M’Cheyne Bible Reading Plan
El recorrido de los israelitas
33 1-50 El día quince del mes de Abib,[a] un día después de la Pascua, los israelitas salieron triunfalmente de Egipto, ante la mirada de todos los egipcios. Ese mismo día, los egipcios estaban enterrando a sus hijos mayores, pues Dios les había quitado la vida para castigar a los dioses de Egipto.
Los israelitas marcharon por el camino como un ejército bien organizado, bajo las órdenes de Moisés y de Aarón. Dios le mandó a Moisés que hiciera una lista de todos los lugares por donde pasaran, y éstos son los lugares por donde pasaron y acamparon desde que salieron de la ciudad de Ramsés, en Egipto:
Sucot,
Etam, donde termina el desierto,
Pi-hahirot, al este de Baal-sefón,
Migdol,
el Mar de los Juncos,
el desierto de Etam,
Mará,
Elim, donde había doce fuentes de agua y setenta palmeras,
el desierto de Sin,
Dofcá,
Alús,
Refidim, donde no tuvieron agua para beber,
el desierto de Sinaí,
Quibrot-hataavá,
Haserot,
Ritmá,
Rimón-peres,
Libná,
Risá,
Quehelata,
Séfer,
Haradá,
Maquelot,
Táhat,
Térah,
Mitcá,
Hasmoná,
Moserot,
Bené-jaacán,
Hor de Guidgad,
Jotbata,
Abroná,
Esión-guéber,
Cadés,
el monte Hor, donde empieza el territorio de Edom,
Salmoná,
Punón,
Obot,
Iié-abarim, en la frontera con Moab,
Dibón-gad,
Almón-diblataim,
los montes de Abarim, al este del monte Nebo y
las llanuras de Moab.
En ese recorrido, al llegar al monte Hor, Dios le ordenó al sacerdote Aarón que subiera al monte, y allí murió Aarón, a la edad de ciento veintitrés años. Esto sucedió el primer día del mes de Ab,[b] cuarenta años después de la salida de Egipto.
También fue aquí, al llegar al monte Hor, que Arad, el rey de los cananeos, que vivía en el desierto del sur de Canaán, supo que los israelitas se acercaban a su territorio.
Las llanuras de Moab están junto al río Jordán y frente a la ciudad de Jericó. Cuando los israelitas acamparon allí, su campamento era tan grande que empezaba en Bet-jesimot y llegaba hasta Abel-sitim.
Distribución del territorio en la región de Canaán
Estando allí, en las llanuras de Moab, Dios le dijo a Moisés:
51 «Diles a los israelitas que, cuando crucen el río Jordán y entren a la región de Canaán, 52 deben echar fuera a la gente que vive allí. También deben destruir todas las figuras de piedra que adoran, las estatuas y los altares donde las adoran.
53 »Yo, su Dios, les doy esa región para que vivan en ella. Por eso deben conquistarla y quedarse a vivir allí. 54 Para repartir esa región entre los distintos grupos familiares, haz un sorteo. A las familias más grandes les darás un terreno grande; a las familias pequeñas, un terreno pequeño. El terreno que le toque a cada familia será suyo. La región se repartirá por tribus.
55 »Pero si ustedes no sacan de la región a los que viven ahora en ella, yo haré que esa gente les sea tan molesta como si tuvieran ustedes astillas en los ojos o espinas en el cuerpo. 56 Y a ustedes les haré el daño que pensaba hacerle a esa gente».
Dios cuida y guía a su pueblo
SALMO 78 (77)
Himno de Asaf.
78 Pueblo mío,
escucha mis enseñanzas;
atiende a mis palabras.
2 Te hablaré por medio de ejemplos,
y te explicaré los misterios del pasado.
3 Son cosas que ya conocemos
pues nuestros padres nos las contaron.
4 Pero nuestros hijos deben conocerlas;
debemos hablarles a nuestros nietos
del poder de Dios
y de sus grandes acciones;
¡de las maravillas que puede realizar!
5 Dios fijó una ley permanente
para su pueblo Israel,
y a nuestros abuelos les ordenó
instruir en ella a sus hijos,
6 para que ellos, a su vez,
nos instruyeran a nosotros
y a las futuras generaciones
que todavía no han nacido.
