Old/New Testament
Tercera respuesta de Bildad a Job
25 Entonces Bildad el suhita respondió:
2 «Dios es poderoso y temible;
él impone la paz en los cielos.
3 ¿Quién puede contar su ejército celestial?
¿No brilla su luz en toda la tierra?
4 ¿Cómo puede un mortal ser inocente ante Dios?
¿Puede alguien nacido de mujer ser puro?
5 Dios es más glorioso que la luna;
brilla con más intensidad que las estrellas.
6 Comparadas con él, las personas son gusanos;
nosotros los mortales somos simples lombrices».
Noveno discurso de Job: respuesta a Bildad
26 Entonces Job habló de nuevo:
2 «¡Qué manera de ayudar a los indefensos!
¡Cómo salvas a los débiles!
3 ¡Cómo has iluminado mi estupidez!
¡Qué consejo tan sabio has ofrecido!
4 ¿De dónde sacaste esas frases tan sabias?
¿El espíritu de quién habla por medio de ti?
5 »Tiemblan los muertos:
los que habitan debajo de las aguas.
6 El averno[a] está desnudo en presencia de Dios;
el lugar de destrucción[b] está al descubierto.
7 Dios extiende el cielo del norte sobre el espacio vacío
y cuelga a la tierra sobre la nada.
8 Envuelve la lluvia con sus densas nubes
y las nubes no estallan con el peso.
9 Él cubre el rostro de la luna[c]
y la envuelve con las nubes.
10 Él creó el horizonte cuando separó las aguas;
estableció los límites entre el día y la noche.
11 Los cimientos del cielo tiemblan;
se estremecen ante su reprensión.
12 El mar se calmó por su poder;
con su destreza aplastó al gran monstruo marino.[d]
13 Su Espíritu hizo hermosos los cielos,
y su poder atravesó a la serpiente deslizante.
14 Eso es solo el comienzo de todo lo que él hace,
apenas un susurro de su poder.
¿Quién podrá, entonces, comprender el trueno de su poder?».
Discurso final de Job
27 Job siguió hablando:
2 «Juro por el Dios viviente, quien me ha quitado los derechos,
por el Todopoderoso, quien llenó mi alma de amargura.
3 Mientras viva,
mientras Dios me dé aliento,
4 mis labios no pronunciarán maldad
y mi lengua no hablará mentiras.
5 Jamás admitiré que ustedes tengan la razón;
defenderé mi integridad hasta la muerte.
6 Insistiré en mi inocencia sin vacilar;
mientras viva, mi conciencia estará tranquila.
7 »Que mi enemigo sea castigado como los malvados,
y mi adversario como aquellos que hacen maldad.
8 Pues, ¿qué esperanza tienen los incrédulos cuando Dios acaba con ellos
y les quita la vida?
9 ¿Escuchará Dios su clamor
cuando la desgracia venga sobre ellos?
10 ¿Pueden deleitarse en el Todopoderoso?
¿Pueden clamar a Dios cuando quieran?
11 Yo les enseñaré acerca del poder de Dios;
no esconderé nada con respecto al Todopoderoso.
12 Aunque ustedes han visto todo esto,
sin embargo, me dicen estas cosas inútiles.
13 »Esto es lo que los malvados recibirán de Dios;
esta es la herencia del Todopoderoso.
14 Quizás tengan muchos hijos,
pero sus hijos morirán en la guerra o de hambre.
15 A los sobrevivientes los matará una plaga
y ni siquiera las viudas llorarán por ellos.
16 »Tal vez la gente malvada tenga montones de dinero
y amontonen mucha ropa,
17 pero los justos usarán esa ropa
y los inocentes se repartirán ese dinero.
18 Los malvados construyen casas tan frágiles como una tela de araña,[e]
tan débiles como un refugio hecho de ramas.
19 Los malvados se acuestan siendo ricos
pero, cuando despiertan, descubren que toda su riqueza se ha esfumado.
20 El terror los anega como una inundación
y son arrastrados por las tormentas de la noche.
21 El viento del oriente se los lleva, y desaparecen;
los arrasa por completo.
22 Se arremolina en torno a ellos sin misericordia.
Luchan por huir de su poder,
23 pero todos los abuchean
y se burlan de ellos.
