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M’Cheyne Bible Reading Plan

The classic M'Cheyne plan--read the Old Testament, New Testament, and Psalms or Gospels every day.
Duration: 365 days
Nueva Traducción Viviente (NTV)
Version
Éxodo 20

Los diez mandamientos para el pueblo del pacto

20 Luego Dios le dio al pueblo las siguientes instrucciones:[a]

«Yo soy el Señor tu Dios, quien te rescató de la tierra de Egipto, donde eras esclavo.

»No tengas ningún otro dios aparte de mí.

»No te hagas ninguna clase de ídolo ni imagen de ninguna cosa que está en los cielos, en la tierra o en el mar. No te inclines ante ellos ni les rindas culto, porque yo, el Señor tu Dios, soy Dios celoso, quien no tolerará que entregues tu corazón a otros dioses. Extiendo los pecados de los padres sobre sus hijos; toda la familia de los que me rechazan queda afectada, hasta los hijos de la tercera y la cuarta generación. Pero derramo amor inagotable por mil generaciones sobre los[b] que me aman y obedecen mis mandatos.

»No hagas mal uso del nombre del Señor tu Dios. El Señor no te dejará sin castigo si usas mal su nombre.

»Acuérdate de guardar el día de descanso al mantenerlo santo. Tienes seis días en la semana para hacer tu trabajo habitual, 10 pero el séptimo día es un día de descanso y está dedicado al Señor tu Dios. Ese día, ningún miembro de tu casa hará trabajo alguno. Esto se refiere a ti, a tus hijos e hijas, a tus siervos y siervas, a tus animales y también incluye a los extranjeros que vivan entre ustedes. 11 Pues en seis días el Señor hizo los cielos, la tierra, el mar, y todo lo que hay en ellos; pero el séptimo día descansó. Por eso el Señor bendijo el día de descanso y lo apartó como un día santo.

12 »Honra a tu padre y a tu madre. Entonces tendrás una vida larga y plena en la tierra que el Señor tu Dios te da.

13 »No cometas asesinato.

14 »No cometas adulterio.

15 »No robes.

16 »No des falso testimonio contra tu prójimo.

17 »No codicies la casa de tu prójimo. No codicies la esposa de tu prójimo, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su burro, ni ninguna otra cosa que le pertenezca».

18 Cuando los israelitas oyeron los truenos y el toque fuerte del cuerno de carnero y vieron los destellos de relámpagos y el humo que salía del monte, se mantuvieron a distancia, temblando de miedo.

19 Entonces le dijeron a Moisés:

—¡Háblanos tú y te escucharemos, pero que no nos hable Dios directamente, porque moriremos!

20 —¡No tengan miedo!—les respondió Moisés—, porque Dios ha venido de esta manera para ponerlos a prueba y para que su temor hacia él les impida pecar.

21 Así que el pueblo se mantuvo a distancia, pero Moisés se acercó a la nube oscura donde estaba Dios.

Uso apropiado de los altares

22 Entonces el Señor le dijo a Moisés: «Dile al pueblo de Israel lo siguiente: “Ustedes han visto con sus propios ojos que les hablé desde el cielo. 23 Recuerden que no deben hacer ningún ídolo ni de plata ni de oro que compita conmigo.

24 »”Háganme un altar de tierra y ofrézcanme sus sacrificios: sus ofrendas quemadas y ofrendas de paz, sus ovejas y cabras y su ganado. Constrúyanme un altar donde yo determine que recuerden mi nombre, y allí me presentaré ante ustedes y los bendeciré. 25 Si usan piedras para construir un altar, que sean piedras enteras y en su forma original. No den forma a las piedras con ninguna herramienta, pues eso haría que el altar fuera indigno de un uso santo. 26 No suban escalones para acercarse a mi altar; si lo hacen, alguien podría mirarles bajo la ropa y ver su desnudez”.

Lucas 23

Juicio de Jesús ante Pilato

23 Entonces todo el Concilio llevó a Jesús ante Pilato, el gobernador romano. Comenzaron a presentar su caso: «Este hombre ha estado llevando al pueblo por mal camino al decirles que no paguen los impuestos al gobierno romano y al afirmar que él es el Mesías, un rey».

Entonces Pilato le preguntó:

—¿Eres tú el rey de los judíos?

Jesús contestó:

—Tú lo has dicho.

Pilato se dirigió a los principales sacerdotes y a la multitud y les dijo:

—¡No encuentro ningún delito en este hombre!

Pero insistían:

—Con sus enseñanzas causa disturbios por donde va, en toda Judea, desde Galilea hasta Jerusalén.

—Ah, ¿es galileo?—preguntó Pilato.

Cuando le dijeron que sí, Pilato lo mandó a Herodes Antipas, porque Galilea estaba bajo la jurisdicción de Herodes, y dio la casualidad de que se encontraba en Jerusalén en ese momento.

