Old/New Testament
Bildad niega que el hombre pueda ser justificado delante de Dios
25 Respondió Bildad suhita, y dijo:
2 Dios tiene un poder temible;
Él pone paz en sus alturas.
3 ¿Tienen sus ejércitos número?
¿Sobre quién no está su luz?
4 ¿Cómo, pues, se justificará el hombre ante Dios?
¿Y cómo será limpio el que nace de mujer?
5 He aquí que ni aun la misma luna será resplandeciente,
Ni las estrellas son limpias delante de sus ojos;
6 ¿Cuánto menos el hombre, que es un gusano,
Y el hijo de hombre, también gusano?
Job proclama la soberanía de Dios
26 Respondió Job, y dijo:
2 ¿En qué ayudaste al que no tiene poder?
¿Cómo has amparado al brazo sin fuerza?
3 ¿En qué aconsejaste al que no tiene conocimientos,
Y qué hábil talento has dado a conocer?
4 ¿A quién has dirigido tus palabras,
Y de quién es el espíritu que de ti procede?
5 Las sombras tiemblan en lo profundo de los mares,
Y sus habitantes se estremecen.
6 El Seol está descubierto delante de él, y el Abadón no tiene cobertura.
7 Él extiende el norte sobre vacío,
Cuelga la tierra sobre la nada.
8 Ata las aguas en sus nubes,
Y las nubes no se rompen debajo de ellas.
9 Él encubre la faz de su trono,
Y sobre él extiende su nube.
10 Puso límite a la superficie de las aguas,
Hasta el confín entre la luz y las tinieblas.
11 Las columnas del cielo tiemblan,
Y se espantan ante su reprensión.
12 Él aquieta el mar con su poder,
Y con su entendimiento hiere la arrogancia suya.
13 Su espíritu serenó los cielos;
Su mano traspasó la serpiente tortuosa.
14 He aquí, estas cosas son sólo los bordes de sus caminos;
¡Y cuán leve es el susurro que hemos oído de él!
Pero el trueno de su poder, ¿quién lo puede comprender?
Job describe el castigo de los malos
27 Reasumió Job su discurso, y dijo:
2 Vive Dios, que ha negado mi derecho,
Y el Omnipotente, que amargó el alma mía,
3 Que todo el tiempo que mi alma esté en mí,
Y haya hálito de Dios en mis narices,
4 Mis labios no hablarán iniquidad,
Ni mi lengua pronunciará mentira.
5 Nunca tal acontezca que yo os dé la razón;
Hasta que muera, no quitaré de mí mi integridad.
6 Mi justicia tengo asida, y no la cederé;
No me reprochará mi conciencia en todos mis días.
7 Sea como el impío mi enemigo,
Y como el inicuo mi adversario.
8 Porque ¿cuál es la esperanza del impío, por mucho que haya acumulado,
Cuando Dios le quite la vida?
9 ¿Oirá Dios su clamor
Cuando la tribulación venga sobre él?
10 ¿Se deleitaba él en el Omnipotente?
¿Invocaba a Dios en todo tiempo?
11 Yo os enseñaré en cuanto al poder de Dios;
No esconderé los misteriosos designios del Omnipotente.
12 He aquí que todos vosotros lo habéis visto;
¿Por qué, pues, os habéis hecho tan enteramente vanos?
13 Ésta es para con Dios la porción del hombre impío,
Y la herencia que los violentos han de recibir del Omnipotente:
14 Si sus hijos se multiplican, serán para la espada;
Y sus pequeños no se saciarán de pan.
15 Los que de él queden, los enterrará la peste,
Y no los llorarán sus viudas.
16 Aunque amontone plata como polvo,
Y prepare ropa como lodo;
17 La habrá preparado él, mas el justo se la vestirá,
Y el inocente repartirá la plata.
18 Edificó su casa como la araña,
Y como cabaña de ramas que hizo el guarda.
19 Rico se acuesta, pero por última vez;
Abrirá sus ojos, y nada tendrá.
20 Se apoderarán de él terrores como riada;
Torbellino lo arrebatará de noche.
21 Se lo lleva el solano, y se va;
Y la tempestad lo arrebatará de su lugar.
22 Dios, pues, descargará sobre él sin piedad;
Hará él por huir de su mano.
