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Old/New Testament

Each day includes a passage from both the Old Testament and New Testament.
Duration: 365 days
Reina-Valera 1995 (RVR1995)
Version
2 Samuel 1-2

David se entera de la muerte de Saúl

Aconteció después de la muerte de Saúl, que vuelto David de derrotar a los amalecitas, estuvo dos días en Siclag. Al tercer día, llegó uno del campamento de Saúl, con los vestidos rotos y la cabeza cubierta de tierra. Cuando se presentó ante David, se postró en tierra e hizo una reverencia. David le preguntó:

—¿De dónde vienes?

—Me he escapado del campamento de Israel —le respondió él.

—¿Qué ha acontecido? Te ruego que me lo digas —le preguntó David.

—El pueblo huyó de la batalla; han caído muchos del pueblo y murieron. También Saúl y su hijo Jonatán murieron —respondió él.

Dijo David a aquel joven que le daba la noticia:

—¿Cómo sabes que han muerto Saúl y su hijo Jonatán?

El joven que le daba la noticia respondió:

—Casualmente fui al monte Gilboa, y hallé a Saúl que se apoyaba sobre su lanza; tras él venían carros y gente de a caballo. Se volvió y al verme me llamó; yo respondí: “Heme aquí.” Me preguntó: “¿Quién eres tú?” Yo le respondí: “Soy amalecita.” Luego me dijo: “Te ruego que te acerques y me mates, porque se ha apoderado de mí la angustia; pues aún sigo vivo.” 10 Yo entonces me acerqué y lo maté, porque sabía que no podía vivir después de su caída. Tomé la corona que llevaba sobre su cabeza y el brazalete que tenía en su brazo, y se los he traído aquí a mi señor.

11 Entonces David, tirando de sus vestidos, los rasgó, y lo mismo hicieron los hombres que estaban con él. 12 Lloraron, se lamentaron y ayunaron hasta la noche, por Saúl y por su hijo Jonatán, por el pueblo de Jehová y por la casa de Israel, pues habían caído al filo de la espada. 13 David preguntó luego a aquel joven que le había traído la noticia:

—¿De dónde eres tú?

—Soy hijo de un extranjero, amalecita —respondió él.

14 —¿Cómo no tuviste temor de extender tu mano para matar al ungido de Jehová? —le dijo David.

15 Entonces llamó David a uno de sus hombres, y le dijo:

—Ve y mátalo.

Él lo hirió, y murió, 16 mientras David decía:

—Tu sangre sea sobre tu cabeza, pues tu misma boca atestiguó contra ti, al decir: “Yo maté al ungido de Jehová.”

Lamento de David por Saúl y Jonatán

17 David entonó este lamento por Saúl y Jonatán, su hijo, 18 y dijo que debía enseñarse a los hijos de Judá. Así está escrito en el libro de Jaser:

19 «¡Ha perecido la gloria de Israel sobre tus alturas!
¡Cómo han caído los valientes!
20 No lo anunciéis en Gat,
ni deis las nuevas en las plazas de Ascalón;
para que no se alegren las hijas de los filisteos,
para que no salten de gozo las hijas de los incircuncisos.

21 »Montes de Gilboa,
ni rocío ni lluvia caiga sobre vosotros,
ni seáis tierras de ofrendas;
porque allí fue desechado el escudo de los valientes,
el escudo de Saúl, como si no hubiera sido ungido con aceite.

22 »Sin la sangre de los muertos, sin la grasa de los valientes,
el arco de Jonatán jamás retrocedía,
ni la espada de Saúl volvió vacía.

23 »Saúl y Jonatán, amados y queridos;
inseparables en la vida, tampoco en su muerte fueron separados;
más ligeros eran que águilas,
más fuertes que leones.

24 »Hijas de Israel, llorad por Saúl,
quien os vestía de escarlata y lino fino,
quien adornaba vuestras ropas con ornamentos de oro.
25 ¡Cómo han caído los valientes en medio de la batalla!
¡Jonatán, muerto en tus alturas!
26 Angustia tengo por ti, Jonatán, hermano mío,
cuán dulce fuiste conmigo.
Más maravilloso me fue tu amor
que el amor de las mujeres.
27 ¡Cómo han caído los valientes,
cómo han perecido las armas de guerra!»

