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Old/New Testament

Each day includes a passage from both the Old Testament and New Testament.
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Nueva Traducción Viviente (NTV)
Version
Jeremías 34-36

Advertencia a Sedequías

34 El rey Nabucodonosor[a] de Babilonia llegó con todos los ejércitos de los reinos que él gobernaba y peleó contra Jerusalén y las ciudades de Judá. En ese momento Jeremías recibió el siguiente mensaje del Señor: «Ve ante Sedequías, rey de Judá, y dile: “Esto dice el Señor, Dios de Israel: ‘Estoy por entregar esta ciudad en manos del rey de Babilonia y él la incendiará. No escaparás de sus garras, sino que te tomarán cautivo, te llevarán ante el rey de Babilonia y lo verás cara a cara. Después serás exiliado a Babilonia’.

»”Pero escucha esta promesa del Señor, oh Sedequías, rey de Judá. Esto dice el Señor: ‘No te matarán en la guerra sino que morirás en paz. La gente quemará incienso en tu memoria de la misma manera que lo hizo con tus antepasados, los reyes que te precedieron. Se lamentarán por ti llorando: “¡Ay, nuestro amo ha muerto!”. Esto es lo que he decretado, dice el Señor’”».

Así que el profeta Jeremías transmitió este mensaje al rey Sedequías de Judá. En ese tiempo, el ejército babilónico sitiaba Jerusalén, Laquis y Azeca, las únicas ciudades fortificadas de Judá que todavía no habían sido conquistadas.

Liberación para los esclavos hebreos

Jeremías recibió este mensaje del Señor luego que el rey Sedequías hizo un pacto con el pueblo que proclamó la libertad de los esclavos. El rey había ordenado que todo el pueblo dejara en libertad a sus esclavos hebreos, tanto hombres como mujeres. Nadie debía mantener a un hermano judío en esclavitud. 10 Las autoridades y todo el pueblo habían obedecido el mandato del rey, 11 pero luego cambiaron de opinión. Volvieron a tomar a los hombres y a las mujeres que habían liberado y los obligaron a ser esclavos otra vez.

12 Así que el Señor les dio el siguiente mensaje por medio de Jeremías: 13 «Esto dice el Señor, Dios de Israel: “Hace tiempo hice un pacto con sus antepasados cuando los rescaté de la esclavitud de Egipto. 14 Les dije que todo esclavo hebreo debía ser liberado después de haber servido seis años; pero sus antepasados no me hicieron caso. 15 Hace poco ustedes se arrepintieron e hicieron lo que es correcto obedeciendo mi palabra. Liberaron a sus esclavos e hicieron un pacto solemne conmigo en el templo que lleva mi nombre. 16 Sin embargo, ahora ustedes abandonaron su juramento y profanaron mi nombre al volver a tomar a los hombres y a las mujeres que habían liberado y los obligaron a ser esclavos otra vez.

17 »”Por lo tanto, esto dice el Señor: ya que ustedes me han desobedecido al no poner en libertad a sus compatriotas, yo los pondré a ustedes en libertad para ser destruidos por guerra, enfermedad y hambre. Serán objeto de horror para todas las naciones de la tierra. 18 Puesto que rompieron las condiciones de nuestro pacto, los partiré en dos tal como ustedes partieron el becerro cuando caminaron entre las mitades para solemnizar sus votos. 19 Así es, yo los partiré, sean autoridades de Judá o de Jerusalén, funcionarios de la corte, sacerdotes o gente común, porque rompieron su juramento. 20 Los entregaré en manos de sus enemigos y ellos los matarán. Sus cuerpos serán alimento para los buitres y para los animales salvajes.

21 »”Yo entregaré a Sedequías, rey de Judá, y a sus funcionarios en manos del ejército del rey de Babilonia. A pesar de que se han ido de Jerusalén por un tiempo, 22 llamaré a los ejércitos babilónicos para que regresen. Pelearán contra esta ciudad, la conquistarán y la incendiarán. Me aseguraré de que todas las ciudades de Judá sean destruidas y que nadie viva allí”».