7 Así confiaremos en Dios,
tendremos presentes sus grandes hechos
y cumpliremos sus mandamientos.
8 Así no seremos rebeldes,
como lo fueron nuestros abuelos:
tan malvados eran sus pensamientos
que Dios no podía confiar en ellos.
9 Los israelitas eran buenos guerreros,
pero se acobardaron
y no entraron en batalla.
10 No cumplieron su compromiso con Dios,
ni siguieron sus enseñanzas.
11-12 Cuando estaban en Egipto,
en la región de Soan,
vieron las grandes maravillas
que Dios realizó ante sus ojos,
pero no las tomaron en cuenta.
13 Dios partió el mar en dos,
y para que ellos pudieran cruzar,
mantuvo las aguas firmes como paredes.
14 De día, los guiaba con una nube;
de noche, los alumbraba con un fuego.
15-16 Cuando llegaron al desierto,
Dios partió en dos una piedra;
¡de ella hizo que brotaran
verdaderos torrentes de agua,
y así apagaron su sed!
17 Pero nuestros abuelos
volvieron a pecar contra Dios:
¡en pleno desierto se pusieron
en contra del Dios altísimo!
18 Se les metió en la cabeza
poner a Dios a prueba,
y le pidieron comida a su antojo.
19 Hablaron mal de Dios,
y hasta llegaron a decir:
«Aquí en el desierto
Dios no puede darnos de comer.
20 Es verdad que golpeó una piedra
y que hizo que brotaran
grandes torrentes de agua,
¡pero no podrá alimentarnos!
¡No va a poder darnos carne!»
21 Cuando Dios oyó lo que decían,
se encendió su enojo contra ellos,
22 pues no confiaron en él
ni creyeron que podría ayudarlos.
23-24 Dios, desde el alto cielo,
les dio una orden a las nubes,
y del cielo llovió comida:
Dios les dio a comer maná,
que es el pan del cielo.
25 Dios les mandó mucha comida,
y aunque eran gente insignificante
comieron como los ángeles.
26 Luego, con su poder
Dios hizo que desde el cielo
soplaran vientos encontrados.
27 ¡Dios hizo que les lloviera carne
como si les lloviera polvo!
¡Les mandó nubes de pájaros,
tantos como la arena del mar!
28 Dios dejó caer esos pájaros
dentro y fuera del campamento,
29 y la gente se hartó de comer,
pues Dios les cumplió su capricho.
30 No les duró mucho el gusto:
todavía tenían la comida en la boca
31 cuando Dios se enojó contra ellos.
¡Les quitó la vida
a sus hombres más fuertes!
¡Hirió de muerte
a los mejores israelitas!
32 Pero ellos siguieron pecando;
dudaron del poder de Dios.
33 Por eso Dios les quitó la vida;
¡les envió una desgracia repentina,
y acabó con su existencia!
34 Ellos sólo buscaban a Dios
cuando él los castigaba;
sólo así se arrepentían
y volvían a obedecerlo;
35 sólo entonces se acordaban
del Dios altísimo,
su protector y libertador.
36-37 Nunca le decían la verdad;
nunca le fueron sinceros
ni cumplieron fielmente su pacto.
Canto de acción de gracias
25 Isaías dijo:
«Tú eres mi Dios.
Yo alabo y bendigo tu nombre,
porque has realizado planes admirables
que prometiste desde tiempos antiguos.
2 Has destruido las fortalezas
de nuestros enemigos,
has dejado las ciudades
hechas un montón de ruinas.
¡Nunca más serán reconstruidas!
3 Ahora los pueblos fuertes y tiranos
te obedecen y te adoran.
4 »Has sido un refugio para el débil
y has protegido al pobre en su aflicción.
Tú eres un refugio en la tormenta,
una sombra que protege del calor.
»El soplo de los tiranos
es como una tormenta de invierno;
5 es como el calor del desierto.
Tú frenaste el ataque de los enemigos,
y así pusiste fin
al canto de victoria de los tiranos.
El banquete de Dios
6 »El Dios todopoderoso
prepara en Jerusalén
un banquete para todas las naciones.
Allí hay ricos manjares,
comidas deliciosas,
y los mejores vinos.
7 »Dios acabará
con la tristeza de las naciones.
8-9 Dios destruirá para siempre
el poder de la muerte.
