New Testament in a Year
23 Y en ese momento un hombre con espíritu inmundo estaba en la sinagoga de ellos, y exclamó 24 diciendo:
—¿Qué tienes con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido para destruirnos? Yo sé quién eres: ¡el Santo de Dios!
25 Jesús le reprendió diciendo:
—¡Cállate y sal de él!
26 Y el espíritu inmundo lo sacudió con violencia, clamó a gran voz y salió de él. 27 Todos se maravillaron, de modo que discutían entre sí diciendo:
—¿Qué es esto? ¡Una nueva doctrina con autoridad! Aun a los espíritus inmundos él manda, y lo obedecen.
28 Y pronto se extendió su fama por todas partes, en toda la región alrededor de Galilea.
Jesús sana a la suegra de Pedro
29 En seguida, cuando salieron de la sinagoga, fueron con Jacobo y Juan a la casa de Simón y Andrés. 30 La suegra de Simón estaba en cama con fiebre; y de inmediato le hablaron de ella. 31 Él se acercó a ella, la tomó de la mano y la levantó. Y le dejó la fiebre, y ella comenzó a servirles.
32 Al atardecer, cuando se puso el sol, le traían todos los enfermos y los endemoniados. 33 Toda la ciudad estaba reunida a la puerta. 34 Y él sanó a muchos que padecían de diversas enfermedades y echó fuera muchos demonios. Y no permitía a los demonios hablar, porque lo conocían.
Jesús predica en Galilea
35 Habiéndose levantado muy de madrugada, todavía de noche, Jesús salió y se fue a un lugar desierto y allí oraba. 36 Simón y sus compañeros fueron en busca de él. 37 Lo encontraron y le dijeron:
—Todos te buscan.
38 Él les respondió:
—Vamos a otra parte, a los pueblos vecinos, para que predique también allí porque para esto he venido.
39 Y fue predicando en las sinagogas de ellos en toda Galilea, y echando fuera los demonios.
Jesús sana a un leproso
40 Y vino a él un leproso implorándole, y de rodillas le dijo:
—Si quieres, puedes limpiarme.
41 Jesús, movido a compasión, extendió la mano, lo tocó y le dijo:
—Quiero; sé limpio.
42 Y al instante desapareció la lepra de él, y quedó limpio. 43 En seguida lo despidió, después de amonestarlo, 44 y le dijo:
—Mira, no digas nada a nadie. Más bien ve, muéstrate al sacerdote y ofrece lo que mandó Moisés en cuanto a tu purificación, para testimonio a ellos.
45 Pero cuando salió, él comenzó a proclamar y a difundir mucho el hecho, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ninguna ciudad sino que se quedaba afuera en lugares despoblados. Y venían a él de todas partes.
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