertad y que cada uno dejara libre a sus compatriotas hebreos, para que no hubiera siervos ni siervas israelitas. 10 Cuando se enteraron de esto todos los príncipes, y todo el pueblo que había convenido en el pacto de dejar cada uno libre a su siervo y a su sierva, y de no tenerlos más como siervos, obedecieron y los dejaron en libertad. 11 Pero después cambiaron de parecer y volvieron a tomar como siervos y siervas a los que antes habían dejado libres, y los obligaron a servirles. 12 Entonces la palabra del Señor vino a Jeremías, y le dijo:

13 «Así dice el Señor y Dios de Israel: Cuando yo saqué a sus padres de Egipto, donde eran esclavos, hice un pacto con ellos. Les dije: 14 Al cabo de siete años, cada uno de ustedes dejará en libertad a su hermano hebreo que le haya sido vendido. Le servirá seis años, y después de ese tiempo lo dejará en libertad.(B) Pero los padres de ustedes no me hicieron caso ni me prestaron atención. 15 Sin embargo, hoy ustedes se habían vuelto a mí y habían hecho lo recto delante de mis ojos, al anunciar cada uno libertad a su prójimo. Habían hecho un pacto en mi presencia, en la casa donde se invoca mi nombre. 16 Pero al cambiar de parecer han profanado mi nombre. Cada uno de ustedes ha vuelto a tomar a sus siervos y siervas, que habían dejado en libertad, y una vez más los han hecho sus esclavos. 17 Por eso, yo, el Señor, declaro: Como ustedes no me han obedecido para promulgar cada uno la libertad de su hermano y compañero, ahora yo voy a promulgar la libertad de la espada, la peste y el hambre. ¡Voy a hacer que todos los reinos de la tierra se horroricen al verlos!

—Palabra del Señor.

18 »A los que transgredieron mi pacto y no cumplieron sus términos, los cuales pactaron en mi presencia, los voy a partir en dos, del mismo modo que se partió en dos el becerro con el que se selló el pacto. Voy a partir en dos 19 a los príncipes de Judá y de Jerusalén, a los oficiales y sacerdotes, y a todo el pueblo de la tierra; en fin, ¡a todos los que pasaron por en medio de las dos partes del becerro! 20 Voy a ponerlos en manos de sus enemigos, que quieren matarlos. Sus cadáveres les servirán de comida a las aves de rapiña y a los animales salvajes. 21 Al rey Sedequías y a sus príncipes los entregaré en manos de sus enemigos, que quieren matarlos, y en manos del ejército del rey de Babilonia, que ha dejado de atacarlos. 22 Voy a darles la orden de volver a esta ciudad, y de que la ataquen y la conquisten, y le prendan fuego. Voy a hacer de las ciudades de Judá un desierto, hasta que no quede un solo habitante.»

—Palabra del Señor.

Obediencia de los recabitas

35 La palabra del Señor vino a Jeremías durante el reinado de Joacín(C) hijo de Josías, en Judá. Le dijo:

«Ve a la casa de los recabitas y habla con ellos. Llévalos a uno de los aposentos en la casa del Señor, y dales a beber vino.»

Yo, Jeremías, tomé a Jazanías hijo de Jeremías y nieto de Jabasinías, y a sus hermanos y a todos sus hijos, es decir, a toda la familia de los recabitas, y los llevé a la casa del Señor, al aposento de los hijos de Janán hijo de Igdalías, que era un hombre de Dios. Ese aposento estaba junto al aposento de los príncipes, el cual estaba sobre el aposento de Maseías hijo de Salún, que cuidaba la puerta. A todos los miembros de la familia de los recabitas les serví tazas y copas llenas de vino, y los invité a beber; pero ellos dijeron:

«Nosotros no bebemos vino, porque nuestro padre, Jonadab hijo de Recab, nos ordenó que jamás bebiéramos vino, ni nosotros ni nuestros hijos. También nos ordenó que no construyéramos casas, ni cultiváramos la tierra ni plantáramos viñas, ni las poseyéramos. Nos dijo que, si queríamos vivir muchos años en la tierra que habitamos, debíamos vivir siempre en tiendas de campaña.