Dios secará las lágrimas de todos
y borrará la vergüenza de su pueblo
en toda la tierra.
»Ese día se dirá:
“Ahí está nuestro Dios.
En él confiamos, y nos salvó.
¡Gritemos de alegría
porque Dios nos ha salvado!”
»Dios ha jurado que así será».
La derrota del pueblo de Moab
10 Isaías continuó diciendo:
«Dios protegerá a Jerusalén,
pero Moab será pisoteado
como se pisotea la basura.
11 Moab intentará surgir de nuevo,
pero por más que se esfuerce,
Dios aplastará su orgullo.
12 Dios hará caer sus altas murallas
y las dejará tendidas por el suelo».
3 ¡Miren! Dios el Padre nos ama tanto que la gente nos llama hijos de Dios, y la verdad es que lo somos. Por eso los pecadores de este mundo no nos conocen, porque tampoco han conocido a Dios.
2 Queridos hermanos, ¡nosotros ya somos hijos de Dios! Y aunque todavía no sabemos cómo seremos en el futuro, sí sabemos que, cuando Jesucristo aparezca otra vez, nos pareceremos a él, porque lo veremos como él es en realidad. 3 Todo el que espera confiadamente que todo esto suceda, se esfuerza por ser bueno, como lo es Jesús.
4 Todo el que peca, desobedece la ley de Dios, porque el pecado consiste en desobedecer a Dios.
5 Como ustedes saben, Jesucristo vino al mundo para quitar los pecados del mundo. Jesucristo no peca, ni puede pecar. 6 Por eso, cualquiera que sea amigo de Jesucristo, y quiera mantenerse unido a él, no puede seguir pecando. El que peca, no conoce a Jesucristo ni lo entiende.
7 Hijitos míos, ¡que nadie los engañe! Todo el que obedece a Dios es tan justo como lo es Jesús. 8 Pero el que siempre hace lo malo es amigo del diablo, porque el diablo ha estado pecando desde el día en que Dios creó el mundo. Por esta razón vino el Hijo de Dios al mundo: para destruir todo lo que hace el diablo.
9 Ningún hijo de Dios sigue pecando, porque los hijos de Dios viven como Dios vive. Así que no puede seguir pecando, porque es un hijo de Dios.
10 Podemos saber quién es hijo de Dios, y quién es hijo del diablo: los hijos del diablo son los que no quieren hacer lo bueno ni se aman unos a otros.
11 Desde el principio se les ha enseñado a ustedes que nosotros debemos amarnos unos a otros. 12 No debemos ser como Caín, que era como un hijo del diablo, y por eso mató a su hermano. ¿Y por qué lo mató? Porque lo que Caín hacía era malo, y lo que hacía su hermano era bueno.
13 Mis queridos amigos, no se extrañen si los pecadores de este mundo los odian. 14 El amor que nos tenemos demuestra que ya no estamos muertos, sino que ahora vivimos. Pero si ustedes no se aman los unos a los otros, es porque todavía están bajo el poder de la muerte. 15 Si ustedes se odian unos a otros, son asesinos, y ya saben que ningún asesino puede tener la vida eterna.
16 Pero nosotros sabemos lo que es el amor, porque Jesucristo dio su vida por nosotros. Así también nosotros, debemos dar nuestra vida por nuestros hermanos en Cristo. 17 Si un rico ve que alguno de su propia iglesia tiene alguna necesidad, y no lo ayuda, ese rico no ama como Dios ama.
18 Hijos míos, no debemos limitarnos a decir que amamos, sino que debemos demostrarlo por medio de lo que hacemos.
19-20 Sabemos que pertenecemos a Dios porque amamos a los demás. Por eso, si nos sentimos culpables de algo, podemos estar seguros de que Dios no nos acusa de nada, porque él está por encima de todo sentimiento, y lo sabe todo.
21 Amados míos, si estamos bien con Dios, podemos presentarnos ante él con toda confianza. 22 Y nos dará lo que le pidamos, porque obedecemos sus mandamientos y hacemos lo que a él le agrada. 23 Y su mandamiento es que creamos en su Hijo Jesucristo, y que nos amemos unos a otros, tal como Jesús nos lo ordenó. 24 Si obedecemos a Dios, viviremos unidos a él, y él vivirá unido a nosotros. Esto lo sabemos por el Espíritu Santo que nos ha dado.
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