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Old/New Testament

Each day includes a passage from both the Old Testament and New Testament.
Duration: 365 days
Reina-Valera 1995 (RVR1995)
Version
Cantares 4-5

El esposo enamorado

El esposo

¡Qué hermosa eres, amada mía,
qué hermosa eres!
¡Tus ojos son como palomas
en medio de tus guedejas!
Tus cabellos, como manada de cabras
que bajan retozando las laderas de Galaad.
Tus dientes, como manada de ovejas
que suben del baño recién trasquiladas,
todas con crías gemelas,
ninguna entre ellas estéril.
Tus labios son como un hilo de grana;
tu hablar, cadencioso;
tus mejillas,
como gajos de granada detrás de tu velo.
Tu cuello, como la torre de David,
edificada para armería:
de ella cuelgan mil escudos,
escudos todos de valientes.
Tus dos pechos, como gemelos de gacela
que se apacientan entre lirios.
Mientras despunta el día y huyen las sombras,
me iré al monte de la mirra,
a la colina del incienso.

¡Qué hermosa eres, amada mía!
No hay defecto en ti.

Ven conmigo del Líbano, esposa mía;
baja del Líbano conmigo.
Mira desde la cumbre del Amana,
desde la cumbre del Senir y del Hermón,
desde las guaridas de los leones,
desde los montes de los leopardos.

Me robaste el corazón, hermana, esposa mía;
me robaste el corazón con una mirada tuya,
con una gargantilla de tu cuello.
10 ¡Cuán hermosos son tus amores, hermana, esposa mía!
¡Cuánto mejores que el vino tus amores,
y la fragancia de tus perfumes
más que toda especia aromática!
11 ¡Esposa mía! Tus labios, como un panal, destilan miel;
miel y leche hay debajo de tu lengua,
y el aroma de tus vestidos
es como la fragancia del Líbano.

12 Jardín cerrado eres, hermana mía, esposa mía;
fuente cerrada, sellado manantial,
13 vergel de renuevos de granado,
de frutos suaves,
de flores de alheña y de nardos,
14 nardo y azafrán,
caña aromática y canela,
árboles de incienso
y de mirra, áloes
y las más aromáticas especias.
15 Manantial de los jardines,
pozo de aguas vivas
que descienden del Líbano.

La esposa

16 ¡Levántate, Aquilón, y ven, Austro!
¡Soplad, y mi jardín desprenda sus aromas!
¡Venga mi amado a su jardín
y coma de sus dulces frutos!

El esposo

He venido a mi jardín,
hermana, esposa mía;
he recogido mi mirra y mis aromas,
he comido mi panal y mi miel,
mi vino y mi leche he bebido.

Coro

Comed, amados amigos;
bebed en abundancia.

El tormento de la separación

La esposa

Yo dormía, pero mi corazón velaba.
La voz de mi amado que llama:
«¡Ábreme, hermana mía, amada mía,
paloma mía, perfecta mía,
pues mi cabeza está cubierta de rocío,
mis cabellos, de la humedad de la noche!

»Me he quitado la ropa,
¿cómo vestirme otra vez?
Ya me he lavado los pies,
¿cómo ensuciarlos de nuevo?»

Mi amado metió su mano por el resquicio de la puerta
y mi corazón se conmovió dentro de mí.
Me levanté para abrir a mi amado
y mis manos gotearon mirra:
¡de mis dedos corría la mirra
sobre el pestillo de la cerradura!

Abrí a mi amado,
pero mi amado se había ido, ya había pasado,
y tras su voz se me salió el alma.
Lo busqué, mas no lo hallé;
lo llamé, y no me respondió.
Me encontraron los guardias que rondan la ciudad;
me golpearon, me hirieron,
me arrebataron el manto
los guardias de las murallas.
Yo os conjuro, hijas de Jerusalén,
si halláis a mi amado,
hacedle saber que estoy enferma de amor.

La esposa enamorada

Coro

¿Qué es tu amado más que otro amado,
tú, la más hermosa entre las mujeres?
¿Qué es tu amado más que otro amado,
para que así nos conjures?