David es proclamado rey de Judá

Después de esto aconteció que David consultó a Jehová diciendo:

—¿Subiré a alguna de las ciudades de Judá?

Jehová le respondió:

—Sube.

David volvió a preguntar:

—¿A dónde subiré?

—A Hebrón —le respondió él.

David subió allá con sus dos mujeres, Ahinoam, la jezreelita y Abigail, la que fue mujer de Nabal, el de Carmel. También llevó David consigo a los hombres que lo acompañaban, cada uno con su familia, los cuales habitaron en las ciudades de Hebrón. Luego vinieron los hombres de Judá y ungieron allí a David como rey sobre la casa de Judá.

Cuando avisaron a David que los de Jabes de Galaad habían sepultado a Saúl, envió unos mensajeros a los de Jabes de Galaad, diciéndoles: «Benditos seáis vosotros de Jehová, por haber hecho esta obra de misericordia con vuestro señor, con Saúl, dándole sepultura. Ahora, pues, que Jehová os trate con misericordia y verdad. También yo os trataré bien por esto que habéis hecho. Esfuércense, pues, ahora vuestras manos y sed valientes; pues murió Saúl, vuestro señor, y los de la casa de Judá me han ungido para que sea su rey.»

Guerra entre David y la casa de Saúl

Pero Abner hijo de Ner, general del ejército de Saúl, tomó a Is-boset hijo de Saúl, lo llevó a Mahanaim y lo proclamó rey sobre Galaad, sobre Gesuri, sobre Jezreel, sobre Efraín, sobre Benjamín y sobre todo Israel. 10 De cuarenta años era Is-boset hijo de Saúl cuando comenzó a reinar sobre Israel, y reinó dos años. Solamente los de la casa de Judá siguieron a David. 11 El número de días que David reinó en Hebrón sobre la casa de Judá fue de siete años y seis meses.

12 Abner hijo de Ner salió de Mahanaim a Gabaón con los siervos de Is-boset hijo de Saúl. 13 Joab, hijo de Sarvia y los siervos de David salieron también y los encontraron junto al estanque de Gabaón; se pararon, los unos a un lado del estanque y los otros al otro lado. 14 Dijo entonces Abner a Joab:

—Levántense ahora los jóvenes y maniobren delante de nosotros.

Joab respondió:

—Que se levanten.

15 Entonces se levantaron y avanzaron en número igual, doce de Benjamín por Is-boset hijo de Saúl, y doce de los siervos de David. 16 Cada uno echó mano de la cabeza de su adversario y metió la espada en el costado de su adversario, y cayeron todos a la vez; por eso aquel lugar, que está en Gabaón, fue llamado «Helcat-hazurim». 17 Aquel día se libró una batalla muy reñida, y Abner y los de Israel fueron vencidos por los siervos de David. 18 Estaban allí los tres hijos de Sarvia: Joab, Abisai y Asael. Asael, que era ligero de pies como una gacela del campo, 19 se lanzó detrás de Abner, sin apartarse ni a derecha ni a izquierda. 20 Abner volvió la vista y dijo:

—¿No eres tú Asael?

—Sí —respondió él.

21 Entonces Abner le dijo:

—Apártate a la derecha o a la izquierda, echa mano de alguno de los hombres y toma para ti sus despojos.

Pero Asael no quiso dejar de perseguirlo. 22 Abner volvió a decir a Asael:

—Deja de perseguirme; ¿por qué he de herirte hasta derribarte? ¿Cómo podría levantar entonces mi rostro delante de tu hermano Joab?

23 Como no quiso irse, Abner lo hirió con la empuñadura de la lanza por la quinta costilla. La lanza le salió por la espalda, y cayó muerto allí mismo. Y todos los que venían por aquel lugar donde Asael había caído muerto, se detenían. 24 Pero Joab y Abisai persiguieron a Abner. Cuando el sol se puso, llegaron a la colina de Amma, que está delante de Gía, junto al camino del desierto de Gabaón. 25 Se agruparon los hijos de Benjamín detrás de Abner, formando un solo ejército, e hicieron un alto en la cumbre de la colina. 26 Entonces Abner gritó a Joab diciendo:

—¿Nos devorará la espada perpetuamente? ¿No sabes tú que al cabo todo será amargura? ¿Hasta cuándo esperarás para decir al pueblo que deje de perseguir a sus hermanos?

