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Old/New Testament

Each day includes a passage from both the Old Testament and New Testament.
Duration: 365 days
Traducción en lenguaje actual (TLA)
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Nehemías 4-7

Oposición a la obra

Cuando Sambalat se enteró de que estábamos reconstruyendo el muro, se enojó mucho. Se puso furioso y comenzó a burlarse de los judíos. Delante de sus compañeros y del ejército de Samaria dijo:

«¿Qué se traen entre manos esos pobres judíos? ¿Creen que podrán reconstruir la ciudad y volver a ofrecer sacrificios? ¿Creen que podrán hacerlo en un día? ¿Piensan que de ese montón de escombros van a sacar piedras nuevas?»

Tobías el amonita, que estaba con él, añadió: «¡El muro que están edificando es muy débil! ¡Basta que se suba una zorra para que se caiga!»

Entonces yo oré:

«¡Dios nuestro, escucha cómo nos ofenden! Haz que todo lo malo que nos desean les pase a ellos. Haz que se los lleven a la fuerza a otro país, y que les roben todo lo que tienen. No les perdones sus maldades ni te olvides de sus pecados pues nos han insultado por reconstruir el muro».

Así que seguimos reconstruyendo el muro, y como la gente trabajaba con entusiasmo, el muro pronto estaba hasta la mitad de su altura. Pero cuando Sambalat, Tobías, los árabes, los de Amón y los de Asdod se enteraron de que la reparación del muro de Jerusalén seguía adelante, y que ya se estaban cerrando las partes caídas, se enojaron muchísimo. Todos juntos hicieron un plan para pelear contra nosotros y desanimarnos. Entonces oramos a Dios y pusimos guardias de día y de noche para protegernos. 10 La gente de Judá se quejaba: «Ya no tenemos fuerzas, y los escombros son muchos. No podremos terminar de reparar los muros».

11 Nuestros enemigos pensaban que no conocíamos sus planes, y que nos podrían atacar por sorpresa, para matarnos y así detener la reconstrucción. 12 Pero cada vez que nuestros enemigos venían a atacarnos, los nuestros que vivían cerca de ellos nos avisaban. 13 Por eso ordené que todos tuvieran listas sus armas: espadas, lanzas y arcos. Luego les pedí que se colocaran agrupados por familias detrás del muro, en los espacios que todavía no habían sido reparados. 14 Como vi que estaban preocupados, me levanté y les dije a los jefes, a los gobernadores y a todos los demás: «No tengan miedo. Recuerden que Dios es poderoso, y que ante él todos tiemblan. ¡Luchen por sus compatriotas, sus hijos, hijas, esposas y hogares!»

15 Cuando nuestros enemigos se enteraron de que conocíamos sus planes, reconocieron que Dios estaba de nuestra parte. Entonces todos nosotros volvimos a trabajar en la reparación del muro. 16 Desde ese momento, la mitad de nosotros trabajaba en la reconstrucción y la otra mitad permanecía armada con lanzas, escudos, arcos y corazas. Los jefes apoyaban a todos los de Judá 17 que estaban reparando el muro. Los que cargaban materiales lo hacían de tal manera que con una mano trabajaban y con la otra sostenían su arma. 18 Todos tenían su espada sujeta a la cintura mientras trabajaban. El que tocaba la trompeta estaba al lado mío, 19 pues yo les había dicho a los jefes y a los asistentes, y a todos los demás:

«El trabajo es demasiado y falta mucho por reconstruir; además, estamos repartidos por todo el muro y lejos unos de otros. 20 Por eso, si nos atacan, oirán sonar la trompeta. Si así sucede, corran a ayudarnos. Nuestro Dios luchará por nosotros».

21 Desde que salía el sol hasta que aparecían las estrellas, la mitad de la gente reparaba el muro, y los demás mantenían las lanzas en sus manos. 22 Yo también le había dicho a la gente que todos debían pasar la noche dentro de Jerusalén para protegerse, y trabajar solamente durante el día. 23 Por eso, ni mis parientes ni mis ayudantes, ni los hombres de la guardia que me acompañaban, nos quitábamos la ropa para dormir. Cada uno mantenía el arma en la mano.

Problemas entre el pueblo

Tiempo después, varios hombres y mujeres protestaron contra sus compatriotas judíos. Algunos que tenían muchos hijos decían que les faltaba trigo para darles de comer. Otros decían que, para obtener un préstamo y así poder comprar trigo, habían tenido que hipotecar sus campos, casas y viñedos. También estaban los que decían que, para pagar los impuestos sobre sus campos y viñedos habían tenido que pedir dinero prestado. Además, decían:

«Somos de la misma raza que nuestros compatriotas, y nuestros hijos tienen los mismos derechos que los de ellos. Sin embargo, tendremos que vender a nuestros hijos como esclavos. La verdad es que algunas de nuestras hijas ya lo son, y no podemos hacer nada para evitarlo, porque nuestros campos y viñedos ya pertenecen a otros».

