M’Cheyne Bible Reading Plan
División de la tierra al occidente del Jordán
14 Las demás tribus de Israel recibieron porciones de tierra en Canaán asignadas por el sacerdote Eleazar, por Josué, hijo de Nun, y por los jefes de las tribus. 2 Esas nueve tribus y media recibieron sus porciones de tierra mediante un sorteo sagrado, según el mandato que el Señor había dado por medio de Moisés. 3 Moisés ya les había asignado una porción de tierra a las dos tribus y media que estaban al oriente del río Jordán, pero no había entregado ninguna porción a los levitas. 4 Los descendientes de José se habían separado en dos tribus distintas: Manasés y Efraín. Y a los levitas no se les dio ninguna porción de tierra, únicamente ciudades donde vivir, rodeadas de pastizales para sus animales y posesiones. 5 De modo que se distribuyó la tierra exactamente según las órdenes que el Señor había dado a Moisés.
Caleb solicita su tierra
6 Una delegación de la tribu de Judá, dirigida por Caleb, hijo de Jefone, el cenezeo, se presentó ante Josué, quien estaba en Gilgal. Caleb le dijo a Josué: «Recuerda lo que el Señor le dijo a Moisés, hombre de Dios, acerca de ti y de mí cuando estábamos en Cades-barnea. 7 Yo tenía cuarenta años cuando Moisés, siervo del Señor, me envió desde Cades-barnea a que explorara la tierra de Canaán. Regresé y di un informe objetivo de lo que vi, 8 pero los hermanos que me acompañaron asustaron tanto al pueblo que nadie quería entrar en la Tierra Prometida. Por mi parte, seguí al Señor mi Dios con todo mi corazón. 9 Así que, ese día, Moisés me prometió solemnemente: “La tierra de Canaán, por donde recién caminaste, será tu porción de tierra y la de tus descendientes para siempre, porque seguiste al Señor mi Dios con todo tu corazón”.
10 »Ahora, como puedes ver, en todos estos cuarenta y cinco años desde que Moisés hizo esa promesa, el Señor me ha mantenido con vida y buena salud tal como lo prometió, incluso mientras Israel andaba vagando por el desierto. Ahora tengo ochenta y cinco años. 11 Estoy tan fuerte hoy como cuando Moisés me envió a esa travesía y aún puedo andar y pelear tan bien como lo hacía entonces. 12 Así que dame la zona montañosa que el Señor me prometió. Tú recordarás que, mientras explorábamos, encontramos allí a los descendientes de Anac, que vivían en grandes ciudades amuralladas. Pero si el Señor está conmigo, yo los expulsaré de la tierra, tal como el Señor dijo».
13 Entonces Josué bendijo a Caleb, hijo de Jefone, y le dio Hebrón como su asignación de tierra. 14 Hebrón todavía pertenece a los descendientes de Caleb, hijo de Jefone, el cenezeo, porque él siguió al Señor, Dios de Israel, con todo su corazón. 15 (Antiguamente Hebrón se llamaba Quiriat-arba. Llevaba el nombre de Arba, un gran héroe de los descendientes de Anac).
Y la tierra descansó de la guerra.
La tierra entregada a la tribu de Judá
15 La asignación de tierra para los clanes de la tribu de Judá se extendía hacia el sur hasta la frontera con Edom y llegaba al desierto de Zin.