La esposa

10 Mi amado es blanco y sonrosado,
distinguido entre diez mil;
11 su cabeza es oro fino;
sus cabellos crespos, negros como el cuervo.
12 Sus ojos, palomas que junto a arroyos de aguas se bañan en leche,
están a la perfección colocados.
13 Sus mejillas, eras perfumadas con especias aromáticas,
son como fragantes flores;
sus labios, lirios que destilan mirra.
14 Sus manos, anillos de oro engastados de jacintos;
su cuerpo, claro marfil cubierto de zafiros.
15 Sus piernas, columnas de mármol
fundadas sobre basas de oro fino;
su aspecto, como el Líbano;
esbelto cual los cedros.
16 Su paladar, dulcísimo,
y todo en él codiciable.

¡Tal es mi amado, tal es mi amigo,
hijas de Jerusalén!

Gálatas 3

El Espíritu se recibe por la fe

¡Gálatas insensatos!, ¿quién os fascinó para no obedecer a la verdad, a vosotros ante cuyos ojos Jesucristo fue ya presentado claramente crucificado? Esto sólo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la Ley o por el escuchar con fe? ¿Tan insensatos sois? Habiendo comenzado por el Espíritu, ¿ahora vais a acabar por la carne? ¿Tantas cosas habéis padecido en vano? Si es que realmente fue en vano. Aquel, pues, que os da el Espíritu y hace maravillas entre vosotros, ¿lo hace por las obras de la Ley o por el oír con fe?

El pacto de Dios con Abraham

Así Abraham creyó a Dios y le fue contado por justicia. Sabed, por tanto, que los que tienen fe, éstos son hijos de Abraham. Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: «En ti serán benditas todas las naciones.» De modo que los que tienen fe son bendecidos con el creyente Abraham.

10 Todos los que dependen de las obras de la Ley están bajo maldición, pues escrito está: «Maldito sea el que no permanezca en todas las cosas escritas en el libro de la Ley, para cumplirlas.» 11 Y que por la Ley nadie se justifica ante Dios es evidente, porque «el justo por la fe vivirá». 12 Pero la Ley no procede de la fe, sino que dice: «El que haga estas cosas vivirá por ellas.»

13 Cristo nos redimió de la maldición de la Ley, haciéndose maldición por nosotros (pues está escrito: «Maldito todo el que es colgado en un madero»), 14 para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzara a los gentiles, a fin de que por la fe recibiéramos la promesa del Espíritu.

15 Hermanos, hablo en términos humanos: Un pacto, aunque sea hecho por un hombre, una vez ratificado, nadie lo invalida, ni le añade. 16 Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su descendencia. No dice: «Y a los descendientes», como si hablara de muchos, sino como de uno: «Y a tu descendencia», la cual es Cristo. 17 Esto, pues, digo: El pacto previamente ratificado por Dios en Cristo no puede ser anulado por la Ley, la cual vino cuatrocientos treinta años después; eso habría invalidado la promesa, 18 porque si la herencia es por la Ley, ya no es por la promesa; pero Dios se la concedió a Abraham mediante la promesa.

El propósito de la Ley

19 Entonces, ¿para qué sirve la Ley? Fue añadida a causa de las transgresiones, hasta que viniera la descendencia a quien fue hecha la promesa; y fue dada por medio de ángeles en manos de un mediador. 20 Y el mediador no lo es de uno solo; pero Dios es uno.

21 Entonces, ¿la Ley contradice las promesas de Dios? ¡De ninguna manera! Porque si la Ley dada pudiera vivificar, la justicia sería verdaderamente por la Ley. 22 Pero la Escritura lo encerró todo bajo pecado, para que la promesa que es por la fe en Jesucristo fuera dada a los creyentes.

23 Pero antes que llegara la fe, estábamos confinados bajo la Ley, encerrados para aquella fe que iba a ser revelada. 24 De manera que la Ley ha sido nuestro guía para llevarnos a Cristo, a fin de que fuéramos justificados por la fe. 25 Pero ahora que ha venido la fe, ya no estamos bajo un guía, 26 porque todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús, 27 pues todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. 28 Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. 29 Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente descendientes de Abraham sois, y herederos según la promesa.

Reina-Valera 1995 (RVR1995)

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