Read the New Testament in 24 Weeks
Muerte de Juan el Bautista (Mc 6,14-29; Lc 9,7-9)
14 Por aquel tiempo, Herodes, que gobernaba en Galilea, oyó hablar de Jesús 2 y comentó con sus cortesanos:
— Este es Juan el Bautista, que ha resucitado de entre los muertos. Por eso tiene poder para hacer milagros.
3 Es que Herodes había hecho arrestar a Juan, lo encadenó y lo encerró en la cárcel por causa de Herodías, la esposa de su hermano Filipo. 4 Pues Juan le había dicho:
— No te es lícito tenerla por mujer.
5 Por eso, Herodes quería matar a Juan. Sin embargo, no se atrevía a hacerlo, porque temía al pueblo que tenía a Juan por profeta. 6 Pero el día del cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías salió a bailar en medio de los invitados; y tanto le gustó a Herodes, 7 que le prometió bajo juramento darle todo lo que le pidiera. 8 Ella entonces, aconsejada por su madre, le dijo:
— Dame ahora mismo, en una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista.
9 La petición entristeció al rey; pero como se había comprometido con su juramento delante de los invitados, ordenó que se la entregaran 10 y mandó que decapitaran a Juan en la cárcel. 11 En seguida trajeron la cabeza en una bandeja, se la dieron a la muchacha y esta, a su vez, se la entregó a su madre. 12 Después de esto, los discípulos de Juan recogieron su cadáver y lo llevaron a enterrar. Luego fueron a comunicar la noticia a Jesús.
Jesús da de comer a más de cinco mil personas (Mc 6,30-44; Lc 9,10-17; Jn 6,1-14)
13 Cuando Jesús se enteró de lo sucedido, subió a una barca y se retiró de allí él solo a un lugar solitario. Pero la gente, al saberlo, salió de los pueblos y lo siguió a pie por la orilla. 14 Al desembarcar Jesús y ver toda aquella multitud, se compadeció de ellos y curó a los enfermos.
15 La tarde comenzaba a caer y los discípulos se acercaron a él para decirle:
— La hora ya es avanzada y este es un lugar despoblado. Despide a la gente para que vaya a las aldeas a comprarse comida.
16 Jesús les contestó:
— No tienen por qué irse. Denles de comer ustedes mismos.
17 Ellos replicaron:
— Aquí sólo tenemos cinco panes y dos peces.
18 Dijo Jesús:
— Tráiganmelos.
19 Mandó Jesús que la gente se recostara sobre la hierba; luego tomó los cinco panes y los dos peces y, mirando al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a sus discípulos para que ellos los distribuyeran entre la gente. 20 Comieron todos hasta quedar satisfechos, y todavía se recogieron doce cestos llenos de trozos sobrantes de pan. 21 Los que comieron fueron unos cinco mil hombres, sin contar las mujeres ni los niños.
Jesús camina sobre el lago (Mc 6,45-52; Jn 6,16-21)
22 A continuación Jesús hizo que sus discípulos subieran a la barca para que llegaran antes que él a la otra orilla del lago, mientras él despedía a la gente. 23 Después de despedirla, subió al monte para orar a solas. Y todavía seguía allí él solo al llegar la noche.
24 Entre tanto, la barca ya estaba muy lejos de tierra y las olas la azotaban con violencia, pues el viento les era contrario. 25 En las últimas horas de la noche, Jesús se dirigió a ellos andando sobre el lago. 26 Cuando los discípulos lo vieron caminar sobre el lago, se asustaron creyendo que era un fantasma y llenos de miedo se pusieron a gritar. 27 Pero en seguida Jesús se dirigió a ellos diciendo:
— Tranquilícense, soy yo. No tengan miedo.
28 Pedro contestó:
— Señor, si eres tú, manda que yo vaya hasta ti caminando sobre el agua.
29 Jesús le dijo:
— Ven.
Pedro saltó de la barca y echó a andar sobre el agua para ir hacia Jesús. 30 Pero al sentir la violencia del viento, se asustó y, como vio que comenzaba a hundirse, gritó:
— ¡Señor, sálvame!
31 Jesús, tendiéndole en seguida la mano, lo sujetó y le dijo:
— ¡Qué débil es tu fe! ¿Por qué has dudado?
32 Luego subieron a la barca y el viento cesó. 33 Y los que estaban a bordo se postraron ante Jesús, exclamando:
— ¡Verdaderamente, tú eres el Hijo de Dios!
Curaciones en Genesaret (Mc 6,53-56)
34 Cruzaron el lago y tocaron tierra en Genesaret. 35 En cuanto los habitantes del lugar reconocieron a Jesús, divulgaron la noticia por toda la región; así que le trajeron toda clase de enfermos, 36 y le suplicaban que les permitiera tocar aunque sólo fuera el borde de su manto. Y cuantos lo tocaban recuperaban la salud.
La cuestión de las tradiciones (Mc 7,1-23)
15 Se acercaron a Jesús unos fariseos y maestros de la ley que procedían de Jerusalén, y le preguntaron:
2 — ¿Por qué tus discípulos violan la tradición de nuestros antepasados? ¿Por qué no se lavan las manos cuando van a comer?
