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M’Cheyne Bible Reading Plan

The classic M'Cheyne plan--read the Old Testament, New Testament, and Psalms or Gospels every day.
Duration: 365 days
Nueva Traducción Viviente (NTV)
Version
2 Crónicas 21

Yoram gobierna sobre Judá

21 Cuando murió Josafat, lo enterraron con sus antepasados en la Ciudad de David. Después su hijo Yoram lo sucedió en el trono.

Los hermanos de Yoram—los otros hijos de Josafat—fueron Azarías, Jehiel, Zacarías, Azaryahu, Micael y Sefatías; todos estos fueron hijos de Josafat, rey de Judá.[a] Su padre había dado a cada uno de ellos regalos valiosos de plata, oro y objetos costosos, y también les dio algunas de las ciudades fortificadas de Judá; pero designó a Yoram para que fuera el siguiente rey porque era el hijo mayor. Sin embargo, cuando Yoram se afianzó firmemente en el trono mató a todos sus hermanos y a algunos de los otros líderes de Judá.

Yoram tenía treinta y dos años cuando subió al trono y reinó en Jerusalén ocho años. Sin embargo, siguió el ejemplo de los reyes de Israel y fue tan perverso como el rey Acab, porque se había casado con una de las hijas de Acab. Así que Yoram hizo lo malo a los ojos del Señor. No obstante, el Señor no quiso destruir la dinastía de David, porque había hecho un pacto con David y le había prometido que sus descendientes seguirían gobernando, brillando como una lámpara por siempre.

Durante el reinado de Yoram, los edomitas se rebelaron contra Judá y coronaron a su propio rey. Entonces Yoram marchó con todo su ejército y todos sus carros de guerra. Los edomitas rodearon a Yoram y a los comandantes de sus carros, pero él los atacó[b] de noche al abrigo de la oscuridad. 10 Aun así, Edom ha sido independiente de Judá hasta el día de hoy. La ciudad de Libna también se rebeló por ese mismo tiempo. Todo esto ocurrió porque Yoram había abandonado al Señor, Dios de sus antepasados. 11 Había construido santuarios paganos en la zona montañosa de Judá y había inducido a la gente de Jerusalén y de Judá a apartarse del buen camino y a entregarse a dioses paganos.

12 Luego el profeta Elías le escribió la siguiente carta a Yoram:

«Esto dice el Señor, Dios de tu antepasado David: “Tú no has seguido el buen ejemplo de tu padre, Josafat, ni el de tu abuelo Asa, rey de Judá. 13 En cambio, has sido tan perverso como los reyes de Israel. Has llevado al pueblo de Jerusalén y de Judá a rendir culto a los ídolos, tal como lo hizo el rey Acab en Israel. Incluso has matado a tus propios hermanos, hombres que eran mejores que tú. 14 Por eso ahora el Señor está a punto de herirte con un fuerte golpe a ti, a tu pueblo, a tus hijos, a tus esposas y a todo lo que te pertenece. 15 Sufrirás una grave enfermedad abdominal que se empeorará cada día hasta que se te salgan los intestinos”».

16 Después el Señor incitó a los filisteos y a los árabes, pueblos que vivían cerca de los etíopes,[c] para que atacaran a Yoram. 17 Marcharon contra Judá, derribaron sus defensas y se llevaron todo lo que había de valor en el palacio real, incluso a los hijos y a las esposas del rey. Solo quedó con vida Ocozías,[d] el menor de sus hijos.

18 Después de todo esto, el Señor afligió a Yoram con una enfermedad intestinal incurable. 19 Cada día empeoraba y, al cabo de dos años, se le salieron los intestinos por causa de la enfermedad y murió con terribles dolores. Su pueblo no hizo una gran hoguera funeraria para honrarlo, como se había hecho con sus antepasados.

20 Yoram tenía treinta y dos años cuando subió al trono y reinó en Jerusalén ocho años. Nadie sintió pena cuando murió. Lo enterraron en la Ciudad de David, pero no en el cementerio de los reyes.

Apocalipsis 9

La quinta trompeta trae el primer terror

Entonces el quinto ángel tocó su trompeta, y vi una estrella que había caído del cielo a la tierra, y a la estrella se le dio la llave del pozo del abismo sin fondo.[a] Cuando lo abrió, salió humo como si fuera de un gran horno, y la luz del sol y el aire se oscurecieron debido al humo.

