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M’Cheyne Bible Reading Plan

The classic M'Cheyne plan--read the Old Testament, New Testament, and Psalms or Gospels every day.
Duration: 365 days
Nueva Traducción Viviente (NTV)
Version
Jueces 9

Abimelec gobierna sobre Siquem

Un día Abimelec, hijo de Gedeón,[a] fue a Siquem para visitar a sus tíos, los hermanos de su madre. Les dijo a ellos y al resto de su familia materna: «Pregúntenles a los ciudadanos prominentes de Siquem si prefieren ser gobernados por los setenta hijos de Gedeón o por un solo hombre. ¡Y recuerden que soy de la misma sangre que ustedes!».

Entonces los tíos de Abimelec transmitieron ese mensaje a los ciudadanos de Siquem. Y después de escuchar la propuesta, el pueblo de Siquem decidió por Abimelec, porque era pariente de ellos. Le dieron setenta monedas de plata del templo de Baal-berit, las cuales él usó para contratar a unos hombres alborotadores e imprudentes que aceptaron seguirlo. Fue a la casa de su padre en Ofra y allí, sobre una misma piedra, mató a sus setenta medios hermanos, los hijos de Gedeón. Pero Jotam, el hermano menor, escapó y se escondió.

Entonces todos los ciudadanos prominentes de Siquem y de Bet-milo convocaron una reunión bajo el roble que está junto a la columna[b] de Siquem y proclamaron rey a Abimelec.

Parábola de Jotam

Cuando Jotam se enteró, subió a la cima del monte Gerizim y gritó:

«¡Escúchenme, ciudadanos de Siquem!
    ¡Escúchenme a mí si quieren que Dios los escuche a ustedes!
Cierta vez los árboles decidieron elegir un rey.
    Primero le dijeron al olivo:
    “¡Reina sobre nosotros!”.
Pero el olivo se negó diciendo:
“¿Dejaría yo de producir el aceite de oliva
    que bendice a Dios y a la gente,
    solo para mecerme por encima de los árboles?”.

10 »Entonces le dijeron a la higuera:
    “¡Reina sobre nosotros!”.
11 Pero la higuera también se negó diciendo:
“¿Dejaría yo de producir mi dulce fruto,
    solo para mecerme por encima de los árboles?”.

12 »Entonces le dijeron a la vid:
    “¡Reina sobre nosotros!”.
13 Pero la vid también se negó diciendo:
“¿Dejaría yo de producir el vino
    que alegra a Dios y a la gente,
    solo para mecerme por encima de los árboles?”.

14 »Finalmente todos los árboles le dijeron al espino:
    “¡Reina sobre nosotros!”.
15 Y el espino les respondió a los árboles:
“Si realmente quieren que yo sea su rey,
    vengan a refugiarse bajo mi sombra.
Si no, que salga fuego de mí
    y consuma los cedros del Líbano”».

16 Jotam continuó: «Ahora asegúrense de haber actuado honorablemente y de buena fe al elegir como rey a Abimelec, y de haberse portado bien con Gedeón y todos sus descendientes. ¿Lo trataron con la honra que se merece por todo lo que realizó? 17 Pues él luchó por ustedes y arriesgó su vida cuando los rescató de los madianitas. 18 Pero hoy ustedes se rebelaron contra mi padre y sus descendientes al matar a sus setenta hijos sobre una misma piedra. Y escogieron a Abimelec, hijo de su esclava, para que sea rey de ustedes, solo porque es su pariente.

19 »Si hoy han actuado honorablemente y de buena fe hacia Gedeón y sus descendientes, entonces que tengan alegría con Abimelec y que él tenga alegría con ustedes. 20 Pero si no han actuado de buena fe, ¡que salga fuego de Abimelec y consuma a los ciudadanos prominentes de Siquem y de Bet-milo, y que salga fuego de los ciudadanos de Siquem y de Bet-milo y consuma a Abimelec!».

21 Entonces Jotam huyó y se fue a vivir a Beer, porque le tenía miedo a su hermano Abimelec.

Siquem se rebela contra Abimelec

22 Tres años después de que Abimelec comenzó a gobernar a Israel, 23 Dios envió un espíritu que generó conflictos entre Abimelec y los ciudadanos prominentes de Siquem, quienes finalmente se rebelaron. 24 Dios estaba castigando a Abimelec por haber asesinado a los setenta hijos de Gedeón, y a los ciudadanos de Siquem por apoyarlo en esa traición de asesinar a sus hermanos. 25 Los ciudadanos de Siquem le tendieron una emboscada a Abimelec en las cumbres de las colinas y robaban a todo el que pasara por allí. Pero alguien alertó a Abimelec acerca de la conspiración.

