Old/New Testament
32 «Cielo y tierra,
¡presten atención a mis palabras!
2 Lo que tengo que decir
es tan bueno como la lluvia,
que hace bien a las plantas
y a la hierba del campo.
3 »Quiero alabar a nuestro Dios;
y ustedes, ¡reconozcan su poder!
4 Él nos protege del mal.
Es un Dios justo y fiel,
que siempre actúa con justicia.
5-6 »Israelitas,
Dios es su creador;
es como un padre para ustedes.
Pero ustedes han sido malos,
y lo han ofendido.
Han sido tercos y tontos,
y no merecen ser sus hijos.
¡Son unos malagradecidos!
7 »Pónganse a pensar
en la historia de su pueblo.
Sus padres y sus jefes
les contarán hechos del pasado.
8 Cuando Dios dividió la humanidad
en diferentes pueblos y naciones,
les dio sus propios territorios;
pero a ustedes, israelitas,
les dio un trato especial:
9 A ustedes Dios los eligió
para que fueran su pueblo.
10 »Cuando Dios los encontró,
ustedes andaban por el desierto,
por tierras barridas por el viento.
Pero él los tomó en sus brazos
y los cuidó como a sus propios ojos.
11 Dios ha cuidado de ustedes
como cuida el águila a sus polluelos.
Dios siempre ha estado cerca
para ayudarlos a sobrevivir.
12 »Dios mismo dirigió a su pueblo,
y no necesitó ayuda de otros dioses.
13 Dios los llevó triunfantes
por las altas montañas del país.
Les dio a comer frutas del campo;
de una piedra sacó miel
para endulzarles los labios,
y de una dura roca
sacó el aceite que necesitaban.
14 De sus vacas, cabras y ovejas
sacaron leche y cuajada;
en su mesa se sirvió
carne del mejor ganado.
Comieron pan del mejor trigo
y vino de las mejores uvas.
15 »Pero los israelitas prosperaron,
y se olvidaron de Dios;
¡se olvidaron de su creador!
Rechazaron la protección
del Dios que los había salvado.
16-17 Hicieron enojar a Dios,
y provocaron sus celos
al adorar a dioses falsos;
¡eran unos ídolos repugnantes
que ni sus antepasados conocieron!
Aun así, ofrecieron sacrificios
a esos dioses y a los demonios.
18 »Israel se olvidó de Dios;
del Dios que le dio la vida.
Abandonó a su creador;
se olvidó de su protector.
19 Por eso Dios se enojó
y los apartó de su lado.
20 Luego le dijo al pueblo:
“Voy a dejarlos solos,
y verán lo que les pasará.
En verdad, ustedes son malos;
no se puede confiar en ustedes.
21 Inventan un dios falso,
para provocar mis celos;
pero los celosos serán ustedes,
pues los cambiaré por otro pueblo;
los cambiaré por gente ignorante
que ni a pueblo llega.
22 Tanto me han hecho enojar
que mi furia parece fuego;
y con ese fuego destruiré
los lugares más profundos
y las bases de las montañas.
23 ”Voy a hacerlos sufrir;
voy a herirlos con mis flechas.
24 El hambre y la enfermedad
pondrán fin a su vida.
Lanzaré contra ustedes
animales salvajes y serpientes venenosas.
25 En plena calle matarán a sus hijos,
y toda familia verá con horror
cómo mueren sus ancianos,
sus jóvenes y sus niños.
26 ”Hasta pensé en
dispersarlos
por diferentes países,
y que nadie volviera a recordarlos.
27 Pero decidí no hacerlo
por causa de mis enemigos;
sabía que se burlarían de mí,
y hasta pensarían que no fui yo
quien castigó a Israel,
creerían que ellos lo habían hecho,
¡ellos y su gran poder!
28 ”Ustedes, los israelitas,
son tan tontos que no entienden.
29 Si fueran más listos,
sabrían el castigo que les espera.
30 ¿Cómo se explican ustedes
que un solo israelita
hizo huir a mil soldados?
¿Cómo se explican que dos soldados
hicieron huir a diez mil?
¡Si yo no cuidara de ustedes
ni les hubiera dado la victoria,
ustedes no habrían podido vencerlos!”
31 »Bien saben nuestros enemigos
que sus dioses no tienen poder;
¡el poder es de nuestro Dios!
