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Old/New Testament

Each day includes a passage from both the Old Testament and New Testament.
Duration: 365 days
Reina-Valera 1995 (RVR1995)
Version
1 Samuel 13-14

Guerra contra los filisteos

13 Había ya reinado Saúl un año, y cuando llevaba reinando dos años sobre Israel, escogió a tres mil hombres de Israel; estaban con Saúl dos mil en Micmas y en el monte Bet-el, y mil estaban con Jonatán en Gabaa de Benjamín, y envió al resto del pueblo cada uno a sus tiendas. Jonatán atacó a la guarnición de los filisteos que había en el collado, y lo supieron los filisteos. Entonces Saúl hizo tocar trompeta por todo el país, diciendo: «¡Que oigan los hebreos!»

Cuando todo Israel supo que se decía: «Saúl ha atacado a la guarnición de los filisteos», y también que Israel se había hecho odioso a los filisteos, se reunió el pueblo tras Saúl en Gilgal. Se concentraron entonces los filisteos para pelear contra Israel: treinta mil carros, seis mil hombres de a caballo, y pueblo numeroso como la arena que está a la orilla del mar. Luego subieron y acamparon en Micmas, al oriente de Bet-avén.

Cuando los hombres de Israel vieron que estaban en peligro (porque el pueblo estaba en grave aprieto), se escondieron en cuevas, en fosos, en peñascos, en rocas y en cisternas. Algunos de los hebreos pasaron el Jordán hacia la tierra de Gad y de Galaad; pero Saúl permanecía aún en Gilgal, y todo el pueblo iba tras él temblando. Esperó siete días, conforme al plazo que Samuel había fijado, pero Samuel no llegaba a Gilgal y el pueblo se desbandaba. Entonces dijo Saúl:

—Traedme el holocausto y las ofrendas de paz.

Y ofreció el holocausto.

10 Cuando él acababa de ofrecer el holocausto, vio a Samuel que venía; y Saúl salió a su encuentro para saludarlo. 11 Samuel dijo:

—¿Qué has hecho?

Saúl respondió:

—Porque vi que el pueblo se desbandaba y que tú no venías dentro del plazo señalado, mientras los filisteos estaban ya concentrados en Micmas, 12 me dije: “Ahora descenderán los filisteos contra mí a Gilgal y yo no he implorado el favor de Jehová.” Así que me vi forzado a ofrecer el holocausto.

13 Entonces Samuel dijo a Saúl:

—Locamente has actuado; si hubieras guardado el mandamiento que Jehová, tu Dios, te había ordenado, Jehová habría confirmado tu reino sobre Israel para siempre. 14 Pero ahora tu reino no será duradero. Jehová se ha buscado un hombre conforme a su corazón, al cual ha designado para que sea príncipe sobre su pueblo, por cuanto tú no has guardado lo que Jehová te mandó.

15 Samuel se levantó y subió de Gilgal a Gabaa de Benjamín.

Saúl contó la gente que se hallaba con él, y eran como seiscientos hombres. 16 Saúl, su hijo Jonatán, y el pueblo que con ellos se hallaba, se quedaron en Gabaa de Benjamín, mientras los filisteos acampaban en Micmas. 17 Entonces salió una avanzada del campamento de los filisteos en tres escuadrones; un escuadrón marchaba por el camino de Ofra hacia la tierra de Sual, 18 otro escuadrón marchaba hacia Bet-horón, y el tercer escuadrón marchaba hacia la región que mira al valle de Zeboim, hacia el desierto.

19 En toda la tierra de Israel no se hallaba herrero, porque los filisteos habían dicho: «Para que los hebreos no hagan espada o lanza.» 20 Por lo cual todos los de Israel tenían que acudir a los filisteos para afilar cada uno la reja de su arado, su azadón, su hacha o su hoz. 21 El precio era un pim por las rejas de arado y por los azadones, y la tercera parte de un siclo por afilar las hachas y por componer las aguijadas. 22 Así aconteció que en el día de la batalla ninguno de los del pueblo que estaban con Saúl y Jonatán tenía en sus manos una espada o una lanza, excepto Saúl y Jonatán, su hijo, que sí las tenían. 23 Mientras tanto, un destacamento de los filisteos avanzó hasta el paso de Micmas.