26 Un día Gaal, hijo de Ebed, se mudó a Siquem con sus hermanos y se ganó la confianza de los ciudadanos prominentes de Siquem. 27 Durante el festival anual de la cosecha en Siquem, celebrado en el templo del dios local, hubo vino en abundancia, y todos comenzaron a maldecir a Abimelec. 28 «¿Quién es ese Abimelec?—gritó Gaal—. No es un hijo legítimo de Siquem.[c] Entonces, ¿por qué debemos ser sus siervos? Él no es más que un hijo de Gedeón, y ese Zebul solo es su ayudante. Sirvan a los verdaderos hijos de Hamor, el fundador de Siquem. ¿Por qué tenemos que servir a Abimelec? 29 Si yo fuera el encargado aquí, me desharía de Abimelec. Le diría:[d] “¡Búscate unos soldados y sal a pelear!”».

30 Pero cuando Zebul, el jefe de la ciudad, oyó lo que Gaal decía, se puso furioso. 31 Le envió mensajeros a Abimelec, quien estaba en Aruma,[e] para decirle: «Gaal, hijo de Ebed, y sus hermanos se han mudado a Siquem, y ahora están incitando a la ciudad a rebelarse contra ti. 32 Ven con un ejército esta noche y escóndete en los campos. 33 Por la mañana, a la salida del sol, ataca la ciudad. Cuando Gaal y los que lo acompañan salgan contra ti, podrás hacer con ellos lo que quieras».

34 Entonces Abimelec y todos sus hombres fueron de noche, se dividieron en cuatro grupos y se posicionaron alrededor de Siquem. 35 Gaal estaba parado junto a las puertas de la ciudad cuando Abimelec y su ejército salieron de su escondite. 36 Al verlos, Gaal le dijo a Zebul:

—¡Mira, hay gente bajando de las cumbres!

—Parecen hombres, pero son nada más sombras reflejadas en las colinas—contestó Zebul.

37 Pero Gaal insistió:

—¡No! Hay gente bajando de las colinas.[f] Y otro grupo viene por el camino que pasa por el Roble de los Adivinos.[g]

38 Entonces Zebul se volvió contra él y preguntó:

—¿Y qué pasó con esa boca grande tuya que presume tanto? Acaso no fuiste tú el que dijo: “¿Quién es ese Abimelec y por qué debemos ser sus siervos?”. ¡Te burlaste de esos hombres, y ahora están en las afueras de la ciudad! ¡Sal a pelear contra ellos!

39 Entonces Gaal marchó al frente de los ciudadanos prominentes de Siquem a la batalla contra Abimelec. 40 Pero Abimelec lo persiguió, y muchos de los hombres de Siquem cayeron heridos por el camino cuando se retiraban hacia la entrada de la ciudad. 41 Entonces Abimelec regresó a Aruma, y Zebul expulsó de Siquem a Gaal y a sus hermanos.

42 Al día siguiente, la gente de Siquem salió a los campos para pelear. Cuando Abimelec se enteró, 43 dividió a sus hombres en tres grupos y tendió una emboscada en los campos. Cuando vio que algunos hombres salían de la ciudad, él y su grupo saltaron de su escondite y los atacaron. 44 Abimelec y sus hombres tomaron por asalto la puerta de la ciudad para impedir que los de Siquem volvieran a entrar, mientras los otros dos grupos de Abimelec mataban a la gente en los campos. 45 La batalla duró todo el día, hasta que finalmente Abimelec tomó la ciudad. Entonces mató a los habitantes, redujo la ciudad a escombros y esparció sal por todo el suelo.

46 Cuando los ciudadanos prominentes que vivían en la torre de Siquem se enteraron de lo sucedido, corrieron a esconderse en el templo de Baal-berit.[h] 47 Alguien le informó a Abimelec que los ciudadanos se habían juntado en el templo, 48 entonces él llevó a sus tropas al monte Salmón. Tomó un hacha, cortó ramas de un árbol y se las puso al hombro. «¡Rápido, hagan lo mismo que hice yo!», dijo a sus hombres. 49 Entonces, siguiendo el ejemplo de Abimelec, cada uno de ellos cortó ramas. Amontonaron las ramas contra las paredes del templo y les prendieron fuego. Así murieron todos los que vivían en la torre de Siquem, unas mil personas, tanto hombres como mujeres.

