Old/New Testament
Samuel unge a Saúl como rey
10 Entonces Samuel tomó un frasco de aceite de oliva y lo derramó sobre la cabeza de Saúl. Besó a Saúl y dijo: «Hago esto porque el Señor te ha designado para que gobiernes a Israel, su posesión más preciada.[a] 2 Cuando me dejes hoy, verás a dos hombres junto a la tumba de Raquel en Selsa, en los límites del territorio de Benjamín. Ellos te dirán que los burros fueron encontrados y que tu padre dejó de preocuparse por ellos, pero que ahora está preocupado por ti. Está preguntando: “¿Han visto a mi hijo?”.
3 »Cuando llegues al roble de Tabor, te encontrarás con tres hombres que van camino a Betel para adorar a Dios. Uno llevará tres cabritos, otro tendrá tres panes y el tercero un odre lleno de vino. 4 Los tres hombres te saludarán y te ofrecerán dos panes, los cuales debes aceptar.
5 »Cuando llegues a Guibeá de Dios,[b] donde está la guarnición de los filisteos, encontrarás a un grupo de profetas que desciende del lugar de adoración. Estarán tocando un arpa, una pandereta, una flauta y una lira, y estarán profetizando. 6 En ese momento el Espíritu del Señor vendrá poderosamente sobre ti y profetizarás con ellos. Serás transformado en una persona diferente. 7 Después de que sucedan estas señales, haz lo que deba hacerse, porque Dios está contigo. 8 Luego desciende a Gilgal delante de mí. Allí me encontraré contigo para sacrificar ofrendas quemadas y ofrendas de paz. Deberás esperar siete días hasta que yo llegue y te dé más instrucciones».
Las señales de Samuel se cumplen
9 Mientras Saúl se daba vuelta para irse, Dios le dio un nuevo corazón, y todas las señales de Samuel se cumplieron en ese día. 10 Cuando Saúl y su siervo llegaron a Guibeá, vieron a un grupo de profetas que se les acercaba. Entonces el Espíritu de Dios vino poderosamente sobre Saúl, y él también comenzó a profetizar. 11 Cuando los que conocían a Saúl se enteraron de lo sucedido, exclamaron: «¿Qué? ¿Hasta Saúl es profeta? ¿Cómo se convirtió el hijo de Cis en profeta?».
12 Además, uno de los que estaban allí dijo: «¿Cualquiera puede convertirse en profeta, sin importar quien sea su padre?»[c]. Este es el origen del dicho: «¿Hasta Saúl es profeta?».
13 Cuando Saúl terminó de profetizar, subió al lugar de adoración.
14 —¿Dónde han estado?—les preguntó el tío de Saúl a él y a su siervo.
—Estábamos buscando a los burros—le respondió Saúl—, pero no pudimos encontrarlos. Así que acudimos a Samuel para preguntarle dónde estaban.
15 —¡Ah! ¿Y qué dijo?—le preguntó su tío.
16 —Nos dijo que ya habían encontrado los burros—contestó Saúl.
Pero Saúl no le contó a su tío lo que Samuel había dicho acerca del reino.
Saúl es proclamado rey
17 Después Samuel convocó a todo el pueblo de Israel para que se reuniera delante del Señor en Mizpa, 18 y dijo: «Esto es lo que el Señor, Dios de Israel, ha declarado: “Los saqué de Egipto; los rescaté de los egipcios y de todas las naciones que los oprimían. 19 Pero aunque los rescaté de su miseria y aflicción, hoy han rechazado a su Dios y han dicho: ‘¡No, en lugar de Dios queremos un rey!’. Por lo tanto, preséntense ahora delante del Señor por tribus y clanes”».
20 Entonces Samuel reunió a todas las tribus de Israel delante del Señor, y por sorteo se eligió a la tribu de Benjamín. 21 Después llevó a cada familia de la tribu de Benjamín delante del Señor, y se eligió a la familia de los Matri. Finalmente de entre ellos fue escogido Saúl, hijo de Cis. Pero cuando lo buscaron, ¡había desaparecido! 22 Entonces le preguntaron al Señor:
—¿Dónde está?
Y el Señor contestó:
—Está escondido entre el equipaje.
