Old/New Testament
El Señor es mi pastor
(1a) Salmo de David.
23 (1b) El Señor es mi pastor;
nada me falta.
2 En verdes praderas me hace descansar,
a las aguas tranquilas me conduce,
3 me da nuevas fuerzas
y me lleva por caminos rectos,
haciendo honor a su nombre.
4 Aunque pase por el más oscuro de los valles,
no temeré peligro alguno,
porque tú, Señor, estás conmigo;
tu vara y tu bastón me inspiran confianza.
5 Me has preparado un banquete
ante los ojos de mis enemigos;
has vertido perfume en mi cabeza,
y has llenado mi copa a rebosar.
6 Tu bondad y tu amor me acompañan
a lo largo de mis días,
y en tu casa, oh Señor, por siempre viviré.
El Rey de la gloria
(1a) Salmo de David.
24 (1b) Del Señor es el mundo entero,
con todo lo que en él hay,
con todo lo que en él vive.
2 Porque el Señor puso las bases de la tierra
y la afirmó sobre los mares y los ríos.
3 ¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede permanecer en su santo templo?
4 El que tiene las manos y la mente
limpias de todo pecado;
el que no adora ídolos
ni hace juramentos falsos.
5 El Señor, su Dios y Salvador,
lo bendecirá y le hará justicia.
6 Así deben ser los que buscan al Señor,
los que buscan la presencia del Dios de Jacob.
7 ¡Ábranse, puertas eternas!
¡Quédense abiertas de par en par,
y entrará el Rey de la gloria!
8 ¿Quién es este Rey de la gloria?
¡Es el Señor, el fuerte y valiente!
¡Es el Señor, valiente en la batalla!
9 ¡Ábranse, puertas eternas!
¡Quédense abiertas de par en par,
y entrará el Rey de la gloria!
10 ¿Quién es este Rey de la gloria?
¡Es el Señor todopoderoso!
¡Él es el Rey de la gloria!
Oración pidiendo la dirección de Dios
(1a) De David.
25 (1b) Señor, a ti dirijo mi oración;
2 mi Dios, en ti confío:
no dejes que me hunda en la vergüenza.
¡Que no se rían de mí mis enemigos!
3 ¡Que no sea jamás avergonzado
ninguno de los que en ti confían!
¡Que sean puestos en vergüenza
los que sin motivo se rebelan contra ti!
4 Señor,
muéstrame tus caminos;
guíame por tus senderos;
5 guíame, encamíname en tu verdad,
pues tú eres mi Dios y Salvador.
¡En ti confío a todas horas!
6 Señor,
acuérdate del amor y la ternura
que siempre nos has manifestado,
7 pero no te acuerdes de mis pecados
ni del mal que hice en mi juventud.
Señor, acuérdate de mí,
por tu gran amor y bondad.
8 El Señor es bueno y justo;
él corrige la conducta de los pecadores
9 y guía por su camino a los humildes;
¡los instruye en la justicia!
10 Él siempre procede con amor y fidelidad,
con los que cumplen su alianza
y sus mandamientos.
11 Señor, es grande mi maldad;
perdóname, haz honor a tu nombre.
12 Al hombre que honra al Señor,
él le muestra el camino que debe seguir;
13 lo rodea de bienestar
y da a sus descendientes posesión del país.
14 El Señor es amigo de quienes lo honran,
y les da a conocer su alianza.
15 Siempre dirijo mis ojos al Señor,
porque él me libra de todo peligro.
16 Mírame, Señor, y ten compasión de mí,
porque estoy solo y afligido.
17 Mi corazón se aflige más y más;
líbrame de mis angustias.
18 Mira mis tristezas y trabajos,
y perdona mis pecados.
19 Mira cuántos enemigos tengo
que sienten por mí un odio mortal.
20 ¡Cuídame, sálvame la vida!
¡No dejes que me hunda en la vergüenza,
pues en ti busco protección!
21 Que me protejan mi honradez y mi inocencia,
pues en ti he puesto mi confianza.
22 ¡Dios mío,
salva a Israel de todas sus angustias!