Entonces del humo salieron langostas y descendieron sobre la tierra, y se les dio poder para picar como escorpiones. Se les ordenó que no dañaran la hierba ni las plantas ni los árboles, sino solamente a las personas que no tuvieran el sello de Dios en la frente. Se les ordenó que no las mataran, sino que las torturaran durante cinco meses con un dolor similar al dolor que causa la picadura del escorpión. Durante esos días, las personas buscarán la muerte, pero no la encontrarán; desearán morir, ¡pero la muerte escapará de ellas!

Las langostas parecían caballos preparados para la batalla. Llevaban lo que parecían coronas de oro sobre la cabeza, y las caras parecían humanas. Su cabello era como el de una mujer, y tenían dientes como los del león. Llevaban puestas armaduras de hierro, y sus alas rugían como un ejército de carros de guerra que se apresura a la batalla. 10 Tenían colas que picaban como escorpiones, y durante cinco meses tuvieron el poder para atormentar a la gente. 11 Su rey es el ángel del abismo sin fondo; su nombre—el Destructor—en hebreo es Abadón y en griego es Apolión.

12 El primer terror ya pasó, pero mira, ¡vienen dos terrores más!

La sexta trompeta trae el segundo terror

13 Entonces el sexto ángel tocó su trompeta, y oí una voz que hablaba desde los cuatro cuernos del altar de oro que está en la presencia de Dios. 14 Y la voz le dijo al sexto ángel, que tenía la trompeta: «Suelta a los cuatro ángeles que están atados en el gran río Éufrates». 15 Entonces los cuatro ángeles que habían sido preparados para esa hora, ese día, ese mes y ese año, fueron desatados para matar a la tercera parte de toda la gente de la tierra. 16 Oí que su ejército estaba formado por doscientos millones de tropas a caballo.

17 Así en mi visión, vi los caballos y a los jinetes montados sobre ellos. Los jinetes llevaban puesta una armadura de color rojo fuego, azul oscuro y amarillo. La cabeza de los caballos era como la de un león, y de la boca les salía fuego, humo y azufre ardiente. 18 La tercera parte de toda la gente de la tierra murió a causa de estas tres plagas: el fuego, el humo y el azufre ardiente que salían de la boca de los caballos. 19 El poder de estos caballos estaba en la boca y en la cola, pues sus colas tenían cabezas como de serpiente, con el poder para herir a la gente.

20 Sin embargo, los que no murieron en esas plagas aun así rehusaron arrepentirse de sus fechorías y volverse a Dios. Siguieron rindiendo culto a demonios y a ídolos hechos de oro, plata, bronce, piedra y madera, ¡ídolos que no pueden ni ver ni oír ni caminar! 21 Esa gente no se arrepintió de sus asesinatos ni de su brujería ni de su inmoralidad sexual ni de sus robos.

Zacarías 5

El rollo que volaba

Levanté otra vez la mirada y vi un rollo volando en el aire.

—¿Qué ves?—preguntó el ángel.

—Veo un rollo que vuela—contesté—. Parece tener diez metros de largo y cinco metros de ancho.[a]

Entonces él me dijo:

—Este rollo contiene la maldición que cubrirá toda la tierra. Un lado del rollo dice que los que roban serán desterrados; el otro lado dice que los que juran en falso serán desterrados. El Señor de los Ejércitos Celestiales dice: “Envío esta maldición a la casa de cada ladrón y a la casa de todos los que juran en falso usando mi nombre. Mi maldición se quedará en esa casa y la destruirá por completo, hasta las maderas y las piedras”.

La mujer en una canasta

Entonces el ángel que hablaba conmigo se adelantó y dijo:

—Mira hacia arriba y fíjate en lo que viene.

—¿Qué es?—pregunté.

—Es una canasta para medir grano[b]—respondió—, y está llena con los pecados[c] de los habitantes de todo el país.

Entonces fue levantada la pesada tapa de plomo de la canasta y adentro había una mujer sentada. El ángel dijo: «La mujer se llama Perversidad», y la empujó adentro de la canasta otra vez y cerró la pesada tapa.

Entonces miré hacia arriba y vi a dos mujeres que volaban hacia nosotros, planeando con el viento. Tenían alas como de cigüeña, y recogieron la canasta y levantaron el vuelo.

