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Old/New Testament

Each day includes a passage from both the Old Testament and New Testament.
Duration: 365 days
Nueva Traducción Viviente (NTV)
Version
Ezequiel 8-10

Idolatría en el templo

Después, el 17 de septiembre,[a] durante el sexto año de cautividad del rey Joaquín, mientras los líderes de Judá estaban en mi casa, el Señor Soberano puso su mano sobre mí. Vi una figura con apariencia de hombre.[b] De lo que parecía ser su cintura para abajo, parecía una llama encendida. De la cintura para arriba, tenía aspecto de ámbar reluciente.[c] Extendió algo que parecía ser una mano y me tomó del cabello. Luego el Espíritu me elevó al cielo y me transportó a Jerusalén en una visión que procedía de Dios. Me llevó a la puerta norte del atrio interior del templo, donde hay un ídolo grande que ha provocado los celos del Señor. De pronto, estaba allí la gloria del Dios de Israel, tal como yo la había visto antes en el valle.

Entonces el Señor me dijo: «Hijo de hombre, mira hacia el norte». Así que miré hacia el norte y, junto a la entrada de la puerta que está cerca del altar, estaba el ídolo que tanto había provocado los celos del Señor.

«Hijo de hombre—me dijo—, ¿ves lo que hacen? ¿Ves los pecados detestables que cometen los israelitas para sacarme de mi templo? ¡Pero ven y verás pecados aún más detestables que estos!». Luego me llevó a la puerta del atrio del templo, donde pude ver un hueco en el muro. Me dijo: «Ahora, hijo de hombre, cava en el muro». Entonces cavé en el muro y hallé una entrada escondida.

«¡Entra—me dijo—, y mira los pecados perversos y detestables que cometen ahí!». 10 Entonces entré y vi las paredes cubiertas con grabados de toda clase de reptiles y criaturas detestables. También vi los diversos ídolos[d] a los que rendía culto el pueblo de Israel. 11 Allí había de pie setenta líderes de Israel y en el centro estaba Jaazanías, hijo de Safán. Todos tenían en la mano un recipiente para quemar incienso y de cada recipiente se elevaba una nube de incienso por encima de sus cabezas.

12 Entonces el Señor me dijo: «Hijo de hombre, ¿has visto lo que los líderes de Israel hacen con sus ídolos en los rincones oscuros? Dicen: “¡El Señor no nos ve; él ha abandonado nuestra tierra!”». 13 Entonces el Señor agregó: «¡Ven y te mostraré pecados aún más detestables que estos!».

14 Así que me llevó a la puerta norte del templo del Señor; allí estaban sentadas algunas mujeres, sollozando por el dios Tamuz. 15 «¿Has visto esto?—me preguntó—. ¡Pero te mostraré pecados aún más detestables!».

16 Entonces me llevó al atrio interior del templo del Señor. En la entrada del santuario, entre la antesala y el altar de bronce, había unos veinticinco hombres de espaldas al santuario del Señor. ¡Estaban inclinados hacia el oriente, rindiendo culto al sol!

17 «¿Ves esto, hijo de hombre?—me preguntó—. ¿No le importa nada al pueblo de Judá cometer estos pecados detestables con los cuales llevan a la nación a la violencia y se burlan de mí y provocan mi enojo? 18 Por lo tanto, responderé con furia. No les tendré compasión ni les perdonaré la vida y por más que clamen por misericordia, no los escucharé».

Masacre de los idólatras

Entonces el Señor dijo con voz de trueno: «¡Traigan a los hombres designados para castigar la ciudad! ¡Díganles que vengan con sus armas!». Pronto entraron seis hombres por la puerta superior que da al norte y cada uno llevaba un arma mortal en la mano. Con ellos había un hombre vestido de lino, que llevaba un estuche de escriba en la cintura. Todos se dirigieron al atrio del templo y se pusieron de pie junto al altar de bronce.

Entonces la gloria del Dios de Israel se elevó de entre los querubines, donde había reposado, y se movió hacia la entrada del templo. Luego el Señor llamó al hombre vestido de lino, que llevaba el estuche de escriba. Le dijo: «Recorre las calles de Jerusalén y pon una marca en la frente de todos los que lloren y suspiren por los pecados detestables que se cometen en la ciudad».

