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M’Cheyne Bible Reading Plan

The classic M'Cheyne plan--read the Old Testament, New Testament, and Psalms or Gospels every day.
Duration: 365 days
Nueva Traducción Viviente (NTV)
Version
Génesis 29

Jacob llega a Padán-aram

29 Entonces Jacob se apresuró y por fin llegó a la tierra del oriente. A la distancia vio un pozo. Junto al pozo, en campo abierto, había tres rebaños de ovejas y de cabras esperando a que les dieran de beber; pero una pesada piedra tapaba la boca del pozo.

Era costumbre del lugar esperar a que llegaran todos los rebaños antes de quitar la piedra y dar de beber a los animales. Después se volvía a tapar la boca del pozo con la piedra. Jacob se acercó a los pastores y preguntó:

—¿De dónde son ustedes, amigos?

—Somos de Harán—contestaron ellos.

—¿Conocen allí a un hombre llamado Labán, el nieto de Nacor?—les preguntó.

—Sí, lo conocemos—contestaron.

—¿Y él está bien?—preguntó Jacob.

—Sí, está bien—contestaron—. Mire, ahí viene su hija Raquel con los rebaños.

—Todavía estamos a plena luz del día—dijo Jacob—, por lo que es demasiado temprano para reunir a los animales. ¿Por qué no dan ustedes de beber a las ovejas y a las cabras para que así puedan volver a pastar?

—No podemos dar de beber a los animales hasta que hayan llegado todos los rebaños—contestaron—. Entonces los pastores quitan la piedra de la boca del pozo y damos de beber a todas las ovejas y las cabras.

Todavía estaba Jacob hablando con ellos cuando llegó Raquel con los rebaños de su padre, porque ella era pastora. 10 Ya que Raquel era su prima—la hija de Labán, el hermano de su madre—, y como las ovejas y las cabras eran de su tío Labán, Jacob fue al pozo, quitó la piedra que tapaba la boca y dio de beber al rebaño de su tío. 11 Luego Jacob besó a Raquel y lloró en voz alta. 12 Le explicó a Raquel que él era su primo por parte de su padre, el hijo de su tía Rebeca. Enseguida Raquel salió corriendo y se lo contó a su padre Labán.

13 En cuanto Labán oyó que su sobrino Jacob había llegado, corrió a encontrarse con él. Lo abrazó y lo besó, y lo llevó a su casa. Cuando Jacob le contó su historia, 14 Labán exclamó: «¡Verdaderamente eres de mi misma sangre!».

Jacob se casa con Lea y con Raquel

Jacob se quedó con Labán alrededor de un mes, y después 15 Labán le dijo:

—No deberías trabajar para mí sin recibir pago, solo porque somos parientes. Dime cuánto debería ser tu salario.

16 Labán tenía dos hijas. La mayor se llamaba Lea, y la menor se llamaba Raquel. 17 No había brillo en los ojos de Lea,[a] pero Raquel tenía una hermosa figura y una cara bonita. 18 Ya que Jacob estaba enamorado de Raquel, le dijo a su padre:

—Trabajaré para ti siete años si me entregas como esposa a Raquel, tu hija menor.

19 —¡De acuerdo!—respondió Labán—. Prefiero entregártela a ti que a cualquier otro. Quédate y trabaja para mí.

20 Así que Jacob trabajó siete años para obtener a Raquel; pero su amor por ella era tan fuerte que le parecieron unos pocos días.

21 Finalmente llegó el momento de casarse con ella. «He cumplido mi parte del acuerdo—le dijo Jacob a Labán—. Ahora entrégame a mi esposa para acostarme con ella».

22 Entonces Labán invitó a toda la gente de los alrededores y preparó una fiesta de bodas; 23 pero aquella noche, cuando estaba oscuro, Labán tomó a Lea y se la entregó a Jacob, y él durmió con ella. 24 (Labán le había dado a Lea una sierva, Zilpa, para que la atendiera).

25 A la mañana siguiente, cuando Jacob se despertó, ¡vio que era Lea!

—¿Qué me has hecho?—le dijo a Labán con furia—. ¡He trabajado siete años por Raquel! ¿Por qué me has engañado?