23 Así que lo encontraron y lo sacaron. Era tan alto que los demás apenas le llegaban al hombro.
24 Luego Samuel dijo a todo el pueblo: «Este es el hombre que el Señor ha escogido como su rey. ¡No hay nadie como él en todo Israel!».
Y todo el pueblo gritó: «¡Viva el rey!».
25 Después, Samuel le explicó al pueblo cuales eran los derechos y las obligaciones de un rey. Los escribió en un rollo y lo puso delante del Señor. Luego Samuel envió al pueblo a sus casas.
26 Cuando Saúl regresó a su casa en Guibeá lo acompañó un grupo de hombres a quienes Dios les había tocado el corazón. 27 Sin embargo, había unos sinvergüenzas que se quejaban: «¿Cómo puede este hombre salvarnos?». Y lo despreciaban y se negaban a llevarle regalos; pero Saúl no les hizo caso.
[Nahas, rey de los amonitas, había estado oprimiendo gravemente a los habitantes de Gad y de Rubén que vivían al oriente del río Jordán. Les sacó el ojo derecho a todos los israelitas que vivían allí, y no permitía que nadie viniera a rescatarlos. De hecho, de todos los israelitas que vivían al oriente del río Jordán, no había uno solo a quien Nahas no le hubiera sacado el ojo derecho. Pero había siete mil hombres que habían escapado de los amonitas y se habían establecido en Jabes de Galaad][d].
Saúl derrota a los amonitas
11 Como un mes después,[e] el rey Nahas de Amón dirigió a su ejército contra la ciudad israelita llamada Jabes de Galaad. Pero los habitantes de Jabes pidieron paz.
—Haz un tratado con nosotros y seremos tus siervos—rogaron.
2 —Está bien—dijo Nahas—, pero con una sola condición. ¡Le sacaré el ojo derecho a cada uno de ustedes para deshonrar a todo Israel!
3 —¡Danos siete días para enviar mensajeros por todo Israel!—respondieron los ancianos de Jabes—. Si nadie viene a salvarnos, aceptaremos tus condiciones.
4 Cuando los mensajeros llegaron a Guibeá de Saúl y le contaron al pueblo acerca de su aprieto, todos se echaron a llorar. 5 Saúl había estado arando un campo con sus bueyes y, cuando regresó a la ciudad, preguntó: «¿Qué les pasa? ¿Por qué están llorando?». Así que le contaron del mensaje de Jabes.
6 Entonces el Espíritu de Dios vino con poder sobre Saúl y se enojó mucho. 7 Así que, tomó dos bueyes, los cortó en pedazos y envió mensajeros para que los llevaran por todo Israel con el siguiente mensaje: «¡Esto es lo que le pasará a los bueyes del que se niegue a seguir a Saúl y a Samuel a la batalla!». Entonces el Señor hizo que la gente tuviera miedo del enojo de Saúl, por lo tanto, todos salieron a la guerra como un solo hombre. 8 Cuando Saúl los movilizó en Bezec, se dio cuenta de que había trescientos mil hombres de Israel y treinta mil[f] de Judá.
9 Entonces Saúl envió a los mensajeros de regreso a Jabes de Galaad para decir: «¡Los rescataremos mañana antes del mediodía!». Cuando llegó el mensaje, ¡hubo gran alegría en toda la ciudad!
10 Así que los hombres de Jabes dijeron a sus enemigos: «Mañana iremos a ustedes y podrán hacer con nosotros lo que quieran». 11 Pero a la mañana siguiente, antes del amanecer, Saúl llegó con su ejército dividido en tres destacamentos. Entonces atacó por sorpresa a los amonitas y los masacró durante toda la mañana. El resto del ejército amonita quedó tan disperso que no había dos de ellos juntos.
12 Entonces la gente clamó a Samuel:
—¿Ahora, dónde están esos hombres que decían: “¿Por qué debe Saúl gobernarnos?”? ¡Tráiganlos aquí y los mataremos!
13 Pero Saúl respondió:
—Nadie será ejecutado hoy, ¡porque este día el Señor rescató a Israel!
14 Luego Samuel dijo a la gente:
—¡Vengan, vamos todos a Gilgal para renovar el reino!
