Print Page Options
Previous Prev Day Next DayNext

M’Cheyne Bible Reading Plan

The classic M'Cheyne plan--read the Old Testament, New Testament, and Psalms or Gospels every day.
Duration: 365 days
Nueva Traducción Viviente (NTV)
Version
Génesis 27

Jacob roba la bendición de Esaú

27 Cierto día, cuando Isaac ya era viejo y se estaba quedando ciego, llamó a Esaú, su hijo mayor, y le dijo:

—Hijo mío.

—¿Sí, padre?—respondió Esaú.

—Yo ya soy un hombre viejo—dijo Isaac—, y no sé cuándo moriré. Toma tu arco y una aljaba llena de flechas, y sal a campo abierto a cazar un animal para mí. Prepara mi comida preferida y tráemela aquí para que la coma. Entonces pronunciaré la bendición que te pertenece a ti, mi primer hijo varón, antes de que yo muera.

Rebeca oyó lo que Isaac le había dicho a su hijo Esaú. Entonces, cuando Esaú salió a cazar un animal, ella le dijo a su hijo Jacob:

—Escucha. Oí a tu padre decirle a Esaú: “Caza un animal y prepárame una comida deliciosa. Entonces te bendeciré en presencia del Señor antes de morir”. Ahora, hijo mío, escúchame. Haz exactamente lo que yo te diga. Vete a los rebaños y tráeme dos de los mejores cabritos. Con ellos prepararé el plato favorito de tu padre. 10 Después lleva la comida a tu padre para que se la coma y te bendiga antes de morir.

11 —Pero mira—respondió Jacob a Rebeca—, mi hermano Esaú es muy velludo; en cambio, mi piel es suave. 12 ¿Y si mi padre me toca? Entonces se dará cuenta de que intento engañarlo, y en lugar de bendecirme, me maldecirá.

13 Pero su madre respondió:

—¡Entonces que la maldición caiga sobre mí, hijo mío! Tú simplemente haz lo que te digo. ¡Sal y tráeme los cabritos!

14 Así que Jacob salió y consiguió los cabritos para su madre. Rebeca preparó con ellos un plato delicioso, tal como le gustaba a Isaac. 15 Después tomó las ropas favoritas de Esaú, que estaban allí en casa, y se las dio a su hijo menor, Jacob. 16 Con la piel de los cabritos, ella le cubrió los brazos y la parte del cuello donde él no tenía vello. 17 Luego le entregó a Jacob el plato delicioso y el pan recién horneado.

18 Entonces Jacob llevó la comida a su padre.

—¿Padre?—dijo.

—Sí, hijo mío—respondió Isaac—. ¿Quién eres, Esaú o Jacob?

19 —Soy Esaú, tu hijo mayor—contestó Jacob—. Hice tal como me pediste; aquí está lo que cacé. Ahora levántate y come, para que puedas darme tu bendición.

20 —¿Cómo es que encontraste la presa tan pronto, hijo mío?

—¡El Señor tu Dios la puso en mi camino!—contestó Jacob.

21 Entonces Isaac le dijo a Jacob:

—Acércate para que pueda tocarte y asegurarme de que de verdad eres Esaú.

22 Entonces Jacob se acercó a su padre, e Isaac lo tocó.

—La voz es la de Jacob, pero las manos son las de Esaú—dijo Isaac.

23 Sin embargo, no reconoció a Jacob porque, cuando tocó las manos de Jacob, estaban velludas como las de Esaú. Así que Isaac se preparó para bendecir a Jacob.

24 —¿De verdad eres mi hijo Esaú?—preguntó.

—Sí, lo soy—contestó Jacob.

25 Entonces Isaac dijo:

—Ahora, hijo mío, tráeme lo que cazaste. Primero comeré y después te daré mi bendición.

Entonces Jacob llevó la comida a su padre, e Isaac la comió. También bebió el vino que Jacob le sirvió. 26 Luego Isaac le dijo a Jacob:

—Acércate un poco más y dame un beso, hijo mío.