Luego oí al Señor decir a los demás hombres: «Síganlo por toda la ciudad y maten a todos los que no tengan la marca en la frente. ¡No tengan compasión! ¡No tengan lástima de nadie! Mátenlos a todos: ancianos, jóvenes, muchachas, mujeres y niños. Sin embargo, no toquen a ninguno que tenga la marca. Comiencen aquí mismo, en el templo». Entonces ellos comenzaron matando a los setenta líderes.

«¡Contaminen el templo!—mandó el Señor—. Llenen los atrios con cadáveres. ¡Vayan!». Entonces ellos salieron y comenzaron la masacre por toda la ciudad.

Mientras mataban a la gente, yo me quedé solo. Caí con el rostro en tierra y clamé:

—¡Oh Señor Soberano! ¿Acaso tu furia contra Jerusalén destruirá a todos los que queden en Israel?

Me contestó:

—Los pecados del pueblo de Israel y Judá son muy, pero muy grandes. La tierra está llena de homicidios; la ciudad está colmada de injusticia. Ellos dicen: “¡El Señor no lo ve! ¡El Señor ha abandonado esta tierra!”. 10 Por eso no les perdonaré la vida ni les tendré compasión. Les daré todo su merecido por lo que han hecho.

11 Luego regresó el hombre vestido de lino, que llevaba el estuche de escriba, e informó: «Ya hice lo que me ordenaste».

La gloria del Señor abandona el templo

10 En mi visión, vi que, por encima de la superficie de cristal que estaba sobre las cabezas de los querubines, había algo que parecía un trono de lapislázuli. Entonces el Señor le habló al hombre vestido de lino y le dijo: «Métete entre las ruedas que giran debajo de los querubines, toma un puñado de carbones encendidos y espárcelos sobre la ciudad». Así que el hombre lo hizo mientras yo observaba.

Cuando el hombre entró allí, los querubines estaban de pie en la parte sur del templo y la nube de gloria llenaba el atrio interior. Entonces la gloria del Señor se elevó por encima de los querubines y se dirigió hacia la entrada del templo. El templo se llenó con esa nube de gloria y el atrio resplandeció con la gloria del Señor. El sonido de las alas de los querubines sonaban como la voz del Dios Todopoderoso[e] y podía oírse hasta en el atrio exterior.

El Señor le dijo al hombre vestido de lino: «Métete entre los querubines y toma algunos carbones encendidos de entre las ruedas». Entonces el hombre entró y se paró junto a una de las ruedas. Luego uno de los querubines extendió la mano y tomó algunas brasas de en medio del fuego que ardía entre ellos. Puso las brasas en las manos del hombre vestido de lino y el hombre las tomó y salió de allí. (Todos los querubines tenían debajo de sus alas lo que parecían ser manos humanas).

Me fijé y cada uno de los cuatro querubines tenía una rueda a su lado y las ruedas brillaban como el berilo. 10 Las cuatro ruedas eran semejantes entre sí y estaban hechas de la misma manera; dentro de cada rueda había otra rueda que giraba en forma transversal. 11 Los querubines podían avanzar de frente en las cuatro direcciones, sin girar mientras se movían. Iban derecho en la dirección que tuvieran frente a ellos y nunca se desviaban. 12 Tanto los querubines como las ruedas estaban cubiertos de ojos. Los querubines tenían ojos por todo el cuerpo, incluso las manos, la espalda y las alas. 13 Oí que alguien hablaba de las ruedas como «las ruedas que giran». 14 Cada uno de los cuatro querubines tenía cuatro caras: la primera era la cara de un buey,[f] la segunda era una cara humana, la tercera era la cara de un león y la cuarta era la cara de un águila.

15 Luego los querubines se elevaron. Eran los mismos seres vivientes que yo había visto junto al río Quebar. 16 Cuando los querubines se movían, las ruedas se movían con ellos. Cuando elevaban las alas para volar, las ruedas permanecían con ellos. 17 Cuando los querubines se detenían, las ruedas también se detenían. Cuando volaban hacia arriba, las ruedas subían, porque el espíritu de los seres vivientes estaba en las ruedas.

18 Luego la gloria del Señor salió de la entrada del templo y se sostenía en el aire por encima de los querubines. 19 Entonces, mientras yo observaba, los querubines volaron con sus ruedas a la puerta oriental del templo del Señor y la gloria del Dios de Israel se sostenía en el aire por encima de ellos.

