Print Page Options
Previous Prev Day Next DayNext

Old/New Testament

Each day includes a passage from both the Old Testament and New Testament.
Duration: 365 days
Reina Valera Actualizada (RVA-2015)
Version
Jueces 16-18

Sansón carga con las puertas de Gaza

16 Sansón fue a Gaza y vio allí a una mujer prostituta y se unió a ella. Y fue dicho[a] a los de Gaza: “Sansón ha venido acá”. Entonces ellos lo rodearon y lo estuvieron acechando toda la noche, junto a la puerta de la ciudad. Estos estuvieron en silencio toda la noche, diciendo: “Cuando aparezca la luz de la mañana, entonces lo mataremos”. Pero Sansón estuvo acostado solamente hasta la medianoche. Se levantó a la medianoche, y tomando las puertas de la ciudad con sus dos postes las arrancó con cerrojo y todo. Las puso sobre sus hombros y las subió a la cumbre del monte que mira hacia Hebrón.

Dalila entrega a Sansón

Aconteció después de esto que Sansón se enamoró de una mujer del valle de Sorec, cuyo nombre era Dalila. Y fueron a ella los jefes de los filisteos y le dijeron:

—Persuádelo y averigua en qué consiste su gran fuerza, y con qué lo podríamos dominar para atarlo y atormentarlo. Entonces cada uno de nosotros te dará doce kilos de plata.

Y Dalila dijo a Sansón:

—Dime, por favor, en qué consiste tu gran fuerza, y con qué podrías ser atado para ser atormentado.

Sansón le respondió:

—Si me atan con siete cuerdas de arco frescas que aún no estén secas, entonces me debilitaré y seré como un hombre cualquiera.

Los jefes de los filisteos le llevaron siete cuerdas de arco frescas que aún no estaban secas, y ella lo ató con ellas. Ella tenía personas acechando en un cuarto. Entonces ella le dijo:

—¡Sansón, los filisteos sobre ti!

Pero él rompió las cuerdas como un cordel de estopa se rompe cuando toca el fuego. Y no se supo en qué consistía su fuerza. 10 Entonces Dalila dijo a Sansón:

—He aquí que te has burlado de mí y me has dicho mentiras. Ahora dime, por favor, con qué podrías ser atado.

11 Él le dijo:

—Si me atan fuertemente con sogas nuevas que no hayan sido usadas, entonces me debilitaré y seré como un hombre cualquiera.

12 Luego Dalila tomó sogas nuevas y lo ató con ellas. Y le dijo:

—¡Sansón, los filisteos sobre ti!

Y había personas acechando en el cuarto. Pero él rompió las sogas de sus brazos como un hilo. 13 Entonces Dalila dijo a Sansón:

—Hasta ahora te has burlado de mí y me has dicho mentiras. Dime, pues, con qué podrías ser atado.

Él entonces le dijo:

—Si tejes los siete mechones de mi cabellera entre la urdimbre, [y los aseguras con la clavija del telar contra la pared, me debilitaré y seré como un hombre cualquiera.

Dalila lo hizo dormir y tejió los siete mechones de su cabellera entre la urdimbre][b]. 14 Luego ella aseguró la clavija y le dijo:

—¡Sansón, los filisteos sobre ti!

Pero al despertar de su sueño, él arrancó la clavija del telar con la tela. 15 Y ella le dijo:

—¿Cómo, pues, dices: “Yo te amo”, siendo que tu corazón no está conmigo? Ya son tres veces las que te has burlado de mí, y no me has revelado en qué consiste tu gran fuerza.

16 Y aconteció que como ella lo presionaba todos los días con sus palabras y lo importunaba, el alma de él fue reducida a mortal angustia. 17 Entonces le descubrió todo su corazón y le dijo:

—Nunca pasó una navaja sobre mi cabeza, porque soy nazareo de Dios desde el vientre de mi madre. Si soy rapado, entonces mi fuerza se apartará de mí, me debilitaré y seré como un hombre cualquiera.