Los fieles recabitas

35 Este es el mensaje que el Señor le dio a Jeremías cuando Joacim, hijo de Josías, era rey de Judá: «Ve al asentamiento donde habitan las familias de los recabitas e invítalos al templo del Señor. Llévalos a una de las habitaciones interiores y ofréceles algo de vino».

Así que fui a ver a Jaazanías, hijo de Jeremías y nieto de Habasinías, y a todos sus hermanos e hijos, que representan a todas las familias recabitas. Los llevé al templo y fuimos a la habitación asignada a los hijos de Hanán, hijo de Igdalías, hombre de Dios. Esta habitación se encontraba junto a la que usaban los funcionarios del templo, encima de la habitación de Maaseías, hijo de Salum, el portero del templo.

Puse copas y jarras llenas de vino delante de ellos y los invité a beber, pero no aceptaron. «No—dijeron—, no bebemos vino porque nuestro antepasado Jonadab, hijo de Recab, nos ordenó: “Nunca beban vino ni ustedes ni sus descendientes. Tampoco edifiquen casas, ni planten cultivos, ni viñedos, sino que siempre vivan en carpas. Si ustedes obedecen estos mandamientos vivirán largas y buenas vidas en la tierra”. Así que le hemos obedecido en todas estas cosas. Nunca hemos bebido vino hasta el día de hoy, ni tampoco nuestras esposas, ni nuestros hijos, ni nuestras hijas. No hemos construido casas ni hemos sido dueños de viñedos o granjas, ni sembramos campos. 10 Hemos vivido en carpas y hemos obedecido por completo los mandamientos de Jonadab, nuestro antepasado. 11 Sin embargo, cuando el rey Nabucodonosor[b] de Babilonia atacó este país tuvimos miedo del ejército de Babilonia[c] y del ejército de Aram. Así que decidimos mudarnos a Jerusalén. Por esa razón, estamos aquí».

12 Entonces el Señor le dio a Jeremías el siguiente mensaje: 13 «Esto dice el Señor de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: ve y dile al pueblo de Judá y de Jerusalén: “Vengan y aprendan una lección de cómo obedecerme. 14 Los recabitas no beben vino hasta el día de hoy porque su antepasado Jonadab les dijo que no; pero yo les hablé a ustedes una y otra vez y se negaron a obedecerme. 15 Vez tras vez les envié profetas que decían: ‘Apártense de su conducta perversa y comiencen a hacer lo que es correcto. Dejen de rendir culto a otros dioses para que vivan en paz aquí en la tierra que les di a ustedes y a sus antepasados’; pero ustedes no querían escucharme ni obedecerme. 16 Los descendientes de Jonadab, hijo de Recab, han obedecido a su antepasado en todo, pero ustedes rehusaron escucharme”.

17 »Por lo tanto, esto dice el Señor Dios de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: “Dado que ustedes se niegan a escuchar o a responder cuando llamo, enviaré sobre Judá y Jerusalén todos los desastres con que los amenacé”».

18 Entonces Jeremías se dirigió a los recabitas y les dijo: «Esto dice el Señor de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: “Ustedes han obedecido a su antepasado Jonadab en todos los aspectos y han seguido todas sus instrucciones”. 19 Por lo tanto, esto dice el Señor de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: “Jonadab, hijo de Recab, siempre tendrá descendientes que me sirvan”».

Baruc lee los mensajes del Señor

36 El Señor le dio a Jeremías el siguiente mensaje en el cuarto año del reinado de Joacim, hijo de Josías, en Judá:[d] «Toma un rollo y anota todos mis mensajes contra Israel, Judá y las demás naciones. Comienza con el primer mensaje allá por los tiempos de Josías y escribe todos los mensajes, hasta llegar al tiempo presente. Quizá los habitantes de Judá se arrepientan cuando vuelvan a escuchar todas las cosas terribles que tengo pensadas para ellos. Entonces perdonaré sus pecados y maldades».