50 Luego Abimelec atacó la ciudad de Tebes y la tomó. 51 Pero había una torre fuerte dentro de la ciudad, y todos los habitantes, hombres y mujeres, corrieron a refugiarse allí. Se atrincheraron en su interior y subieron al techo de la torre. 52 Entonces Abimelec los siguió para atacar la torre; pero cuando se preparaba para prenderle fuego a la entrada, 53 desde el techo, una mujer tiró una piedra de molino, que cayó sobre la cabeza de Abimelec, y le partió el cráneo.

54 Enseguida él le dijo a su joven escudero: «¡Saca tu espada y mátame! ¡Que no se diga que una mujer mató a Abimelec!». Así que el joven lo atravesó con su espada, y él murió. 55 Cuando los hombres de Abimelec lo vieron muerto, se desbandaron y regresaron a sus casas.

56 De esa forma, Dios castigó a Abimelec por el mal que había hecho contra su padre al matar a sus setenta hermanos. 57 Dios también castigó a los hombres de Siquem por toda su maldad. Así se cumplió la maldición de Jotam, hijo de Gedeón.

Hechos 13

Bernabé y Saulo son encomendados

13 Entre los profetas y maestros de la iglesia de Antioquía de Siria se encontraban Bernabé, Simeón (llamado «el Negro»[a]), Lucio (de Cirene), Manaén (compañero de infancia del rey Herodes Antipas[b]) y Saulo. Cierto día, mientras estos hombres adoraban al Señor y ayunaban, el Espíritu Santo dijo: «Designen a Bernabé y a Saulo para el trabajo especial al cual los he llamado». Así que, después de pasar más tiempo en ayuno y oración, les impusieron las manos y los enviaron.

Primer viaje misionero de Pablo

Entonces Bernabé y Saulo fueron enviados por el Espíritu Santo. Descendieron hasta el puerto de Seleucia y después navegaron hacia la isla de Chipre. Allí, en la ciudad de Salamina, fueron a las sinagogas judías y predicaron la palabra de Dios. Juan Marcos fue con ellos como su asistente.

Después viajaron de ciudad en ciudad por toda la isla hasta que finalmente llegaron a Pafos, donde conocieron a un hechicero judío, un falso profeta llamado Barjesús. El tal se había apegado al gobernador, Sergio Paulo, quien era un hombre inteligente. El gobernador invitó a Bernabé y a Saulo para que fueran a verlo, porque quería oír la palabra de Dios; pero Elimas, el hechicero (eso es lo que significa su nombre en griego), se entrometió y trataba de persuadir al gobernador para que no prestara atención a lo que Bernabé y Saulo decían. Trataba de impedir que el gobernador creyera.

Saulo, también conocido como Pablo, fue lleno del Espíritu Santo y miró al hechicero a los ojos. 10 Luego dijo: «¡Tú, hijo del diablo, lleno de toda clase de engaño y fraude, y enemigo de todo lo bueno! ¿Nunca dejarás de distorsionar los caminos verdaderos del Señor? 11 Ahora mira, el Señor ha puesto su mano de castigo sobre ti, y quedarás ciego. No verás la luz del sol por un tiempo». Al instante, neblina y oscuridad cubrieron los ojos del hombre, y comenzó a andar a tientas, mientras suplicaba que alguien lo tomara de la mano y lo guiara.

12 Cuando el gobernador vio lo que había sucedido, se convirtió, pues quedó asombrado de la enseñanza acerca del Señor.

Pablo predica en Antioquía de Pisidia

13 Luego Pablo y sus compañeros salieron de Pafos en barco rumbo a Panfilia y desembarcaron en la ciudad portuaria de Perge. Allí Juan Marcos los dejó y regresó a Jerusalén; 14 pero Pablo y Bernabé siguieron su viaje por tierra adentro hasta Antioquía de Pisidia.[c]

El día de descanso fueron a las reuniones de la sinagoga. 15 Después de las lecturas acostumbradas de los libros de Moisés[d] y de los profetas, los que estaban a cargo del servicio les mandaron el siguiente mensaje: «Hermanos, si tienen alguna palabra de aliento para el pueblo, ¡pasen a decirla!».

