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M’Cheyne Bible Reading Plan

The classic M'Cheyne plan--read the Old Testament, New Testament, and Psalms or Gospels every day.
Duration: 365 days
Nueva Traducción Viviente (NTV)
Version
Números 11

El pueblo se queja ante Moisés

11 Poco después el pueblo comenzó a quejarse de las privaciones que enfrentaba, y el Señor oyó todo lo que decían. Entonces el enojo del Señor se encendió contra ellos y envió un fuego que ardió entre ellos y destruyó a algunos en las afueras del campamento. Así que el pueblo pidió ayuda a gritos a Moisés, y cuando él oró al Señor, el fuego se apagó. Después, ese lugar fue conocido como Taberá (que significa «lugar del fuego que arde»), porque el fuego del Señor ardió allí entre ellos.

Entonces la gentuza extranjera que viajaba con los israelitas comenzó a tener fuertes antojos por las cosas buenas de Egipto. Y el pueblo de Israel también comenzó a quejarse: «¡Oh, si tuviéramos un poco de carne!—exclamaban—. Cómo nos acordamos del pescado que comíamos gratis en Egipto y teníamos todos los pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos que queríamos. ¡Pero ahora lo único que vemos es este maná! Hasta hemos perdido el apetito».

El maná era parecido a pequeñas semillas de cilantro, y era de un color amarillo claro como goma de resina. La gente salía a recogerlo del suelo. Con el maná se hacía harina en los molinos de mano o se machacaba en un mortero. Luego se hervía en una olla para hacer panes planos que sabían a pastelitos horneados con aceite de oliva. Durante la noche, el maná caía sobre el campamento juntamente con el rocío.

10 Entonces Moisés escuchó los lloriqueos de las familias a la entrada de sus carpas y el Señor se enfureció. Moisés también estaba muy molesto, 11 y le dijo al Señor:

—¿Por qué me tratas a mí, tu servidor, con tanta dureza? ¡Ten misericordia de mí! ¿Qué hice para merecer la carga de todo este pueblo? 12 ¿Acaso yo los engendré? ¿Los traje yo al mundo? ¿Por qué me dijiste que los llevara en mis brazos como una madre a un bebé de pecho? ¿Cómo puedo llevarlos a la tierra que juraste dar a sus antepasados? 13 ¿De dónde se supone que voy a conseguir carne para toda esta gente? No dejan de quejarse conmigo diciendo: “¡Danos carne para comer!”. 14 ¡Solo no puedo soportar a todo este pueblo! ¡La carga es demasiado pesada! 15 Si esta es la manera como piensas tratarme, sería mejor que me mataras. ¡Hazme ese favor y ahórrame esta miseria!

Moisés selecciona setenta líderes

16 Entonces el Señor le dijo a Moisés:

—Reúne delante de mí a setenta hombres que sean reconocidos como ancianos y jefes de Israel. Llévalos al tabernáculo[a] para que permanezcan junto a ti. 17 Yo descenderé y allí hablaré contigo. Tomaré del Espíritu que está sobre ti y lo pondré sobre ellos también. Llevarán la carga del pueblo junto contigo, y de esa manera no tendrás que soportarla tú solo.

18 »También dile al pueblo: “Purifíquense, porque mañana tendrán carne para comer. Ustedes gemían y el Señor oyó sus quejidos: ‘¡Oh, un poco de carne! ¡Estábamos en mejores condiciones en Egipto!’. Ahora, el Señor les dará carne y tendrán que comérsela. 19 Y no será solo un día, ni dos, ni cinco, ni diez, ni aun veinte. 20 La comerán durante un mes entero, hasta que les produzca náuseas y estén hartos de tanta carne. Pues han rechazado al Señor que está aquí entre ustedes y han lloriqueado diciendo: ‘¿Por qué dejamos Egipto?’”.