»Nosotros hemos obedecido las órdenes de nuestro padre, Jonadab hijo de Recab. Nunca hemos bebido vino, ni tampoco nuestras mujeres, ni nuestros hijos e hijas, Tampoco construimos casas para habitarlas, ni tenemos viñas ni terrenos, ni cultivamos el campo. 10 Vivimos en tiendas de campaña, y hemos obedecido al pie de la letra todo lo que nos mandó nuestro padre Jonadab. 11 Sin embargo, sucedió que cuando Nabucodonosor rey de Babilonia invadió el país, decidimos venir a Jerusalén y ocultarnos aquí de la presencia de los ejércitos caldeos y sirios. Así fue como nos quedamos en Jerusalén.»

12 La palabra del Señor vino entonces a Jeremías, y le dijo:

13 «Así ha dicho el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: Ve y pregúntales a los habitantes de Judá y de Jerusalén cuándo aprenderán a obedecer mis palabras.

—Palabra del Señor.

14 »Las palabras de Jonadab hijo de Recab fueron muy firmes cuando les mandó a sus hijos que no bebieran vino, y ellos, en obediencia al mandamiento de su padre, no lo han bebido hasta el día de hoy; en cambio, yo les he hablado a ustedes una y otra vez, y no me han hecho caso. 15 De igual manera, una y otra vez envié a todos mis siervos los profetas para que les dijeran que se apartaran de su mal camino y corrigieran sus actos, y que no siguieran a los dioses ajenos ni les sirvieran, para que vivieran en la tierra que les di a ustedes y a sus padres. Pero ustedes no me prestaron oído ni me hicieron caso. 16 No hay duda de que los hijos de Jonadab hijo de Recab reconocieron la firmeza del mandamiento que les dio su padre; pero este pueblo no ha querido obedecerme.

17 »Por lo tanto, yo, el Señor y Dios de los ejércitos, Dios de Israel, declaro que voy a lanzar sobre Judá y sobre todos los habitantes de Jerusalén todo el mal que contra ellos he anunciado. Porque les hablé, y no me hicieron caso; los llamé, y no me respondieron.»

18 A la familia de los recabitas, Jeremías dijo:

«Así ha dicho el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: Puesto que ustedes obedecieron al mandamiento de Jonadab, su padre, y cumplieron todos sus mandamientos y actuaron en conformidad con todo lo que él les mandó hacer, 19 yo, el Señor de los ejércitos y Dios de Israel, declaro que siempre estará en mi presencia un descendiente de Jonadab hijo de Recab.»

El rey quema el rollo

36 Durante el cuarto año del reinado de Joacín(D) hijo de Josías, en Judá, la palabra del Señor vino a Jeremías, y le dijo:

«Toma un rollo de cuero, y escribe en él cada una de las palabras que te he comunicado en contra de Israel y de Judá, y en contra de todas las naciones, desde los días de Josías, que fue cuando comencé a hablarte, hasta el día de hoy. Tal vez la casa de Judá preste atención a todo el mal que yo pienso hacerles, y cada uno de ellos se aparte de su mal camino. Entonces yo les perdonaré su maldad y su pecado.»

Jeremías llamó entonces a Baruc hijo de Nerías, y Baruc escribió en un rollo de cuero todo lo que Jeremías le dictó, y que eran las palabras que el Señor le había comunicado. Después Jeremías le dijo a Baruc:

«A mí se me ha prohibido entrar en la casa del Señor. Así que entra tú en ella, y en el día del ayuno lee ante el pueblo las palabras del Señor, que yo te he dictado y que están en este rollo. Léelas también en presencia de todos los de Judá, que vienen de sus ciudades. Tal vez la oración de ellos llegue a la presencia del Señor, y cada uno de ellos se aparte de su mal camino. Porque son demasiado grandes el furor y la ira que el Señor ha manifestado contra este pueblo.»