16 Entonces Pablo se puso de pie, levantó la mano para hacer que se callaran y comenzó a hablar: «Hombres de Israel—dijo—y ustedes, gentiles[e] temerosos de Dios, escúchenme.

17 »El Dios de esta nación de Israel eligió a nuestros antepasados e hizo que se multiplicaran y se hicieran fuertes durante el tiempo que pasaron en Egipto. Luego, con brazo poderoso los sacó de la esclavitud. 18 Tuvo que soportarlos[f] durante los cuarenta años que anduvieron vagando por el desierto. 19 Luego destruyó a siete naciones en Canaán y le dio su tierra a Israel como herencia. 20 Todo esto llevó cerca de cuatrocientos cincuenta años.

»Después de eso, Dios les dio jueces para que gobernaran hasta los días del profeta Samuel. 21 Luego el pueblo suplicó por un rey, y Dios les dio a Saúl, hijo de Cis, un hombre de la tribu de Benjamín que reinó durante cuarenta años. 22 Pero Dios quitó a Saúl y lo reemplazó con David, un hombre de quien Dios dijo: “He encontrado en David, hijo de Isaí, a un hombre conforme a mi propio corazón; él hará todo lo que yo quiero que haga”[g].

23 »Y es precisamente uno de los descendientes del rey David, Jesús, ¡el Salvador de Israel prometido por Dios! 24 Antes de que él viniera, Juan el Bautista predicaba que todo el pueblo de Israel tenía que arrepentirse de sus pecados, convertirse a Dios y bautizarse. 25 Cuando estaba en los últimos días de su ministerio, Juan preguntó: “¿Creen ustedes que yo soy el Mesías? No, ¡no lo soy! Pero él pronto viene, y yo ni siquiera soy digno de ser su esclavo ni de desatarle las sandalias de sus pies”.

26 »Hermanos—ustedes, hijos de Abraham, y también ustedes, gentiles temerosos de Dios—, ¡este mensaje de salvación ha sido enviado a nosotros! 27 La gente de Jerusalén y sus líderes no reconocieron a Jesús como la persona de quien hablaron los profetas. En cambio, lo condenaron y, al hacerlo, cumplieron las palabras de los profetas que se leen todos los días de descanso. 28 No encontraron ninguna razón legal para ejecutarlo, pero de cualquier forma le pidieron a Pilato que lo matara.

29 »Una vez que llevaron a cabo todo lo que las profecías decían acerca de él, lo bajaron de la cruz[h] y lo pusieron en una tumba. 30 ¡Pero Dios lo levantó de los muertos! 31 Y, durante varios días, se apareció a los que habían ido con él de Galilea a Jerusalén. Actualmente ellos son sus testigos al pueblo de Israel.

32 »Y ahora nosotros estamos aquí para traerles la Buena Noticia. La promesa fue dirigida a nuestros antepasados. 33 Y ahora Dios nos la cumplió a nosotros, los descendientes, al resucitar a Jesús. Esto es lo que el segundo salmo dice sobre Jesús:

“Tú eres mi Hijo.
    Hoy he llegado a ser tu Padre[i]”.

34 Pues Dios había prometido levantarlo de los muertos, no dejarlo que se pudriera en la tumba. Dijo: “Yo te daré las bendiciones sagradas que le prometí a David”[j]. 35 Otro salmo lo explica con más detalle: “No permitirás que tu Santo se pudra en la tumba”[k]. 36 Este salmo no hace referencia a David, pues, después de haber hecho la voluntad de Dios en su propia generación, David murió, fue enterrado con sus antepasados y su cuerpo se descompuso. 37 No, el salmo se refería a otra persona, a alguien a quien Dios resucitó y cuyo cuerpo no se descompuso.

38 »Hermanos, ¡escuchen! Estamos aquí para proclamar que, por medio de este hombre Jesús, ustedes tienen el perdón de sus pecados. 39 Todo el que cree en él es hecho justo a los ojos de Dios, algo que la ley de Moisés nunca pudo hacer. 40 ¡Tengan cuidado! No dejen que las palabras de los profetas se apliquen a ustedes. Pues ellos dijeron:

41 “Miren, ustedes burlones,
    ¡asómbrense y mueran!
Pues estoy haciendo algo en sus propios días,
    algo que no creerían
    aun si alguien les dijera”[l]».