21 Entonces Moisés respondió al Señor:

—¡Hay seiscientos mil soldados de infantería aquí conmigo y aun así dices: “Yo les daré carne durante un mes entero”! 22 Aunque matáramos a todos nuestros rebaños y manadas, ¿podría eso satisfacerlos? O si pescáramos todos los peces del mar, ¿alcanzaría?

23 Entonces el Señor le dijo a Moisés:

—¿Acaso mi brazo ha perdido su poder? ¡Ahora verás si mi palabra se cumple o no!

24 Así que Moisés salió y comunicó al pueblo las palabras del Señor. Juntó a los setenta ancianos y los colocó alrededor del tabernáculo.[b] 25 Después el Señor descendió en la nube y le habló a Moisés. Entonces les dio a los setenta ancianos del mismo Espíritu que estaba sobre Moisés; y cuando el Espíritu se posó sobre ellos, los ancianos profetizaron; pero esto nunca volvió a suceder.

26 Sin embargo, dos hombres, Eldad y Medad, se habían quedado en el campamento. Ellos estaban incluidos en la lista de los ancianos, pero no se presentaron en el tabernáculo. Aun así, el Espíritu también se posó sobre ellos y profetizaron allí en el campamento. 27 Un joven corrió y le informó a Moisés: «¡Eldad y Medad están profetizando en el campamento!».

28 Entonces Josué, hijo de Nun, que era ayudante de Moisés desde su juventud, protestó:

—Moisés, mi señor, ¡detenlos!

29 Pero Moisés respondió:

—¿Estás celoso por mí? Ya quisiera que todos los del pueblo del Señor fueran profetas y que el Señor pusiera su Espíritu sobre todos.

30 Entonces Moisés regresó al campamento con los ancianos de Israel.

El Señor envía codornices

31 Ahora bien, el Señor envió un viento que trajo codornices desde el mar y las dejó caer por todo el campamento. Había codornices por kilómetros en todas las direcciones, volando como a un metro del suelo.[c] 32 Así que el pueblo salió y atrapó codornices todo ese día, a lo largo de la noche y también todo el día siguiente. ¡Nadie recogió menos de cincuenta canastas[d]! Entonces esparcieron las codornices por todo el campamento y las pusieron a secar. 33 Pero mientras se saciaban de carne—cuando aún estaba en sus bocas—, el enojo del Señor se encendió contra el pueblo y los castigó con una plaga muy grave. 34 Así que ese lugar fue llamado Kibrot-hataava (que significa «tumbas de glotonería») porque allí enterraron a la gente que codiciaba la carne de Egipto. 35 Después, los israelitas viajaron de Kibrot-hataava a Hazerot, donde se quedaron por algún tiempo.

Salmos 48

Un cántico. Salmo de los descendientes de Coré.

48 ¡Qué grande es el Señor,
    cuán digno de alabanza
en la ciudad de nuestro Dios,
    situada sobre su monte santo!
Es alto y magnífico;
    ¡toda la tierra se alegra al verlo!
¡El monte Sion, el monte santo,[a]
    es la ciudad del gran Rey!
Dios mismo está en las torres de Jerusalén
    dándose a conocer como su defensor.

Los reyes de la tierra unieron sus fuerzas
    y avanzaron contra la ciudad.
Pero al verla, se quedaron pasmados;
    se llenaron de miedo y huyeron.
El terror se apoderó de ellos
    y se retorcieron de dolor como una mujer en parto.
Los destruiste como a los poderosos barcos de Tarsis
    que fueron despedazados por un potente viento del oriente.

Habíamos oído de la gloria de la ciudad,
    pero ahora la hemos visto en persona,
    la ciudad del Señor de los Ejércitos Celestiales.
Es la ciudad de nuestro Dios;
    él hará que sea segura para siempre. Interludio

Oh Dios, meditamos en tu amor inagotable
    mientras adoramos en tu templo.
10 Como lo merece tu nombre, oh Dios,
    serás alabado hasta los extremos de la tierra;
    tu fuerte mano derecha está llena de victoria.
11 Que se goce la gente del monte Sion;
    que se alegren todas las ciudades de Judá
    a causa de tu justicia.