27 Así que Jacob se le acercó y le dio un beso. Entonces Isaac, al sentir el olor de la ropa, finalmente se convenció y bendijo a su hijo diciendo: «¡Ah! ¡El olor de mi hijo es como el olor del campo, que el Señor ha bendecido!

28 »Del rocío de los cielos
    y la riqueza de la tierra,
que Dios te conceda siempre abundantes cosechas de grano
    y vino nuevo en cantidad.
29 Que muchas naciones sean tus servidoras
    y se inclinen ante ti.
Que seas el amo de tus hermanos,
    y que los hijos de tu madre se inclinen ante ti.
Todos los que te maldigan serán malditos,
    y todos los que te bendigan serán bendecidos».

30 En cuanto Isaac terminó de bendecir a Jacob y casi antes de que Jacob saliera de la presencia de su padre, Esaú regresó de cazar. 31 Preparó una comida deliciosa y se la llevó a su padre. Entonces dijo:

—Levántate, padre mío, y come de lo que he cazado, para que puedas darme tu bendición.

32 Pero Isaac le preguntó:

—¿Quién eres tú?

—Soy tu hijo, tu hijo mayor, Esaú—contestó.

33 Isaac comenzó a temblar de manera incontrolable y dijo:

—¿Entonces quién me acaba de servir lo que cazó? Ya he comido, y lo bendije a él poco antes de que llegaras, ¡y esa bendición quedará en pie!

34 Cuando Esaú oyó las palabras de su padre, lanzó un grito fuerte y lleno de amargura.

—Oh padre mío, ¿y yo? ¡Bendíceme también a mí!—le suplicó.

35 Pero Isaac le dijo:

—Tu hermano estuvo aquí y me engañó. Él se ha llevado tu bendición.

36 —Con razón su nombre es Jacob—exclamó Esaú—, porque ahora ya me ha engañado dos veces.[a] Primero tomó mis derechos de hijo mayor, y ahora me robó la bendición. ¿No has guardado ni una bendición para mí?

37 —He puesto a Jacob como tu amo—dijo Isaac a Esaú—, y he declarado que todos sus hermanos serán sus siervos. Le he garantizado abundancia de grano y de vino; ¿qué me queda para darte a ti, hijo mío?

38 —¿Pero acaso tienes una sola bendición? Oh padre mío, ¡bendíceme también a mí!—le rogó Esaú.

Entonces Esaú perdió el control y se echó a llorar.

39 Finalmente su padre Isaac le dijo:

«Tú vivirás lejos de las riquezas de la tierra
    y lejos del rocío que desciende de los cielos.
40 Vivirás de la espada
    y servirás a tu hermano.
Sin embargo, cuando decidas liberarte,
    te sacudirás su yugo del cuello».

Jacob huye a Padán-aram

41 Desde ese momento, Esaú odió a Jacob, porque su padre le había dado la bendición a él. Entonces Esaú comenzó a tramar: «Pronto haré duelo por la muerte de mi padre y después mataré a mi hermano Jacob».

42 Entonces Rebeca se enteró de los planes de Esaú y llamó a Jacob y le dijo:

—Escucha, Esaú se consuela haciendo planes para matarte. 43 Así que, hijo mío, presta mucha atención. Prepárate y huye a casa de mi hermano Labán, en Harán. 44 Quédate allí con él hasta que tu hermano se calme. 45 Cuando él se haya calmado y olvide lo que le hiciste, mandaré a buscarte para que regreses. ¿Por qué tendría que perder a los dos hijos en un solo día?

46 Luego Rebeca le dijo a Isaac:

—¡Estoy harta de estas mujeres hititas de aquí! Preferiría morir antes que ver a Jacob casado con una de ellas.