2 La frontera sur comenzaba en la bahía sur del mar Muerto,[a] 3 se extendía al sur del paso de los Escorpiones[b] por el desierto de Zin y seguía por el sur de Cades-barnea hasta Hezrón. Luego subía hasta Adar, donde giraba hacia Carca. 4 De allí, pasaba a Asmón hasta que finalmente alcanzaba el arroyo de Egipto y lo seguía hasta el mar Mediterráneo.[c] Esa era la frontera sur de ellos.[d]
5 El límite oriental se extendía por todo el mar Muerto hasta la desembocadura del río Jordán.
La frontera norte comenzaba en la bahía donde el río Jordán desemboca en el mar Muerto, 6 de allí subía a Bet-hogla, luego seguía por el norte de Bet-arabá hasta la peña de Bohán. (Bohán era hijo de Rubén). 7 Desde allí, atravesaba el valle de Acor hasta Debir y giraba al norte, hacia Gilgal, que está al otro lado de las laderas de Adumín, en el sur del valle. De allí, el límite se extendía a los manantiales de En-semes y seguía hasta En-rogel. 8 Luego atravesaba el valle de Ben-hinom por las laderas sureñas de los jebuseos, donde está situada la ciudad de Jerusalén. La frontera luego se extendía hacia el occidente, a la cima de la montaña que está sobre el valle de Hinom, y subía hasta el extremo norte del valle de Refaim. 9 De allí, se extendía desde la cima de la montaña hasta el manantial que hay en las aguas de Neftoa,[e] y de allí, a las ciudades del monte Efrón. Después giraba hacia Baala (también llamada Quiriat-jearim). 10 El límite rodeaba el occidente de Baala hacia el monte Seir, pasaba por la ciudad de Quesalón, en la ladera norte del monte Jearim, y bajaba a Bet-semes y luego a Timna. 11 Después seguía hasta la ladera de la colina que está al norte de Ecrón, donde giraba hacia Sicrón y el monte Baala. Pasaba Jabneel y terminaba en el mar Mediterráneo.
12 La frontera occidental era la costa del mar Mediterráneo.[f]
Esos son los límites para los clanes de la tribu de Judá.
La tierra entregada a Caleb
13 El Señor le ordenó a Josué que le asignara una parte del territorio de Judá a Caleb, hijo de Jefone. Así que Caleb recibió la ciudad de Quiriat-arba (también llamada Hebrón), que llevaba el nombre del antepasado de Anac. 14 Caleb expulsó a los tres grupos de anaceos, que son descendientes de Sesai, de Ahimán y de Talmai, hijos de Anac.
15 De allí, salió a luchar contra los habitantes de la ciudad de Debir (antiguamente llamada Quiriat-sefer). 16 Caleb dijo: «Daré a mi hija Acsa en matrimonio al que ataque y tome Quiriat-sefer». 17 Otoniel, hijo de Cenaz, un hermano de Caleb, fue quien conquistó la ciudad; así que Acsa pasó a ser esposa de Otoniel.
18 Cuando Acsa se casó con Otoniel, ella insistió en que él le pidiera[g] un campo a su padre. Mientras ella se bajaba de su burro, Caleb le preguntó:
—¿Qué te pasa?
19 Ella contestó:
—Concédeme otro regalo. Ya me regalaste tierras en el Neguev; ahora te ruego que también me des manantiales.
Entonces Caleb le entregó tanto los manantiales de la parte alta como los de la parte baja.
Las ciudades asignadas a Judá
20 Esta fue la tierra asignada a los clanes de la tribu de Judá para que fuera su hogar.
21 Las ciudades de Judá situadas a lo largo de la frontera con Edom, en el extremo sur eran: Cabseel, Edar, Jagur, 22 Cina, Dimona, Adada, 23 Cedes, Hazor, Itnán, 24 Zif, Telem, Bealot, 25 Hazor-hadata, Queriot-hezrón (también llamada Hazor), 26 Amam, Sema, Molada, 27 Hazar-gada, Hesmón, Bet-pelet, 28 Hazar-sual, Beerseba, Bizotia, 29 Baala, Iim, Ezem, 30 Eltolad, Quesil, Horma, 31 Siclag, Madmana, Sansana, 32 Lebaot, Silhim, Aín y Rimón; veintinueve ciudades con sus aldeas vecinas.