Cuando escuché sus quejas, me enojé mucho. Y después de pensarlo bien, reprendí a los jefes y a los gobernantes por tratar mal a sus propios compatriotas, y les mandé que se reunieran para hablar del asunto. Entonces les dije:

«Nosotros hemos estado haciendo todo lo posible por rescatar a nuestros compatriotas que fueron vendidos como esclavos a otras naciones. Ahora ustedes los están obligando a venderse de nuevo, y después nosotros tendremos que volver a rescatarlos».

Ellos no supieron qué responder, así que se quedaron en silencio. Entonces yo les dije:

—Lo que ustedes están haciendo no está bien. Para evitar las burlas de nuestros enemigos ustedes tienen que demostrar que respetan a Dios. 10 Además, sepan que mis parientes, mis ayudantes y yo, hemos prestado dinero y trigo a estos compatriotas nuestros. Pero ahora vamos a decirles que no nos deben nada. 11 Ustedes deben devolverles hoy mismo sus campos, sus viñedos, sus olivares y sus casas. No los obliguen a pagar lo que deben, ya sea dinero, trigo, vino o aceite, ni los obliguen a pagar intereses.

12 Ellos respondieron:

—Haremos lo que nos dices. Les devolveremos sus propiedades y no los obligaremos a pagar nada.

Entonces llamé a los sacerdotes para que delante de ellos prometieran cumplir lo que habían dicho. 13 Además, me sacudí la ropa y dije:

—Así sacuda Dios a todos los que no cumplan con esta promesa. Que Dios les quite sus casas, sus terrenos y todo lo que posean.

Todos los que estaban reunidos allí dijeron: «¡Que así sea!», y alabaron a Dios. Y todos cumplieron lo que habían prometido.

Generosidad de Nehemías

14 Durante doce años mis familiares y yo no aceptamos la comida del rey, que me correspondía como gobernador de Judá. Fui nombrado gobernador en el año veinte del reinado de Artajerjes, y estuve en ese cargo hasta el año treinta y dos. 15 Los que habían gobernado antes que yo fueron malos con el pueblo, porque cobraban cuarenta monedas de plata al día por comida y vino. También sus ayudantes habían sido malos, pero yo no hice eso porque amo y respeto a Dios. 16 Me dediqué a reconstruir el muro de la ciudad y no compré ninguna propiedad. Todos mis ayudantes colaboraron en la reconstrucción. 17 Además, yo les daba de comer a ciento cincuenta judíos, incluidos sus jefes, sin contar a todos los de otras naciones vecinas que también venían a mi mesa. 18 Todos los días se preparaba por mi cuenta un buey, seis de las mejores ovejas, y también aves; cada diez días se servía abundante vino. Sin embargo, no cobraba lo que me correspondía como gobernador, porque la gente ya sufría bastante.

19 Luego oré y le dije a Dios: «Te ruego que te acuerdes de todo lo que he hecho por esta gente».

Plan contra Nehemías

Sambalat, Tobías, Guésem el árabe, y nuestros otros enemigos se enteraron de que habíamos terminado de reparar el muro, y que ya no quedaban secciones caídas, aunque todavía no habíamos colocado los portones en su lugar. Entonces Sambalat y Guésem me enviaron un mensaje pidiéndome que me reuniera con ellos en uno de los pueblitos del valle de Onó. Eso era una trampa para hacerme daño. Entonces yo les mandé a decir que estaba muy ocupado con una tarea importante, y que no podía reunirme con ellos porque el trabajo se detendría. Cuatro veces me enviaron el mismo mensaje, pero yo les respondí lo mismo. La quinta vez Sambalat envió a uno de sus ayudantes con una carta abierta. Decía así:

«La gente anda diciendo, y Guésem también me lo dijo, que ustedes y los judíos han reconstruido el muro porque están planeando ponerse en contra del rey Artajerjes. Se dice también que tú quieres ser el rey de Judá, y que has ordenado a algunos profetas que anuncien en Jerusalén que ya eres el rey. Sin duda, Artajerjes se va a enterar de esto. Será mejor que nos reunamos contigo para planear qué haremos».

