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Old/New Testament

Each day includes a passage from both the Old Testament and New Testament.
Duration: 365 days
Traducción en lenguaje actual (TLA)
Version
2 Crónicas 4-6

Muebles y utensilios del templo (1 R 7.23-51)

Salomón también mandó hacer un altar de bronce de nueve metros de largo por nueve de ancho, y cuatro y medio de alto. Después fabricó un enorme tanque para el agua. Era redondo, y de un borde al otro medía cuatro metros. Su altura era de dos metros y veinticinco centímetros, y su circunferencia era de trece metros y medio. Decoró todo el borde con figuras de toros. Cada cuarenta y cinco centímetros había diez toros.

El tanque estaba sobre doce toros de bronce. Tres de estos toros miraban al norte, tres al sur, tres al este y tres al oeste, de modo que sus patas traseras quedaban hacia adentro. Las paredes del tanque eran de ocho centímetros de grueso. Su borde se parecía a una flor de lirio abierta. En el tanque cabían cuarenta y cuatro mil litros de agua.

6-10 Salomón también hizo diez recipientes para lavar todo lo que se usaba para las ofrendas quemadas. Cinco recipientes estaban en el lado sur del templo, y cinco en el lado norte.

Hizo también diez candelabros de oro, como Dios lo había ordenado, y los puso en el templo; cinco en el lado sur, y cinco en el lado norte.

Además hizo diez mesas, que también colocó en el templo; cinco en el lado sur, y cinco en el lado norte.

Hizo también cien tazones de oro.

Además, Salomón mandó construir el patio de los sacerdotes y el patio principal, cada uno con sus puertas, las cuales recubrió de bronce.

11 Hiram también hizo las ollas, las palas y las vasijas. Así terminó todo el trabajo que hizo para el templo de Dios, por encargo del rey Salomón.

12 Éstos son todos los trabajos que realizó: las dos columnas, la parte superior de cada columna, las dos decoraciones en la parte superior de las columnas, 13 y las cuatrocientas figuras de esas decoraciones. 14 También hizo las diez bases y los recipientes que iban sobre ellas, 15 el gran tanque para el agua y los doce toros que lo sostenían, 16 y las ollas, palas y vasijas. Todo lo que Hiram hizo para el templo de Dios a pedido del rey Salomón era de bronce pulido. 17 Los utensilios de bronce los hicieron en moldes de arena, en la región del Jordán, entre Sucot y Saretán. 18 Salomón no pidió que pesaran los utensilios de bronce porque eran muchos.

19-22 Salomón también mandó hacer todos los utensilios que había en el templo de Dios. Los de oro puro eran:

el altar,

la mesa de los panes para Dios,

los diez candelabros del Lugar Santísimo,

las figuras de flores,

las lámparas,

las tenazas,

las copas,

las tijeras para cortar mechas,

las vasijas,

los cucharones,

los incensarios,

las bisagras de las puertas del Lugar Santísimo, y

las bisagras de la puerta de la entrada principal del edificio.

De este modo se terminaron todos los trabajos que Salomón mandó hacer para el templo de Dios. Después llevó todos los utensilios de oro y de plata que su padre David había dedicado para Dios, y los guardó en el lugar donde estaban los tesoros del templo de Dios.

Salomón lleva el cofre del pacto al templo (1 R 8.1-9)

El rey Salomón se reunió con los líderes de Israel, los jefes de las tribus y la gente más importante de las familias israelitas. Salomón quería que todos estuvieran presentes cuando se llevara el cofre del pacto de Dios desde la parte antigua de Jerusalén hasta el templo. Esto ocurrió en la fiesta de las enramadas, que se celebra en el mes de Etanim.[a]

4-5 Cuando llegaron todos los representantes de Israel, los sacerdotes y sus ayudantes tomaron el cofre y se lo llevaron al templo. También llevaron el santuario y todos los utensilios dedicados al culto.

El rey Salomón y todos los israelitas allí reunidos se pararon frente al cofre, y le ofrecieron a Dios muchos toros y ovejas.

Después los sacerdotes llevaron el cofre del pacto de Dios hasta el fondo del templo, donde estaba el Lugar Santísimo, y lo pusieron bajo las alas de los dos grandes querubines. Las alas extendidas de los querubines cubrían el cofre y las varas que servían para trasladarlo. Estas varas eran tan largas que sus puntas se veían desde el Lugar Santo, que estaba frente al Lugar Santísimo. Sin embargo, no podían verse desde afuera del templo. Así se quedaron hasta el día en que se escribió este relato. 10 Lo único que había en el cofre eran las dos tablas de piedra con las leyes del pacto. Esas leyes se las había dado Dios a los israelitas cuando salieron de Egipto. Moisés las había puesto en el cofre cuando estuvo en el monte Horeb.