18 Viendo Dalila que él le había descubierto todo su corazón, envió a llamar a los jefes de los filisteos, diciendo: “Vengan esta vez, porque él me ha descubierto todo su corazón”. Entonces los jefes de los filisteos fueron a ella, llevando el dinero en la mano.

19 Ella hizo que él se durmiera sobre sus rodillas. Llamó a un hombre, quien le rapó[c] los siete mechones de su cabeza. Entonces ella comenzó a atormentarlo, pues su fuerza se había apartado de él. 20 Y ella le dijo:

—¡Sansón, los filisteos sobre ti!

Él se despertó de su sueño y pensó: “Saldré como las otras veces y me escaparé”. Pero no sabía que el SEÑOR ya se había apartado de él. 21 Entonces los filisteos le echaron mano, le sacaron los ojos y lo llevaron a Gaza. Y lo ataron con cadenas de bronce, para que moliera en la cárcel. 22 Sin embargo, después que fue rapado, el cabello de su cabeza comenzó a crecer.

Venganza y muerte de Sansón

23 Entonces los jefes de los filisteos se reunieron para ofrecer un gran sacrificio a Dagón su dios y para regocijarse. Y decían:

—¡Nuestro dios ha entregado en nuestra mano a Sansón, nuestro enemigo!

24 Al verlo el pueblo, alabó a su dios diciendo:

—¡Nuestro dios ha entregado en nuestra mano a nuestro enemigo, al destructor de nuestra tierra, que había matado a muchos de los nuestros!

25 Y aconteció que cuando el corazón de ellos estaba alegre, dijeron:

—Llamen a Sansón para que nos sirva de espectáculo.

Llamaron a Sansón de la cárcel, y servía de espectáculo delante de ellos. Lo pusieron entre las columnas. 26 Y Sansón dijo al joven que lo guiaba de la mano:

—Déjame palpar las columnas sobre las cuales descansa el edificio, para que me apoye en ellas.

27 El edificio estaba lleno de hombres y mujeres. Todos los jefes de los filisteos estaban allí, y en la azotea había como tres mil hombres y mujeres que estaban mirando el espectáculo de Sansón. 28 Entonces Sansón clamó al SEÑOR diciendo:

—¡SEÑOR Dios[d], por favor, acuérdate de mí! Dame, te ruego, fuerzas solamente esta vez, oh Dios, para que de una vez tome venganza de los filisteos por mis dos ojos.

29 En seguida Sansón palpó las dos columnas de en medio, sobre las cuales descansaba el edificio; y se apoyó contra ellas, contra una con su mano derecha y contra la otra con su mano izquierda. 30 Y dijo Sansón:

—¡Muera yo con los filisteos!

Entonces empujó con fuerza, y el edificio cayó sobre los jefes y sobre toda la gente que estaba en él. Y fueron más los que mató al morir que los que había matado durante su vida.

31 Sus hermanos y toda la casa de su padre fueron y lo recogieron. Luego lo llevaron y lo sepultaron entre Zora y Estaol, en el sepulcro de su padre Manoa. Él juzgó a Israel durante veinte años.

El santuario de Micaías

17 Había un hombre de la región montañosa de Efraín que se llamaba Micaías. Y este dijo a su madre:

—Los doce kilos de plata que te fueron tomados y por los que tú maldecías y hablabas en mi presencia, he aquí que la plata está en mi poder; yo la había tomado.

Entonces su madre dijo:

—¡El SEÑOR te bendiga, hijo mío!

Cuando él devolvió a su madre los doce kilos de plata, su madre dijo:

—Solemne y espontáneamente he dedicado la plata al SEÑOR, por mi hijo, para hacer una imagen tallada y de fundición. Ahora pues, yo te la devuelvo.

Pero él devolvió la plata a su madre. Y su madre tomó dos kilos de plata y los dio al fundidor. Este hizo con la plata una imagen tallada y de fundición, y fue puesta en la casa de Micaías.