Entonces yo le envié esta respuesta: «Nada de lo que dices es verdad. Es un invento tuyo». Y es que ellos querían asustarnos, pensando que así dejaríamos de trabajar, pero yo le pedí a Dios que me ayudara a seguir trabajando con más fuerza aún. 10 Después me fui a ver a Semaías hijo de Delaías, y nieto de Mehetabel, que se había encerrado en su casa, y él me dijo:

—Vamos al templo de Dios. Allí nos refugiaremos y cerraremos bien las puertas, porque esta noche han planeado matarte.

11 Pero yo le respondí:

—No pienses que soy un cobarde. ¿Crees que me refugiaría en el templo de Dios para salvar mi vida? ¡No! No lo haré.

12 Me di cuenta de que Semaías decía eso porque Sambalat y Tobías le habían pagado para hacerlo, y que no hablaba de parte de Dios. 13 Querían asustarme para hacerme pecar, y así acusarme de ser una mala persona. 14 Entonces oré a Dios: «¡Dios mío, no olvides lo que han hecho Tobías y Sambalat! ¡Ni te olvides de la profetisa Noadías ni de los otros profetas que quisieron asustarme!»

15 La reconstrucción del muro quedó terminada el día veinticinco del mes de Elul.[a] El trabajo duró cincuenta y dos días. 16 Cuando nuestros enemigos se enteraron de esto, los países vecinos tuvieron miedo y se sintieron avergonzados, porque comprendieron que esta obra se había realizado con la ayuda de nuestro Dios.

17 Durante todo ese tiempo, los jefes de Judá habían mantenido comunicación con Tobías, 18 porque muchos de ellos se habían comprometido a ayudarlo. Habían hecho esto porque Tobías era yerno de Secanías hijo de Árah, y porque su hijo Johanán se había casado con la hija de Mesulam hijo de Berequías. 19 Frente a mí, hablaban de todo lo bueno que Tobías había hecho, y a él le contaban todo lo que yo decía. Por su parte, Tobías me enviaba cartas para tratar de asustarme.

Nehemías organiza la defensa de la ciudad

Cuando se terminó de reparar el muro, se colocaron los portones en su lugar y se eligieron los guardias de las entradas, los cantores y los ayudantes de los sacerdotes. A mi hermano Hananí lo nombré gobernador de Jerusalén; a Hananías lo nombré jefe del palacio del rey, porque podía confiar en él, y además respetaba a Dios más que otras personas. Les dije que no debían abrirse los portones de la ciudad antes de la salida del sol, y que debían cerrarse al atardecer, antes de que los guardias se retiraran. Además, les ordené que nombraran guardias de entre los que vivían en Jerusalén, algunos para los puestos de vigilancia y otros para vigilar sus casas.

Los que volvieron de Babilonia

La ciudad de Jerusalén era grande y extensa, pero había poca gente en ella porque no se habían reconstruido las casas. Entonces Dios me dio la idea de reunir a todos, incluyendo los jefes y asistentes, para hacer una lista de las familias. Yo encontré el libro donde estaban anotados los que habían llegado antes, y en ese libro estaba escrito lo siguiente:

«Ésta es la lista de las personas de la provincia de Judá que volvieron de Babilonia. Fueron llevados prisioneros por el rey Nabucodonosor de Babilonia, pero volvieron a Jerusalén y a otros lugares de Judá. Cada uno volvió a su pueblo o ciudad. Los líderes que los ayudaron fueron:

Zorobabel,

Josué,

Nehemías,

Azarías,

Raamías,

Nahamaní,

Mardoqueo,

Bilsán,

Mispéret,

Bigvai,

Nehúm,

Baaná.

»De los descendientes de Parós regresaron dos mil ciento setenta y dos personas;

de los descendientes de Sefatías, trescientas setenta y dos;

10 de los de Árah, seiscientos cincuenta y dos;

11 de los de Pahat-moab, dos mil ochocientos dieciocho. Todos estos eran descendientes de Josué.

12 »De los descendientes de Elam regresaron mil doscientos cincuenta y cuatro personas;

13 de los descendientes de Zatú, ochocientos cuarenta y cinco;

14 de los de Zacai, setecientos sesenta;

15 de los de Binuy, seiscientos cuarenta y ocho;

16 de los de Bebai, seiscientos veintiocho;

17 de los descendientes de Azgad, dos mil trescientos veintidós;

18 de los de Adonicam, seiscientos sesenta y siete;

19 de los de Bigvai, dos mil sesenta y siete;

20 de los de Adín, seiscientos cincuenta y cinco;

21 y de los de Ater, noventa y ocho. Todos estos eran descendientes de Ezequías.

