Old/New Testament
5 »¡Clama, pues! ¿Habrá quien
te responda?
¿A cuál de los santos acudirás?
2 Porque la angustia mata al necio,
y el apasionamiento hace morir
al ingenuo.
3 Yo he visto al necio que echaba raíces
y al instante maldije su morada.
4 Sus hijos están lejos de toda salvación;
en la puerta de la ciudad serán aplastados
y no habrá quien los libre.
5 Lo que ellos cosechen lo comerá el hambriento,
y aun de las espinas lo tomará.
Y los sedientos absorberán sus riquezas.
6 Ciertamente la aflicción no sale del polvo
ni el sufrimiento brota de la tierra.
7 Pero el hombre nace para el sufrimiento, así como las chispas vuelan hacia arriba.
8 »Pero yo, en cambio, apelaría a Dios;
a la Divinidad confiaría mi causa.
9 Él hace cosas grandes e inescrutables,
y maravillas que no se pueden enumerar.
10 Él da la lluvia sobre la faz de la tierra
y envía las aguas sobre la faz de los campos.
11 Él pone en alto a los humillados,
y los enlutados logran gran liberación.
12 Él frustra los planes de los astutos, para que sus manos no logren su propósito.
13 Él atrapa a los sabios en sus argucias,
y el designio de los sagaces
es trastornado.
14 De día se encuentran con las tinieblas,
y a mediodía andan a tientas como de noche.
15 Él libra al desolado de la boca de ellos,
y al pobre de la mano del fuerte.
16 Así habrá esperanza para el necesitado, y la perversidad cerrará su boca.
17 »¡He aquí, bienaventurado es
el hombre a quien Dios disciplina! No menosprecies la corrección del Todopoderoso.
18 Porque él hiere pero también venda;
él golpea pero sus manos sanan.
19 En seis tribulaciones te librará;
y en siete no te tocará el mal.
20 En el hambre te redimirá de la muerte;
y en la guerra, del poder de la espada.
21 Serás escondido del azote de la lengua,
y no temerás cuando venga
la destrucción.
22 De la destrucción y del hambre te reirás, y no temerás las fieras de la tierra.
23 Pues aun con las piedras del campo tendrás alianza,
y los animales del campo tendrán paz contigo.
24 Sabrás que tu tienda está en paz;
revisarás tu morada, y nada echarás
de menos.
25 Sabrás que tu descendencia es mucha, que tu prole es como la hierba
de la tierra.
26 Irás a la tumba lleno de vigor,
cual gavilla de trigo que se recoge a su tiempo.
27 Esto es lo que hemos investigado,
y así es.
Escúchalo y conócelo para tu provecho.
Job responde a Elifaz
6 Entonces respondió Job y dijo:
2 —¡Oh, si pudieran pesar mi angustia y pusiesen juntamente mi ruina en la balanza!
3 Ciertamente ahora pesarían más que la arena de los mares.
Por eso mis palabras han sido precipitadas;
4 porque las flechas del Todopoderoso
están en mí,
y mi espíritu bebe su veneno. Me combaten los terrores de parte
de Dios.
5 »¿Acaso rebuzna el asno montés junto
a la hierba?
¿Acaso muge el buey junto a su forraje?
6 ¿Se comerá lo insípido sin sal? ¿Habrá gusto en la savia de la malva[a]?
7 Mi alma rehusaba tocarlos,
pero ellos son mi repugnante comida.
8 ¡Quién hiciera que se cumpliese
mi petición,
y que Dios me concediese mi anhelo;
9 que Dios se dignara aplastarme; que descargara su mano y acabara conmigo!
10 Aun esto sería mi consuelo,
y saltaría de gozo en medio de mi dolor sin tregua:
el que no he negado las palabras del Santo.
11 »¿Qué fuerza tengo para seguir
esperando?
¿Qué meta tengo para alargar mi vida?
12 ¿Acaso mi fortaleza es como la fuerza de las piedras?
¿Acaso mi cuerpo es de bronce?
13 Ciertamente no tengo ayuda en
mí mismo,
y los recursos han sido alejados de mí.
14 »Un desesperado debe contar con la
lealtad de su amigo
aunque abandone el temor del Todopoderoso.
15 Pero mis hermanos me han
decepcionado como un torrente; han pasado como la corriente de los arroyos,
16 que son turbios por causa del deshielo
y en ellos desaparece la nieve.
17 En el tiempo del calor son silenciados,
y al calentarse desaparecen de su lugar.
18 Las caravanas se apartan de su ruta; desaparecen en el vacío y perecen.
19 Las caravanas de Temán ponen su mira en ellos;
en ellos esperan los viajeros de Saba.
20 Pero son confundidos por haber confiado;
cuando llegan a ellos, quedan defraudados.
21 »Ciertamente, ahora han llegado a ser así;
han visto el horror y tienen miedo.
22 ¿Acaso les he dicho: “Tráiganme algo”, o: “De sus recursos ofrezcan algo
en mi favor”,
23 o: “Líbrenme de la mano del enemigo”, o: “Rescátenme de la mano de los violentos”?
24 Enséñenme, y yo me callaré; háganme entender en qué he errado.
25 ¡Cuán fuertes son las palabras de rectitud!
Pero ustedes, ¿qué es lo que pretenden reprender?
26 ¿Piensan reprender las palabras
y los dichos de un desesperado como si fueran viento?
27 Ustedes serían capaces de rifar a
un huérfano
y de especular sobre su amigo.
28 Ahora, pues, dígnense prestarme atención,
pues ciertamente no les mentiré
en la cara.