Mateo 26

Conspiración para matar a Jesús

26 Cuando Jesús terminó de hablar todas esas cosas, dijo a sus discípulos: «Como ya saben, la Pascua comienza en dos días, y el Hijo del Hombre[a] será entregado para que lo crucifiquen».

En ese mismo momento, los principales sacerdotes y los ancianos estaban reunidos en la residencia de Caifás, el sumo sacerdote, tramando cómo capturar a Jesús en secreto y matarlo. «Pero no durante la celebración de la Pascua—acordaron—, no sea que la gente cause disturbios».

Jesús es ungido en Betania

Mientras tanto, Jesús se encontraba en Betania, en la casa de Simón, un hombre que había tenido lepra. Mientras comía,[b] entró una mujer con un hermoso frasco de alabastro que contenía un perfume costoso, y lo derramó sobre la cabeza de Jesús.

Los discípulos se indignaron al ver esto. «¡Qué desperdicio!—dijeron—. Podría haberse vendido a un alto precio y el dinero dado a los pobres».

10 Jesús, consciente de esto, les respondió: «¿Por qué critican a esta mujer por hacer algo tan bueno conmigo? 11 Siempre habrá pobres entre ustedes, pero a mí no siempre me tendrán. 12 Ella ha derramado este perfume sobre mí a fin de preparar mi cuerpo para el entierro. 13 Les digo la verdad, en cualquier lugar del mundo donde se predique la Buena Noticia, se recordará y se hablará de lo que hizo esta mujer».

Judas acuerda traicionar a Jesús

14 Entonces Judas Iscariote, uno de los doce discípulos, fue a ver a los principales sacerdotes 15 y preguntó: «¿Cuánto me pagarán por traicionar a Jesús?». Y ellos le dieron treinta piezas de plata. 16 A partir de ese momento, Judas comenzó a buscar una oportunidad para traicionar a Jesús.

La última cena

17 El primer día del Festival de los Panes sin Levadura, los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron:

—¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?

18 —Al entrar en la ciudad—les dijo—, verán a cierto hombre. Díganle: “El Maestro dice: ‘Mi tiempo ha llegado y comeré la cena de Pascua con mis discípulos en tu casa’”.

19 Entonces los discípulos hicieron como Jesús les dijo y prepararon la cena de Pascua allí.

20 Al anochecer, Jesús se sentó a la mesa[c] con los Doce. 21 Mientras comían, les dijo:

—Les digo la verdad, uno de ustedes me traicionará.

22 Ellos, muy afligidos, le preguntaron uno por uno:

—¿Seré yo, Señor?

23 Jesús contestó:

—Uno de ustedes que acaba de comer de este plato conmigo me traicionará. 24 Pues el Hijo del Hombre tiene que morir, tal como lo declararon las Escrituras hace mucho tiempo. ¡Pero qué terrible será para el que lo traiciona! ¡Para ese hombre sería mucho mejor no haber nacido!

25 Judas, el que lo iba a traicionar, también preguntó:

—¿Seré yo, Rabí?

Y Jesús le dijo:

—Tú lo has dicho.

26 Mientras comían, Jesús tomó un poco de pan y lo bendijo. Luego lo partió en trozos, lo dio a sus discípulos y dijo: «Tómenlo y cómanlo, porque esto es mi cuerpo».

27 Y tomó en sus manos una copa de vino y dio gracias a Dios por ella. Se la dio a ellos y dijo: «Cada uno de ustedes beba de la copa, 28 porque esto es mi sangre, la cual confirma el pacto[d] entre Dios y su pueblo. Es derramada como sacrificio para perdonar los pecados de muchos. 29 Acuérdense de lo que les digo: no volveré a beber vino hasta el día en que lo beba nuevo con ustedes en el reino de mi Padre».

30 Luego cantaron un himno y salieron al monte de los Olivos.

Jesús predice la negación de Pedro

31 En el camino, Jesús les dijo: «Esta noche, todos ustedes me abandonarán, porque las Escrituras dicen:

“Dios golpeará[e] al Pastor,
    y las ovejas del rebaño se dispersarán”.

