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Old/New Testament

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Nueva Traducción Viviente (NTV)
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Jeremías 46-47

Mensajes para las naciones

46 El profeta Jeremías recibió del Señor los siguientes mensajes con relación a las naciones extranjeras.

Mensajes acerca de Egipto

En el cuarto año del reinado de Joacim, hijo de Josías, rey de Judá, se dio este mensaje con relación a Egipto. Fue en ocasión de la batalla de Carquemis[a] cuando Nabucodonosor[b] de Babilonia venció al faraón Necao, rey de Egipto y a su ejército, junto al río Éufrates.

«¡Preparen sus escudos
    y avancen a la batalla!
Ensillen los caballos,
    y monten los sementales.
Tomen sus posiciones
    y pónganse los cascos.
Afilen las lanzas
    y preparen sus armaduras.
Pero ¿qué es lo que veo?
    El ejército egipcio huye aterrorizado.
Sus hombres de guerra más valientes corren
    sin mirar atrás.
A cada paso se llenan de terror
    —dice el Señor—.
El corredor más veloz no puede huir;
    los guerreros más poderosos no pueden escapar.
En el norte, junto al río Éufrates,
    tropiezan y caen.

»¿Quién es este que se levanta como el Nilo en tiempos de crecida
    e inunda toda la tierra?
Es el ejército egipcio
    que inunda toda la tierra,
y se jacta de que cubrirá toda la tierra como un diluvio,
    destruyendo ciudades y sus habitantes.
¡A la carga, caballos y carros de guerra;
    ataquen, poderosos guerreros de Egipto!
¡Vengan, todos ustedes aliados de Etiopía, Libia y Lidia[c]
    que son hábiles con el escudo y el arco!
10 Pues este es el día del Señor, el Señor de los Ejércitos Celestiales,
    día para vengarse de sus enemigos.
La espada devorará hasta quedar satisfecha,
    ¡sí, hasta que se emborrache de la sangre de ustedes!
El Señor, el Señor de los Ejércitos Celestiales, recibirá hoy un sacrificio
    en la tierra del norte, junto al río Éufrates.

11 »Sube a Galaad en busca de medicina,
    ¡oh hija virgen de Egipto!
Pero tus muchos tratamientos
    no te devolverán la salud.
12 Las naciones han oído de tu vergüenza.
    La tierra está llena de tus gritos de desesperación.
Tus guerreros más poderosos chocarán unos contra otros
    y caerán juntos».

13 Entonces el profeta Jeremías recibió del Señor el siguiente mensaje acerca de los planes de Nabucodonosor para atacar Egipto.

14 «¡Grítenlo en Egipto!
    ¡Publíquenlo en las ciudades de Migdol, Menfis[d] y Tafnes!
Movilícense para la batalla,
    porque la espada devorará a todos los que están a su alrededor.
15 ¿Por qué han caído sus guerreros?
    No pueden mantenerse de pie porque el Señor los derribó.
16 Tropiezan y caen unos sobre otros
    y se dicen entre sí:
“Vamos, volvamos a nuestra gente,
    a la tierra donde nacimos.
    ¡Huyamos de la espada del enemigo!”.
17 Allí dirán:
    “¡El faraón, rey de Egipto, es un bocón
    que perdió su oportunidad!”.

18 »Tan cierto como que yo vivo—dice el Rey,
    cuyo nombre es el Señor de los Ejércitos Celestiales—,
¡alguien viene contra Egipto
    que es tan alto como el monte Tabor
    o como el monte Carmelo junto al mar!
19 ¡Hagan las maletas! ¡Prepárense para ir al destierro,
    ustedes ciudadanos de Egipto!
La ciudad de Menfis será destruida;
    quedará sin un solo habitante.
20 Egipto es tan hermoso como una novilla,
    ¡pero el tábano del norte ya está en camino!
21 Los mercenarios de Egipto se han vuelto como becerros engordados.
    Ellos también se darán vuelta y huirán,
porque este es el día del gran desastre para Egipto,
    un momento de enorme castigo.
22 Egipto huye, silencioso como serpiente que se desliza.
    Los soldados invasores avanzan;
    se enfrentan a ella con hachas como si fueran leñadores.
23 Cortarán a su pueblo como se talan los árboles—dice el Señor—,
    porque son más numerosos que las langostas.
24 Egipto será humillado;
    será entregado en manos de la gente del norte».

25 El Señor de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel, dice: «Castigaré a Amón, el dios de Tebas[e] y a todos los demás dioses de Egipto. Castigaré a sus gobernantes y al faraón también, y a todos los que confían en él. 26 Los entregaré en manos de los que buscan matarlos, al rey Nabucodonosor de Babilonia y a su ejército. Sin embargo, después la tierra se recuperará de los estragos de la guerra. ¡Yo, el Señor, he hablado!

27 »Pero no temas, mi siervo Jacob;
    no te desalientes, Israel.
Pues los traeré de regreso a casa desde tierras lejanas,
    y tus hijos regresarán del destierro.
Israel[f] regresará a vivir en paz y tranquilidad,
    y nadie los atemorizará.
28 No temas, mi siervo Jacob,
    porque yo estoy contigo—dice el Señor—.
Destruiré por completo a las naciones donde te envié al destierro,
    pero no te destruiré a ti por completo.
Te disciplinaré, pero con justicia;
    no puedo dejarte sin castigo».