Herodes se alegró mucho por la oportunidad de ver a Jesús, porque había oído hablar de él y hacía tiempo que quería verlo realizar un milagro. Herodes le hizo una pregunta tras otra, pero Jesús se negó a contestar. 10 Mientras tanto, los principales sacerdotes y los maestros de la ley religiosa se quedaron allí gritando sus acusaciones. 11 Entonces Herodes y sus soldados comenzaron a burlarse de Jesús y a ridiculizarlo. Finalmente le pusieron un manto real y lo enviaron de regreso a Pilato. 12 (Herodes y Pilato, quienes habían sido enemigos anteriormente, ese día se hicieron amigos).

13 Entonces Pilato llamó a los principales sacerdotes y a los otros líderes religiosos, junto con el pueblo, 14 y anunció su veredicto: «Me trajeron a este hombre porque lo acusan de encabezar una revuelta. Detenidamente lo he examinado al respecto en presencia de ustedes y lo encuentro inocente. 15 Herodes llegó a la misma conclusión y me lo devolvió. Este hombre no ha hecho nada que merezca la pena de muerte. 16 Así que lo haré azotar y luego lo pondré en libertad».[a]

18 Pero un gran clamor surgió de la multitud, y a una voz la gente gritó: «¡Mátalo y suéltanos a Barrabás!». 19 (Barrabás estaba en prisión por haber participado en un levantamiento contra el gobierno en Jerusalén, y por asesinato). 20 Pilato discutió con ellos porque quería poner en libertad a Jesús, 21 pero la multitud seguía gritando: «¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!».

22 Por tercera vez insistió Pilato: «¿Por qué? ¿Qué crimen ha cometido? No encuentro ninguna razón para condenarlo a muerte. Lo haré azotar y luego lo soltaré».

23 Pero la turba gritó cada vez más fuerte, exigiendo que Jesús fuera crucificado, y sus voces prevalecieron. 24 Entonces Pilato sentenció a Jesús a muerte como la gente reclamaba. 25 Como habían pedido, puso en libertad a Barrabás, el que estaba preso por levantamiento y asesinato. Y les entregó a Jesús para que hicieran con él como quisieran.

La crucifixión

26 Cuando ellos se llevaban a Jesús, sucedió que un hombre llamado Simón, que era de Cirene,[b] venía del campo. Los soldados lo agarraron, pusieron la cruz sobre él y lo obligaron a cargarla detrás de Jesús. 27 Una gran multitud lo seguía, incluidas muchas mujeres que lloraban desconsoladas. 28 Entonces Jesús se dio la vuelta y les dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloren por mí; lloren más bien por ustedes y por sus hijos. 29 Pues vienen días cuando dirán: “¡Dichosas las mujeres que no tienen hijos, los vientres que no dieron a luz y los pechos que no amamantaron!”. 30 La gente suplicará a los montes: “¡Caigan sobre nosotros!” y rogará a las colinas: “¡Entiérrennos!”[c]. 31 Pues, si estas cosas suceden cuando el árbol está verde, ¿qué pasará cuando esté seco?[d]».

32 Llevaron a otros dos, ambos criminales, para ser ejecutados con Jesús. 33 Cuando llegaron a un lugar llamado «La Calavera»[e], lo clavaron en la cruz y a los criminales también, uno a su derecha y otro a su izquierda.

34 Jesús dijo: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen»[f]. Y los soldados sortearon su ropa, tirando los dados.[g]

35 La multitud observaba, y los líderes se burlaban. «Salvó a otros—decían—, que se salve a sí mismo si de verdad es el Mesías de Dios, el Elegido». 36 Los soldados también se burlaban de él, al ofrecerle vino agrio para beber. 37 Y exclamaron: «Si eres el rey de los judíos, ¡sálvate a ti mismo!». 38 Encima de su cabeza, colocaron un letrero que decía: «Este es el Rey de los judíos».

39 Uno de los criminales colgados junto a él se burló: «¿Así que eres el Mesías? Demuéstralo salvándote a ti mismo, ¡y a nosotros también!».

40 Pero el otro criminal protestó: «¿Ni siquiera temes a Dios ahora que estás condenado a muerte? 41 Nosotros merecemos morir por nuestros crímenes, pero este hombre no ha hecho nada malo». 42 Luego dijo:

—Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.

43 Jesús respondió:

—Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso.

Muerte de Jesús

44 Ya era alrededor del mediodía, y la tierra se llenó de oscuridad hasta las tres de la tarde. 45 La luz del sol desapareció. Y, de repente, la cortina del santuario del templo se rasgó por la mitad. 46 Después Jesús gritó: «Padre, ¡encomiendo mi espíritu en tus manos!»[h]. Y con esas palabras dio su último suspiro.