14 Aconteció un día, que Jonatán hijo de Saúl, dijo al criado que le traía las armas:

«Ven y pasemos a la guarnición de los filisteos, que está de aquel lado.»

Pero no lo hizo saber a su padre. Saúl se hallaba al extremo de Gabaa, debajo de un granado que hay en Migrón, y las gentes que estaban con él eran como seiscientos hombres. Ahías hijo de Ahitob, hermano de Icabod hijo de Finees hijo de Elí, sacerdote de Jehová en Silo, llevaba el efod.

El pueblo no sabía que Jonatán se había ido. Entre los desfiladeros por donde Jonatán procuraba pasar a la guarnición de los filisteos, había un peñasco agudo de un lado, y otro del otro lado; uno se llamaba Boses y el otro Sene. El primer peñasco estaba situado al norte, hacia Micmas, y el segundo al sur, hacia Gabaa. Dijo, pues, Jonatán a su paje de armas:

—Ven, pasemos a la guarnición de estos incircuncisos; quizá haga algo Jehová por nosotros, pues no es difícil para Jehová dar la victoria, sea con muchos o con pocos.

Su paje de armas le respondió:

—Haz todo lo que tu corazón te dicte; ve, pues aquí estoy a tu disposición.

Dijo entonces Jonatán:

—Vamos a pasar hacia esos hombres para que ellos nos vean. Si nos dicen: “Esperad hasta que lleguemos a vosotros”, entonces nos quedaremos en nuestro lugar, y no subiremos adonde están ellos. 10 Pero si nos dicen: “Subid hacia nosotros”, entonces subiremos, porque Jehová los ha entregado en nuestras manos; esto nos servirá de señal.

11 Los dos se dejaron ver por la guarnición de los filisteos, y estos dijeron: «Mirad a los hebreos que salen de las cavernas donde se habían escondido.» 12 Y los hombres de la guarnición, dirigiéndose a Jonatán y a su paje de armas, les dijeron:

«Subid a nosotros, y os haremos saber una cosa.»

Entonces Jonatán dijo a su paje de armas:

«Sube detrás de mí, porque Jehová los ha entregado en manos de Israel.»

13 Subió Jonatán trepando con sus manos y sus pies, seguido de su paje de armas. A los que caían delante de Jonatán, su paje de armas, que iba detrás de él, los remataba. 14 En esta primera matanza que hicieron Jonatán y su paje de armas cayeron como veinte hombres, y todo en el espacio de una media yugada de tierra. 15 Cundió el pánico en el campamento y por el campo, y entre toda la gente de la guarnición; a los que habían salido en la avanzada también los asaltó el pánico, y la tierra tembló; hubo, pues, gran consternación.

16 Los centinelas de Saúl vieron desde Gabaa de Benjamín cómo la multitud estaba turbada, iba de un lado a otro y se dispersaba. 17 Entonces Saúl dijo al pueblo que estaba con él:

«Pasad ahora revista y ved quién se haya ido de los nuestros.»

Pasaron revista, y vieron que faltaban Jonatán y su paje de armas. 18 Entonces Saúl dijo a Ahías:

«Trae el Arca de Dios.»

Porque el Arca de Dios estaba entonces con los hijos de Israel.

19 Pero aconteció que mientras aún hablaba Saúl con el sacerdote, el alboroto que había en el campamento de los filisteos aumentaba, e iba creciendo cada vez más. Entonces dijo Saúl al sacerdote: «Detén tu mano.»