Baruc hijo de Nerías cumplió con todo lo que el profeta Jeremías le mandó hacer, y en el templo leyó del rollo de cuero las palabras del Señor.

En el mes noveno del año quinto del reinado de Joacín hijo de Josías, en Judá, en la presencia del Señor se promulgó ayuno a todo el pueblo de Jerusalén y a todos los que venían de las ciudades de Judá a Jerusalén. 10 Baruc leyó entonces en la casa del Señor las palabras de Jeremías que estaban en el rollo de cuero. Lo hizo en presencia del pueblo, desde el aposento del escriba Gemarías hijo de Safán, que estaba en el atrio superior, a la entrada de la puerta nueva de la casa del Señor. 11 Cuando Micaías hijo de Gemarías, hijo de Safán, oyó la lectura de todas las palabras del Señor, 12 se dirigió al palacio del rey y entró en el aposento del secretario. Allí estaban sentados todos los príncipes, es decir: el secretario Elisama, Delaía hijo de Semaías, Elnatán hijo de Acbor, Gemarías hijo de Safán, Sedequías hijo de Jananías, y todos los príncipes. 13 Allí Micaías les contó todo lo que había oído cuando Baruc dio lectura al rollo de cuero en presencia del pueblo. 14 Entonces todos los príncipes enviaron a Yehudí hijo de Netanías, hijo de Selemías, hijo de Cusi, para que le dijera a Baruc que tomara el rollo que había leído ante el pueblo y se presentara ante ellos. Entonces Baruc hijo de Nerías tomó el rollo de cuero y fue a verlos. 15 Allí los príncipes le dijeron:

«Siéntate, por favor, y léenos el rollo.»

Y Baruc se lo leyó. 16 En cuanto los príncipes oyeron todo aquello, cada uno miró espantado a su compañero, y le dijeron a Baruc:

«Tenemos que informar al rey de todo esto.»

17 Luego le preguntaron a Baruc:

«Ahora, cuéntanos cómo fue que escribiste todas estas palabras de labios de Jeremías.»

18 Y Baruc les contestó:

«Jeremías me dictaba todas estas palabras, y yo las iba escribiendo en el rollo.»

19 Entonces los príncipes le aconsejaron a Baruc:

«Pues corran a esconderse, tú y Jeremías, y que nadie sepa dónde se encuentran.»

20 Luego de depositar el rollo en el aposento del secretario Elisama, los príncipes se dirigieron al atrio, donde estaba el rey, y allí le informaron al rey acerca de todas estas palabras. 21 Entonces el rey ordenó a Yehudí que fuera por el rollo, y éste fue y lo tomó del aposento del secretario Elisama, y lo leyó ante el rey y ante todos los príncipes que le hacían compañía. 22 Era el mes noveno, y el rey estaba en la casa de invierno. Delante de él había un brasero encendido. 23 Yehudí habría leído tres o cuatro columnas del texto, cuando el rey rasgó el rollo con un cortaplumas de escriba, y lo arrojó al fuego que había en el brasero, hasta que todo el rollo se consumió. 24 Cuando el rey y sus siervos oyeron todas estas palabras, no mostraron ningún temor ni se rasgaron los vestidos. 25 Elnatán, Delaía y Gemarías le rogaron al rey que no quemara el rollo, pero el rey no les hizo caso; 26 al contrario, mandó a Yeramel hijo de Hamelec, a Seraías hijo de Azriel y a Selemías hijo de Abdel, para que aprehendieran al escriba Baruc y al profeta Jeremías, pero el Señor los escondió.