47 Cuando el oficial romano[i] encargado de la ejecución vio lo que había sucedido, adoró a Dios y dijo: «Este hombre era inocente[j] de verdad». 48 Y cuando todas las multitudes que habían venido a observar la ejecución vieron lo que había sucedido, regresaron a casa con gran dolor;[k] 49 pero los amigos de Jesús, incluidas las mujeres que lo habían seguido desde Galilea, se quedaron mirando de lejos.

Entierro de Jesús

50 Había un hombre bueno y justo llamado José. Era miembro del Concilio Supremo judío, 51 pero no había estado de acuerdo con la decisión y las acciones de los otros líderes religiosos. Era de la ciudad de Judea llamada Arimatea y esperaba la venida del reino de Dios. 52 Fue a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. 53 Luego bajó el cuerpo de la cruz, lo envolvió en un largo lienzo de lino y lo colocó en una tumba nueva que había sido tallada en la roca. 54 Esto sucedió el viernes por la tarde, el día de preparación,[l] cuando el día de descanso estaba por comenzar.

55 Mientras llevaban el cuerpo, las mujeres de Galilea iban detrás y vieron la tumba donde lo colocaron. 56 Luego fueron a sus casas y prepararon especias y ungüentos para ungir el cuerpo de Jesús; pero cuando terminaron ya había comenzado el día de descanso, así que descansaron como ordena la ley.

Job 38

El Señor desafía a Job

38 Entonces el Señor respondió a Job desde el torbellino:

«¿Quién es este que pone en duda mi sabiduría
    con palabras tan ignorantes?
Prepárate, muestra tu hombría
    porque tengo algunas preguntas para ti
    y tendrás que contestarlas.

»¿Dónde estabas tú cuando puse los cimientos de la tierra?
    Dímelo, ya que sabes tanto.
¿Quién decidió sus dimensiones
    y extendió la cinta de medir?
¿Qué sostiene sus cimientos
    y quién puso su piedra principal
mientras las estrellas de la mañana cantaban a coro
    y todos los ángeles[a] gritaban de alegría?

»¿Quién contuvo el mar dentro de sus límites
    cuando brotó del vientre
y cuando lo vestí de nubes
    y lo envolví en densa oscuridad?
10 Pues lo encerré detrás de portones con rejas
    y puse límite a sus orillas.
11 Dije: “De aquí no pasarás.
    ¡Aquí se detendrán tus orgullosas olas!”.

12 »¿Alguna vez has ordenado que aparezca la mañana
    o has causado que el amanecer se levante por el oriente?
13 ¿Has hecho que la luz del día se extienda hasta los confines de la tierra
    para poner fin a la perversidad de la noche?
14 A medida que la luz se aproxima,
    la tierra va tomando forma como el barro bajo un sello;
    se viste de brillantes colores.[b]
15 La luz molesta a los malvados
    y detiene el brazo que se levanta para hacer violencia.

16 »¿Has explorado las fuentes donde nacen los mares?
    ¿Has recorrido sus profundidades?
17 ¿Sabes dónde se encuentran las puertas de la muerte?
    ¿Has visto las puertas de la absoluta penumbra?
18 ¿Tienes idea de la magnitud de la tierra?
    ¡Dímelo, si es que lo sabes!

19 »¿De dónde viene la luz
    y adónde va la oscuridad?
20 ¿Puedes llevar a cada una a su hogar?
    ¿Sabes cómo llegar allí?
21 ¡Pero claro que ya conoces todo esto!
¡Pues naciste antes de que todo fuera creado,
    y tienes muchísima experiencia!

22 »¿Has visitado los depósitos de la nieve
    o has visto donde se guarda el granizo?
23 (Los he reservado como armas para el tiempo de angustia,
    para el día de la batalla y de la guerra).
24 ¿Dónde está el camino hacia la fuente de luz?
    ¿Dónde está el hogar del viento del oriente?

25 »¿Quién creó un canal para los torrentes de lluvia?
    ¿Quién trazó el sendero del relámpago?
26 ¿Quién hace caer la lluvia en tierra árida,
    en el desierto donde nadie vive?
27 ¿Quién envía la lluvia para saciar la tierra seca
    y hace que brote la hierba tierna?

28 »¿Tiene padre la lluvia?
    ¿Quién da a luz el rocío?
29 ¿Quién es la madre del hielo?
    ¿Quién da a luz la escarcha que viene del cielo?
30 Pues el agua se convierte en hielo, duro como la roca,
    y la superficie del agua se congela.

31 »¿Puedes tú guiar el movimiento de las estrellas
    y atar el grupo de las Pléyades
    o aflojar las cuerdas de Orión?
32 ¿Puedes dirigir las constelaciones a través de las estaciones del año
    o guiar a la Osa con sus cachorros a través del cielo?
33 ¿Conoces las leyes del universo?
    ¿Puedes usarlas para regular la tierra?