Así que Jeremías mandó llamar a Baruc, hijo de Nerías, y mientras Jeremías le dictaba todas las profecías que el Señor le había dado, Baruc las escribía en un rollo. Entonces Jeremías le dijo a Baruc: «Estoy preso aquí y no puedo ir al templo. Así que en el próximo día de ayuno ve al templo y lee los mensajes de parte del Señor que te he hecho escribir en este rollo. Léelos para que la gente de todo Judá que esté presente los escuche. Quizá se aparten de sus malos caminos y antes de que sea demasiado tarde le pidan al Señor que los perdone. Pues el Señor los ha amenazado con su terrible enojo».

Baruc hizo lo que Jeremías le dijo y leyó al pueblo los mensajes del Señor en el templo. Lo hizo en un día de ayuno sagrado, celebrado a fines del otoño,[e] durante el quinto año del reinado de Joacim, hijo de Josías. Gente de toda Judá había venido a Jerusalén ese día para asistir a los servicios en el templo. 10 Baruc leyó al pueblo las palabras de Jeremías, escritas en el rollo. En el templo, se paró frente a la habitación de Gemarías, hijo de Safán, el secretario. Esa habitación estaba junto al atrio superior del templo, cerca de la entrada de la puerta Nueva.

11 Cuando Micaías, hijo de Gemarías y nieto de Safán, oyó los mensajes de parte del Señor, 12 bajó a la sala del secretario en el palacio, donde estaban reunidos los funcionarios administrativos. Allí estaba el secretario Elisama junto con Delaía, hijo de Semaías; Elnatán, hijo de Acbor; Gemarías, hijo de Safán; Sedequías, hijo de Ananías y todos los demás funcionarios. 13 Cuando Micaías les contó acerca de los mensajes que Baruc leía al pueblo, 14 los funcionarios enviaron a Jehudí, hijo de Netanías, nieto de Selemías y bisnieto de Cusi, para pedirle a Baruc que también viniera a leerles los mensajes. Entonces Baruc tomó el rollo y se dirigió a ellos. 15 Los funcionarios le dijeron: «Siéntate y léenos el rollo». Entonces Baruc hizo lo que le pidieron.

16 Cuando oyeron todos los mensajes, se miraron unos a otros asustados.

—Tenemos que contarle al rey lo que hemos oído—le dijeron a Baruc—, 17 pero primero dinos cómo obtuviste estos mensajes. ¿Provinieron directamente de Jeremías?

18 Así que Baruc explicó:

—Jeremías me los dictó y yo los escribí con tinta, palabra por palabra, en este rollo.

19 —Tanto tú como Jeremías deberían esconderse—le dijeron los funcionarios a Baruc—. ¡No le digan a nadie dónde están!

20 Entonces, los funcionarios dejaron el rollo a salvo en la habitación de Elisama, el secretario, y le fueron a decir al rey lo que había acontecido.

El rey Joacim quema el rollo

21 Luego el rey envió a Jehudí a buscar el rollo y Jehudí lo sacó de la habitación de Elisama y lo leyó al rey, con los funcionarios presentes. 22 Era avanzado el otoño, así que el rey estaba en el cuarto del palacio acondicionado para el invierno, sentado junto a un brasero para calentarse. 23 Cada vez que Jehudí terminaba de leer tres o cuatro columnas, el rey tomaba un cuchillo y cortaba esa sección del rollo. Luego lo lanzaba al fuego, sección por sección, hasta que quemó todo el rollo. 24 Ni el rey ni sus asistentes mostraron ninguna señal de temor o arrepentimiento ante lo que habían oído. 25 Aun cuando Elnatán, Delaía y Gemarías le suplicaron al rey que no quemara el rollo, él no les hizo caso.

26 Entonces el rey mandó a su hijo Jerameel, a Seraías, hijo de Azriel, y a Selemías, hijo de Abdeel, para que arrestaran a Baruc y a Jeremías; pero el Señor los había escondido.