42 Cuando Pablo y Bernabé salieron de la sinagoga ese día, la gente les suplicó que volvieran a hablar sobre esas cosas la semana siguiente. 43 Muchos judíos y devotos convertidos al judaísmo siguieron a Pablo y a Bernabé, y ambos hombres los exhortaban a que continuaran confiando en la gracia de Dios.

Pablo se dirige a los gentiles

44 A la semana siguiente, casi toda la ciudad fue a oírlos predicar la palabra del Señor. 45 Cuando algunos judíos vieron las multitudes tuvieron envidia; así que calumniaban a Pablo y debatían contra todo lo que él decía.

46 Entonces Pablo y Bernabé hablaron con valentía y declararon: «Era necesario que primero les predicáramos la palabra de Dios a ustedes, los judíos; pero ya que ustedes la han rechazado y se consideran indignos de la vida eterna, se la ofreceremos a los gentiles. 47 Pues el Señor nos dio este mandato cuando dijo:

“Yo te he hecho luz para los gentiles,
    a fin de llevar salvación a los rincones más lejanos de la tierra”[m]».

48 Cuando los gentiles oyeron esto, se alegraron y le dieron las gracias al Señor por su mensaje, y todos los que fueron elegidos para la vida eterna se convirtieron en creyentes. 49 Así que el mensaje del Señor se extendió por toda esa región.

50 Luego los judíos provocaron a las mujeres religiosas influyentes y a los líderes de la ciudad, e incitaron a una turba contra Pablo y Bernabé, y los echaron de la ciudad. 51 Así que ellos se sacudieron el polvo de sus pies en señal de rechazo y se dirigieron a la ciudad de Iconio. 52 Y los creyentes[n] se llenaron de alegría y del Espíritu Santo.

Jeremías 22

Mensaje a los reyes de Judá

22 Esto me dijo el Señor: «Ve y habla directamente al rey de Judá. Dile: “Rey de Judá, tú que te sientas en el trono de David, escucha el mensaje del Señor. Deja que tus ayudantes y tu pueblo también escuchen. Esto dice el Señor: ‘Sean imparciales y justos. ¡Hagan lo que es correcto! Ayuden a quienes han sufrido robos; rescátenlos de sus opresores. ¡Abandonen sus malas acciones! No maltraten a los extranjeros, ni a los huérfanos ni a las viudas. ¡Dejen de matar al inocente! Si me obedecen, siempre habrá un descendiente de David sentado en el trono aquí en Jerusalén. El rey entrará por las puertas del palacio en carros y a caballo, con su corte de ayudantes y súbditos. Sin embargo, si rehúsan prestar atención a esta advertencia, les juro por mi propio nombre, dice el Señor, que este palacio se convertirá en un montón de escombros’”».

Mensaje referente al palacio

Ahora bien, esto dice el Señor con respecto al palacio real de Judá:

«Te amo tanto como a la fructífera Galaad
    y como a los verdes bosques del Líbano.
Pero te convertiré en un desierto
    y nadie vivirá dentro de tus muros.
Citaré a obreros de demolición,
    los cuales sacarán sus herramientas para desmantelarte.
Arrancarán todas tus selectas vigas de cedro
    y las echarán al fuego.

»Gente de muchas naciones pasará por las ruinas de la ciudad y se dirán el uno al otro: “¿Por qué habrá destruido el Señor esta gran ciudad?”. Y la contestación será: “Porque violaron su pacto con el Señor su Dios al rendir culto a otros dioses”».

Mensaje acerca de Joacaz

10 No lloren por el rey muerto ni lamenten su pérdida.
    ¡En cambio, lloren por el rey cautivo que se llevan al exilio,
    porque nunca más volverá para ver su tierra natal!

11 Pues esto dice el Señor acerca de Joacaz,[a] quien sucedió en el trono a su padre, el rey Josías, y fue llevado cautivo: «Él nunca regresará. 12 Morirá en una tierra lejana y nunca más verá su propio país».