10 —¿Adónde llevan la canasta?—le pregunté al ángel.

11 —A la tierra de Babilonia[d]—me respondió—, donde construirán un templo para la canasta. Luego, cuando el templo esté listo, colocarán la canasta allí sobre un pedestal.

Juan 8

Una mujer sorprendida en adulterio

Jesús regresó al monte de los Olivos, pero muy temprano a la mañana siguiente, estaba de vuelta en el templo. Pronto se juntó una multitud, y él se sentó a enseñarles. Mientras hablaba, los maestros de la ley religiosa y los fariseos le llevaron a una mujer que había sido sorprendida en el acto de adulterio; la pusieron en medio de la multitud.

«Maestro—le dijeron a Jesús—, esta mujer fue sorprendida en el acto de adulterio. La ley de Moisés manda apedrearla; ¿tú qué dices?».

Intentaban tenderle una trampa para que dijera algo que pudieran usar en su contra, pero Jesús se inclinó y escribió con el dedo en el polvo. Como ellos seguían exigiéndole una respuesta, él se incorporó nuevamente y les dijo: «¡Muy bien, pero el que nunca haya pecado que tire la primera piedra!». Luego volvió a inclinarse y siguió escribiendo en el polvo.

Al oír eso, los acusadores se fueron retirando uno tras otro, comenzando por los de más edad, hasta que quedaron solo Jesús y la mujer en medio de la multitud. 10 Entonces Jesús se incorporó de nuevo y le dijo a la mujer:

—¿Dónde están los que te acusaban? ¿Ni uno de ellos te condenó?

11 —Ni uno, Señor—dijo ella.

—Yo tampoco —le dijo Jesús—. Vete y no peques más.

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Jesús, la luz del mundo

12 Jesús habló una vez más al pueblo y dijo: «Yo soy la luz del mundo. Si ustedes me siguen, no tendrán que andar en la oscuridad porque tendrán la luz que lleva a la vida».

13 Los fariseos respondieron:

—¡Tú haces esas declaraciones acerca de ti mismo! Un testimonio así no es válido.

14 —Estas afirmaciones sí son válidas, aunque las diga de mí mismo —respondió Jesús—. Pues sé de dónde vengo y adónde voy, pero eso es algo que ustedes no saben de mí. 15 Ustedes me juzgan con criterios humanos, pero yo no juzgo a nadie. 16 Y, si lo hiciera, mi juicio sería correcto en todo sentido, porque no estoy solo. El Padre,[a] quien me envió, está conmigo. 17 La misma ley de ustedes establece que, si dos personas concuerdan en algo, su testimonio se acepta como un hecho.[b] 18 Yo soy uno de los testigos, y mi Padre, quien me envió, es el otro.

19 —¿Dónde está tu padre?—le preguntaron.

Jesús contestó:

—Como ustedes no saben quién soy yo, tampoco saben quién es mi Padre. Si me conocieran a mí, también conocerían a mi Padre.

20 Jesús dijo todo esto mientras enseñaba en la parte del templo conocida como la tesorería, pero no lo arrestaron, porque aún no había llegado su momento.[c]

Advertencia para los incrédulos

21 Más tarde, Jesús volvió a decirles: «Yo me voy, y ustedes me buscarán, pero morirán en su pecado. Adonde yo voy, ustedes no pueden ir».

22 Por lo tanto, la gente[d] se preguntaba: «¿Estará pensando suicidarse? ¿Qué quiere decir con “no pueden ir adonde yo voy”?».

23 Jesús continuó diciendo: «Ustedes son de abajo; yo soy de arriba. Ustedes pertenecen a este mundo; yo no. 24 Por eso dije que morirán en sus pecados; porque, a menos que crean que Yo Soy quien afirmo ser,[e] morirán en sus pecados».

25 —¿Y quién eres?—preguntaron.

Jesús contestó:

—El que siempre dije que era.[f] 26 Tengo mucho para decir acerca de ustedes y mucho para condenar, pero no lo haré. Pues digo solo lo que oí del que me envió, y él es totalmente veraz.

27 Pero ellos seguían sin entender que les hablaba de su Padre.

28 Por eso Jesús dijo: «Cuando hayan levantado al Hijo del Hombre en la cruz, entonces comprenderán que Yo Soy.[g] Yo no hago nada por mi cuenta, sino que digo únicamente lo que el Padre me enseñó. 29 Y el que me envió está conmigo, no me ha abandonado. Pues siempre hago lo que a él le agrada». 30 Entonces muchos de los que oyeron sus palabras creyeron en él.