Este hombre, Micaías, tenía un santuario. Mandó hacer un efod e ídolos domésticos, e invistió a uno de sus hijos para que fuera su sacerdote.

En aquellos días no había rey en Israel, y cada uno hacía lo que le parecía recto ante sus propios ojos.

Un levita en el santuario de Micaías

Había un joven de Belén de Judá, de la tribu de Judá, que era levita y vivía allí como forastero. Este hombre había partido de la ciudad de Belén de Judá para ir a residir donde encontrara lugar. Y en su caminar por la región montañosa de Efraín llegó a la casa de Micaías. Y Micaías le preguntó:

—¿De dónde vienes?

Él le respondió:

—Soy un levita de Belén de Judá, y voy a residir donde encuentre lugar.

10 Entonces le dijo Micaías:

—Quédate conmigo y sé para mí como padre y sacerdote. Yo te daré ciento diez gramos de plata por año, y tu ropa y tu comida.

El levita entró. 11 El levita convino en habitar con aquel hombre, y el joven llegó a ser para él como uno de sus hijos. 12 Micaías invistió al levita, el cual le servía de sacerdote y vivía en la casa de Micaías. 13 Micaías dijo:

—¡Ahora sé que el SEÑOR me prosperará, porque un levita ha venido a ser mi sacerdote!

Los de Dan exploran Lais

18 En aquellos días no había rey en Israel. También en aquellos días, la tribu de Dan buscaba una heredad para sí donde establecerse, porque hasta entonces no le había tocado una heredad entre las tribus de Israel. Entonces los hijos de Dan enviaron de sus clanes a cinco hombres de entre todos ellos, hombres valientes de Zora y de Estaol, para reconocer la tierra y para explorarla. Y les dijeron:

—Vayan y exploren la tierra.

Ellos llegaron, en la región montañosa de Efraín, hasta la casa de Micaías, y pasaron allí la noche. Y cuando estaban junto a la casa de Micaías, reconocieron la voz del joven levita. Se acercaron allí y le dijeron:

—¿Quién te ha traído aquí? ¿Qué estás haciendo en este lugar? ¿Qué tienes que ver tú aquí?

Y él les respondió:

—De esta y de esta manera ha hecho conmigo Micaías, y me ha empleado para que sea su sacerdote.

Ellos le dijeron:

—Por favor, consulta a Dios, para que sepamos si ha de prosperar el viaje que estamos haciendo.

Y el sacerdote les respondió:

—Vayan en paz, porque el viaje que están haciendo goza de la aprobación del SEÑOR.

Entonces partieron aquellos cinco hombres y llegaron a Lais[e]. Y vieron que la gente que habitaba en ella vivía segura, tranquila y confiada, a la manera de los sidonios. No había en la tierra quien les hiciera ningún daño ni quien los desplazara ni oprimiera. Además, estaban lejos de los sidonios y no tenían trato con nadie. Entonces se volvieron a sus hermanos en Zora y Estaol, y sus hermanos les preguntaron:

—¿Qué hay?

Ellos respondieron:

—¡Levántense, subamos contra ellos porque hemos visto la tierra, y he aquí que es muy buena! Ustedes, ¿por qué se quedan quietos? ¡No vacilen para ponerse en marcha a fin de entrar y tomar posesión de la tierra! 10 Cuando vayan allá, llegarán a una gente confiada y a una tierra extensa que Dios ha entregado en su mano. Es un lugar donde no falta ninguna cosa de lo que hay en la tierra.

Los de Dan se llevan al levita

11 Entonces seiscientos hombres de la familia de los danitas armados para la guerra, partieron de allí, de Zora y de Estaol. 12 Subieron y acamparon en Quiriat-jearim, en Judá, por lo que aquel lugar fue llamado Campamento de Dan, hasta el día de hoy. He aquí que está al oeste de Quiriat-jearim. 13 De allí pasaron a la región montañosa de Efraín y llegaron hasta la casa de Micaías. 14 Entonces intervinieron aquellos cinco hombres que habían ido a reconocer la tierra de Lais, y dijeron a sus hermanos:

—¿Saben que en estas casas hay un efod, ídolos domésticos y una imagen tallada y de fundición? Ahora pues, ustedes saben lo que han de hacer.