33 Las siguientes ciudades situadas en las colinas occidentales[h] también se le entregaron a Judá: Estaol, Zora, Asena, 34 Zanoa, En-ganim, Tapúa, Enam, 35 Jarmut, Adulam, Soco, Azeca, 36 Saaraim, Aditaim, Gedera y Gederotaim; catorce ciudades con sus aldeas vecinas.
37 También estaban incluidas: Zenán, Hadasa, Migdal-gad, 38 Dileán, Mizpa, Jocteel, 39 Laquis, Boscat, Eglón, 40 Cabón, Lahmam, Quitlis, 41 Gederot, Bet-dagón, Naama y Maceda; dieciséis ciudades con sus aldeas vecinas.
42 Además de esas, estaban Libna, Eter, Asán, 43 Jifta, Asena, Nezib, 44 Keila, Aczib y Maresa; nueve ciudades con sus aldeas vecinas.
45 El territorio de la tribu de Judá también incluía la ciudad de Ecrón con los asentamientos y las aldeas que la rodeaban. 46 De Ecrón, el límite se extendía al occidente e incluía las ciudades cercanas a Asdod con sus aldeas vecinas. 47 También incluía Asdod con los asentamientos y las aldeas que la rodeaban, y Gaza con sus respectivos asentamientos y aldeas, tan lejos como el arroyo de Egipto y a lo largo de la costa del mar Mediterráneo.
48 Judá también recibió las siguientes ciudades en la zona montañosa: Samir, Jatir, Soco, 49 Dana, Quiriat-sana (también llamada Debir), 50 Anab, Estemoa, Anim, 51 Gosén, Holón y Gilo; once ciudades con sus aldeas vecinas.
52 También estaban incluidas las siguientes ciudades: Arab, Duma, Esán, 53 Janum, Bet-tapúa, Afeca, 54 Humta, Quiriat-arba (también llamada Hebrón) y Sior; nueve ciudades con sus aldeas vecinas.
55 Además de esas, estaban Maón, Carmelo, Zif, Juta, 56 Jezreel, Jocdeam, Zanoa, 57 Caín, Guibeá y Timna; diez ciudades con sus aldeas vecinas.
58 Además estaban Halaul, Bet-sur, Gedor, 59 Maarat, Bet-anot y Eltecón; seis ciudades con sus aldeas vecinas.
60 También estaban Quiriat-baal (también llamada Quiriat-jearim) y Rabá; dos ciudades con sus aldeas vecinas.
61 En el desierto se encontraban las ciudades de Bet-arabá, Midín, Secaca, 62 Nibsán, la Ciudad de la Sal y En-gadi; seis ciudades con sus aldeas vecinas.
63 Sin embargo, la tribu de Judá no pudo expulsar a los jebuseos, que vivían en la ciudad de Jerusalén; así que los jebuseos viven entre el pueblo de Judá hasta el día de hoy.
146 ¡Alabado sea el Señor!
Que todo lo que soy alabe al Señor.
2 Alabaré al Señor mientras viva;
cantaré alabanzas a mi Dios con el último aliento.
3 No pongan su confianza en los poderosos;
no está allí la ayuda para ustedes.
4 Ellos, al dar su último suspiro, vuelven al polvo,
y todos sus planes mueren con ellos.
5 Pero felices son los que tienen como ayudador al Dios de Israel,[a]
los que han puesto su esperanza en el Señor su Dios.
6 Él hizo el cielo y la tierra,
el mar y todo lo que hay en ellos.
Él cumple todas sus promesas para siempre.
7 Hace justicia al oprimido
y da alimento al que tiene hambre.
El Señor libera a los prisioneros.
8 El Señor abre los ojos de los ciegos.
El Señor levanta a los agobiados.
El Señor ama a los justos.
9 El Señor protege a los extranjeros que viven entre nosotros.
Cuida de los huérfanos y las viudas,
pero frustra los planes de los perversos.
10 El Señor reinará por siempre.
Él será tu Dios, oh Jerusalén,[b] por todas las generaciones.