15 Así que todos fueron a Gilgal y en una ceremonia solemne delante del Señor proclamaron rey a Saúl. Después ofrecieron ofrendas de paz al Señor, y Saúl y todos los israelitas se llenaron de alegría.
Discurso de despedida de Samuel
12 Entonces Samuel se dirigió a todo Israel:
—He hecho lo que me han pedido y les he dado un rey. 2 Ahora el rey es su líder. Estoy aquí delante de ustedes—un hombre ya viejo y canoso—y mis hijos les sirven. He sido su líder desde mi niñez hasta el día de hoy. 3 Ahora testifiquen contra mí en presencia del Señor y ante su ungido. ¿A quién le he robado un buey o un burro? ¿Alguna vez he estafado a alguno de ustedes? ¿Alguna vez los he oprimido? ¿Alguna vez he aceptado soborno o he pervertido la justicia? Díganmelo y corregiré cualquier cosa incorrecta que haya hecho.
4 —No—le contestaron ellos—, nunca nos has engañado ni oprimido y nunca has aceptado soborno alguno.
5 —El Señor y su ungido son mis testigos hoy—declaró Samuel—de que mis manos están limpias.
—Sí, él es nuestro testigo—respondieron.
6 —Fue el Señor quien designó a Moisés y a Aarón—continuó Samuel—. Él sacó a sus antepasados de la tierra de Egipto. 7 Ahora, permanezcan aquí en silencio delante del Señor mientras les recuerdo todas las grandes cosas que el Señor ha hecho por ustedes y por sus antepasados.
8 »Cuando los israelitas estaban[g] en Egipto y clamaron al Señor, él envió a Moisés y a Aarón para rescatarlos de Egipto y traerlos a esta tierra. 9 Sin embargo, los israelitas pronto se olvidaron del Señor su Dios, entonces él los entregó a Sísara, el comandante del ejército de Hazor, y también a los filisteos y al rey de Moab, quienes lucharon contra ellos.
10 »Entonces clamaron al Señor nuevamente y confesaron: “Hemos pecado al apartarnos del Señor y al rendir culto a las imágenes de Baal y Astoret. Pero te adoraremos a ti y solo a ti si nos rescatas de nuestros enemigos”. 11 Luego el Señor envió a Gedeón,[h] a Bedán,[i] a Jefté y a Samuel[j] para salvarlos, y ustedes vivieron a salvo.
12 »Pero cuando tuvieron miedo de Nahas, rey de Amón, vinieron a mí y dijeron que querían un rey para que gobernara sobre ustedes, aun cuando el Señor su Dios ya era su rey. 13 Está bien, aquí está el rey que han escogido. Ustedes lo pidieron y el Señor se lo concedió.
14 »Ahora, si ustedes temen al Señor y lo adoran, si escuchan su voz y no se rebelan contra sus mandatos, entonces tanto ustedes como su rey demostrarán que reconocen al Señor como su Dios. 15 Pero si se rebelan contra los mandatos del Señor y rehúsan escucharlo, entonces su mano será tan dura con ustedes como ha sido con sus antepasados.
16 »Ahora quédense aquí y vean la maravilla que el Señor está a punto de hacer. 17 Ustedes saben que nunca llueve en esta época del año durante la cosecha de trigo. Le pediré al Señor que hoy envíe truenos y lluvia. ¡Entonces se darán cuenta de qué tan perversos han sido al pedirle al Señor un rey!
18 Entonces Samuel clamó al Señor, y ese mismo día envió truenos y lluvia. Y todo el pueblo quedó aterrado del Señor y de Samuel.
19 —¡Ora al Señor tu Dios por nosotros o moriremos!—le dijeron a Samuel—. A nuestras faltas hemos agregado el pecado de pedir un rey.
20 —No teman—los tranquilizó Samuel—, de verdad han hecho mal, pero ahora asegúrense de adorar al Señor con todo el corazón y no le den la espalda. 21 No vuelvan a rendir culto a ídolos despreciables que no pueden ayudarlos o rescatarlos, ¡son completamente inútiles! 22 El Señor no abandonará a su pueblo, porque eso traería deshonra a su gran nombre. Pues le agradó al Señor hacerlos su pueblo.
