M’Cheyne Bible Reading Plan
Los límites del territorio
34 Dios le ordenó a Moisés:
2-12 «Diles a los israelitas que éstos serán los límites del territorio que les voy a dar:
»Límite sur, junto al desierto de Sin y la región de Edom: empieza al este, donde termina el Mar Muerto, y se extiende rumbo sur hasta Cadés-barnea, pasando por la cuesta de Acrabim y por Sin. De Cadés-barnea seguirá rumbo a Hasar-adar, hasta llegar a Asmón. De allí dará vuelta hacia el arroyo de Egipto, y terminará en el mar Mediterráneo.
»Límite oeste: estará formado por la costa del mar Mediterráneo.
»Límite norte: se extiende en línea recta desde el mar Mediterráneo hasta el monte Hor. Desde Hor seguirá hasta la entrada de Hamat, y de allí hasta Sedad. Luego la frontera se alargará hasta Zifrón y terminará en Hasar-enán.
»Límite este: se extiende desde Hasar-enán hasta Sefam. De allí irá hasta Riblá, que está al este de Ain. Luego la frontera bajará por la costa oriental del lago Quinéret, y seguirá por el río Jordán hasta llegar al Mar Muerto».
Cómo repartir el territorio
13 Moisés les dijo a los israelitas:
«Éste es el territorio que Dios repartirá entre las nueve tribus y media. Cada una recibirá su parte, según la suerte que le toque. 14-15 La tribu de Rubén, la tribu de Gad y la media tribu de Manasés ya recibieron su parte al otro lado del río Jordán, frente a la ciudad de Jericó».
16 Y Dios le dijo a Moisés:
17 «El sacerdote Eleazar y Josué, repartirán el territorio. 18-29 Además, deben llamar a los siguientes jefes de tribu para que los ayuden:
Caleb, de la tribu de Judá,
Samuel, de la tribu de Simeón,
Elidad, de la tribu de Benjamín,
Buquí, de la tribu de Dan,
Haniel, de la tribu de Manasés,
Quemuel, de la tribu de Efraín,
Elisafán, de la tribu de Zabulón,
Palatiel, de la tribu de Isacar,
Ahihud, de la tribu de Aser, y
Pedahel, de la tribu de Neftalí».
38 Pero Dios, que es compasivo,
les perdonó su maldad
y no los destruyó.
Más de una vez refrenó su enojo,
39 pues tomó en cuenta
que eran simples seres humanos;
sabía que son como el viento
que se va y no vuelve.
40 Muchas veces, en el desierto,
se rebelaron contra Dios
y lo hicieron ponerse triste.
41 Muchas veces lo pusieron a prueba;
¡hicieron enojar al santo Dios de Israel!
42 No se acordaron del día
cuando Dios, con su poder,
los libró de sus enemigos.
43 Tampoco recordaron
los grandes milagros
que Dios hizo en Egipto,
44 cuando convirtió en sangre
todos los ríos egipcios,
y el agua no se podía beber.
45 Les mandó moscas y ranas,
que todo lo destruían;
46 dejó que los saltamontes
acabaran con todos sus sembrados;
47 destruyó sus viñas con granizo,
y sus higueras, con inundaciones;
48 dejó que los rayos y el granizo
acabaran con sus vacas y sus ovejas.
49 Dios estaba tan enojado
que los castigó con dureza;
les mandó todo un ejército
de mensajeros de muerte;
50 dio rienda suelta a su enojo
y les mandó un castigo mortal;
¡no les perdonó la vida!
51 En cada familia egipcia
hirió de muerte a los hijos mayores.
52 Pero a su pueblo lo guió
y lo llevó por el desierto,
como guía el pastor a sus ovejas;
53 les dio seguridad
para que no tuvieran miedo,
pero hizo que a sus enemigos
se los tragara el mar.
54 Dejó que su pueblo ocupara
toda la tierra prometida,
la cual ganó con su poder.