Mensaje acerca de Filistea

47 Este es el mensaje que el profeta Jeremías recibió del Señor acerca de los filisteos de Gaza, antes de que la ciudad fuera conquistada por el ejército egipcio. Esto dice el Señor:

«Del norte viene un diluvio
    que inundará la tierra.
Destruirá la tierra y todo lo que hay en ella,
    tanto las ciudades como sus habitantes.
La gente gritará de terror,
    y todos en la tierra gemirán.
Escuchen el ruido de los cascos de los caballos
    y el estruendo de las ruedas de los carros de guerra al pasar.
Los padres aterrorizados corren desesperados;
    ni siquiera miran hacia atrás para ver a sus hijos indefensos.

»Ha llegado el momento de destruir a los filisteos,
    junto con sus aliados de Tiro y Sidón.
Sí, el Señor está destruyendo a los pocos que quedan de los filisteos,
    a esos colonos de la isla de Creta.[g]
Gaza será humillada, su cabeza rapada;
    Ascalón quedará en silencio.
Ustedes, los que quedan de las costas mediterráneas,[h]
    ¿hasta cuándo se harán cortaduras en el cuerpo en señal de duelo?

»Oh espada del Señor,
    ¿cuándo volverás a descansar?
Vuelve a tu vaina;
    descansa y mantente quieta.

»¿Pero cómo se mantendrá quieta
    cuando el Señor la ha enviado en una misión?
Pues la ciudad de Ascalón
    y el pueblo que vive junto al mar
    deben ser destruidos».

Hebreos 6

Así que dejemos de repasar una y otra vez las enseñanzas elementales acerca de Cristo. Por el contrario, sigamos adelante hasta llegar a ser maduros en nuestro entendimiento. No puede ser que tengamos que comenzar de nuevo con los importantes cimientos acerca del arrepentimiento de las malas acciones[a] y de tener fe en Dios. Ustedes tampoco necesitan más enseñanza acerca de los bautismos, la imposición de manos, la resurrección de los muertos y el juicio eterno. Así que, si Dios quiere, avanzaremos hacia un mayor entendimiento.

Pues es imposible lograr que vuelvan a arrepentirse los que una vez fueron iluminados—aquellos que experimentaron las cosas buenas del cielo y fueron partícipes del Espíritu Santo, que saborearon la bondad de la palabra de Dios y el poder del mundo venidero— y que luego se alejan de Dios. Es imposible lograr que esas personas vuelvan a arrepentirse; al rechazar al Hijo de Dios, ellos mismos lo clavan otra vez en la cruz y lo exponen a la vergüenza pública.

Cuando la tierra se empapa de la lluvia que cae y produce una buena cosecha para el agricultor, recibe la bendición de Dios. En cambio, el campo que produce espinos y cardos no sirve para nada. El agricultor no tardará en maldecirlo y quemarlo.

Queridos amigos, aunque hablamos de este modo, no creemos que esto se aplica a ustedes. Estamos convencidos de que ustedes están destinados para cosas mejores, las cuales vienen con la salvación. 10 Pues Dios no es injusto. No olvidará con cuánto esfuerzo han trabajado para él y cómo han demostrado su amor por él sirviendo a otros creyentes[b] como todavía lo hacen. 11 Nuestro gran deseo es que sigan amando a los demás mientras tengan vida, para asegurarse de que lo que esperan se hará realidad. 12 Entonces, no se volverán torpes ni indiferentes espiritualmente. En cambio, seguirán el ejemplo de quienes, gracias a su fe y perseverancia, heredarán las promesas de Dios.

Las promesas de Dios traen esperanza

13 Por ejemplo, estaba la promesa que Dios le hizo a Abraham. Como no existía nadie superior a Dios por quién jurar, Dios juró por su propio nombre, diciendo:

14 «Ciertamente te bendeciré
    y multiplicaré tu descendencia hasta que sea incontable»[c].

15 Entonces Abraham esperó con paciencia y recibió lo que Dios le había prometido.

16 Ahora bien, cuando las personas hacen un juramento, invocan a alguien superior a ellas para obligarse a cumplirlo; y no cabe ninguna duda de que ese juramento conlleva una obligación. 17 Dios también se comprometió mediante un juramento, para que los que recibieran la promesa pudieran estar totalmente seguros de que él jamás cambiaría de parecer. 18 Así que Dios ha hecho ambas cosas: la promesa y el juramento. Estas dos cosas no pueden cambiar, porque es imposible que Dios mienta. Por lo tanto, los que hemos acudido a él en busca de refugio podemos estar bien confiados aferrándonos a la esperanza que está delante de nosotros. 19 Esta esperanza es un ancla firme y confiable para el alma; nos conduce a través de la cortina al santuario interior de Dios. 20 Jesús ya entró allí por nosotros. Él ha llegado a ser nuestro eterno Sumo Sacerdote, según el orden de Melquisedec.

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