Dios llena el templo con su presencia (1 R 8.10-11)

11-13 Todos los sacerdotes allí presentes, sin importar el grupo al que pertenecían, habían cumplido con la ceremonia de preparación para poder presentarse ante Dios.

Por su parte, los cantores se ubicaron al lado este del altar. Todos estaban de pie y vestidos de lino fino. Entre ellos estaban Asaf, Hemán y Jedutún, con sus hijos y familiares. Todos ellos tocaban platillos, arpas y otros instrumentos de cuerdas. Junto a ellos había ciento veinte sacerdotes que tocaban las trompetas.

Todos juntos alababan y daban gracias a Dios con el canto que dice:

«Alaben a Dios, porque él es bueno,
y nunca dejará de amarnos».

Cuando los sacerdotes salieron del Lugar Santo, una nube llenó todo el templo. Era la presencia de Dios, 14 y por eso los sacerdotes ya no pudieron quedarse para celebrar el culto.

Salomón ora a Dios (1 R 8.12-53)

Entonces Salomón dijo:

«Dios mío,
tú siempre has vivido en la espesa nube
que acompaña al santuario.
Pero ahora,
te he construido una casa,
para que vivas allí para siempre».

Luego el rey se dio vuelta y miró a todo el pueblo de Israel, que se había reunido y estaba de pie. Entonces los bendijo. Y exclamó:

«Bendito sea el Dios de Israel, que ha cumplido lo que le prometió a mi padre, pues le dijo: “Desde que saqué de Egipto a mi pueblo, no he elegido ninguna ciudad de las tribus de Israel para que se construya en ella mi templo. Tampoco elegí a ningún hombre para que fuera el gobernante de Israel, mi pueblo. Sin embargo, ahora he elegido a Jerusalén como mi lugar de residencia, y te elegí a ti, David, para que gobiernes a mi pueblo Israel”.

»Mi padre deseaba construir un templo para adorar a nuestro Dios. Sin embargo, Dios le dijo: “Haces bien en querer construirme una casa. Pero no serás tú quien la construya, sino uno de tus hijos”.

10 »Dios cumplió su promesa. Ahora yo soy el rey de Israel, en lugar de mi padre, y he construido una casa para nuestro Dios. 11 Además, he preparado un lugar para colocar allí el cofre del pacto que Dios hizo con nosotros».

12-13 Luego Salomón subió sobre una plataforma de bronce que había construido en medio del patio del templo. Esa plataforma medía dos metros veinticinco centímetros de largo y de ancho, y un metro treinta y cinco centímetros de alto.

Entonces, a la vista de todo el pueblo, Salomón se puso de rodillas delante del altar de Dios, y levantando sus manos al cielo 14 dijo:

«Dios de Israel, ni en el cielo ni en la tierra hay otro que se compare a ti. Tú cumples tu pacto y amas profundamente a los que te obedecen de corazón.

15-16 »Dios de Israel, hoy has cumplido una de tus promesas a mi padre. Ahora cumple también la promesa que le hiciste, de que sus descendientes reinarían siempre en Israel, si seguían su ejemplo. 17 Por eso, Dios nuestro, cumple las promesas que le hiciste a mi padre.

18 »Dios mío, ni el cielo ni la tierra son suficientes para ti, mucho menos esta casa que te he construido. 19-21 Pero de todos modos te pido que escuches mi oración: Cuida de esta casa de día y de noche, pues tú mismo has dicho que vivirás en ella. Cuando estemos lejos de Jerusalén y oremos en dirección a tu templo, escucha desde el cielo nuestras oraciones, y perdónanos.

22 »Si alguien perjudica a otra persona, y delante del altar de este templo jura que no lo hizo, 23 escucha desde el cielo y castígalo. Examínanos, y castiga al que resulte culpable, pero deja libre al inocente.

24-25 »Si tu pueblo Israel llega a pecar contra ti, y en castigo sus enemigos se lo llevan prisionero, perdónalo y tráelo de nuevo a este país que tú les diste a sus antepasados. Perdónalos, siempre y cuando vengan a tu templo y se arrepientan de haberte ofendido.

26 »Si llegamos a pecar contra ti, y en castigo deja de llover por mucho tiempo, perdónanos, siempre y cuando oremos en este lugar y nos arrepintamos de haberte ofendido. 27 Escúchanos desde el cielo, y perdónanos. Enséñanos a vivir haciendo lo bueno, y mándanos de nuevo la lluvia que nos quitaste.