Jeremías vuelve a escribir el rollo

27 Después de que el rey quemó el rollo en el que Baruc había escrito las palabras de Jeremías, el Señor le dio a Jeremías otro mensaje. Le dijo: 28 «Toma otro rollo y escribe de nuevo todo tal como lo hiciste en el rollo que quemó el rey Joacim. 29 Luego dile al rey: “Esto dice el Señor: ‘Tú quemaste el rollo porque allí dice que el rey de Babilonia destruiría esta tierra y la dejaría vacía de gente y de animales. 30 Ahora, esto dice el Señor acerca del rey Joacim de Judá: el rey no tendrá herederos que se sienten en el trono de David. Su cadáver será echado a la intemperie y permanecerá sin enterrar, expuesto al calor del día y a las heladas de la noche. 31 Lo castigaré a él, a su familia y a sus ayudantes por sus pecados. Derramaré sobre ellos y sobre la gente de Jerusalén y de Judá todas las calamidades que prometí, porque no hicieron caso a mis advertencias’”».

32 Así que Jeremías tomó otro rollo y volvió a dictarle a su secretario Baruc. Escribió todo lo que estaba en el rollo que el rey Joacim había quemado en el brasero. ¡Solo que esta vez agregó mucho más!

Hebreos 2

Advertencia para no desviarse del camino

Así que debemos prestar mucha atención a las verdades que hemos oído, no sea que nos desviemos de ellas. Pues el mensaje que Dios transmitió mediante los ángeles se ha mantenido siempre firme, y toda infracción de la ley y todo acto de desobediencia recibió el castigo que merecía. Entonces, ¿qué nos hace pensar que podemos escapar si descuidamos esta salvación tan grande, que primeramente fue anunciada por el mismo Señor Jesús y luego nos fue transmitida por quienes lo oyeron hablar? Además, Dios confirmó el mensaje mediante señales, maravillas, diversos milagros y dones del Espíritu Santo según su voluntad.

Jesús, el hombre

Es más, no son los ángeles quienes gobernarán el mundo futuro del cual hablamos, porque en cierto lugar las Escrituras dicen:

«¿Qué son los simples mortales para que pienses en ellos,
    o un hijo de hombre[a] para que de él te ocupes?
Sin embargo, por un poco de tiempo los hiciste un poco menor que los ángeles
    y los coronaste de gloria y honor.[b]
Les diste autoridad sobre todas las cosas»[c].

Ahora bien, cuando dice «todas las cosas», significa que nada queda afuera; pero todavía no vemos que todas las cosas sean puestas bajo la autoridad de ellos. No obstante, lo que sí vemos es a Jesús, a quien por un poco de tiempo se le dio una posición «un poco menor que los ángeles»; y debido a que sufrió la muerte por nosotros, ahora está «coronado de gloria y honor». Efectivamente, por la gracia de Dios, Jesús conoció la muerte por todos. 10 Dios—para quien y por medio de quien todo fue hecho—eligió llevar a muchos hijos a la gloria. Convenía a Dios que, mediante el sufrimiento, hiciera a Jesús un líder perfecto, apto para llevarlos a la salvación.

11 Por lo tanto, Jesús y los que él hace santos tienen el mismo Padre. Por esa razón, Jesús no se avergüenza de llamarlos sus hermanos, 12 pues le dijo a Dios:

«Anunciaré tu nombre a mis hermanos.
    Entre tu pueblo reunido te alabaré»[d].

13 También dijo:

«Pondré mi confianza en él»,
    es decir, «yo y los hijos que Dios me ha dado»[e].

14 Debido a que los hijos de Dios son seres humanos—hechos de carne y sangre—el Hijo también se hizo de carne y sangre. Pues solo como ser humano podía morir y solo mediante la muerte podía quebrantar el poder del diablo, quien tenía[f] el poder sobre la muerte. 15 Únicamente de esa manera el Hijo podía libertar a todos los que vivían esclavizados por temor a la muerte.

16 También sabemos que el Hijo no vino para ayudar a los ángeles, sino que vino para ayudar a los descendientes de Abraham. 17 Por lo tanto, era necesario que en todo sentido él se hiciera semejante a nosotros, sus hermanos,[g] para que fuera nuestro Sumo Sacerdote fiel y misericordioso, delante de Dios. Entonces podría ofrecer un sacrificio que quitaría los pecados del pueblo. 18 Debido a que él mismo ha pasado por sufrimientos y pruebas, puede ayudarnos cuando pasamos por pruebas.

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