34 »¿Puedes gritar a las nubes
    y hacer que llueva?
35 ¿Puedes hacer que aparezca el relámpago
    y que caiga hacia donde lo dirijas?
36 ¿Quién da la intuición al corazón
    y el instinto a la mente?
37 ¿Quién es lo suficientemente sabio para contar las nubes?
    ¿Quién puede inclinar los cántaros de los cielos
38 cuando la tierra reseca está árida
    y el suelo, convertido en terrones?

39 »¿Puedes acechar la presa para la leona
    y saciar el hambre de los cachorros
40 cuando están tendidos en sus guaridas
    o se agazapan en los matorrales?
41 ¿Quién da comida a los cuervos
    cuando sus crías claman a Dios
    y andan errantes con hambre?

2 Corintios 8

Un llamado a dar con generosidad

Ahora quiero que sepan, amados hermanos, lo que Dios, en su bondad, ha hecho por medio de las iglesias de Macedonia. Estas iglesias están siendo probadas con muchas aflicciones y además son muy pobres; pero a la vez rebosan de abundante alegría, la cual se desbordó en gran generosidad.

Pues puedo dar fe de que dieron no solo lo que podían, sino aún mucho más. Y lo hicieron por voluntad propia. Nos suplicaron una y otra vez tener el privilegio de participar en la ofrenda para los creyentes de Jerusalén.[a] Incluso hicieron más de lo que esperábamos, porque su primer paso fue entregarse ellos mismos al Señor y a nosotros, tal como Dios quería.

Así que le hemos pedido a Tito—quien los alentó a que comenzaran a dar—que regrese a ustedes y los anime a completar este ministerio de ofrendar. Dado que ustedes sobresalen en tantas maneras—en su fe, sus oradores talentosos, su conocimiento, su entusiasmo y el amor que reciben de nosotros[b]—quiero que también sobresalgan en este acto bondadoso de ofrendar.

No estoy ordenándoles que lo hagan, pero pongo a prueba qué tan genuino es su amor al compararlo con el anhelo de las otras iglesias.

Ustedes conocen la gracia generosa de nuestro Señor Jesucristo. Aunque era rico, por amor a ustedes se hizo pobre para que mediante su pobreza pudiera hacerlos ricos.

10 Este es mi consejo: sería bueno que completaran lo que comenzaron hace un año. El año pasado, ustedes fueron los primeros en querer dar y fueron los primeros en comenzar a hacerlo. 11 Ahora deberían terminar lo que comenzaron. Que el anhelo que mostraron al principio corresponda ahora con lo que den. Den en proporción a lo que tienen. 12 Todo lo que den es bien recibido si lo dan con entusiasmo. Y den según lo que tienen, no según lo que no tienen. 13 Claro, con eso no quiero decir que lo que ustedes den deba hacerles fácil la vida a otros y difícil a ustedes. Solo quiero decir que debería haber cierta igualdad. 14 Ahora mismo ustedes tienen en abundancia y pueden ayudar a los necesitados. Más adelante, ellos tendrán en abundancia y podrán compartir con ustedes cuando pasen necesidad. De esta manera, habrá igualdad. 15 Como dicen las Escrituras:

«A los que recogieron mucho, nada les sobraba,
    y a los que recogieron solo un poco, nada les faltaba»[c].

Tito y sus compañeros

16 Por lo tanto, ¡gracias a Dios!, quien le ha dado a Tito el mismo entusiasmo que yo tengo por ustedes. 17 Tito recibió con agrado nuestra petición de que él volviera a visitarlos. De hecho, él mismo estaba deseoso por ir a verlos. 18 También les enviamos junto con Tito a otro hermano, a quien todas las iglesias elogian como predicador de la Buena Noticia. 19 Las iglesias lo nombraron para que nos acompañara a llevar la ofrenda a Jerusalén,[d] un servicio que glorifica al Señor y que demuestra nuestro anhelo de ayudar.

20 Viajamos juntos para evitar cualquier crítica por la manera en que administramos esta generosa ofrenda. 21 Tenemos cuidado de ser honorables ante el Señor, pero también queremos que todos los demás vean que somos honorables.

22 Además les enviamos junto con ellos a otro de nuestros hermanos, que muchas veces ha demostrado lo que es y en varias ocasiones ha manifestado su gran fervor. Ahora está aún más entusiasmado debido a la gran confianza que tiene en ustedes. 23 Si alguien pregunta por Tito, díganle que él es mi colaborador, quien trabaja conmigo para ayudarlos. Y los hermanos que lo acompañan fueron enviados por las iglesias,[e] y le dan honor a Cristo. 24 Así que demuéstrenles su amor y pruébenles a todas las iglesias que está justificada nuestra jactancia por ustedes.

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