32 Ellos son como la gente
de Sodoma y de Gomorra.
Son como los malos viñedos,
que sólo dan uvas amargas;
33 ¡hasta el vino que producen
parece veneno de serpientes!
34-35 »Nuestro Dios ha dicho:
“Muy pronto habré de castigarlos,
¡muy pronto habré de destruirlos!
¡Sólo espero el momento oportuno
para darles su merecido!”
36 »Cuando ya no tengamos fuerzas,
nuestro Dios nos defenderá;
cuando él nos vea reducidos a nada,
tendrá compasión de nosotros
37 y les dirá a nuestros enemigos:
“¿Dónde están los dioses
en quienes ustedes tanto confían?
38 ¿Dónde están esos dioses
a quienes les llevaban ofrendas?
¡Pídanles que vengan a ayudarlos!
39 ¡Dense cuenta ahora
de que yo soy el único Dios!
Sólo yo sano las heridas;
¡sólo yo doy la vida,
y sólo yo puedo quitarla!
¡De mí no se escapa nadie!
40 ”Levanto mi mano al cielo,
y juro por mi vida eterna,
41 que voy a afilar mi espada,
para vengarme de mis enemigos.
¡Voy a darle su merecido
a esa gente que me odia!
42 ¡Voy a empapar mis flechas
en la sangre de los prisioneros!
¡Voy a cortarles la cabeza
a todos sus capitanes!”
43 »Y ustedes, pueblos vecinos,
alégrense junto con el pueblo de Dios,
porque él habrá de vengarse
de la muerte de su gente.
¡Dios perdonará a su pueblo
y limpiará de pecado su país!»
44-45 Y mientras Moisés entonaba este canto ante el pueblo, Josué estuvo siempre a su lado.
Últimas instrucciones de Moisés
46 Más tarde, Moisés le dijo al pueblo:
«Piensen bien en todo lo que les he enseñado, y ordenen a sus hijos y a sus hijas que obedezcan cada uno de estos mandamientos. 47 Lo que les digo es muy serio. Si ustedes obedecen, vivirán muchos años en el territorio que ahora van a conquistar, y que está al otro lado del río Jordán».
Moisés ve la tierra prometida
48 Ese mismo día, Dios le ordenó a Moisés:
49 «Quiero que vayas a la región montañosa de Abarim, y que subas al monte Nebo, que está en el territorio de Moab, frente a Jericó. Desde allí podrás admirar el territorio de Canaán, que voy a darles a los israelitas.
50 »Allí, en el monte Nebo, morirás y serás enterrado, como fue enterrado tu hermano Aarón cuando murió en el monte Hor. 51 Tanto Aarón como tú me desobedecieron en Cadés, cuando estaban junto al manantial de Meribá, que está en el desierto de Sin. Delante de todos los israelitas me faltaron al respeto. 52 Por eso no te dejaré entrar en el territorio que les prometí, y sólo podrás verlo de lejos».
Moisés bendice a Israel
33 Moisés fue un gran profeta al servicio de Dios. Poco antes de morir, bendijo a los israelitas 2 con las siguientes palabras:
«Nuestro Dios viene del monte Sinaí;
su luz nos llega desde Edom.
Desde los montes de Parán avanza
el brillo de su presencia,
y llega hasta Meribá, en Cadés.
Trae fuego en su mano derecha,
y viene con miles de bravos guerreros.
3 »Dios ama a su pueblo;
Dios protege a los suyos
porque ellos siempre lo obedecen
y cumplen sus órdenes con gusto.
4 »Yo, Moisés, les di la ley de Dios,
que para ustedes es lo más preciado.
5 Y ustedes y sus líderes
reconocieron a Dios como su rey».
6 Luego, Moisés le dijo a la tribu de Rubén:
«Ustedes son una tribu pequeña,
pero vivirán para siempre».
7 A la tribu de Judá le dijo:
«Nuestro Dios oirá tus oraciones,
te hará vencer a tus enemigos,
y permitirá que te reúnas
con el resto de Israel».
8-9 A la tribu de Leví le dijo:
«Dios discutió con los israelitas
y los puso a prueba en Masá,
junto al manantial de Meribá.
Pero confía en ustedes
porque lo obedecieron,
pues consideraron más importante
mantenerse fieles a su pacto,
que mantenerse fieles a sus padres,
a sus hermanos o a sus hijos.