¡Alabado sea el Señor!
147 ¡Alabado sea el Señor!
¡Qué bueno es cantar alabanzas a nuestro Dios!
¡Qué agradable y apropiado!
2 El Señor reconstruye a Jerusalén
y trae a los desterrados de vuelta a Israel.
3 Él sana a los de corazón quebrantado
y les venda las heridas.
4 Cuenta las estrellas
y llama a cada una por su nombre.
5 ¡Qué grande es nuestro Señor! ¡Su poder es absoluto!
¡Su comprensión supera todo entendimiento!
6 El Señor sostiene a los humildes,
pero derriba a los perversos y los hace morder el polvo.
7 Canten su gratitud al Señor;
al son del arpa, entonen alabanzas a nuestro Dios.
8 Él cubre los cielos con nubes,
provee lluvia a la tierra,
y hace crecer la hierba en los pastizales de los montes.
9 Da alimento a los animales salvajes
y alimenta a las crías del cuervo cuando chillan.
10 No se complace en la fuerza del caballo
ni en el poder del ser humano.
11 No, el Señor se deleita en los que le temen,
en los que ponen su esperanza en su amor inagotable.
12 ¡Glorifica al Señor, oh Jerusalén!
¡Alaba a tu Dios, oh Sion!
13 Pues él ha reforzado las rejas de tus puertas
y ha bendecido a tus hijos que habitan dentro de tus murallas.
14 Envía paz por toda tu nación
y te sacia el hambre con el mejor trigo.
15 Envía sus órdenes al mundo;
¡qué veloz corre su palabra!
16 Envía la nieve como lana blanca
y esparce la escarcha sobre la tierra como ceniza.
17 Lanza el granizo como piedras.[c]
¿Quién puede resistir su frío congelante?
18 Luego, a su orden todo se derrite;
envía sus vientos y el hielo se disuelve.
19 Dios reveló su palabra a Jacob,
sus decretos y ordenanzas a Israel.
20 No ha hecho esto con ninguna otra nación;
las demás naciones no conocen sus ordenanzas.
¡Alabado sea el Señor!
Jeremías habla en el templo
7 El Señor le dio otro mensaje a Jeremías diciendo: 2 «Vete a la entrada del templo del Señor y dale el siguiente mensaje al pueblo: “Oh Judá, ¡escucha este mensaje del Señor! ¡Escúchenlo, todos ustedes que aquí adoran al Señor! 3 Esto dice el Señor de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel:
»”Incluso ahora, si abandonan sus malos caminos les permitiré quedarse en su propia tierra; 4 pero no se dejen engañar por los que les prometen seguridad simplemente porque aquí está el templo del Señor. Ellos repiten: ‘¡El templo del Señor está aquí! ¡El templo del Señor está aquí!’. 5 Pero seré misericordioso únicamente si abandonan sus malos pensamientos y sus malas acciones, y comienzan a tratarse el uno al otro con justicia; 6 si dejan de explotar a los extranjeros, a los huérfanos y a las viudas; si dejan de asesinar; y si dejan de dañarse ustedes mismos al rendir culto a los ídolos. 7 Entonces, les permitiré quedarse en esta tierra que les di a sus antepasados para siempre.
8 »”No se dejen engañar ni crean que nunca tendrán que sufrir porque el templo está aquí. ¡Es una mentira! 9 ¿De verdad piensan que pueden robar, matar, cometer adulterio, mentir y quemar incienso a Baal y a los otros nuevos dioses que tienen, 10 y luego venir y presentarse delante de mí en mi templo a repetir: ‘¡Estamos a salvo!’, solo para irse a cometer nuevamente todas las mismas maldades? 11 ¿No reconocen ustedes mismos que este templo, que lleva mi nombre, se ha convertido en una cueva de ladrones? Les aseguro que veo todo el mal que ocurre allí. ¡Yo, el Señor, he hablado!