55 Conforme avanzaban los israelitas,
Dios echaba fuera a las naciones,
y a Israel le entregó
las tierras de esos pueblos.
¡Fue así como los israelitas
se establecieron allí!
56 Pero pusieron a Dios a prueba:
se opusieron al Dios altísimo
y desobedecieron sus mandatos;
57 no eran dignos de confianza;
se portaron igual que sus padres,
pues traicionaron a Dios
y no le fueron fieles.
58-59 Dios se puso muy furioso
y rechazó del todo a Israel;
se sintió traicionado
pues adoraron a dioses falsos
y les construyeron santuarios.
60 Por eso Dios abandonó Siló,
que era donde vivía en este mundo;
61 ¡dejó que el cofre del pacto,
que era el símbolo de su poder,
cayera en manos enemigas!
62 Tanto se enojó con su pueblo
que los hizo perder sus batallas.
63 El fuego acabó con sus muchachos,
las novias no tuvieron fiesta de bodas,
64 sus sacerdotes perdieron la vida,
y sus viudas no les guardaron luto.
65 Pero Dios despertó,
como quien despierta de un sueño,
y dando rienda suelta a su furia
66 puso en retirada a sus enemigos;
¡para siempre los dejó en vergüenza!
67 Se negó a favorecer
a los de la tribu de Efraín,
68 pero eligió a la tribu de Judá
y a su amada Jerusalén.
69 En lo alto del monte Sión
construyó su templo:
alto como los cielos,
y firme para siempre, como la tierra.
70-71 Dios prefirió a David,
que era su hombre de confianza,
y lo quitó de cuidar ovejas
para que cuidara a Israel,
que es el pueblo de Dios.
72 Y David fue un gobernante
inteligente y sincero.
Canto de victoria del pueblo de Dios
26 Cuando Dios castigue a nuestros enemigos, la gente de Judá entonará esta canción:
«Tenemos una ciudad muy fuerte;
Dios levantó murallas y fortalezas
para protegernos.
2 Abran los portones de Jerusalén,
pues por ellos entrará
un pueblo justo y fiel.
3 Dios hará vivir en paz
a quienes le son fieles
y confían en él.
4 »Dios es nuestro refugio eterno;
¡confiemos siempre en él!
5 Dios castiga a los creídos
y derrota a la ciudad orgullosa,
6 para que la pisoteen
los humildes y los pobres.
7 »Dios nuestro,
tú cuidas a la gente buena
para que cumpla tus mandamientos.
8 Por tus enseñanzas aprendemos a vivir;
ellas nos hacen sentirnos seguros.
Lo que más deseamos
es obedecerte y adorarte.
9 De día y de noche
mi corazón te busca;
cuando tú das una orden,
todos aprenden a hacer lo bueno.
10 »Dios nuestro,
los malvados no aprenden a ser buenos
aunque se les tenga compasión.
Aunque estén entre gente buena,
siguen actuando con maldad
y no les importa
que seas el Dios todopoderoso.
11 Tú les tienes preparado su castigo,
pero ellos ni siquiera se dan cuenta.
¡Demuéstrales cuánto nos amas,
para que sientan vergüenza!
¡Destrúyelos con tu enojo!
12 »Dios nuestro,
tú nos aseguras la paz,
y todo lo que hemos logrado
ha sido por tu gran poder.
13 »Dios nuestro,
aunque otros dioses nos han dominado,
tú eres nuestro único Dios.
14 Esos dioses no tienen vida;
son dioses muertos y no se pueden mover.
Tú les diste su merecido,
y ahora nadie los recuerda.
15 »Tú has engrandecido nuestra nación.
Has extendido nuestras fronteras
para dar a conocer
tu fama y tu poder.
16 Cuando nos castigaste,
nos volvimos a ti
a pesar de nuestro dolor.
17 Tu castigo nos hizo sufrir mucho;
nuestro dolor fue muy grande.