15 Entonces se acercaron allí, llegaron a la casa del joven levita, en casa de Micaías, y lo saludaron deseándole paz. 16 Los seiscientos hombres de los hijos de Dan, ceñidos con sus armas de guerra, estaban a la entrada de la puerta. 17 Mientras el sacerdote estaba a la entrada de la puerta con los seiscientos hombres ceñidos con sus armas de guerra, los cinco hombres que habían ido a reconocer la tierra subieron, entraron allí y tomaron la imagen tallada y de fundición, el efod y los ídolos domésticos. 18 Y cuando entraron estos hombres en la casa de Micaías, y tomaron la imagen tallada y de fundición, el efod y los ídolos domésticos, el sacerdote les preguntó:

—¿Qué están haciendo?

19 Ellos le respondieron:

—¡Cállate! Pon la mano sobre tu boca, vente con nosotros y sé para nosotros como padre y sacerdote. ¿Es mejor que seas sacerdote de la casa de un solo hombre, o que seas sacerdote de una tribu y de un clan de Israel?

20 Se alegró el corazón del sacerdote; y tomó el efod, los ídolos domésticos y la imagen tallada, y se fue en medio de aquella gente. 21 Ellos se volvieron y partieron, poniendo delante de ellos a los niños, el ganado y las posesiones.

22 Cuando ya se habían alejado de la casa de Micaías, los hombres que habitaban en las casas cercanas a la casa de Micaías fueron convocados y alcanzaron a los hijos de Dan. 23 Entonces gritaron a los hijos de Dan, quienes volvieron la cara y preguntaron a Micaías:

—¿Qué te pasa que has convocado gente?

24 Él respondió:

—¡Tomaron mis dioses que yo hice y al sacerdote y se fueron! ¿Qué más me queda? ¿Por qué, pues, me preguntan: “¿Qué te pasa?”.

25 Los hijos de Dan le dijeron:

—¡Que no se oiga tu voz entre nosotros! No sea que los de ánimo colérico los acometan, y pierdas también tu vida y la vida de los de tu familia.

26 Los hijos de Dan prosiguieron su camino. Y viendo Micaías que ellos eran más fuertes que él, se volvió y regresó a su casa.

La casa sacerdotal de Dan

27 Los hijos de Dan se llevaron las cosas que había hecho Micaías, junto con el sacerdote que tenía, y llegaron a Lais, a una gente tranquila y confiada. Los mataron a filo de espada y prendieron fuego a la ciudad. 28 No hubo quien los socorriera, porque estaban lejos de Sidón y no tenían tratos con nadie. La ciudad estaba en el valle que hay cerca de Bet-rejob. Después ellos reedificaron la ciudad y habitaron en ella. 29 Y llamaron el nombre de aquella ciudad Dan, según el nombre de su padre Dan, que le había nacido a Israel; aunque antes la ciudad se llamaba Lais.

30 Los hijos de Dan erigieron para sí la imagen tallada; y Jonatán hijo de Gersón, hijo de Moisés[f], él y sus hijos fueron sacerdotes de la tribu de Dan hasta el tiempo de la cautividad de la tierra. 31 Así tuvieron instalada para ellos la imagen tallada que Micaías había hecho todo el tiempo que la casa de Dios estuvo en Silo.

Lucas 7:1-30

Jesús sana al siervo del centurión

Una vez concluidas todas sus palabras al pueblo que lo escuchaba, Jesús entró en Capernaúm. Y el siervo de cierto centurión, a quien este tenía en mucha estima, estaba enfermo y a punto de morir. Cuando oyó hablar de Jesús, le envió ancianos de los judíos para rogarle que fuera y sanara a su siervo. Ellos fueron a Jesús y le rogaban con insistencia, diciéndole:

—Él es digno de que le concedas esto porque ama a nuestra nación y él mismo nos edificó la sinagoga.