27 Después de que el rey quemó el rollo con las palabras que Jeremías le dictó a Baruc, y que éste había escrito, la palabra del Señor vino a Jeremías, y le dijo:

28 «Vuelve a tomar otro rollo, y escribe en él todas las palabras que ya estaban escritas en el primer rollo que quemó Joacín rey de Judá. 29 Y dile de mi parte: “Tú, Joacín rey de Judá, quemaste este rollo, y objetaste el hecho de que allí estuviera escrito que el rey de Babilonia vendrá y destruirá esta tierra, hasta que no queden en ella ni hombres ni animales. 30 Por lo tanto, yo, el Señor, te digo a ti, Joacín rey de Judá: Ningún descendiente tuyo te sucederá en el trono de David. Además, tu cadáver quedará expuesto al calor del día y al frío de la noche. 31 Por no haberme hecho caso, voy a castigarte por tu maldad, y también castigaré a tus descendientes y a tus siervos; voy a traer sobre ellos, y sobre los habitantes de Jerusalén y de Judá, todo el mal que les he anunciado.”»

32 Jeremías tomó otro rollo, y se lo dio al escriba Baruc hijo de Nerías; éste, por su parte, escribió en él todas las palabras que Jeremías le había dictado antes, y que estaban escritas en el rollo que el rey Joacín de Judá quemó en el fuego, ¡y aun fueron añadidas a ellas muchas otras palabras semejantes!

Hebreos 2

Una salvación tan grande

Por tanto, es necesario que prestemos más atención a lo que hemos oído, no sea que nos extraviemos. Porque si el mensaje anunciado por medio de los ángeles fue firme, y toda transgresión y desobediencia recibió su justo castigo, ¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? Esta salvación fue anunciada primeramente por el Señor, y los que la oyeron nos la confirmaron. Además, Dios la ha confirmado con señales y prodigios, y con diversos milagros y repartimientos del Espíritu Santo, según su voluntad.

El autor de la salvación

Dios no puso el mundo venidero, del cual estamos hablando, bajo la autoridad de los ángeles. Como alguien testificó en cierto lugar:

«¿Qué es el hombre, para que te acuerdes de él,
o el hijo del hombre, para que lo tengas en cuenta?
Lo hiciste un poco menor que los ángeles;
lo coronaste de gloria y de honra,
y lo pusiste sobre las obras de tus manos;
todo lo sujetaste debajo de sus pies.»(A)

Así que, si Dios puso todas las cosas debajo de sus pies, entonces no dejó nada que no esté sujeto a él. Sin embargo, todavía no vemos que todas las cosas le estén sujetas. Lo que sí vemos es que Jesús, que fue hecho un poco menor que los ángeles, está coronado de gloria y de honra, a causa de la muerte que sufrió. Dios, en su bondad, quiso que Jesús experimentara la muerte para el bien de todos.

10 Porque convenía que Dios, por quien todas las cosas existen y subsisten, perfeccionara mediante el sufrimiento al autor de la salvación de ellos, a fin de llevar muchos hijos a la gloria. 11 Porque el mismo origen tienen el que santifica y los que son santificados. Por eso no se avergüenza de llamarlos hermanos 12 cuando dice:

«Anunciaré tu nombre a mis hermanos,
Y en medio de la congregación te alabaré.»(B)

13 Y en otra parte:

«Yo confiaré en él.»(C)

Y una vez más:

«Aquí estoy, con los hijos que Dios me dio.»(D)

14 Así como los hijos eran de carne y hueso, también él era de carne y hueso, para que por medio de la muerte destruyera al que tenía el dominio sobre la muerte, es decir, al diablo, 15 y de esa manera librara a todos los que, por temor a la muerte, toda su vida habían estado sometidos a esclavitud. 16 Ciertamente él no vino para ayudar a los ángeles, sino a los descendientes de Abrahán. 17 Por eso le era necesario ser semejante a sus hermanos en todo: para que llegara a ser un sumo sacerdote misericordioso y fiel en lo que a Dios se refiere, y expiara los pecados del pueblo. 18 Puesto que él mismo sufrió la tentación, es poderoso para ayudar a los que son tentados.

Reina Valera Contemporánea (RVC)

Copyright © 2009, 2011 by Sociedades Bíblicas Unidas