26 —Aquí no es nuestra costumbre casar a la hija menor antes que a la mayor—contestó Labán—, 27 pero espera hasta que termine la semana nupcial y entonces te daré también a Raquel, siempre y cuando prometas trabajar para mí otros siete años.

28 Así que Jacob aceptó trabajar siete años más. Una semana después de casarse con Lea, Labán también le entregó a Raquel. 29 (Labán le dio a Raquel una sierva, Bilha, para que la atendiera). 30 Entonces Jacob durmió también con Raquel, y la amó mucho más que a Lea. Y se quedó allí y trabajó para Labán los siete años adicionales.

Los muchos hijos de Jacob

31 Cuando el Señor vio que Lea no era amada, le concedió que tuviera hijos, pero Raquel no podía concebir. 32 Así que Lea quedó embarazada y dio a luz un hijo, a quien llamó Rubén,[b] porque dijo: «El Señor se ha dado cuenta de mi sufrimiento, y ahora mi esposo me amará».

33 Al poco tiempo, volvió a quedar embarazada y dio a luz otro hijo, a quien llamó Simeón,[c] porque dijo: «El Señor oyó que yo no era amada y me ha dado otro hijo».

34 Después quedó embarazada por tercera vez y dio a luz otro hijo. Lo llamaron Leví,[d] porque ella dijo: «Ciertamente esta vez mi esposo sentirá cariño por mí, ya que le he dado tres hijos».

35 Una vez más Lea quedó embarazada y dio a luz otro hijo, a quien llamó Judá,[e] porque dijo: «¡Ahora alabaré al Señor!». Y entonces dejó de tener hijos.

Mateo 28

La resurrección

28 El domingo por la mañana temprano,[a] cuando amanecía el nuevo día, María Magdalena y la otra María fueron a visitar la tumba.

¡De repente, se produjo un gran terremoto! Pues un ángel del Señor descendió del cielo, corrió la piedra a un lado y se sentó sobre ella. Su rostro brillaba como un relámpago, y su ropa era blanca como la nieve. Los guardias temblaron de miedo cuando lo vieron y cayeron desmayados por completo.

Entonces, el ángel les habló a las mujeres: «¡No teman!—dijo—. Sé que buscan a Jesús, el que fue crucificado. ¡No está aquí! Ha resucitado tal como dijo que sucedería. Vengan, vean el lugar donde estaba su cuerpo. Y ahora, vayan rápidamente y cuéntenles a sus discípulos que ha resucitado y que va delante de ustedes a Galilea. Allí lo verán. Recuerden lo que les he dicho».

Las mujeres se fueron a toda prisa. Estaban asustadas pero a la vez llenas de gran alegría, y se apresuraron para dar el mensaje del ángel a los discípulos. Mientras iban, Jesús les salió al encuentro y las saludó. Ellas corrieron hasta él, abrazaron sus pies y lo adoraron. 10 Entonces Jesús les dijo: «¡No teman! Digan a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán».

El informe de los guardias

11 Mientras las mujeres estaban en camino, algunos de los guardias entraron en la ciudad y les contaron a los principales sacerdotes lo que había sucedido. 12 Se convocó a una reunión con los ancianos, y decidieron dar a los soldados un gran soborno. 13 Les dijeron: «Ustedes deben decir: “Los discípulos de Jesús vinieron durante la noche, mientras dormíamos, y robaron el cuerpo”. 14 Si llega a oídos del gobernador, nosotros los respaldaremos, así no se meterán en problemas». 15 Entonces los guardias aceptaron el soborno y dijeron lo que les habían ordenado. Su historia corrió por todas partes entre los judíos y la siguen contando hasta el día de hoy.

La gran comisión

16 Entonces los once discípulos salieron hacia Galilea y se dirigieron al monte que Jesús les había indicado. 17 Cuando vieron a Jesús, lo adoraron, ¡pero algunos de ellos dudaban!