28-30 »Si en este país nos llegara a faltar la comida, o nos atacaran enfermedades, o plagas de hongos, langostas o pulgón, escúchanos cuando oremos a ti. Y si los enemigos nos rodean, o atacan a alguna de las ciudades de Israel, escúchanos cuando oremos a ti. Y cuando en medio de este sufrimiento alguno de nosotros, o todo el pueblo de Israel, levante las manos hacia este templo y ore a ti, escúchanos siempre desde el cielo, que es en donde vives, y perdónanos. Examínanos, y danos lo que cada uno de nosotros se merezca. Sólo tú nos conoces de verdad. 31 Así que te serviremos y te obedeceremos durante toda nuestra vida en esta tierra que nos diste.

32-33 »Cuando los extranjeros sepan en su país lo grande y poderoso que eres, y vengan a orar a este templo, escúchalos desde el cielo, que es tu casa. Dales todo lo que te pidan, para que todos los pueblos del mundo te conozcan y te obedezcan, como lo hace tu pueblo Israel. Así sabrán que este templo lo construí para adorarte.

34 »Si tu pueblo va a la guerra, y desde allí donde lo envíes ora a ti mirando hacia tu amada ciudad de Jerusalén, y hacia este templo, 35 escucha desde el cielo sus oraciones y ruegos, y ayúdalo.

36 »Dios mío, todos somos pecadores, y si tu pueblo llega a pecar contra ti, a lo mejor te vas a enojar tanto que lo entregarás a sus enemigos, y ellos se llevarán a tu pueblo a otro lugar, lejano o cercano. 37-38 Pero si allí donde estén prisioneros, tu pueblo se acerca a ti de nuevo, con toda sinceridad, atiéndelo. Si reconoce que ha pecado y actuado mal, y te lo dice, óyelo. Si tu pueblo ora a ti y te ruega, mirando hacia este país que le diste a sus antepasados, hacia esta ciudad de Jerusalén, y hacia este templo, 39 escucha desde el cielo sus oraciones y ruegos, y ayúdalo; perdónale a tu pueblo todos los pecados que haya cometido contra ti.

40 »Dios mío, míranos y escucha las oraciones que se hagan en este lugar.

41 »Y ahora, mi Dios,
¡ven con el cofre de tu pacto,
que es símbolo de tu poder,
al templo donde vivirás para siempre!

»¡Tus sacerdotes, Dios mío,
llevarán tu salvación a todos!
¡Los que siempre te obedecen
gozarán de prosperidad!

42 »Dios mío,
no niegues tu apoyo
al rey que has elegido;
acuérdate de la obediencia de David,
tu servidor».

Juan 10:24-42

24 la gente lo rodeó y le preguntó:

—¿Hasta cuándo nos tendrás con esta duda? Dinos ahora mismo si eres el Mesías.

25 Jesús les respondió:

—Ya les dije quién soy, pero ustedes no me han creído. Yo hago todo con la autoridad y el poder de mi Padre, y eso demuestra quién soy yo. 26 Pero ustedes no me creen, porque no me siguen ni me obedecen. 27 Mis seguidores me conocen, y yo también los conozco a ellos. Son como las ovejas, que reconocen la voz de su pastor, y él las conoce a ellas. Mis seguidores me obedecen, 28 y yo les doy vida eterna; nadie me los quitará. 29 Dios mi Padre me los ha dado; él es más poderoso que todos, y nadie puede quitárselos. 30 Mi Padre y yo somos uno solo.

31 Otra vez, los jefes judíos quisieron apedrear a Jesús, 32 pero él les dijo:

—Ustedes me han visto hacer muchas cosas buenas con el poder que mi Padre me ha dado. A ver, díganme, ¿por cuál de ellas merezco morir?

33 Ellos le respondieron:

—No queremos matarte por lo bueno que hayas hecho, sino por haber ofendido a Dios. Tú no eres más que un hombre, y dices que eres igual a Dios.

34-35 Jesús les dijo:

—¡Pero en la Biblia Dios dice que somos dioses! Y ella siempre dice la verdad. 36 Y si Dios me envió al mundo, ¿por qué dicen ustedes que ofendo a Dios al decir que soy su Hijo? 37 Si no hago lo que mi Padre quiere, entonces no me crean. 38 Pero si yo lo obedezco, crean en lo que hago, aunque no crean en lo que digo. Así, de una vez por todas, sabrán que mi Padre y yo somos uno solo.

39 De nuevo ellos intentaron encarcelar a Jesús. Pero él se les escapó, 40 y se fue de nuevo al otro lado del río Jordán, al lugar donde Juan el Bautista había estado bautizando. Mientras estaba allí, 41 muchas personas fueron a verlo, y decían: «Juan el Bautista no hizo ningún milagro, pero todo lo que dijo de Jesús era verdad.»

42 Y mucha gente de aquel lugar creyó en Jesús.