Mensaje acerca de Joacim

13 Y el Señor dice: «¡Qué aflicción le espera a Joacim,[b]
    que edifica su palacio con trabajo forzado[c]!
Construye las paredes a base de injusticia,
    porque obliga a sus vecinos a trabajar,
    y no les paga por su trabajo.
14 Dice: “Construiré un palacio magnífico
    con habitaciones enormes y muchas ventanas.
Lo revestiré con cedro fragante
    y lo pintaré de un rojo agradable”.
15 ¡Pero un hermoso palacio de cedro no hace a un gran rey!
    Josías, tu padre, también tenía mucha comida y bebida;
pero él era justo y recto en todo lo que hacía.
    Por esa razón Dios lo bendijo.
16 Hizo justicia al pobre y al necesitado y los ayudó,
    y le fue bien en todo.
¿No es eso lo que significa conocerme?
    —dice el Señor—.
17 ¡Pero tú, solo tienes ojos para la avaricia y la deshonestidad!
    Asesinas al inocente,
    oprimes al pobre y reinas sin piedad».

18 Por lo tanto, esto dice el Señor acerca de Joacim, hijo del rey Josías:

«El pueblo no llorará por él, lamentándose entre sí:
    “¡Ay, mi hermano! ¡Ay, mi hermana!”.
Sus súbditos no llorarán por él, lamentando:
    “¡Ay, nuestro amo ha muerto! ¡Ay, su esplendor se ha ido!”.
19 Será enterrado como un burro muerto:
    ¡arrastrado fuera de Jerusalén y arrojado fuera de las puertas!
20 Llora por tus aliados en el Líbano;
    grita por ellos en Basán.
Búscalos en las regiones al oriente del río.[d]
    Mira, todos han sido destruidos.
    No quedó nadie para ayudarte.
21 Te lo advertí cuando eras próspero,
    pero respondiste: “¡No me fastidies!”.
Has sido así desde tu niñez;
    ¡nunca me obedeces!
22 Y ahora a tus aliados se los llevará el viento.
    Todos tus amigos serán llevados cautivos.
    Seguramente para entonces verás tu maldad y te avergonzarás.
23 Puede que sea lindo vivir en un palacio magnífico,
    recubierto con madera de cedros del Líbano,
pero pronto gemirás con punzadas de angustia,
    angustia como la de una mujer con dolores de parto.

Mensaje a Joaquín

24 »Tan cierto como que yo vivo—dice el Señor—, te abandonaré, Joaquín,[e] hijo de Joacim, rey de Judá. Aunque fueras el anillo con mi sello oficial en mi mano derecha, te arrancaría. 25 Te entregaré a los que buscan matarte—a los que tanto temes—al rey Nabucodonosor[f] de Babilonia y al poderoso ejército babilónico.[g] 26 Te expulsaré de esta tierra, a ti y a tu madre, y morirás en un país extranjero, no en tu tierra natal. 27 Nunca regresarás a la tierra que añoras.

28 »¿Por qué es este hombre, Joaquín, como una vasija desechada y rota?
    ¿Por qué serán él y sus hijos exiliados al extranjero?
29 ¡Oh tierra, tierra, tierra!
    ¡Escucha este mensaje del Señor!
30 Esto dice el Señor:
“Que conste en acta que este hombre, Joaquín, no tuvo hijos.
    Él es un fracasado,
porque no tendrá hijos que le sucedan en el trono de David
    para gobernar a Judá”.

Marcos 8

Jesús alimenta a cuatro mil

En esos días, se reunió otra gran multitud, y de nuevo la gente quedó sin alimentos. Jesús llamó a sus discípulos y les dijo:

—Siento compasión por ellos. Han estado aquí conmigo durante tres días y no les queda nada para comer. Si los envío a sus casas con hambre, se desmayarán en el camino porque algunos han venido desde muy lejos.

Sus discípulos respondieron:

—¿Cómo vamos a conseguir comida suficiente para darles de comer aquí en el desierto?

—¿Cuánto pan tienen?—preguntó Jesús.

—Siete panes—contestaron ellos.

Entonces Jesús le dijo a la gente que se sentara en el suelo. Luego tomó los siete panes, dio gracias a Dios por ellos, los partió en trozos y se los dio a sus discípulos, quienes repartieron el pan entre la multitud. También encontraron unos pescaditos, así que Jesús los bendijo y pidió a sus discípulos que los repartieran.

Todos comieron cuanto quisieron. Después los discípulos recogieron siete canastas grandes con la comida que sobró. Ese día había unos cuatro mil hombres en la multitud, y Jesús los envió a sus casas luego de que comieron. 10 Inmediatamente después, subió a una barca con sus discípulos y cruzó a la región de Dalmanuta.

Los fariseos exigen una señal milagrosa

11 Cuando los fariseos oyeron que Jesús había llegado, se acercaron y comenzaron a discutir con él. Para ponerlo a prueba, exigieron que les mostrara una señal milagrosa del cielo que demostrara su autoridad.