Asesinato de Santiago y encarcelamiento de Pedro
12 Por ese tiempo, el rey Herodes Agripa[a] comenzó a perseguir a algunos creyentes de la iglesia. 2 Mandó matar a espada al apóstol Santiago (hermano de Juan). 3 Cuando Herodes vio cuánto esto le agradó al pueblo judío, también arrestó a Pedro. (Eso sucedió durante la celebración de la Pascua[b]). 4 Después lo metió en la cárcel y lo puso bajo la vigilancia de cuatro escuadrones de cuatro soldados cada uno. Herodes tenía pensado llevar a Pedro a juicio público después de la Pascua. 5 Pero, mientras Pedro estaba en la cárcel, la iglesia oraba fervientemente por él.
Pedro escapa milagrosamente de la cárcel
6 La noche antes de ser sometido a juicio, Pedro dormía sujetado con dos cadenas entre dos soldados. Otros hacían guardia junto a la puerta de la prisión. 7 De repente, una luz intensa iluminó la celda y un ángel del Señor se puso frente a Pedro. El ángel lo golpeó en el costado para despertarlo y le dijo: «¡Rápido! ¡Levántate!». Y las cadenas cayeron de sus muñecas. 8 Después, el ángel le dijo: «Vístete y ponte tus sandalias». Pedro lo hizo, y el ángel le ordenó: «Ahora ponte tu abrigo y sígueme».
9 Así que Pedro salió de la celda y siguió al ángel, pero todo el tiempo pensaba que era una visión; no se daba cuenta de que en verdad eso estaba sucediendo. 10 Pasaron el primer puesto de guardia y luego el segundo y llegaron a la puerta de hierro que lleva a la ciudad, y esta puerta se abrió por sí sola frente a ellos. De esta manera cruzaron la puerta y empezaron a caminar por la calle, y de pronto el ángel lo dejó.
11 Finalmente Pedro volvió en sí. «¡De veras es cierto!—dijo—. ¡El Señor envió a su ángel y me salvó de Herodes y de lo que los líderes judíos[c] tenían pensado hacerme!».
12 Cuando se dio cuenta de esto, fue a la casa de María, la madre de Juan Marcos, donde muchos se habían reunido para orar. 13 Tocó a la puerta de entrada, y una sirvienta llamada Rode fue a abrir. 14 Cuando ella reconoció la voz de Pedro, se alegró tanto que, en lugar de abrir la puerta, corrió hacia adentro y les dijo a todos:
—¡Pedro está a la puerta!
15 —¡Estás loca!—le dijeron.
Como ella insistía, llegaron a la conclusión: «Debe ser su ángel».
16 Mientras tanto, Pedro seguía tocando. Cuando por fin abrieron la puerta y lo vieron, quedaron asombrados. 17 Él les hizo señas para que se callaran y les contó cómo el Señor lo había sacado de la cárcel. «Díganles a Santiago y a los demás hermanos lo que pasó», dijo. Y después se fue a otro lugar.
18 Al amanecer, hubo un gran alboroto entre los soldados por lo que había sucedido con Pedro. 19 Herodes Agripa ordenó que se hiciera una búsqueda exhaustiva para encontrar a Pedro. Como no pudieron encontrarlo, Herodes interrogó a los guardias y luego los condenó a muerte. Después Herodes se fue de Judea para quedarse en Cesarea por un tiempo.
Muerte de Herodes Agripa
20 Ahora bien, Herodes estaba muy enojado con los habitantes de Tiro y de Sidón. Entonces ellos enviaron una delegación para que hiciera las paces con él, porque sus ciudades dependían del país de Herodes para obtener alimento. Los delegados se ganaron el apoyo de Blasto, el asistente personal de Herodes, 21 y así se les concedió una cita con Herodes. Cuando llegó el día, Herodes se puso sus vestiduras reales, se sentó en su trono y les dio un discurso. 22 El pueblo le dio una gran ovación, gritando: «¡Es la voz de un dios, no la de un hombre!».
23 Al instante, un ángel del Señor hirió a Herodes con una enfermedad, porque él aceptó la adoración de la gente en lugar de darle la gloria a Dios. Así que murió carcomido por gusanos.
24 Mientras tanto, la palabra de Dios seguía extendiéndose, y hubo muchos nuevos creyentes.
25 Cuando Bernabé y Saulo terminaron su misión en Jerusalén, regresaron[d] llevándose con ellos a Juan Marcos.
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