32 Sin embargo, después de ser levantado de los muertos, iré delante de ustedes a Galilea y allí los veré».

33 Pedro declaró:

—Aunque todos te abandonen, yo jamás te abandonaré.

34 Jesús respondió:

—Te digo la verdad, Pedro: esta misma noche, antes de que cante el gallo, negarás tres veces que me conoces.

35 —¡No!—insistió Pedro—. Aunque tenga que morir contigo, ¡jamás te negaré!

Y los demás discípulos juraron lo mismo.

Jesús ora en Getsemaní

36 Entonces Jesús fue con ellos al huerto de olivos llamado Getsemaní y dijo: «Siéntense aquí mientras voy allí para orar». 37 Se llevó a Pedro y a los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y comenzó a afligirse y angustiarse. 38 Les dijo: «Mi alma está destrozada de tanta tristeza, hasta el punto de la muerte. Quédense aquí y velen conmigo».

39 Él se adelantó un poco más y se inclinó rostro en tierra mientras oraba: «¡Padre mío! Si es posible, que pase de mí esta copa de sufrimiento. Sin embargo, quiero que se haga tu voluntad, no la mía».

40 Luego volvió a los discípulos y los encontró dormidos. Le dijo a Pedro: «¿No pudieron velar conmigo ni siquiera una hora? 41 Velen y oren para que no cedan ante la tentación, porque el espíritu está dispuesto, pero el cuerpo es débil».

42 Entonces Jesús los dejó por segunda vez y oró: «¡Padre mío! Si no es posible que pase esta copa[f] a menos que yo la beba, entonces hágase tu voluntad». 43 Cuando regresó de nuevo adonde estaban ellos, los encontró dormidos porque no podían mantener los ojos abiertos.

44 Así que se fue a orar por tercera vez y repitió lo mismo. 45 Luego se acercó a sus discípulos y les dijo: «¡Adelante, duerman y descansen! Pero miren, ha llegado la hora y el Hijo del Hombre es traicionado y entregado en manos de pecadores. 46 Levántense, vamos. ¡Miren, el que me traiciona ya está aquí!».

Traicionan y arrestan a Jesús

47 Mientras Jesús hablaba, llegó Judas, uno de los doce discípulos, junto con una multitud de hombres armados con espadas y palos. Los habían enviado los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo. 48 El traidor, Judas, había acordado con ellos una señal: «Sabrán a cuál arrestar cuando lo salude con un beso». 49 Entonces Judas fue directamente a Jesús.

—¡Saludos, Rabí!—exclamó y le dio el beso.

50 Jesús dijo:

—Amigo mío, adelante, haz lo que viniste a hacer.

Entonces los otros agarraron a Jesús y lo arrestaron; 51 pero uno de los hombres que estaban con Jesús sacó su espada e hirió al esclavo del sumo sacerdote cortándole una oreja.

52 «Guarda tu espada —le dijo Jesús—. Los que usan la espada morirán a espada. 53 ¿No te das cuenta de que yo podría pedirle a mi Padre que enviara miles[g] de ángeles para que nos protejan, y él los enviaría de inmediato? 54 Pero si lo hiciera, ¿cómo se cumplirían las Escrituras, que describen lo que tiene que suceder ahora?».

55 Luego Jesús le dijo a la multitud: «¿Acaso soy un peligroso revolucionario, para que vengan con espadas y palos para arrestarme? ¿Por qué no me arrestaron en el templo? Estuve enseñando allí todos los días. 56 Pero todo esto sucede para que se cumplan las palabras de los profetas registradas en las Escrituras». En ese momento, todos los discípulos lo abandonaron y huyeron.

Jesús ante el Concilio

57 Luego la gente que había arrestado a Jesús lo llevó a la casa de Caifás, el sumo sacerdote, donde se habían reunido los maestros de la ley religiosa y los ancianos. 58 Mientras tanto, Pedro lo siguió de lejos y llegó al patio del sumo sacerdote. Entró, se sentó con los guardias y esperó para ver cómo acabaría todo.