Por eso Dios les entregó
el Urim y el Tumim,[a]
y los nombró sus sacerdotes.
10 »Ustedes enseñan a su pueblo
a cumplir sus mandamientos;
y en el altar de Dios presentan
toda clase de ofrendas.
11 »Pido a Dios que los bendiga
y que acepte con agrado
lo que ustedes hacen por él;
también le pido que destruya
a todos sus enemigos,
para que nunca más
se levanten contra ustedes».
12 A la tribu de Benjamín le dijo:
«Dios te ama y te protege;
¡Dios siempre habitará en tus montañas!»
13 A la tribu de José le dijo:
«Dios bendecirá tus campos,
y nunca te faltará lluvia
ni agua en los pozos profundos.
14-15 Hasta en las altas montañas
Dios te dará todo el año
las más abundantes cosechas.
16 La tierra te dará
lo mejor de sus frutos,
y siempre podrás contar
con la bendición de Dios.
»Tú eres el favorito
del Dios que se apareció en la zarza.
17 Los ejércitos de tus hijos,
Efraín y Manasés,
son fuertes y poderosos
como los toros y los búfalos.
¡Con sus lanzas destruirán
aun a sus enemigos más lejanos!»
18 A las tribus de Isacar y Zabulón les dijo:
«Ustedes harán buenos negocios
en la tierra y en el mar.
19 Del mar y de sus playas
sacarán grandes riquezas.
Invitarán a los pueblos vecinos,
para que vengan a su montaña,
y allí presentarán ofrendas a Dios».
20-21 A la tribu de Gad le dijo:
«¡Bendito sea Dios,
que te dio grandes territorios!
¡Eres como un león
dispuesto a atacar a su víctima!
Te quedaste con las mejores tierras
porque obedeciste a Dios en todo,
y porque actuaste con justicia
cuando tuviste que hacerlo».
22 A la tribu de Dan le dijo:
«Eres como un cachorro,
que salta desde Basán».
23 A la tribu de Neftalí le dijo:
«Todo lo que haces
es del agrado de Dios.
Por eso Dios te bendecirá
y te dará un gran territorio,
hasta el extremo sur
del Lago de Galilea».
24 A la tribu de Aser le dijo:
«¡Que Dios te bendiga
más que a las otras tribus!
¡Que todos los israelitas
muestren su amor por ti!
»Tendrás abundancia
de aceite de oliva.
25 Mientras tengas vida,
serás un pueblo poderoso
y con ciudades bien protegidas».
26 Y para terminar, Moisés dijo:
«¡Israelitas,
no hay otro Dios como tu Dios!
Dios es el rey del cielo,
y siempre vendrá en tu ayuda.
27 Dios es el Dios eterno,
y siempre te protegerá;
pondrá en fuga a tus enemigos,
para que los destruyas.
28 »Ya puedes vivir confiado,
y gozar de tranquilidad.
Nunca te faltará pan ni vino,
pues Dios regará tus campos.
29 ¡Dichoso tú, Israel,
pues Dios te ha rescatado!
Dios te protege y te ayuda.
¡No podrías tener mejor defensa!
¡Tú humillarás a tus enemigos,
y los pondrás bajo tus pies!»
Muerte de Moisés
34 Desde el desierto de Moab, Moisés subió al monte Pisgá, y llegó a la parte más alta del monte Nebo, que está frente a Jericó. Allí Dios le mostró todo el territorio de Galaad y de Dan. 2 También le mostró los territorios de las tribus de Neftalí, Efraín y Manasés, y el territorio de la tribu de Judá hasta el mar Mediterráneo. 3 Desde allí Moisés pudo ver el desierto del sur, el valle del Jordán y la llanura que rodea la ciudad de Jericó, hasta el pueblo de Sóar. Jericó también se conoce como Ciudad de las Palmeras.
4 Allí Dios le dijo a Moisés: «Éste es el país que le daré a Israel. Así se lo prometí a Abraham, a Isaac y a Jacob, tus antepasados. He querido que lo veas, porque no vas a entrar en él».
5-6 Moisés estuvo siempre al servicio de Dios. Tal como Dios lo había dicho, Moisés murió en Moab, frente a Bet-peor, y allí mismo fue enterrado, aunque nadie sabe el lugar exacto. 7 Cuando murió, tenía ciento veinte años, gozaba de buena salud y la vista todavía no le fallaba.