12 »”Ahora vayan a Silo, al lugar donde puse antes el tabernáculo que llevaba mi nombre. Vean lo que hice allí debido a toda la perversidad de mi pueblo, los israelitas. 13 Cuando ustedes cometían estas perversidades, dice el Señor, yo les hablé de ello repetidas veces, pero ustedes no quisieron escuchar. Los llamé, pero se negaron a contestar. 14 Entonces, tal como destruí a Silo, ahora también destruiré a este templo que lleva mi nombre, este templo al que acuden en busca de ayuda, este lugar que les di a ustedes y a sus antepasados. 15 Y los enviaré al destierro fuera de mi vista, así como hice con sus parientes, el pueblo de Israel[a]”.
Persistente idolatría de Judá
16 »Jeremías, no ores más por este pueblo. No llores ni ores por ellos y no me supliques que los ayude, porque no te escucharé. 17 ¿Acaso no ves lo que están haciendo en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén? 18 ¡Con razón estoy tan enojado! Mira cómo los hijos juntan leña y los padres preparan el fuego para el sacrificio. Observa cómo las mujeres preparan la masa para hacer pasteles y ofrecérselos a la reina del cielo. ¡Y derraman ofrendas líquidas a sus otros dioses-ídolos! 19 ¿Soy yo al que ellos perjudican?—pregunta el Señor—. Más que nada se perjudican a sí mismos, para su propia vergüenza».
20 Así que esto dice el Señor Soberano: «Derramaré mi terrible furia sobre este lugar. Sus habitantes, animales, árboles y cosechas serán consumidos con el fuego insaciable de mi enojo».
21 Esto dice el Señor de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: «¡Tomen sus ofrendas quemadas y los demás sacrificios y cómanselos ustedes mismos! 22 Cuando saqué a sus antepasados de Egipto no eran ofrendas quemadas ni sacrificios lo que deseaba de ellos. 23 Esto les dije: “Obedézcanme, y yo seré su Dios, y ustedes serán mi pueblo. ¡Hagan todo lo que les diga y les irá bien!”.
24 »Pero mi pueblo no quiso escucharme. Continuaron haciendo lo que querían, siguiendo los tercos deseos de su malvado corazón. Retrocedieron en vez de ir hacia adelante. 25 Desde el día en que sus antepasados salieron de Egipto hasta ahora, no he dejado de enviarles a mis siervos, los profetas, día tras día; 26 pero mi pueblo no me ha escuchado, ni siquiera ha tratado de oírme. Han sido tercos y pecadores, aún peores que sus antepasados.
27 »Diles todo esto, pero no esperes que te escuchen. Adviérteles a gritos, pero no esperes que te hagan caso. 28 Diles: “Esta es la nación que no obedece al Señor su Dios y que rechaza ser enseñada. Entre ellos la verdad ha desaparecido; ya no se escucha en sus labios. 29 Rápate en señal de luto y llora a solas en las montañas, porque el Señor ha rechazado y ha abandonado a esta generación que ha provocado su furia”.
El valle de la Matanza
30 »La gente de Judá ha pecado ante mis propios ojos—dice el Señor—. Han puesto sus ídolos abominables precisamente en el templo que lleva mi nombre, y así lo han profanado. 31 Han edificado santuarios paganos en Tofet, el basurero en el valle de Ben-hinom, donde queman a sus hijos y a sus hijas en el fuego. Jamás ordené un acto tan horrendo; ¡ni siquiera me pasó por la mente ordenar semejante cosa! 32 Así que, ¡atención! Se acerca la hora—dice el Señor—, cuando ese basurero ya no será llamado más Tofet ni valle de Ben-hinom, sino valle de la Matanza. Enterrarán a sus muertos en Tofet hasta que ya no haya más lugar. 33 Los cadáveres de mi pueblo servirán de comida para los buitres y los animales salvajes, y no habrá quien los ahuyente. 34 Pondré fin a las risas y a las alegres canciones en las calles de Jerusalén. No se oirán más las voces felices de los novios ni de las novias en las ciudades de Judá. La tierra quedará completamente desolada.