20 Luego Saúl reunió a todo el pueblo que con él estaba y llegaron hasta el lugar de la batalla. Allí vieron que cada uno había desenvainado su espada contra su compañero y que había gran confusión. 21 Los hebreos que desde tiempo antes habían estado con los filisteos, y que desde los alrededores habían subido con ellos al campamento, se pusieron también del lado de los israelitas que estaban con Saúl y con Jonatán. 22 Asimismo todos los israelitas que se habían escondido en los montes de Efraín, al oír que los filisteos huían, también los persiguieron en aquella batalla, 23 que se extendió hasta Bet-Avén. Así salvó Jehová aquel día a Israel.

24 Pero los hombres de Israel fueron puestos en apuro aquel día, porque Saúl había hecho jurar al pueblo, diciendo: «Cualquiera que coma pan antes de caer la noche, antes que me haya vengado de mis enemigos, sea maldito.» Y nadie había probado bocado. 25 Todo el pueblo llegó a un bosque, donde había miel en la superficie del campo. 26 Entró, pues, el pueblo en el bosque, y vieron que allí corría la miel; pero no hubo quien la probara, porque el pueblo temía al juramento. 27 Jonatán, que no había oído cuando su padre había hecho jurar al pueblo, alargó la punta de una vara que traía en su mano, la mojó en un panal de miel y se llevó la mano a la boca. Entonces se le aclararon los ojos.

28 Uno del pueblo le habló, diciendo:

—Tu padre ha hecho jurar solemnemente al pueblo: “Maldito sea el hombre que tome hoy alimento.” Y el pueblo desfallecía.

29 Respondió Jonatán:

—Mi padre ha turbado al país. Ved ahora cómo han sido aclarados mis ojos por haber probado un poco de esta miel. 30 ¿Cuánto más si el pueblo hubiera comido libremente hoy del botín tomado a sus enemigos? ¿No hubiera sido mayor el estrago entre los filisteos?

31 Aquel día derrotaron a los filisteos desde Micmas hasta Ajalón, pero el pueblo estaba muy cansado. 32 Así que el pueblo se lanzó sobre el botín, tomaron ovejas y vacas y becerros, y los degollaron en el suelo; y el pueblo los comió con la sangre. 33 Entonces le avisaron a Saúl:

—El pueblo está pecando contra Jehová, porque come carne con sangre.

Él dijo:

—¡Vosotros habéis sido infieles! Rodadme ahora acá una piedra grande. 34 Esparcíos por el pueblo —añadió—, y decidles que me traiga cada uno su vaca y cada cual su oveja; degolladlas aquí y comed, sin pecar contra Jehová por comer la carne con la sangre.

Aquella noche cada uno llevó su propio buey y lo sacrificaron allí. 35 Edificó Saúl un altar a Jehová, y ése fue el primero que edificó a Jehová.

36 Dijo Saúl:

—Descendamos esta noche contra los filisteos y los saquearemos hasta la mañana; no dejaremos de ellos ninguno.

Ellos dijeron:

—Haz lo que bien te parezca.

Dijo luego el sacerdote:

—Acerquémonos aquí a Dios.

37 Y Saúl consultó a Dios: «¿Debo descender tras los filisteos? ¿Los entregarás en manos de Israel?»

Pero Jehová no le dio respuesta aquel día. 38 Entonces dijo Saúl:

—Venid acá todos los principales del pueblo, averiguad y ved en qué ha consistido este pecado de hoy. 39 ¡Vive Jehová!, que ha salvado a Israel, que aunque se trate de mi hijo Jonatán, de seguro morirá.

Y no hubo en todo el pueblo quien le respondiera. 40 Dijo luego a todo Israel:

—Vosotros estaréis a un lado, y yo y Jonatán, mi hijo, estaremos al otro lado.

—Haz lo que bien te parezca —respondió el pueblo a Saúl.

41 Entonces dijo Saúl a Jehová, Dios de Israel:

—Da a conocer la verdad.

La suerte cayó sobre Jonatán y Saúl, y el pueblo quedó libre.

42 Saúl dijo:

—Echad suertes entre mí y mi hijo Jonatán.

Y la suerte cayó sobre Jonatán. 43 Entonces Saúl dijo a Jonatán:

—Cuéntame lo que has hecho.