8 Los israelitas se quedaron treinta días en el desierto de Moab, para guardar luto por la muerte de Moisés. Ésa era la costumbre en aquella época. 9 Antes de morir, Moisés había puesto sus manos sobre la cabeza de Josué y Dios lo llenó de sabiduría. Por eso los israelitas obedecieron a Josué, y cumplieron con las órdenes que Dios le había dado a Moisés.
10 Nunca más hubo en Israel un profeta como Moisés, que hablara con Dios cara a cara. 11 Nunca nadie igualó las maravillas que Dios le mandó hacer contra Egipto y su rey. 12 Nunca nadie tuvo más poder que Moisés, ni pudo imitar las grandes cosas que los israelitas le vieron hacer.
24-28 Eran las nueve de la mañana cuando los soldados romanos clavaron a Jesús en la cruz. Luego hicieron un sorteo para ver quién de ellos se quedaría con su ropa. Además, colocaron un letrero para explicar por qué lo habían clavado en la cruz. El letrero decía: «El Rey de los judíos».
Junto a Jesús clavaron a dos bandidos, uno a su derecha y el otro a su izquierda. 29 La gente que pasaba por allí insultaba a Jesús y se burlaba de él, haciéndole muecas y diciéndole: «¡Hey! Tú dijiste que podías destruir el templo y construirlo de nuevo en tres días. 30 ¡Si tienes tanto poder, sálvate a ti mismo! ¡Baja de la cruz!»
31 También los sacerdotes principales y los maestros de la Ley se burlaban de él, y se decían entre sí: «Salvó a otros, pero no puede salvarse a sí mismo. 32 Dice que es el Mesías, el rey de Israel. ¡Pues que baje de la cruz y creeremos en él!»
Y también insultaban a Jesús los bandidos que habían sido clavados a su lado.
Jesús muere
33 Desde el mediodía hasta las tres de la tarde, el cielo se puso oscuro. 34 A esa hora, Jesús gritó con mucha fuerza: «Eloí, Eloí, ¿lemá sabactani?» Eso quiere decir: «¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?»
35 Algunos de los que estaban allí lo oyeron, y dijeron: «Oigan, está llamando al profeta Elías.»
36 Uno de ellos consiguió una esponja, la empapó con vinagre, la ató al extremo de un palo largo, y se la acercó a Jesús para que bebiera. Entonces dijo: «Vamos a ver si Elías viene a bajarlo de la cruz.»
37 Jesús lanzó un fuerte grito y murió. 38 En aquel momento, la cortina del templo se partió en dos pedazos de arriba abajo.
39 El oficial romano que estaba frente a Jesús lo vio morir, y dijo:
—En verdad este hombre era el Hijo de Dios.
40 Había allí muchas mujeres que miraban desde lejos. Entre ellas estaban María Magdalena, Salomé y María, la madre de José y de Santiago el menor. 41 Ellas habían seguido y ayudado a Jesús en Galilea. Además, estaban allí muchas otras mujeres que habían acompañado a Jesús en su viaje a Jerusalén.
El entierro de Jesús
42 Ya era viernes por la tarde,[a] y los judíos se estaban preparando para las celebraciones especiales del día sábado. 43 Un hombre llamado José, del pueblo de Arimatea, no tuvo miedo de pedirle a Pilato el cuerpo de Jesús. José era un miembro muy importante de la Junta Suprema. Además, él oraba para que el reinado de Dios empezara pronto.
44 Pilato se sorprendió mucho al oír que Jesús ya había muerto. Por eso, llamó al oficial romano para ver si era cierto, y para averiguar cuándo había sucedido. 45 Cuando el oficial regresó con el informe, Pilato dio permiso para que le entregaran a José el cuerpo de Jesús.
46 José compró entonces una sábana de tela muy fina y cara. Bajó a Jesús de la cruz, lo envolvió en la sábana y lo puso en una tumba. Hacía poco tiempo que José la había mandado construir en una gran roca. Luego tapó la entrada de la tumba con una piedra muy grande. 47 Mientras tanto, María Magdalena y María la madre de José, miraban dónde ponían el cuerpo de Jesús.
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