29 Por favor, desistan, y que no haya
iniquidad.
Sí, desistan, pues está en juego mi reivindicación.
30 ¿Acaso hay iniquidad en mi lengua? ¿Acaso mi paladar no puede discernir las calamidades?
7 »¿Acaso no es una milicia lo que tiene el hombre en la tierra?
¿No son sus días como los días de un asalariado?
2 Como el esclavo que anhela la sombra, o como el asalariado que espera su paga,
3 así he tenido que heredar meses
de futilidad,
y me han sido asignadas noches de sufrimiento.
4 Si estoy acostado, digo:
“¿Cuándo me levantaré?”.
Y por la noche me colmo
de inquietudes hasta el alba.
5 Mi carne se ha vestido de gusanos
y de costras de tierra;
mi piel resquebrajada se deshace.
6 Mis días son más veloces
que la lanzadera del tejedor
y se acaban sin que haya esperanza.
7 »Acuérdate, oh Dios, de que mi vida es un soplo;
mis ojos no volverán a ver el bien.
8 El ojo del que me ve no me verá más. Tu ojo se fijará en mí,
y yo ya no estaré.
9 Como la nube se deshace y se desvanece, así el que desciende al Seol
no volverá a subir.
10 No volverá más a su casa,
ni su lugar lo volverá a reconocer.
11 »Por tanto, yo no refrenaré mi boca. Hablaré en la angustia de mi espíritu; me quejaré en la amargura de mi alma.
12 ¿Acaso soy yo el mar o el monstruo marino[b]
para que me pongas bajo guardia?
13 Cuando digo: “Mi cama me consolará, mi lecho aliviará mis quejas”,
14 entonces me aterras con sueños
y me turbas con visiones.
15 Y así mi alma prefiere la asfixia
y la muerte,
antes que estos mis huesos.
16 ¡Me deshago! No he de vivir para siempre.
¡Déjame, pues mis días son vanidad!
17 »¿Qué es el hombre,
para que lo engrandezcas
y para que te preocupes de él;
18 para que lo visites cada mañana,
y para que a cada instante lo pongas
a prueba?
19 ¿Cuándo dejarás de observarme,
y me soltarás para que siquiera trague mi saliva?
20 Si he pecado, ¿qué daño te hago a ti,
oh Vigilante de los hombres? ¿Por qué me pones como tu blanco? ¿Por qué me haces carga para mí mismo?
21 ¿O por qué no perdonas mi rebelión
y quitas mi iniquidad?
Pues ahora yaceré en el polvo,
y si con diligencia me buscas,
ya no estaré.
8 Y Saulo consentía en su muerte.
Saulo persigue a la iglesia
En aquel día se desató una gran persecución contra la iglesia que estaba en Jerusalén, y todos fueron esparcidos por las regiones de Judea y de Samaria, con excepción de los apóstoles.
2 Unos hombres piadosos sepultaron a Esteban, e hicieron gran lamentación por él. 3 Entonces Saulo asolaba a la iglesia. Entrando de casa en casa, arrastraba tanto a hombres como a mujeres y los entregaba en la cárcel.
Felipe en Samaria
4 Entonces, los que fueron esparcidos anduvieron anunciando la palabra. 5 Y Felipe descendió a la ciudad de Samaria y les predicaba a Cristo. 6 Cuando la gente oía y veía las señales que hacía, escuchaba atentamente y de común acuerdo lo que Felipe decía. 7 Porque de muchas personas salían espíritus inmundos, dando grandes gritos, y muchos paralíticos y cojos eran sanados; 8 de modo que había gran regocijo en aquella ciudad.
Pedro y Simón el mago
9 Hacía tiempo había en la ciudad cierto hombre llamado Simón, que practicaba la magia y engañaba a la gente de Samaria, diciendo ser alguien grande. 10 Todos estaban atentos a él, desde el más pequeño hasta el más grande, diciendo: “¡Este sí que es el Poder de Dios, llamado Grande!”. 11 Le prestaban atención, porque con sus artes mágicas les había asombrado por mucho tiempo. 12 Pero cuando creyeron a Felipe mientras anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres. 13 Aun Simón mismo creyó, y una vez bautizado él acompañaba a Felipe; y viendo las señales y grandes maravillas que se hacían, estaba atónito.
14 Los apóstoles que estaban en Jerusalén, al oír que Samaria había recibido la palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan, 15 los cuales descendieron y oraron por los samaritanos para que recibieran el Espíritu Santo. 16 Porque aún no había descendido sobre ninguno de ellos el Espíritu Santo; solamente habían sido bautizados en el nombre de Jesús. 17 Entonces les impusieron las manos y recibieron el Espíritu Santo.
18 Cuando Simón vio que por medio de la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero, 19 diciendo:
—Denme también a mí este poder, para que cualquiera a quien yo imponga las manos reciba el Espíritu Santo.
20 Entonces Pedro le dijo:
—¡Tu dinero perezca contigo, porque has pensado obtener por dinero el don de Dios! 21 Tú no tienes parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios. 22 Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad y ruega a Dios, si quizás te sea perdonado el pensamiento de tu corazón; 23 porque veo que estás destinado a hiel de amargura y a cadenas de maldad.
24 Entonces respondiendo Simón dijo:
—Rueguen ustedes por mí ante el Señor, para que ninguna cosa de las que han dicho venga sobre mí.
25 Ellos, después de haber testificado y hablado la palabra de Dios, regresaron a Jerusalén y anunciaban el evangelio en muchos pueblos de los samaritanos.
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