Old/New Testament
El Señor es un juez justo
(1) Lamentación de David, cuando cantó al Señor, a propósito de Cus, el benjaminita.
7 (2-3) Señor, mi Dios, en ti busco protección;
¡sálvame de todos los que me persiguen!
¡Líbrame, pues son como leones;
no sea que me despedacen
y no haya quien me salve!
3 (4) Señor, mi Dios,
¿en cuál de estas cosas he incurrido?
¿Acaso he cometido un crimen?
4 (5) ¿Acaso he pagado a mi amigo mal por bien?
¿Acaso he oprimido sin razón a mi enemigo?
5 (6) De ser así, que mi enemigo me persiga;
que me alcance y me arrastre por el suelo,
y que haga rodar por el suelo mi honor.
6 (7) ¡Levántate, Señor, con furor!
¡Haz frente a la furia de mis enemigos!
Tú, que has decretado hacer justicia,
¡ponte de mi parte!
7 (8) Rodéate del conjunto de las naciones
y pon tu trono en lo alto, por encima de ellas.
8 (9) Señor, tú juzgas a las naciones:
júzgame conforme a mi honradez;
júzgame conforme a mi inocencia.
9 (10) Dios justo,
que examinas los pensamientos
y los sentimientos más profundos,
¡pon fin a la maldad de los malvados,
pero al hombre honrado manténlo firme!
10 (11) Mi protección es el Dios altísimo,
que salva a los de corazón sincero.
11 (12) Dios es un juez justo
que condena la maldad en todo tiempo.
12 (13) Si el hombre no se vuelve a Dios,
Dios afilará su espada;
ya tiene su arco tenso,
13 (14) ya apunta sus flechas encendidas,
¡ya tiene listas sus armas mortales!
14 (15) Miren al malvado:
tiene dolores de parto,
está preñado de maldad
y dará a luz mentira.
15 (16) Ha hecho una fosa muy honda,
y en su propia fosa caerá.
16 (17) ¡Su maldad y su violencia
caerán sobre su propia cabeza!
17 (18) Alabaré al Señor porque él es justo;
cantaré himnos al nombre del Señor,
al nombre del Altísimo.
La gloria de Dios y la dignidad del hombre
(1) Del maestro de coro, con la cítara de Gat. Salmo de David.
8 (2) Señor, soberano nuestro,
¡tu nombre domina en toda la tierra!,
¡tu gloria se extiende más allá del cielo!
2 (3) Con la alabanza de los pequeños,
de los niñitos de pecho,
has construido una fortaleza
por causa de tus enemigos,
para acabar con rebeldes y adversarios.
3 (4) Cuando veo el cielo que tú mismo hiciste,
y la luna y las estrellas que pusiste en él,
4 (5) pienso:
¿Qué es el hombre?
¿Qué es el ser humano?
¿Por qué lo recuerdas y te preocupas por él?
5 (6) Pues lo hiciste casi como un dios,
lo rodeaste de honor y dignidad,
6 (7) le diste autoridad sobre tus obras,
lo pusiste por encima de todo:
7 (8) sobre las ovejas y los bueyes, sobre los animales salvajes,
8 (9) sobre las aves que vuelan por el cielo,
sobre los peces que viven en el mar,
¡sobre todo lo que hay en el mar!
9 (10) Señor, soberano nuestro,
¡tu nombre domina en toda la tierra!
Alabanzas a la justicia de Dios
(1) Del maestro de coro, para flautas y arpas. Salmo de David.
9 (2) Oh Señor,
quiero alabarte con todo el corazón
y contar tus muchas maravillas.
2 (3) Oh Altísimo,
por ti quiero gritar lleno de alegría;
¡quiero cantar himnos a tu nombre!
3 (4) Mis enemigos huyen delante de ti;
caen y mueren.
4 (5) Tú eres juez justo:
te has sentado en tu trono, para hacerme justicia.
5 (6) Has reprendido a los paganos,
has destruido a los malvados,
¡has borrado su recuerdo para siempre!
6 (7) El enemigo ha muerto,
y con él han muerto sus ciudades;
tú las destruiste,
y no quedó de ellas ni el recuerdo.
7 (8) Pero el Señor es Rey por siempre;
ha afirmado su trono para el juicio:
8 (9) juzgará al mundo con justicia,
dictará a los pueblos justa sentencia.
9 (10) El Señor protege a los oprimidos;
él los protege en tiempos de angustia.
10 (11) Señor,
los que te conocen, confían en ti,
pues nunca abandonas a quienes te buscan.
11 (12) Canten himnos al Señor, que reina en Sión;
anuncien a los pueblos lo que ha hecho.
12 (13) Dios se acuerda de los afligidos
y no olvida sus lamentos;
castiga a quienes les hacen violencia.
13 (14) Señor, ten compasión de mí,
mira cómo me afligen los que me odian,
¡sácame de las puertas de la muerte!
14 (15) Y así, a las puertas de Jerusalén,
diré a todo el mundo que tú eres digno de alabanza,
y que yo soy feliz porque me has salvado.
15 (16) Los paganos caen en su propia trampa;
sus pies quedan atrapados
en la red que ellos mismos escondieron.
16 (17) El Señor se ha dado a conocer:
¡ha hecho justicia!