12 Cuando Jesús oyó esto, suspiró profundamente en su espíritu y dijo: «¿Por qué esta gente sigue exigiendo una señal milagrosa? Les digo la verdad, no daré ninguna señal a esta generación». 13 Luego regresó a la barca y los dejó y cruzó al otro lado del lago.

La levadura de los fariseos y de Herodes

14 Pero los discípulos se habían olvidado de llevar comida y solo tenían un pan en la barca. 15 Mientras cruzaban el lago, Jesús les advirtió: «¡Atención! ¡Tengan cuidado con la levadura de los fariseos y con la de Herodes!».

16 Al oír esto, comenzaron a discutir entre sí, pues no habían traído nada de pan. 17 Jesús supo lo que hablaban, así que les dijo:

—¿Por qué discuten por no tener pan? ¿Todavía no saben ni entienden? ¿Tienen el corazón demasiado endurecido para comprenderlo? 18 “Tienen ojos, ¿y no pueden ver? Tienen oídos, ¿y no pueden oír?”[a] ¿No recuerdan nada en absoluto? 19 Cuando alimenté a los cinco mil con cinco panes, ¿cuántas canastas con sobras recogieron después?

—Doce—contestaron ellos.

20 —Y cuando alimenté a los cuatro mil con siete panes, ¿cuántas canastas grandes con sobras recogieron?

—Siete—dijeron.

21 —¿Todavía no entienden?—les preguntó.

Jesús sana a un ciego

22 Cuando llegaron a Betsaida, algunas personas llevaron a un hombre ciego ante Jesús y le suplicaron que lo tocara y lo sanara. 23 Jesús tomó al ciego de la mano y lo llevó fuera de la aldea. Luego escupió en los ojos del hombre, puso sus manos sobre él y le preguntó:

—¿Puedes ver algo ahora?

24 El hombre miró a su alrededor y dijo:

—Sí, veo a algunas personas, pero no puedo verlas con claridad; parecen árboles que caminan.

25 Entonces Jesús puso nuevamente sus manos sobre los ojos del hombre y fueron abiertos. Su vista fue totalmente restaurada y podía ver todo con claridad. 26 Jesús lo envió a su casa y le dijo:

—No pases por la aldea cuando regreses a tu casa.

Declaración de Pedro acerca de Jesús

27 Jesús y sus discípulos salieron de Galilea y fueron a las aldeas cerca de Cesarea de Filipo. Mientras caminaban, él les preguntó:

—¿Quién dice la gente que soy?

28 —Bueno—contestaron—, algunos dicen Juan el Bautista, otros dicen Elías, y otros dicen que eres uno de los otros profetas.

29 Entonces les preguntó:

—Y ustedes, ¿quién dicen que soy?

Pedro contestó:

—Tú eres el Mesías.[b]

30 Pero Jesús les advirtió que no le contaran a nadie acerca de él.

Jesús predice su muerte

31 Entonces Jesús comenzó a decirles que el Hijo del Hombre[c] tendría que sufrir muchas cosas terribles y ser rechazado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los maestros de la ley religiosa. Lo matarían, pero tres días después resucitaría. 32 Mientras hablaba abiertamente de eso con sus discípulos, Pedro lo llevó aparte y empezó a reprenderlo por decir semejantes cosas.[d]

33 Jesús se dio la vuelta, miró a sus discípulos y reprendió a Pedro: «¡Aléjate de mí, Satanás!—dijo—. Ves las cosas solamente desde el punto de vista humano, no del punto de vista de Dios».

34 Entonces llamó a la multitud para que se uniera a los discípulos, y dijo: «Si alguno de ustedes quiere ser mi seguidor, tiene que abandonar su propia manera de vivir, tomar su cruz y seguirme. 35 Si tratas de aferrarte a la vida, la perderás; pero si entregas tu vida por mi causa y por causa de la Buena Noticia, la salvarás. 36 ¿Y qué beneficio obtienes si ganas el mundo entero pero pierdes tu propia alma[e]? 37 ¿Hay algo que valga más que tu alma? 38 Si alguien se avergüenza de mí y de mi mensaje en estos días de adulterio y de pecado, el Hijo del Hombre se avergonzará de esa persona cuando regrese en la gloria de su Padre con sus santos ángeles».

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