Entrada triunfal de Jesús
21 Mientras Jesús y los discípulos se acercaban a Jerusalén, llegaron a la ciudad de Betfagé, en el monte de los Olivos. Jesús mandó a dos de ellos que se adelantaran. 2 «Vayan a la aldea que está allí —les dijo—. En cuanto entren, verán una burra atada junto con su cría. Desaten a los dos animales y tráiganmelos. 3 Si alguien les pregunta qué están haciendo, simplemente digan: “El Señor los necesita”, entonces les permitirá llevárselos de inmediato».
4 Eso ocurrió para que se cumpliera la profecía que decía:
5 «Dile a la gente de Jerusalén:[a]
“Mira, tu Rey viene hacia ti.
Es humilde y llega montado en un burro:
montado en la cría de una burra”»[b].
6 Los dos discípulos hicieron tal como Jesús les había ordenado. 7 Llevaron la burra y su cría, pusieron sus prendas sobre la cría, y Jesús se sentó allí.[c]
8 De la multitud presente, la mayoría tendió sus prendas sobre el camino delante de él, y otros cortaron ramas de los árboles y las extendieron sobre el camino. 9 Jesús estaba en el centro de la procesión, y toda la gente que lo rodeaba gritaba:
«¡Alaben a Dios[d] por el Hijo de David!
¡Bendiciones al que viene en el nombre del Señor!
¡Alaben a Dios en el cielo más alto!»[e].
10 Toda la ciudad de Jerusalén estaba alborotada a medida que Jesús entraba. «¿Quién es este?», preguntaban.
11 Y las multitudes contestaban: «Es Jesús, el profeta de Nazaret de Galilea».
Jesús despeja el templo
12 Jesús entró en el templo y comenzó a echar a todos los que compraban y vendían animales para el sacrificio. Volcó las mesas de los cambistas y las sillas de los que vendían palomas. 13 Les dijo: «Las Escrituras declaran: “Mi templo será llamado casa de oración”, ¡pero ustedes lo han convertido en una cueva de ladrones!»[f].
14 Los ciegos y los cojos se acercaron a Jesús en el templo y él los sanó. 15 Los principales sacerdotes y los maestros de la ley religiosa vieron esos milagros maravillosos y oyeron que hasta los niños en el templo gritaban: «Alaben a Dios por el Hijo de David».
Sin embargo, los líderes estaban indignados. 16 Le preguntaron a Jesús:
—¿Oyes lo que dicen esos niños?
—Sí—contestó Jesús—. ¿No han leído las Escrituras? Pues dicen: “A los niños y a los bebés les has enseñado a darte alabanza”[g].
17 Luego regresó a Betania, donde pasó la noche.
Jesús maldice la higuera
18 Por la mañana, cuando Jesús regresaba a Jerusalén, tuvo hambre 19 y vio que había una higuera junto al camino. Se acercó para ver si tenía higos, pero solo había hojas. Entonces le dijo: «¡Que jamás vuelva a dar fruto!». De inmediato, la higuera se marchitó.
20 Al ver eso los discípulos quedaron asombrados y le preguntaron:
—¿Cómo se marchitó tan rápido la higuera?
21 Entonces Jesús les dijo:
—Les digo la verdad, si tienen fe y no dudan, pueden hacer cosas como esa y mucho más. Hasta pueden decirle a esta montaña: “Levántate y échate al mar”, y sucederá. 22 Ustedes pueden orar por cualquier cosa, y si tienen fe la recibirán.
Desafían la autoridad de Jesús
23 Cuando Jesús regresó al templo y comenzó a enseñar, se le acercaron los principales sacerdotes y los ancianos.
—¿Con qué autoridad haces todas estas cosas?—le reclamaron—. ¿Quién te dio el derecho?