Jesús y Abraham

31 Jesús le dijo a la gente que creyó en él:

—Ustedes son verdaderamente mis discípulos si se mantienen fieles a mis enseñanzas; 32 y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres.

33 —Nosotros somos descendientes de Abraham—le respondieron—, nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Qué quieres decir con “los hará libres”?

34 Jesús contestó:

—Les digo la verdad, todo el que comete pecado es esclavo del pecado. 35 Un esclavo no es un miembro permanente de la familia, pero un hijo sí forma parte de la familia para siempre. 36 Así que, si el Hijo los hace libres, ustedes son verdaderamente libres. 37 Claro que me doy cuenta de que son descendientes de Abraham. Aun así, algunos de ustedes procuran matarme porque no tienen lugar para mi mensaje en su corazón. 38 Yo les cuento lo que vi cuando estaba con mi Padre, pero ustedes siguen el consejo de su padre.

39 —¡Nuestro padre es Abraham!—declararon.

—No—respondió Jesús—, pues si realmente fueran hijos de Abraham, seguirían su ejemplo.[h] 40 En cambio, procuran matarme porque les dije la verdad, la cual oí de Dios. Abraham nunca hizo algo así. 41 No, ustedes imitan a su verdadero padre.

—¡Nosotros no somos hijos ilegítimos!—respondieron—. Dios mismo es nuestro verdadero Padre.

42 Jesús les dijo:

—Si Dios fuera su Padre, ustedes me amarían, porque he venido a ustedes de parte de Dios. No estoy aquí por mi propia cuenta, sino que él me envió. 43 ¿Por qué no pueden entender lo que les digo? ¡Es porque ni siquiera toleran oírme! 44 Pues ustedes son hijos de su padre, el diablo, y les encanta hacer las cosas malvadas que él hace. Él ha sido asesino desde el principio y siempre ha odiado la verdad, porque en él no hay verdad. Cuando miente, actúa de acuerdo con su naturaleza porque es mentiroso y el padre de la mentira. 45 Por eso, es natural que no me crean cuando les digo la verdad. 46 ¿Quién de ustedes puede, con toda sinceridad, acusarme de pecado? Y si les digo la verdad, ¿por qué, entonces, no me creen? 47 Los que pertenecen a Dios escuchan con gusto las palabras de Dios, pero ustedes no las escuchan porque no pertenecen a Dios.

48 —¡Samaritano endemoniado!—replicó la gente—. ¿No veníamos diciendo que estabas poseído por un demonio?

49 —No—dijo Jesús—, no tengo ningún demonio. Pues yo honro a mi Padre; en cambio, ustedes me deshonran a mí. 50 Y, aunque no tengo ninguna intención de glorificarme a mí mismo, Dios va a glorificarme y él es el verdadero juez. 51 Les digo la verdad, ¡todo el que obedezca mi enseñanza jamás morirá!

52 —Ahora estamos convencidos de que estás poseído por un demonio—dijo la gente—. Hasta Abraham y los profetas murieron, pero tú dices: “¡El que obedezca mi enseñanza nunca morirá!”. 53 ¿Acaso eres más importante que nuestro padre Abraham? Él murió, igual que los profetas. ¿Tú quién te crees que eres?

54 Jesús contestó:

—Si yo buscara mi propia gloria, esa gloria no tendría ningún valor, pero es mi Padre quien me glorificará. Ustedes dicen: “Él es nuestro Dios”[i] , 55 pero ni siquiera lo conocen. Yo sí lo conozco; y si dijera lo contrario, ¡sería tan mentiroso como ustedes! Pero lo conozco y lo obedezco. 56 Abraham, el padre de ustedes, se alegró mientras esperaba con ansias mi venida; la vio y se llenó de alegría.

57 Entonces la gente le dijo:

—Ni siquiera tienes cincuenta años. ¿Cómo puedes decir que has visto a Abraham?[j]

58 Jesús contestó:

—Les digo la verdad, ¡aun antes de que Abraham naciera, Yo Soy![k]

59 En ese momento, tomaron piedras para arrojárselas, pero Jesús desapareció de la vista de ellos y salió del templo.

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