22 »De los descendientes de Hasum regresaron trescientas veintiocho personas;

23 de los descendientes de Besai, trescientos veinticuatro;

24 de los de Harif, ciento doce;

25 de los de Gabaón, noventa y cinco.

26 »También volvieron los que vivían en las siguientes ciudades y pueblos:

De Belén y Netofá regresaron ciento dieciocho personas;

27 de Anatot, ciento veintiocho;

28 de Bet-azmávet, cuarenta y dos;

29 de Quiriat-jearim, Quefirá y Beerot, setecientos cuarenta y tres;

30 de Ramá y de Gueba, seiscientos veintiuno;

31 de Micmás, ciento veintidós;

32 de Betel y de Ai, ciento veintitrés;

33 de Nebo, cincuenta y dos personas;

34 de Elam, mil doscientos cincuenta y cuatro;

35 de Harim, trescientos veinte;

36 de Jericó, trescientos cuarenta y cinco;

37 de Lod, Hadid y Onó, setecientos veintiuno;

38 de Senaá, tres mil novecientos treinta.

39 »De los sacerdotes regresaron los siguientes:

De los descendientes de Jedaías, que eran familia de Josué, regresaron novecientos setenta y tres sacerdotes;

40 de los descendientes de Imer, mil cincuenta y dos;

41 de los de Pashur, mil doscientos cuarenta y siete;

42 de los de Harim, mil diecisiete.

43 »De los ayudantes de los sacerdotes regresaron setenta y cuatro de los descendientes de Josué y de Cadmiel, que eran de la familia de Hodavías.

44 »De los cantores regresaron ciento cuarenta y ocho, que eran descendientes de Asaf.

45 »De los vigilantes de las entradas, que eran descendientes de Salum, de Ater, de Talmón, de Acub, de Hatitá y de Sobai, regresaron ciento treinta y ocho.

46-56 »De los que trabajaban en el templo regresaron todos aquellos que eran descendientes de:

Sihá,

Hasufá,

Tabaot,

Queros,

Siahá,

Padón,

Lebaná,

Hagabá,

Salmai,

Hanán,

Guidel,

Gáhar,

Reaías,

Resín,

Necodá,

Gazam,

Uzá,

Paséah,

Besai,

Meunim,

Nefusim,

Bacbuc,

Hacufá,

Harhur,

Baslut,

Mehidá,

Harsá,

Barcós,

Sísara,

Temá,

Nesíah,

Hatifá.

57-59 »De los parientes de los ayudantes de Salomón regresaron todos aquellos que eran descendientes de Sotai, Soféret, Perudá, Jaalá, Darcón, Guidel, Sefatías, Hatil, Poquéret-hasebaím y Amón.

60 »Los que trabajaban en el templo y los descendientes de los ayudantes de Salomón eran en total trescientos noventa y dos.

61 »Algunos que llegaron de Tel-mélah, Tel-harsá, Querub, Imer y Adón no pudieron comprobar que eran israelitas; tampoco pudieron demostrar que sus padres fueran israelitas ni que estuvieran casados con alguna israelita. 62 Esta gente era descendiente de Delaías, de Tobías y de Necodá, y en total eran seiscientos cuarenta y dos.

63 »De los parientes de los sacerdotes que no pudieron demostrar que en verdad eran sacerdotes, estaban los descendientes de Hobaías, Cos y Barzilai. Este Barzilai había tomado el apellido de su suegro. Se había casado con la hija de un hombre llamado también Barzilai y que era de Galaad. 64 Todos estos buscaron sus nombres en la lista, pero no los encontraron, así que no se les permitió trabajar como sacerdotes. 65 Además, el gobernador les prohibió comer de los alimentos ofrecidos a Dios, hasta que un sacerdote pudiera consultar a Dios por medio del Urim y el Tumim,[b] para saber qué hacer.

66 »En total regresaron de Babilonia cuarenta y dos mil trescientas sesenta personas. 67 Con esa gente vinieron siete mil trescientos treinta y siete sirvientes y sirvientas, además de doscientos cuarenta y cinco cantantes. 68 Traían setecientos treinta y seis caballos, doscientas cuarenta y cinco mulas, 69 cuatrocientos treinta y cinco camellos y seis mil setecientos veinte burros.

70 »Algunos jefes de familia hicieron donaciones para el trabajo de reconstrucción. El gobernador entregó a la tesorería ocho kilos de oro, cincuenta tazones y quinientas treinta túnicas para los sacerdotes. 71 Los jefes de familia entregaron a la tesorería ciento sesenta kilos de oro y mil doscientos diez kilos de plata. 72 Todos los demás dieron en total ciento sesenta kilos de oro, mil cien kilos de plata y sesenta y siete túnicas para los sacerdotes.