12 Vayan a inspeccionar la ciudad de Jerusalén;[b]
    anden por ella y cuenten sus muchas torres.
13 Fíjense en las murallas fortificadas
    y recorran todas sus ciudadelas,
para que puedan describirlas
    a las generaciones futuras.
14 Pues así es Dios.
    Él es nuestro Dios por siempre y para siempre,
    y nos guiará hasta el día de nuestra muerte.

Isaías 1

Estas son las visiones que tuvo Isaías, hijo de Amoz, acerca de Judá y Jerusalén durante los años en que Uzías, Jotam, Acaz y Ezequías eran reyes de Judá.[a]

Mensaje para el rebelde pueblo de Judá

¡Escuchen, oh cielos! ¡Presta atención, oh tierra!
    Esto dice el Señor:
«Los hijos que crie y cuidé
    se han rebelado contra mí.
Hasta un buey conoce a su dueño,
    y un burro reconoce los cuidados de su amo,
pero Israel no conoce a su amo.
    Mi pueblo no reconoce mis cuidados a su favor».
¡Qué nación tan pecadora,
    pueblo cargado con el peso de su culpa!
Está lleno de gente malvada,
    hijos corruptos que han rechazado al Señor.
Han despreciado al Santo de Israel
    y le han dado la espalda.

¿Por qué buscar más castigo?
    ¿Se rebelarán para siempre?
Tienen la cabeza herida
    y el corazón angustiado.
Desde los pies hasta la cabeza, están llenos de golpes,
    cubiertos de moretones, contusiones y heridas infectadas,
    sin vendajes ni ungüentos que los alivien.
Su país yace en ruinas,
    y sus ciudades han sido incendiadas.
Los extranjeros saquean sus campos frente a sus propios ojos
    y destruyen todo lo que ven a su paso.
La hermosa Jerusalén[b] está abandonada
    como el refugio del cuidador en un viñedo,
como la choza en un campo de pepinos después de la cosecha,
    como una ciudad indefensa y sitiada.
Si el Señor de los Ejércitos Celestiales
    no hubiera perdonado la vida a unos cuantos entre nosotros,[c]
habríamos sido exterminados como Sodoma
    y destruidos como Gomorra.

10 Escuchen al Señor, líderes de «Sodoma».
    Escuchen la ley de nuestro Dios, pueblo de «Gomorra».
11 «¿Qué les hace pensar que yo deseo sus sacrificios?
    —dice el Señor—.
Estoy harto de sus ofrendas quemadas de carneros
    y de la grasa del ganado engordado.
No me agrada la sangre
    de los toros ni de los corderos ni de las cabras.
12 Cuando vienen a adorarme,
    ¿quién les pidió que desfilaran por mis atrios con toda esa ceremonia?
13 Dejen de traerme sus regalos sin sentido.
    ¡El incienso de sus ofrendas me da asco!
En cuanto a sus celebraciones de luna nueva, del día de descanso
    y de sus días especiales de ayuno,
todos son pecaminosos y falsos.
    ¡No quiero más de sus piadosas reuniones!
14 Odio sus celebraciones de luna nueva y sus festivales anuales;
    son una carga para mí. ¡No los soporto!
15 Cuando levanten las manos para orar, no miraré;
    aunque hagan muchas oraciones, no escucharé,
    porque tienen las manos cubiertas con la sangre de víctimas inocentes.
16 ¡Lávense y queden limpios!
    Quiten sus pecados de mi vista.
    Abandonen sus caminos malvados.
17 Aprendan a hacer el bien.
Busquen la justicia
    y ayuden a los oprimidos.
Defiendan la causa de los huérfanos
    y luchen por los derechos de las viudas.