18 Jesús se acercó y dijo a sus discípulos: «Se me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra. 19 Por lo tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones,[b] bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. 20 Enseñen a los nuevos discípulos a obedecer todos los mandatos que les he dado. Y tengan por seguro esto: que estoy con ustedes siempre, hasta el fin de los tiempos».

Ester 5

La petición de Ester al rey

Al tercer día del ayuno, Ester se puso las vestiduras reales y entró en el patio interior del palacio, que daba justo frente a la sala del rey. El rey estaba sentado en su trono real, mirando hacia la entrada. Cuando vio a la reina Ester de pie en el patio interior, ella logró el favor del rey y él le extendió el cetro de oro. Entonces Ester se acercó y tocó la punta del cetro.

Entonces el rey le preguntó:

—¿Qué deseas, reina Ester? ¿Cuál es tu petición? ¡Te la daré, aun si fuera la mitad del reino!

Y Ester contestó:

—Si al rey le agrada, venga el rey con Amán hoy al banquete que preparé para el rey.

El rey se dirigió a sus asistentes y dijo: «Díganle a Amán que venga de prisa a un banquete, como lo ha solicitado Ester». Así que el rey y Amán fueron al banquete preparado por Ester.

Mientras bebían vino, el rey le dijo a Ester:

—Ahora dime lo que realmente quieres. ¿Cuál es tu petición? ¡Te la daré, aun si fuera la mitad del reino!

Ester contestó:

—Mi petición y mi más profundo deseo es que, si he logrado el favor del rey y si al rey le agrada conceder mi petición y hacer lo que le pido, le ruego que venga mañana con Amán al banquete que prepararé para ustedes. Entonces explicaré de qué se trata todo este asunto.

El plan de Amán para matar a Mardoqueo

¡Amán salió muy contento del banquete! Sin embargo, cuando vio a Mardoqueo sentado a la puerta del palacio y que no se puso de pie ni tembló de miedo ante su presencia, se enfureció mucho. 10 No obstante, se contuvo y se fue a su casa.

Luego Amán reunió a sus amigos y a Zeres, su esposa, 11 y se jactó ante ellos de su gran riqueza y sus muchos hijos. Hizo alarde de los honores que el rey le había dado y de la forma en que lo había ascendido por encima de todos los otros nobles y funcionarios.

12 Amán también añadió: «¡Y eso no es todo! La reina Ester nos invitó exclusivamente al rey y a mí a un banquete que preparó para nosotros. ¡Y me invitó a cenar mañana nuevamente con ella y con el rey! 13 Sin embargo, todo eso no vale nada mientras vea al judío Mardoqueo sentado allí, a la puerta del palacio».

14 Entonces Zeres, la esposa de Amán, y todos sus amigos sugirieron: «Levanta un poste afilado que mida veintitrés metros[a] de altura y, mañana por la mañana, pídele al rey que atraviese a Mardoqueo en el poste. Después de eso, podrás seguir alegremente tu camino al banquete con el rey». A Amán le gustó la idea, y ordenó que colocaran el poste.

Hechos 28

Pablo en la isla de Malta

28 Una vez a salvo en la costa, nos enteramos de que estábamos en la isla de Malta. La gente de la isla fue muy amable con nosotros. Hacía frío y llovía, entonces encendieron una fogata en la orilla para recibirnos.

Mientras Pablo juntaba una brazada de leña y la echaba en el fuego, una serpiente venenosa que huía del calor lo mordió en la mano. Los habitantes de la isla, al ver la serpiente colgando de su mano, se decían unos a otros: «¡Sin duda este es un asesino! Aunque se salvó del mar, la justicia no le permitirá vivir»; pero Pablo se sacudió la serpiente en el fuego y no sufrió ningún daño. La gente esperaba que él se hinchara o que cayera muerto de repente; pero después de esperar y esperar y ver que estaba ileso, cambiaron de opinión y llegaron a la conclusión de que Pablo era un dios.