Jonatán respondió:

—Ciertamente gusté un poco de miel con la punta de la vara que traía en mi mano; ¿y he de morir?

44 Saúl le dijo:

—Traiga Dios sobre mí el peor de los castigos, si no te hago morir, Jonatán.

45 Pero el pueblo dijo a Saúl:

—¿Ha de morir Jonatán, el que ha logrado esta gran victoria en Israel? ¡No será así! ¡Vive Jehová! que no caerá en tierra ni un cabello de su cabeza, pues lo hizo con ayuda de Dios.

Así el pueblo libró de morir a Jonatán. 46 Saúl dejó de perseguir a los filisteos, y los filisteos se fueron a su tierra.

47 Después de haber tomado posesión del reino de Israel, Saúl hizo guerra a todos sus enemigos en derredor: contra Moab, contra los hijos de Amón, contra Edom, contra los reyes de Soba y contra los filisteos; dondequiera que iba, salía vencedor. 48 Reunió un ejército, derrotó a Amalec y libró a Israel de manos de los que lo saqueaban.

49 Los hijos de Saúl fueron Jonatán, Isúi y Malquisúa. Los nombres de sus dos hijas eran, el de la mayor, Merab, y el de la menor, Mical. 50 El nombre de la mujer de Saúl era Ahinoam, hija de Ahimaas. El nombre del general de su ejército era Abner hijo de Ner, tío de Saúl. 51 Porque Cis, padre de Saúl, y Ner, padre de Abner, fueron hijos de Abiel.

52 Todo el tiempo de Saúl hubo guerra encarnizada contra los filisteos; y a todo el que Saúl veía que era hombre esforzado y apto para combatir, lo reclutaba para sí.

Lucas 10:1-24

Misión de los setenta

10 Después de estas cosas, el Señor designó también a otros setenta, a quienes envió de dos en dos delante de él a toda ciudad y lugar adonde él había de ir. Y les dijo:

«La mies a la verdad es mucha, pero los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies. Id; yo os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa ni alforja ni calzado; y a nadie saludéis por el camino. En cualquier casa donde entréis, primeramente decid: “Paz sea a esta casa.” Si hay allí algún hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; y si no, se volverá a vosotros. Quedaos en aquella misma casa, comiendo y bebiendo lo que os den, porque el obrero es digno de su salario. No os paséis de casa en casa. En cualquier ciudad donde entréis y os reciban, comed lo que os pongan delante y sanad a los enfermos que en ella haya, y decidles: “Se ha acercado a vosotros el reino de Dios.” 10 Pero en cualquier ciudad donde entréis y no os reciban, salid por sus calles y decid: 11 “¡Aun el polvo de vuestra ciudad, que se ha pegado a nuestros pies, lo sacudimos contra vosotros! Pero sabed que el reino de Dios se ha acercado a vosotros.” 12 Os digo que en aquel día será más tolerable el castigo para Sodoma que para aquella ciudad.

Ayes sobre las ciudades impenitentes(A)

13 »¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! que si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho en vosotras, tiempo ha que, sentadas en ceniza y con vestidos ásperos, se habrían arrepentido. 14 Por tanto, en el juicio será más tolerable el castigo para Tiro y Sidón que para vosotras. 15 Y tú, Capernaúm, que hasta los cielos eres levantada, hasta el Hades serás abatida.

16 »El que a vosotros oye, a mí me oye; y el que a vosotros desecha, a mí me desecha; y el que me desecha a mí, desecha al que me envió».

Regreso de los setenta

17 Regresaron los setenta con gozo, diciendo:

—¡Señor, hasta los demonios se nos sujetan en tu nombre!

18 Les dijo:

—Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. 19 Os doy potestad de pisotear serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará. 20 Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos.

Jesús se regocija(B)

21 En aquella misma hora Jesús se regocijó en el Espíritu, y dijo: «Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos y las has revelado a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó.

22 »Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.»

23 Y volviéndose a los discípulos, les dijo aparte:

—Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis, 24 pues os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.

Reina-Valera 1995 (RVR1995)

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