73 »Todos los israelitas, incluidos los sacerdotes, sus ayudantes, los guardias de las entradas, los cantores y los servidores del templo de Dios, se quedaron a vivir en sus pueblos».

Esdras lee el libro de la Ley frente a todo el pueblo

Cuando llegó el mes de Etanim,[c] los israelitas ya estaban viviendo en sus pueblos.

Hechos 2:22-47

22 »Escúchenme bien, porque voy a hablarles de Jesús, el que vivía en Nazaret. Todos nosotros sabemos que Dios lo envió. También sabemos que Dios le dio grandes poderes, porque lo vimos hacer grandes maravillas y señales.

23 »Desde el principio, Dios había decidido que Jesús sufriera, y que fuera entregado a sus enemigos. Ustedes lo ataron y lo entregaron a los romanos, para que lo mataran. 24 ¡Pero Dios hizo que Jesús resucitara! ¡Y es que la muerte no tenía ningún poder sobre él! 25 Hace mucho tiempo, el rey David dijo lo siguiente acerca de Jesús:

“Yo siempre te tengo presente;
si tú estás a mi lado,
nada me hará caer.
26 Por eso estoy muy contento,
por eso canto de alegría,
por eso vivo confiado.

27 ”¡Tú no me dejarás morir
ni me abandonarás en el sepulcro,
pues soy tu fiel servidor!
28 Tú me enseñaste a vivir
como a ti te gusta.
Contigo a mi lado
soy verdaderamente feliz.”

29 »Amigos israelitas, hablemos claro. Cuando David murió, fue enterrado, y todos sabemos dónde está su tumba. 30 Y como David era profeta, Dios le prometió que un familiar suyo sería rey de Israel.

31 »David sabía que Dios cumpliría su promesa. Por eso dijo que el Mesías no moriría para siempre, sino que resucitaría. 32 Todos nosotros somos testigos de que Dios resucitó a Jesús, 33 y de que luego lo llevó al cielo y lo sentó a su derecha.[a]

»Dios le dio a Jesús el Espíritu Santo. Y ahora Jesús nos ha dado ese mismo Espíritu, pues nos lo había prometido. ¡Y esto es lo que ustedes están viendo y oyendo!

34 »Sabemos que quien subió al cielo no fue David, pues él mismo dice:

“Dios le dijo a mi Señor el Mesías:
‘Siéntate a la derecha de mi trono
35 hasta que yo derrote a tus enemigos.’”

36 »Israelitas, ustedes tienen que reconocer, de una vez por todas, que a este mismo Jesús, a quien ustedes mataron en una cruz, Dios le ha dado poder y autoridad sobre toda la humanidad.»

37 Todos los que oyeron estas palabras se pusieron muy tristes y preocupados. Entonces les preguntaron a Pedro y a los demás apóstoles:

—Amigos israelitas, ¿y qué debemos hacer?

38 Pedro les contestó:

—Pídanle perdón a Dios, vuelvan a obedecerlo, y dejen que nosotros los bauticemos en el nombre de Jesucristo.[b] Así Dios los perdonará y les dará el Espíritu Santo. 39 Esta promesa es para ustedes y para sus hijos, y para todos los que nuestro Dios quiera salvar en otras partes del mundo.

Los primeros cristianos

40 Pedro siguió hablando a la gente con mucho entusiasmo. Les dijo: «Sálvense del castigo que les espera a todos los malvados.»

41 Ese día, unas tres mil personas creyeron en el mensaje de Pedro. Tan pronto como los apóstoles los bautizaron, todas esas personas se unieron al grupo de los seguidores de Jesús 42 y decidieron vivir como una gran familia. Y cada día los apóstoles compartían con ellos las enseñanzas acerca de Dios y de Jesús, y también celebraban la Cena del Señor y oraban juntos.

43 Al ver los milagros y las maravillas que hacían los apóstoles, la gente se quedaba asombrada.

44 Los seguidores de Jesús compartían unos con otros lo que tenían. 45 Vendían sus propiedades y repartían el dinero entre todos. A cada uno le daban según lo que necesitaba. 46 Además, todos los días iban al templo y celebraban la Cena del Señor, y compartían la comida con cariño y alegría. 47 Juntos alababan a Dios, y todos en la ciudad los querían. Cada día el Señor hacía que muchos creyeran en él y se salvaran. De ese modo, el grupo de sus seguidores se iba haciendo cada vez más grande.