18 Pero ese dolor no produjo nada.
No le dimos a nuestro país
la alegría de la victoria
ni tampoco la alegría
de tener muchos hijos.
19 Pero somos tu pueblo,
y aunque estemos destruidos,
volveremos a vivir.
Tú llenarás de vida y alegría
a esta nación sin vida.
20 »¡Vamos, pueblo mío,
entra ya en tu ciudad!
Cierra los portones y espera
a que Dios calme su enojo.
21 Dios saldrá de su palacio
y castigará por su maldad
a los que habitan la tierra.
Los crímenes de los violentos
no quedarán sin castigo».
Los verdaderos hijos de Dios
4 Queridos hermanos, no les crean a todos los que dicen que tienen el Espíritu de Dios. Pónganlos a prueba, para ver si son lo que dicen ser. Porque el mundo está lleno de falsos profetas.
2 Ustedes pueden saber que una persona tiene el Espíritu de Dios, si reconoce que Jesucristo vino al mundo como verdadero hombre. 3 Pero si dice que esto no es cierto, es porque no tiene el Espíritu de Dios; al contrario, tiene el espíritu del Enemigo de Cristo. Ustedes ya sabían que este espíritu tenía que venir, y yo quiero decirles que ya ha llegado al mundo.
4 Hijos míos, ustedes son de Dios, y ya han vencido a esos falsos profetas, pues él permanece unido a ustedes y es más poderoso que su Enemigo. 5 Ellos son unos pecadores, y los demás pecadores de este mundo les hacen caso, porque hablan de las mismas cosas. 6 Pero nosotros pertenecemos a Dios, y podemos saber quién tiene el Espíritu que dice la verdad y quién tiene el espíritu del engaño. El que es de Dios nos hace caso, pero el que no es de Dios nos ignora.
Debemos amarnos
7 Amados hijos míos, debemos amarnos unos a otros, porque el amor viene de Dios. Todo el que ama es hijo de Dios, y conoce a Dios. 8 El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor.
9 Dios nos dio muestras de su amor al enviar al mundo a Jesús, su único Hijo, para que por medio de él todos nosotros tengamos vida eterna. 10 El verdadero amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y envió a su Hijo, para que nosotros fuéramos perdonados por medio de su sacrificio.
11 Hijos míos, si Dios nos ha amado así, nosotros también debemos amarnos los unos a los otros. 12 Nadie ha visto nunca a Dios; pero, si nos amamos unos a otros, Dios vive en nosotros y también su amor estará en nosotros.
13 Sabemos que estamos íntimamente unidos a Dios porque él nos ha dado su Espíritu. 14 Nosotros mismos lo hemos visto, y lo decimos sin miedo: el Padre envió a su Hijo para salvar a todo el mundo. 15 Si alguien reconoce que Jesucristo es el Hijo de Dios, queda íntimamente unido a Dios, como si fuera una sola persona con él.
16 Sabemos y creemos que Dios nos ama, porque Dios es amor. Cualquiera que ama a sus hermanos está íntimamente unido a Dios. 17 Si en verdad amamos a los hermanos, y si vivimos como Jesucristo vivió en este mundo, no tendremos por qué tener miedo cuando Jesús venga para juzgar a todo el mundo. 18 La persona que ama no tiene miedo. Donde hay amor no hay temor. Al contrario, el verdadero amor quita el miedo. Si alguien tiene miedo de que Dios lo castigue, es porque no ha aprendido a amar.
19 Nosotros amamos a nuestros hermanos porque Dios nos amó primero. 20 Si decimos que amamos a Dios, y al mismo tiempo nos odiamos unos a otros, somos unos mentirosos. Porque si no amamos al hermano, a quien podemos ver, mucho menos podemos amar a Dios, a quien no podemos ver. 21 Y Jesucristo nos dio este mandamiento: «¡Amen a Dios, y ámense unos a otros!»
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