Cerca de la costa adonde llegamos, había una propiedad que pertenecía a Publio, el funcionario principal de la isla. Él nos recibió y nos atendió con amabilidad por tres días. Dio la casualidad de que el padre de Publio estaba enfermo con fiebre y disentería. Pablo entró a verlo, oró por él, puso sus manos sobre él y lo sanó. Entonces todos los demás enfermos de la isla también vinieron y fueron sanados. 10 Como resultado, nos colmaron de honores y, cuando llegó el tiempo de partir, la gente nos proveyó de todo lo que necesitaríamos para el viaje.

Pablo llega a Roma

11 Tres meses después del naufragio, zarpamos en otro barco, que había pasado el invierno en la isla; era un barco de Alejandría que tenía como figura de proa a los dioses gemelos.[a] 12 Hicimos la primera parada en Siracusa,[b] donde nos quedamos tres días. 13 De allí navegamos hasta Regio.[c] Un día después, un viento del sur empezó a soplar, de manera que, al día siguiente, navegamos por la costa hasta Poteoli. 14 Allí encontramos a algunos creyentes,[d] quienes nos invitaron a pasar una semana con ellos. Y así llegamos a Roma.

15 Los hermanos de Roma se habían enterado de nuestra inminente llegada, y salieron hasta el Foro[e] por el Camino Apio para recibirnos. En Las Tres Tabernas[f] nos esperaba otro grupo. Cuando Pablo los vio, se animó y dio gracias a Dios.

16 Una vez que llegamos a Roma, a Pablo se le permitió hospedarse en un alojamiento privado, aunque estaba bajo la custodia de un soldado.

Pablo predica en Roma bajo custodia

17 Tres días después de haber llegado, Pablo mandó reunir a los líderes judíos locales. Les dijo:

—Hermanos, fui arrestado en Jerusalén y entregado al gobierno romano, a pesar de no haber hecho nada en contra de nuestro pueblo ni de las costumbres de nuestros antepasados. 18 Los romanos me llevaron a juicio y querían ponerme en libertad, porque no encontraron ninguna causa para condenarme a muerte; 19 pero cuando los líderes judíos protestaron por la decisión, creí necesario apelar al César, aunque no tenía deseos de presentar cargos contra mi propia gente. 20 Les pedí a ustedes que vinieran hoy aquí para que nos conociéramos y para que yo pudiera explicarles que estoy atado con esta cadena porque creo que la esperanza de Israel—el Mesías—ya ha venido.

21 Ellos respondieron:

—No hemos recibido ninguna carta de Judea ni ningún informe en tu contra de nadie que haya venido por aquí; 22 pero queremos escuchar lo que tú crees, pues lo único que sabemos de este movimiento es que se le ataca por todas partes.

23 Entonces fijaron una fecha, y ese día mucha gente llegó al lugar donde Pablo estaba alojado. Él explicó y dio testimonio acerca del reino de Dios y trató de convencerlos acerca de Jesús con las Escrituras. Usando la ley de Moisés y los libros de los profetas, les habló desde la mañana hasta la noche. 24 Algunos se convencieron por las cosas que dijo, pero otros no creyeron. 25 Después de discutir entre unos y otros, se fueron con las siguientes palabras finales de Pablo: «El Espíritu Santo tenía razón cuando les dijo a sus antepasados por medio del profeta Isaías:

26 “Ve y dile a este pueblo:
Cuando ustedes oigan lo que digo,
    no entenderán.
Cuando vean lo que hago,
    no comprenderán.
27 Pues el corazón de este pueblo está endurecido,
    y sus oídos no pueden oír,
    y han cerrado los ojos,
así que sus ojos no pueden ver,
    y sus oídos no pueden oír,
    y su corazón no puede entender,
y no pueden volver a mí
    para que yo los sane”[g].

28 Así que quiero que sepan que esta salvación de Dios también se ha ofrecido a los gentiles,[h] y ellos la aceptarán».[i]

30 Durante los dos años siguientes Pablo vivió en Roma pagando sus gastos él mismo.[j] Recibía a todos los que lo visitaban, 31 y proclamaba con valentía el reino de Dios y enseñaba acerca del Señor Jesucristo; y nadie intentó detenerlo.

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