23 Batirán palmas en su huida,
Y lo corearán con silbidos.
Jacobo, muerto; Pedro, encarcelado
12 En aquel mismo tiempo el rey Herodes echó mano a algunos de la iglesia para maltratarles.
2 Y mató a espada a Jacobo, hermano de Juan.
3 Y viendo que esto agradaba a los judíos, procedió a prender también a Pedro. Eran entonces los días de los panes sin levadura.
4 Y habiéndole tomado preso, le puso en la cárcel, entregándole a cuatro grupos de cuatro soldados cada uno, para que le custodiasen; y se proponía sacarle al pueblo después de la pascua.
5 Así que Pedro estaba custodiado en la cárcel; pero la iglesia hacía ferviente oración a Dios por él.
Pedro, librado de la cárcel
6 Y cuando Herodes le iba a sacar, aquella misma noche estaba Pedro durmiendo entre dos soldados, sujeto con dos cadenas, y los guardias delante de la puerta custodiaban la cárcel.
7 Y he aquí que se presentó un ángel del Señor, y una luz resplandeció en la celda; y tocando a Pedro en el costado, le despertó, diciendo: Levántate pronto. Y las cadenas se le cayeron de las manos.
8 Le dijo el ángel: Cíñete, y cálzate las sandalias. Y lo hizo así. Y le dijo: Envuélvete en tu manto, y sígueme.
9 Y saliendo, le seguía; pero no sabía que era verdad lo que hacía el ángel, sino que le parecía que veía una visión.
10 Habiendo pasado la primera y la segunda guardia, llegaron a la puerta de hierro que daba a la ciudad, la cual se les abrió por sí misma; y salidos, avanzaron por una calle, y de repente el ángel se ausentó de él.
11 Entonces Pedro, volviendo en sí, dijo: Ahora sé verdaderamente que el Señor ha enviado su ángel, y me ha arrebatado de la mano de Herodes, y de todo lo que el pueblo de los judíos esperaba.
12 Y habiendo reflexionado así, llegó a casa de María la madre de Juan, el que tenía por sobrenombre Marcos, donde muchos estaban reunidos orando.
13 Cuando llamó Pedro a la puerta del patio, salió a escuchar una muchacha llamada Rode,
14 la cual, cuando reconoció la voz de Pedro, de gozo no abrió la puerta, sino que corrió adentro a anunciar que Pedro estaba a la puerta.
15 Y ellos le dijeron: Estás loca. Pero ella insistía en que así era. Entonces ellos decían: ¡Es su ángel!
16 Mas Pedro continuaba llamando; y cuando abrieron y le vieron, se quedaron atónitos.
17 Pero él, haciéndoles con la mano señal de que callasen, les contó cómo el Señor le había sacado de la cárcel. Y dijo: Haced saber esto a Jacobo y a los hermanos. Y salió, y se fue a otro lugar.
18 Luego que fue de día, hubo un alboroto no pequeño entre los soldados sobre qué había sido de Pedro.
19 Mas Herodes, habiéndole buscado sin hallarle, después de interrogar a los guardias, mandó ejecutarlos. Después descendió de Judea a Cesarea y se quedó allí.
Muerte de Herodes
20 Y Herodes estaba enojado contra los de Tiro y de Sidón; pero ellos se presentaron de común acuerdo ante él, y habiendo sobornado a Blasto, que era camarero mayor del rey, pedían paz, porque su territorio era abastecido por el del rey.
21 Y un día señalado, Herodes, vestido de ropas reales, se sentó en el tribunal y les arengó.
22 Y el pueblo aclamaba gritando: ¡Voz de Dios, y no de hombre!
23 Al momento un ángel del Señor le hirió, por cuanto no dio la gloria a Dios; y expiró comido de gusanos.
24 Pero la palabra del Señor crecía y se multiplicaba.
25 Y Bernabé y Saulo, cumplido su servicio, volvieron de Jerusalén, llevando también consigo a Juan, el que tenía por sobrenombre Marcos.
Texto bíblico tomado de La Santa Biblia, Reina Valera Revisada® RVR® Copyright © 2017 por HarperCollins Christian Publishing® Usado con permiso. Reservados todos los derechos en todo el mundo.