18 »Vengan ahora. Vamos a resolver este asunto
    —dice el Señor—.
Aunque sus pecados sean como la escarlata,
    yo los haré tan blancos como la nieve.
Aunque sean rojos como el carmesí,
    yo los haré tan blancos como la lana.
19 Si tan solo me obedecen,
    tendrán comida en abundancia.
20 Pero si se apartan y se niegan a escuchar,
    la espada de sus enemigos los devorará.
    ¡Yo, el Señor, he hablado!».

Jerusalén, la infiel

21 Miren cómo Jerusalén, que antes era tan fiel,
    se ha convertido en una prostituta.
Antes era el centro de la justicia y la rectitud,
    pero ahora está repleta de asesinos.
22 Antes eras como la plata pura,
    ahora te has vuelto como escoria sin valor.
Antes eras pura,
    ahora eres como el vino diluido en agua.
23 Tus líderes son rebeldes,
    compañeros de ladrones.
A todos ellos les encantan los sobornos
    y exigen que se los den,
pero se niegan a defender la causa de los huérfanos
    y a luchar por los derechos de las viudas.

24 Por lo tanto, el Señor, el Señor de los Ejércitos Celestiales,
    el Poderoso de Israel, dice:
«¡Me vengaré de mis enemigos
    y a mis adversarios les daré su merecido!
25 Levantaré el puño en tu contra;
    te derretiré para sacarte la escoria
    y te quitaré todas tus impurezas.
26 Otra vez te daré buenos jueces,
    y consejeros sabios como los que antes tenías.
Entonces Jerusalén volverá a ser llamada Centro de Justicia
    y Ciudad Fiel».

27 Sion será restaurada por medio de la justicia;
    los que se arrepientan serán revividos por la rectitud.
28 Pero los rebeldes y los pecadores serán destruidos por completo,
    y los que abandonen al Señor serán consumidos.

29 Sentirás vergüenza de haber rendido culto a los ídolos
    en los bosques de los robles sagrados.
Te sonrojarás por haber adorado
    en los jardines consagrados a los ídolos.
30 Serás como un gran árbol con las hojas marchitas,
    como un jardín sin agua.
31 Los más fuertes de ustedes desaparecerán como la paja;
    sus malas acciones serán la chispa que la encienda.
Ellos y sus malas acciones se quemarán juntos,
    y nadie podrá apagar el fuego.

Hebreos 9

Reglas antiguas sobre la adoración

Ese primer pacto entre Dios e Israel incluía ordenanzas para la adoración y un lugar de culto aquí, en la tierra. Ese tabernáculo[a] estaba formado por dos salas. En la primera sala había un candelabro, una mesa y los panes consagrados sobre ella. Esta sala se llamaba Lugar Santo. Luego había una cortina detrás de la cual se encontraba la segunda sala,[b] llamada Lugar Santísimo. En esa sala había un altar de oro para el incienso y un cofre de madera conocido como el arca del pacto, el cual estaba totalmente cubierto de oro. Dentro del arca había un recipiente de oro que contenía el maná, la vara de Aarón a la que le habían salido hojas y las tablas del pacto que eran de piedra. Por encima del arca estaban los querubines de la gloria divina, cuyas alas se extendían sobre la tapa del arca, es decir, el lugar de la expiación; pero ahora no podemos explicar estas cosas en detalle.

Cuando estos elementos estaban en su lugar, los sacerdotes entraban con regularidad en la primera sala,[c] durante el cumplimiento de sus deberes religiosos. Pero solo el sumo sacerdote entraba en el Lugar Santísimo y lo hacía una sola vez al año; y siempre ofrecía sangre por sus propios pecados y por los pecados que el pueblo cometía por ignorancia. Mediante esas ordenanzas, el Espíritu Santo daba a entender que la entrada al Lugar Santísimo no estaba abierta a todos en tanto siguiera en pie el tabernáculo[d] y el sistema que representaba.