23 »En cuanto a mí, ciertamente no pecaré contra el Señor al dejar de orar por ustedes. Y seguiré enseñándoles lo que es bueno y correcto. 24 Por su parte, asegúrense de temer al Señor y de servirlo fielmente. Piensen en todas las cosas maravillosas que él ha hecho por ustedes. 25 Pero si siguen pecando, ustedes y su rey serán destruidos.
Jesús sana a un muchacho endemoniado
37 Al día siguiente, después que bajaron del monte, una gran multitud salió al encuentro de Jesús. 38 Un hombre de la multitud le exclamó:
—Maestro, te suplico que veas a mi hijo, el único que tengo. 39 Un espíritu maligno sigue apoderándose de él, haciéndolo gritar. Le causa tales convulsiones que echa espuma por la boca; lo sacude violentamente y casi nunca lo deja en paz. 40 Les supliqué a tus discípulos que expulsaran ese espíritu, pero no pudieron hacerlo.
41 —Gente corrupta y sin fe—dijo Jesús—, ¿hasta cuándo tendré que estar con ustedes y soportarlos?
Entonces le dijo al hombre:
—Tráeme a tu hijo aquí.
42 Cuando el joven se acercó, el demonio lo arrojó al piso y le causó una violenta convulsión; pero Jesús reprendió al espíritu maligno[a] y sanó al muchacho. Después lo devolvió a su padre. 43 El asombro se apoderó de la gente al ver esa majestuosa demostración del poder de Dios.
Jesús predice otra vez su muerte
Mientras todos se maravillaban de las cosas que él hacía, Jesús dijo a sus discípulos: 44 «Escúchenme y recuerden lo que digo. El Hijo del Hombre será traicionado y entregado en manos de sus enemigos». 45 Sin embargo, ellos no entendieron lo que quiso decir. El significado de lo que decía estaba oculto de ellos, por eso no pudieron entender y tenían miedo de preguntarle.
El más importante en el reino
46 Entonces los discípulos comenzaron a discutir entre ellos acerca de quién era el más importante. 47 Pero Jesús conocía lo que ellos pensaban, así que trajo a un niño y lo puso a su lado. 48 Luego les dijo: «Todo el que recibe de mi parte[b] a un niño pequeño como este, me recibe a mí; y todo el que me recibe a mí, también recibe al Padre, quien me envió. El más insignificante entre ustedes es el más importante».
Uso del nombre de Jesús
49 Juan le dijo a Jesús:
—Maestro, vimos a alguien usar tu nombre para expulsar demonios, pero le dijimos que no lo hiciera porque no pertenece a nuestro grupo.
50 Jesús le dijo:
—¡No lo detengan! Todo el que no está en contra de ustedes está a su favor.
Oposición de los samaritanos
51 Cuando se acercaba el tiempo de ascender al cielo, Jesús salió con determinación hacia Jerusalén. 52 Envió mensajeros por delante a una aldea de Samaria para que se hicieran los preparativos para su llegada, 53 pero los habitantes de la aldea no recibieron a Jesús porque iba camino a Jerusalén. 54 Cuando Santiago y Juan vieron eso, le dijeron a Jesús: «Señor, ¿quieres que hagamos bajar fuego del cielo para que los consuma[c]?». 55 Entonces Jesús se volvió a ellos y los reprendió.[d] 56 Así que siguieron de largo hacia otro pueblo.
Lo que cuesta seguir a Jesús
57 Mientras caminaban, alguien le dijo a Jesús:
—Te seguiré a cualquier lugar que vayas.
58 Jesús le respondió:
—Los zorros tienen cuevas donde vivir y los pájaros tienen nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene ni siquiera un lugar donde recostar la cabeza.
59 Dijo a otro:
—Ven, sígueme.
El hombre aceptó, pero le dijo:
—Señor, deja que primero regrese a casa y entierre a mi padre.
60 Jesús le dijo:
—¡Deja que los muertos espirituales entierren a sus propios muertos![e] Tu deber es ir y predicar acerca del reino de Dios.
61 Otro dijo:
—Sí, Señor, te seguiré, pero primero deja que me despida de mi familia.
62 Jesús le dijo:
—El que pone la mano en el arado y luego mira atrás no es apto para el reino de Dios.
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