27 Joab respondió:

—¡Vive Dios!, que de no haber hablado tú, el pueblo habría dejado de perseguir a sus hermanos sólo en la mañana.

28 Entonces Joab tocó el cuerno: todo el pueblo se detuvo y no persiguió más a los de Israel, ni peleó más. 29 Abner y los suyos caminaron por el Arabá toda aquella noche, pasaron el Jordán, cruzaron por todo Bitrón y llegaron a Mahanaim.

30 Joab también dejó de perseguir a Abner y reunió a todo el pueblo. De los siervos de David faltaron Asael y diecinueve hombres. 31 Pero los siervos de David hirieron a trescientos sesenta de los hombres de Benjamín y de Abner, los cuales murieron.

32 Tomaron luego a Asael y lo sepultaron en el sepulcro de su padre en Belén. Después de caminar toda aquella noche, Joab y sus hombres llegaron a Hebrón al amanecer.

Lucas 14:1-24

Jesús sana a un hidrópico

14 Aconteció que un sábado Jesús entró a comer en casa de un gobernante fariseo, y ellos lo acechaban. Y estaba delante de él un hombre hidrópico. Entonces Jesús habló a los intérpretes de la Ley y a los fariseos, diciendo:

—¿Es lícito sanar en sábado?

Pero ellos callaron. Él, tomándolo, lo sanó y lo despidió. Y dirigiéndose a ellos, dijo:

—¿Quién de vosotros, si su asno o su buey cae en algún pozo, no lo saca inmediatamente, aunque sea sábado?

Y no le podían replicar a estas cosas.

Los convidados a las bodas

Observando cómo los convidados escogían los primeros asientos a la mesa, les refirió una parábola, diciéndoles: «Cuando seas convidado por alguien a unas bodas no te sientes en el primer lugar, no sea que otro más distinguido que tú esté convidado por él, y viniendo el que te convidó a ti y a él, te diga: “Da lugar a éste”, y entonces tengas que ocupar avergonzado el último lugar. 10 Más bien, cuando seas convidado, ve y siéntate en el último lugar, para que cuando venga el que te convidó te diga: “Amigo, sube más arriba.” Entonces tendrás el reconocimiento de los que se sientan contigo a la mesa. 11 Cualquiera que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.»

12 Dijo también al que lo había convidado:

—Cuando hagas comida o cena, no llames a tus amigos ni a tus hermanos ni a tus parientes ni a vecinos ricos, no sea que ellos, a su vez, te vuelvan a convidar, y seas recompensado. 13 Cuando hagas banquete, llama a los pobres, a los mancos, a los cojos y a los ciegos; 14 y serás bienaventurado, porque ellos no te pueden recompensar, pero te será recompensado en la resurrección de los justos.

Parábola de la gran cena

15 Oyendo esto uno de los que estaban sentados con él a la mesa, le dijo:

—¡Bienaventurado el que coma pan en el reino de Dios!

16 Entonces Jesús le dijo: «Un hombre hizo una gran cena y convidó a muchos. 17 A la hora de la cena envió a su siervo a decir a los convidados: “Venid, que ya todo está preparado.” 18 Pero todos a una comenzaron a excusarse. El primero dijo: “He comprado una hacienda y necesito ir a verla. Te ruego que me excuses.” 19 Otro dijo: “He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlos. Te ruego que me excuses.” 20 Y otro dijo: “Acabo de casarme y por tanto no puedo ir.” 21 El siervo regresó e hizo saber estas cosas a su señor. Entonces, enojado el padre de familia, dijo a su siervo: “Ve pronto por las plazas y las calles de la ciudad, y trae acá a los pobres, a los mancos, a los cojos y a los ciegos.” 22 Dijo el siervo: “Señor, se ha hecho como mandaste y aún hay lugar.” 23 Dijo el señor al siervo: “Ve por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar para que se llene mi casa, 24 pues os digo que ninguno de aquellos hombres que fueron convidados gustará mi cena.”»

Reina-Valera 1995 (RVR1995)

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