Esta es una ilustración que apunta al tiempo presente. Pues las ofrendas y los sacrificios que ofrecen los sacerdotes no pueden limpiar la conciencia de las personas que los traen. 10 Pues ese sistema antiguo solo consiste en alimentos, bebidas y diversas ceremonias de purificación, es decir, ordenanzas externas[e] que permanecieron vigentes solo hasta que se estableció un sistema mejor.

Cristo es el sacrificio perfecto

11 Entonces Cristo ahora ha llegado a ser el Sumo Sacerdote por sobre todas las cosas buenas que han venido.[f] Él entró en ese tabernáculo superior y más perfecto que está en el cielo, el cual no fue hecho por manos humanas ni forma parte del mundo creado. 12 Con su propia sangre—no con la sangre de cabras ni de becerros—entró en el Lugar Santísimo una sola vez y para siempre, y aseguró nuestra redención eterna.

13 Bajo el sistema antiguo, la sangre de cabras y toros y las cenizas de una novilla podían limpiar el cuerpo de las personas que estaban ceremonialmente impuras. 14 Imagínense cuánto más la sangre de Cristo nos purificará la conciencia de acciones pecaminosas[g] para que adoremos al Dios viviente. Pues por el poder del Espíritu eterno, Cristo se ofreció a sí mismo a Dios como sacrificio perfecto por nuestros pecados. 15 Por eso él es el mediador de un nuevo pacto entre Dios y la gente, para que todos los que son llamados puedan recibir la herencia eterna que Dios les ha prometido. Pues Cristo murió para librarlos del castigo por los pecados que habían cometido bajo ese primer pacto.

16 Ahora bien, cuando alguien deja un testamento,[h] es necesario comprobar que la persona que lo hizo ha muerto.[i] 17 El testamento solo entra en vigencia después de la muerte de la persona. Mientras viva el que lo hizo, el testamento no puede entrar en vigencia.

18 Por eso, aun el primer pacto fue puesto en vigencia con la sangre de un animal. 19 Pues después de que Moisés había leído cada uno de los mandamientos de Dios a todo el pueblo, tomó la sangre de los becerros y las cabras[j] junto con agua, y roció tanto el libro de la ley de Dios como a todo el pueblo con ramas de hisopo y lana de color escarlata. 20 Entonces dijo: «Esta sangre confirma el pacto que Dios ha hecho con ustedes»[k]. 21 De la misma manera roció con la sangre el tabernáculo y todo lo que se usaba para adorar a Dios. 22 De hecho, según la ley de Moisés, casi todo se purificaba con sangre porque sin derramamiento de sangre no hay perdón.

23 Por esa razón, el tabernáculo y todo lo que en él había—que eran copias de las cosas del cielo—debían ser purificados mediante la sangre de animales; pero las cosas verdaderas del cielo debían ser purificadas mediante sacrificios superiores a la sangre de animales.

24 Pues Cristo no entró en un lugar santo hecho por manos humanas, que era solo una copia del verdadero, que está en el cielo. Él entró en el cielo mismo para presentarse ahora delante de Dios a favor de nosotros; 25 y no entró en el cielo para ofrecerse a sí mismo una y otra vez, como lo hace el sumo sacerdote aquí en la tierra, que entra en el Lugar Santísimo año tras año con la sangre de un animal. 26 Si eso hubiera sido necesario, Cristo tendría que haber sufrido la muerte una y otra vez, desde el principio del mundo; pero ahora, en el fin de los tiempos,[l] Cristo se presentó una sola vez y para siempre para quitar el pecado mediante su propia muerte en sacrificio.

27 Y así como cada persona está destinada a morir una sola vez y después vendrá el juicio, 28 así también Cristo fue ofrecido una sola vez y para siempre, a fin de quitar los pecados de muchas personas. Cristo vendrá otra vez, no para ocuparse de nuestros pecados, sino para traer salvación a todos los que esperan con anhelo su venida.

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