3 Jesús les respondió:
— ¿Y por qué ustedes violan lo que Dios ha mandado por seguir sus propias tradiciones? 4 Porque Dios ha dicho: Honra a tu padre y a tu madre; y también: El que maldiga a su padre o a su madre será condenado a muerte. 5 En cambio, ustedes afirman: “Si alguno dice a su padre o a su madre: ‘Lo que tenía reservado para ayudarte lo he convertido en ofrenda para el Templo’, 6 queda liberado de la obligación de prestarles ayuda”. De este modo, con la propia tradición de ustedes anulan lo que Dios había dispuesto. 7 ¡Hipócritas! Bien profetizó Isaías acerca de ustedes cuando dijo:
8 Este pueblo me honra de labios afuera,
pero su corazón está muy lejos de mí.
9 Inútilmente me rinden culto,
pues enseñan doctrinas
que sólo son preceptos humanos.
10 Y recabando la atención de la gente, prosiguió:
— Oigan y entiendan esto: 11 lo que hace impura a una persona no es lo que entra por la boca. Lo que verdaderamente la hace impura es lo que sale de la boca.
12 Entonces los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron:
— ¿Sabes que los fariseos se han sentido ofendidos al oírte?
13 Jesús les contestó:
— Toda planta que no haya plantado mi Padre celestial será arrancada de raíz. 14 Déjenlos, pues son ciegos que guían a otros ciegos. Y si un ciego guía a otro ciego, los dos caerán en el hoyo.
15 Pedro pidió a Jesús:
— Explícanos qué significa lo que has dicho.
16 Jesús contestó:
— ¿Tampoco ustedes son capaces de entenderlo? 17 ¿No comprenden que todo lo que entra por la boca pasa al vientre y va a parar a la letrina? 18 En cambio, lo que sale de la boca procede del corazón, y eso es lo que hace impura a la persona. 19 Porque del corazón proceden las malas intenciones, los asesinatos, los adulterios, las inmoralidades sexuales, los robos, las calumnias y las blasfemias. 20 Todo esto es lo que hace impura a una persona, y no el sentarse a comer sin haberse lavado las manos.
La mujer cananea (Mc 7,24-30)
21 Jesús salió de aquel lugar y se dirigió a la comarca de Tiro y Sidón. 22 En esto, una mujer cananea que vivía por aquellos lugares vino a su encuentro gritando:
— ¡Señor, Hijo de David, ten compasión de mí! Mi hija está poseída por un demonio que la atormenta terriblemente.
23 Como Jesús no le contestaba ni una palabra, los discípulos se acercaron a él y le rogaron:
— Atiéndela, porque no hace más que gritar detrás de nosotros.
24 Jesús entonces dijo:
— Dios me ha enviado solamente a las ovejas perdidas del pueblo de Israel.
25 Pero la mujer, poniéndose de rodillas delante de Jesús, le suplicó:
— ¡Señor, ayúdame!
26 Él le contestó:
— No está bien quitarles el pan a los hijos para echárselo a los perros.
27 Ella dijo:
— Es cierto, Señor; pero también los cachorrillos comen las migajas que caen de la mesa de sus amos.
28 Entonces Jesús le respondió:
— ¡Grande es tu fe, mujer! ¡Que se haga lo que deseas!
Y su hija quedó curada en aquel mismo instante.
Jesús cura a numerosos enfermos
29 Marchando de allí, Jesús se dirigió a la orilla del lago de Galilea. Cuando llegó, subió al monte y se sentó. 30 Se le acercó mucha gente, trayendo consigo cojos, ciegos, tullidos, mudos y otros muchos enfermos. Los pusieron a los pies de Jesús, y él los curó a todos. 31 La gente estaba asombrada al ver que los mudos hablaban, los tullidos recobraban la salud, los cojos andaban y los ciegos veían. Y todos alabaron al Dios de Israel.
Jesús da de comer a más de cuatro mil personas (Mc 8,1-10)
32 Jesús llamó a sus discípulos y les dijo:
— Me da lástima esta gente. Ya hace tres días que están conmigo y no tienen nada que comer. No quiero que se vayan en ayunas, no sea que desfallezcan por el camino.
33 Los discípulos le dijeron:
— ¿No ves que estamos en un lugar apartado? ¿De dónde vamos a sacar suficiente pan para dar de comer a toda esta gente?
34 Jesús les preguntó:
— ¿Cuántos panes tienen?
Ellos contestaron:
— Siete y unos cuantos peces.
35 Jesús dispuso que la gente se sentara en el suelo. 36 Luego tomó los siete panes y los peces, dio gracias a Dios, los partió y se los fue dando a los discípulos y estos se los fueron dando a la gente. 37 Todos comieron hasta quedar satisfechos; y aun así se llenaron siete espuertas con los trozos de pan que sobraron. 38 Los que comieron en aquella ocasión fueron cuatro mil, sin contar las mujeres ni los niños. 39 Luego Jesús despidió a la multitud, subió a la barca y se fue a la región de Magadán.
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España