24 —Les diré con qué autoridad hago estas cosas si me contestan una pregunta—respondió Jesús—. 25 La autoridad de Juan para bautizar, ¿provenía del cielo o era meramente humana?
Ellos discutieron el asunto unos con otros: «Si decimos que provenía del cielo, nos preguntará por qué no le creímos a Juan; 26 pero si decimos que era meramente humana, la multitud se volverá contra nosotros porque todos creen que Juan era un profeta». 27 Entonces finalmente contestaron:
—No sabemos.
Y Jesús respondió:
—Entonces yo tampoco les diré con qué autoridad hago estas cosas.
Parábola de los dos hijos
28 »¿Pero qué piensan de lo siguiente? Un hombre con dos hijos le dijo al mayor: “Hijo, ve a trabajar al viñedo hoy”. 29 El hijo le respondió: “No, no iré”, pero más tarde cambió de idea y fue. 30 Entonces el padre le dijo al otro hijo: “Ve tú”, y él le dijo: “Sí, señor, iré”; pero no fue.
31 »¿Cuál de los dos obedeció al padre?
Ellos contestaron:
—El primero.[h]
Luego Jesús explicó el significado:
—Les digo la verdad, los corruptos cobradores de impuestos y las prostitutas entrarán en el reino de Dios antes que ustedes. 32 Pues Juan el Bautista vino y les mostró a ustedes la manera correcta de vivir, pero ustedes no le creyeron, mientras que los cobradores de impuestos y las prostitutas sí le creyeron. Aun viendo lo que ocurría, ustedes se negaron a creerle y a arrepentirse de sus pecados.
Parábola de los agricultores malvados
33 »Ahora, escuchen otra historia. Cierto propietario plantó un viñedo, lo cercó con un muro, cavó un hoyo para extraer el jugo de las uvas y construyó una torre de vigilancia. Luego les alquiló el viñedo a unos agricultores arrendatarios y se mudó a otro país. 34 Llegado el tiempo de la cosecha de la uva, envió a sus siervos para recoger su parte de la cosecha. 35 Pero los agricultores agarraron a los siervos, golpearon a uno, mataron a otro y apedrearon a un tercero. 36 Entonces el dueño de la tierra envió a un grupo más numeroso de siervos para recoger lo que era suyo, pero el resultado fue el mismo.
37 »Finalmente, el dueño envió a su propio hijo porque pensó: “Sin duda, respetarán a mi hijo”.
38 »Sin embargo, cuando los agricultores vieron que venía el hijo, se dijeron unos a otros: “Aquí viene el heredero de esta propiedad. Vamos, matémoslo y nos quedaremos con la propiedad”. 39 Entonces lo agarraron, lo arrastraron fuera del viñedo y lo asesinaron.
40 Jesús preguntó:
—Cuando el dueño del viñedo regrese, ¿qué les parece que hará con esos agricultores?
41 Los líderes religiosos contestaron:
—A los hombres malvados les dará una muerte horrible y alquilará el viñedo a otros que le darán su porción después de cada cosecha.
42 Entonces Jesús les preguntó:
—¿Nunca leyeron en las Escrituras:
“La piedra que los constructores rechazaron
ahora se ha convertido en la piedra principal.
Esto es obra del Señor
y es maravilloso verlo”[i] ?
43 Les digo que a ustedes se les quitará el reino de Dios y se le dará a una nación que producirá el fruto esperado. 44 Cualquiera que tropiece con esa piedra se hará pedazos, y la piedra aplastará a quienes les caiga encima.[j]
45 Cuando los principales sacerdotes y los fariseos oyeron esa parábola, se dieron cuenta de que contaba esa historia en contra de ellos, pues ellos eran los agricultores malvados. 46 Querían arrestarlo, pero tenían miedo de las multitudes, que consideraban que Jesús era un profeta.
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