20 Eran los mismos seres vivientes que yo había visto debajo del Dios de Israel cuando me encontraba junto al río Quebar. Sabía que eran querubines, 21 porque cada uno tenía cuatro caras y cuatro alas y lo que parecían ser manos humanas debajo de las alas. 22 Además, sus caras eran como las caras de los seres que yo había visto junto al Quebar y se movían de frente y hacia adelante, tal como los otros.

Hebreos 13

Palabras finales

13 Sigan amándose unos a otros como hermanos.[a] No se olviden de brindar hospitalidad a los desconocidos, porque algunos que lo han hecho, ¡han hospedado ángeles sin darse cuenta! Acuérdense de aquellos que están en prisión, como si ustedes mismos estuvieran allí. Acuérdense también de los que son maltratados, como si ustedes mismos sintieran en carne propia el dolor de ellos.

Honren el matrimonio, y los casados manténganse fieles el uno al otro. Con toda seguridad, Dios juzgará a los que cometen inmoralidades sexuales y a los que cometen adulterio.

No amen el dinero; estén contentos con lo que tienen, pues Dios ha dicho:

«Nunca te fallaré.
    Jamás te abandonaré»[b].

Así que podemos decir con toda confianza:

«El Señor es quien me ayuda,
    por tanto, no temeré.
    ¿Qué me puede hacer un simple mortal?»[c].

Acuérdense de los líderes que les enseñaron la palabra de Dios. Piensen en todo lo bueno que haya resultado de su vida y sigan el ejemplo de su fe.

Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre. Así que no se dejen cautivar por ideas nuevas y extrañas. Su fortaleza espiritual proviene de la gracia de Dios y no depende de reglas sobre los alimentos, que de nada sirven a quienes las siguen.

10 Tenemos un altar del cual los sacerdotes del tabernáculo[d] no tienen derecho a comer. 11 Bajo el sistema antiguo, el sumo sacerdote llevaba la sangre de los animales al Lugar Santo como sacrificio por el pecado, y los cuerpos de esos animales se quemaban fuera del campamento. 12 De igual manera, Jesús sufrió y murió fuera de las puertas de la ciudad para hacer santo a su pueblo mediante su propia sangre. 13 Entonces salgamos al encuentro de Jesús, fuera del campamento, y llevemos la deshonra que él llevó. 14 Pues este mundo no es nuestro hogar permanente; esperamos el hogar futuro.

15 Por lo tanto, por medio de Jesús, ofrezcamos un sacrificio continuo de alabanza a Dios, mediante el cual proclamamos nuestra lealtad a su nombre. 16 Y no se olviden de hacer el bien ni de compartir lo que tienen con quienes pasan necesidad. Estos son los sacrificios que le agradan a Dios.

17 Obedezcan a sus líderes espirituales y hagan lo que ellos dicen. Su tarea es cuidar el alma de ustedes y tienen que rendir cuentas a Dios. Denles motivos para que la hagan con alegría y no con dolor. Esto último ciertamente no los beneficiará a ustedes.

18 Oren por nosotros, pues tenemos la conciencia limpia y deseamos comportarnos con integridad en todo lo que hacemos. 19 Y oren especialmente para que pueda regresar a verlos pronto.

20 Y ahora, que el Dios de paz
    —quien levantó de entre los muertos a nuestro Señor Jesús,
el gran Pastor de las ovejas,
    y que ratificó un pacto eterno con su sangre—
21 los capacite con todo lo que necesiten
    para hacer su voluntad.
Que él produzca en ustedes,[e]
    mediante el poder de Jesucristo,
todo lo bueno que a él le agrada.
    ¡A él sea toda la gloria por siempre y para siempre! Amén.

22 Les ruego, amados hermanos, que hagan caso a lo que les escribí en esta breve exhortación.

23 Quiero que sepan que nuestro hermano Timoteo ya salió de la cárcel. Si llega pronto, lo llevaré conmigo cuando vaya a verlos.

24 Saluden a todos los líderes y a todos los creyentes que están allí.[f] Los creyentes de Italia les envían sus saludos.

25 Que la gracia de Dios sea con todos ustedes.

Nueva Traducción Viviente (NTV)

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