Jesús fue con ellos. Y cuando ya no estaban muy lejos de su casa, el centurión le envió unos amigos para decirle:

—Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres bajo mi techo. Por eso no me tuve por digno de ir a ti. Más bien, di la palabra y mi criado será sanado. Porque yo también soy hombre puesto bajo autoridad y tengo soldados bajo mi mando. Y digo a este: “Ve”, y él va; digo al otro: “Ven”, y él viene; y digo a mi siervo: “Haz esto”, y él lo hace.

Cuando Jesús oyó esto, se maravilló de él y, dándose vuelta, dijo a la gente que lo seguía:

—¡Les digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe!

10 Cuando volvieron a casa los que habían sido enviados, hallaron sano al siervo.

Jesús resucita al hijo de una viuda

11 Aconteció que, poco después, él fue a la ciudad que se llama Naín. Sus discípulos y una gran multitud lo acompañaban. 12 Cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que llevaban a enterrar a un muerto, el único hijo de su madre la cual era viuda. Bastante gente de la ciudad la acompañaba. 13 Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella y le dijo:

—No llores.

14 Luego se acercó y tocó el féretro, y los que lo llevaban se detuvieron. Entonces le dijo:

—Joven, a ti te digo: ¡Levántate!

15 Entonces el que había muerto se sentó y comenzó a hablar. Y Jesús lo entregó a su madre. 16 El temor se apoderó de todos, y glorificaban a Dios diciendo:

—¡Un gran profeta se ha levantado entre nosotros! ¡Dios ha visitado a su pueblo!

17 Y esto que se decía de él se difundió por toda Judea y por toda la tierra de alrededor.

Los mensajeros de Juan el Bautista

18 A Juan le informaron sus discípulos acerca de todas estas cosas. Entonces Juan llamó a dos de sus discípulos 19 y los envió al Señor para preguntarle: “¿Eres tú aquel que ha de venir, o esperaremos a otro?”. 20 Cuando los hombres vinieron a Jesús, le dijeron:

—Juan el Bautista nos ha enviado a ti, diciendo: “¿Eres tú aquel que ha de venir, o esperaremos a otro?”.

21 En aquella hora Jesús sanó a muchos de enfermedades, de plagas y de espíritus malos; y a muchos ciegos les dio la vista. 22 Y respondiendo, les dijo:

—Vayan y hagan saber a Juan lo que han visto y oído: Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son hechos limpios, los sordos oyen, los muertos son resucitados y a los pobres se les anuncia el evangelio. 23 Bienaventurado es el que no toma ofensa en mí.

Jesús testifica de Juan el Bautista

24 Cuando se fueron los mensajeros de Juan, Jesús comenzó a hablar de Juan a las multitudes:

—¿Qué salieron a ver en el desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? 25 Entonces, ¿qué salieron a ver? ¿Un hombre vestido de ropa delicada? He aquí, los que llevan ropas lujosas y viven en placeres están en los palacios reales. 26 Entonces, ¿qué salieron a ver? ¿Un profeta? ¡Sí, les digo, y más que profeta! 27 Este es aquel de quien está escrito:

He aquí envío mi mensajero

delante de tu rostro,

quien preparará tu camino

delante de ti[a].

28 Les digo que entre los nacidos de mujer no hay ninguno mayor que Juan[b]. Sin embargo, el más pequeño en el reino de Dios es mayor que él.

29 Al oírle, todo el pueblo y los publicanos justificaron a Dios, siendo bautizados con el bautismo de Juan. 30 Pero los fariseos y los intérpretes de la ley rechazaron el propósito de Dios para ellos, no siendo bautizados por él.

Reina Valera Actualizada (RVA-2015)

Version Reina Valera Actualizada, Copyright © 2015 by Editorial Mundo Hispano