18 Al día siguiente, Pablo fue con nosotros a visitar a Santiago, y allí estaban también todos los ancianos. 19 Pablo los saludó, y luego les contó detalladamente las cosas que Dios había hecho por medio de él entre los no judíos. 20 Cuando lo oyeron, alabaron a Dios. Dijeron a Pablo:
—Bueno, hermano, ya ves que entre los judíos hay muchos miles que han creído, y todos ellos insisten en que es necesario seguir la ley de Moisés. 21 Y les han informado que a todos los judíos que viven en el extranjero tú les enseñas que deben renegar de la ley de Moisés, y les dices que no deben circuncidar a sus hijos ni seguir nuestras costumbres. 22 ¿Qué hay de esto? Pues sin duda la gente va a saber que has venido. 23 Lo mejor es que hagas lo siguiente: Hay aquí, entre nosotros, cuatro hombres que tienen que cumplir una promesa. 24 Llévalos contigo, purifícate junto con ellos y paga sus gastos, para que ellos puedan hacerse cortar el cabello. Así todos verán que no es cierto lo que les han dicho de ti, sino que, al contrario, tú también obedeces la ley. 25 En cuanto a los que no son judíos y han creído, ya les hemos escrito nuestra decisión: no deben comer carne que haya sido ofrecida a los ídolos, ni sangre, ni carne de animales estrangulados, y deben evitar los matrimonios prohibidos.
Arresto de Pablo en el templo
26 Entonces Pablo se llevó a los cuatro hombres, y al día siguiente se purificó junto con ellos; luego entró en el templo para avisar cuándo terminarían los días del cumplimiento de la promesa, es decir, cuándo cada uno de ellos tendría que presentar su ofrenda.
27 Estando ya por terminar los siete días, unos judíos de la provincia de Asia vieron a Pablo en el templo y alborotaron a la gente. Se lanzaron contra Pablo, 28 gritando: «¡Israelitas, ayúdennos! Éste es el hombre que anda por todas partes enseñando a la gente cosas que van contra nuestro pueblo, contra la ley de Moisés y contra este templo. Además, ahora ha metido en el templo a unos griegos, profanando este Lugar santo.»
29 Decían esto porque antes lo habían visto en la ciudad con Trófimo de Éfeso, y pensaban que Pablo lo había llevado al templo.
30 Toda la ciudad se alborotó, y la gente llegó corriendo. Agarraron a Pablo y lo arrastraron fuera del templo, cerrando inmediatamente las puertas. 31 Estaban a punto de matarlo, cuando al comandante del batallón romano le llegó la noticia de que toda la ciudad de Jerusalén se había alborotado. 32 El comandante reunió a sus soldados y oficiales, y fue corriendo a donde estaba la gente. Cuando vieron al comandante y a los soldados, dejaron de golpear a Pablo. 33 Entonces el comandante se acercó, arrestó a Pablo y mandó que lo sujetaran con dos cadenas. Después preguntó quién era y qué había hecho. 34 Pero unos gritaban una cosa y otros otra, de modo que el comandante no podía aclarar nada a causa del ruido que hacían; así que mandó llevarlo al cuartel. 35 Al llegar a las gradas del cuartel, los soldados tuvieron que llevar a Pablo a cuestas, debido a la violencia de la gente; 36 porque todos iban detrás, gritando: «¡Muera!»
Discurso de Pablo ante el pueblo
37 Cuando ya iban a meterlo en el cuartel, Pablo le preguntó al comandante del batallón:
—¿Puedo hablar con usted un momento?
El comandante le contestó:
—¿Sabes hablar griego? 38 Entonces, ¿tú no eres aquel egipcio que hace algún tiempo comenzó una rebelión y salió al desierto con cuatro mil guerrilleros?
39 Pablo le dijo:
—Yo soy judío, natural de Tarso de Cilicia, ciudadano de una población importante; pero, por favor, permítame usted hablar a la gente.
40 El comandante le dio permiso, y Pablo se puso de pie en las gradas y con la mano hizo callar a la gente. Cuando se hizo silencio, les habló en hebreo, diciendo:
Dios habla hoy ®, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1966, 1970, 1979, 1983, 1996.