El malvado queda preso
en la trampa tendida por él mismo.
17 (18) Los malvados y paganos,
los que se olvidan de Dios,
acabarán en el reino de la muerte;
18 (19) pues no siempre serán olvidados los pobres,
ni para siempre se perderá su esperanza.
19 (20) Levántate, Señor;
no consientas la altanería del hombre;
¡juzga a los paganos en tu presencia!
20 (21) Hazles sentir temor, Señor;
¡hazles saber que no son más que hombres!
Pablo en Corinto
18 Después de esto, Pablo salió de Atenas y se fue a Corinto. 2 Allí se encontró con un judío llamado Aquila, que era de la región del Ponto. Poco antes, Aquila y su esposa Priscila habían llegado de Italia, de donde tuvieron que salir porque el emperador Claudio había ordenado que todos los judíos salieran de Roma. Pablo fue a visitarlos 3 y, como tenía el mismo oficio que ellos, que era hacer tiendas de campaña, se quedó con ellos para trabajar juntos. 4 Y cada sábado Pablo iba a la sinagoga, donde hablaba y trataba de convencer tanto a los judíos como a los no judíos.
5 Cuando Silas y Timoteo llegaron de Macedonia, Pablo se dedicó por completo a anunciar el mensaje y a probar a los judíos que Jesús era el Mesías. 6 Pero ellos comenzaron a ponerse en contra suya y a insultarlo; así que Pablo sacudió su ropa en señal de protesta, y les dijo:
—De ustedes será la culpa de su propia perdición; yo no me hago responsable. De hoy en adelante me iré a los que no son judíos.
7 Salió de la sinagoga y se fue a casa de un hombre llamado Ticio Justo, que adoraba a Dios y que vivía al lado de la sinagoga. 8 Y Crispo, el jefe de la sinagoga, con toda su familia, creyó en el Señor. Y también muchos de los de Corinto, al oír el mensaje, creyeron y fueron bautizados. 9 Una noche, el Señor le dijo a Pablo en una visión: «No tengas miedo; sigue anunciando el mensaje y no calles. 10 Porque yo estoy contigo y nadie te puede tocar para hacerte daño, pues mi pueblo es muy grande en esta ciudad.» 11 Así que Pablo se quedó un año y medio en Corinto, enseñando entre ellos el mensaje de Dios.
12 Pero en los días en que Galión era gobernador de Acaya, los judíos se juntaron contra Pablo; lo llevaron al tribunal 13 y dijeron al gobernador:
—Este hombre anda convenciendo a la gente de que deben adorar a Dios en una forma que va contra la ley.
14 Pablo ya iba a hablar, cuando Galión dijo a los judíos:
—Si se tratara de algún delito o algún crimen grave, yo, naturalmente, me tomaría la molestia de oírlos a ustedes los judíos; 15 pero como se trata de palabras, de nombres y de la ley de ustedes, arréglenlo ustedes mismos, porque yo no quiero meterme en esos asuntos.
16 Y los echó del tribunal. 17 Entonces agarraron todos a Sóstenes, el jefe de la sinagoga, y lo golpearon allí mismo, delante del tribunal. Pero a Galión no le importaba nada de esto.
Pablo regresa a Antioquía
18 Pablo se quedó todavía muchos días en Corinto. Después se despidió de los hermanos y, junto con Priscila y Aquila, se embarcó para la región de Siria. En Cencreas, antes de embarcarse, se rapó la cabeza, para cumplir una promesa que había hecho. 19 Cuando llegaron a Éfeso, Pablo dejó a Priscila y Aquila y se fue a la sinagoga, donde habló con los judíos que allí se reunían. 20 Ellos le rogaron que se quedara más tiempo, pero no quiso, 21 sino que se despidió de ellos diciendo: «Si Dios quiere, volveré a visitarlos otra vez.»
Después Pablo se embarcó y se fue de Éfeso. 22 Cuando llegó a Cesarea, fue a Jerusalén a saludar a los de la iglesia, y luego se dirigió a Antioquía.
Pablo recorre Galacia y Frigia
23 Al cabo de algún tiempo, salió de nuevo a recorrer uno por uno los lugares de Galacia y Frigia, animando a todos los creyentes.
Apolo predica en Éfeso
24 Por aquel tiempo llegó a Éfeso un judío llamado Apolo, que era de la ciudad de Alejandría. Era muy elocuente y conocía muy bien las Escrituras. 25 Estaba instruido en el camino del Señor, y hablaba con mucho entusiasmo enseñando con claridad acerca de Jesús, aunque sólo conocía el bautismo de Juan. 26 Apolo se puso a hablar abiertamente en la sinagoga; pero cuando lo oyeron Priscila y Aquila, lo llevaron aparte y le explicaron más exactamente el camino de Dios. 27 Cuando Apolo quiso pasar a la región de Acaya, los hermanos le dieron su apoyo, y escribieron una carta a los creyentes de allá para que lo recibieran bien. Cuando llegó a Acaya, ayudó mucho a los que, por la bondad de Dios, habían creído, 28 pues delante de todos contradecía a los judíos con razones que ellos no podían negar, y basándose en las Escrituras demostraba que Jesús era el Mesías.
Dios habla hoy ®, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1966, 1970, 1979, 1983, 1996.