59 Adentro, los principales sacerdotes y todo el Concilio Supremo[h] intentaban encontrar testigos que mintieran acerca de Jesús para poder ejecutarlo. 60 Sin embargo, aunque encontraron a muchos que accedieron a dar un falso testimonio, no pudieron usar el testimonio de ninguno. Finalmente, se presentaron dos hombres 61 y declararon: «Este hombre dijo: “Puedo destruir el templo de Dios y reconstruirlo en tres días”».

62 Entonces el sumo sacerdote se puso de pie y le dijo a Jesús: «Bien, ¿no vas a responder a estos cargos? ¿Qué tienes que decir a tu favor?». 63 Pero Jesús guardó silencio. Entonces el sumo sacerdote le dijo:

—Te exijo, en el nombre del Dios viviente, que nos digas si eres el Mesías, el Hijo de Dios.

64 Jesús respondió:

—Tú lo has dicho; y en el futuro verán al Hijo del Hombre sentado en el lugar de poder, a la derecha de Dios,[i] y viniendo en las nubes del cielo.[j]

65 Entonces el sumo sacerdote se rasgó las vestiduras en señal de horror y dijo: «¡Blasfemia! ¿Para qué necesitamos más testigos? Todos han oído la blasfemia que dijo. 66 ¿Cuál es el veredicto?».

«¡Culpable!—gritaron—. ¡Merece morir!».

67 Entonces comenzaron a escupirle en la cara a Jesús y a darle puñetazos. Algunos le daban bofetadas 68 y se burlaban: «¡Profetízanos, Mesías! ¿Quién te golpeó esta vez?».

Pedro niega a Jesús

69 Mientras tanto, Pedro estaba sentado afuera en el patio. Una sirvienta se acercó y le dijo:

—Tú eras uno de los que estaban con Jesús, el galileo.

70 Pero Pedro lo negó frente a todos.

—No sé de qué hablas—le dijo.

71 Más tarde, cerca de la puerta, lo vio otra sirvienta, quien les dijo a los que estaban por ahí: «Este hombre estaba con Jesús de Nazaret[k]».

72 Nuevamente, Pedro lo negó, esta vez con un juramento. «Ni siquiera conozco al hombre», dijo.

73 Un poco más tarde, algunos de los otros que estaban allí se acercaron a Pedro y dijeron:

—Seguro que tú eres uno de ellos; nos damos cuenta por el acento galileo que tienes.

74 Pedro juró:

—¡Que me caiga una maldición si les miento! ¡No conozco al hombre!

Inmediatamente, el gallo cantó.

75 De repente, las palabras de Jesús pasaron rápidamente por la mente de Pedro: «Antes de que cante el gallo, negarás tres veces que me conoces». Y Pedro salió llorando amargamente.

Ester 3

El complot de Amán contra los judíos

Tiempo después, el rey Jerjes ascendió a Amán, hijo de Hamedata el agagueo, lo puso por encima de todos los demás nobles y lo convirtió en el funcionario más poderoso del imperio. Todos los funcionarios del rey se inclinaban ante Amán en señal de respeto cada vez que él pasaba porque el rey lo había ordenado; pero Mardoqueo se negó a inclinarse ante él o a rendirle homenaje.

Entonces los funcionarios del palacio que estaban a la puerta del rey le preguntaron a Mardoqueo: «¿Por qué desobedeces la orden del rey?». Todos los días le hablaban de lo mismo, pero aun así él se negaba a cumplir la orden. Entonces le informaron a Amán para saber si él toleraría la conducta de Mardoqueo, ya que Mardoqueo les había dicho que era judío.

Cuando Amán vio que Mardoqueo no se inclinaba ante él ni le rendía homenaje, se llenó de furia. Como se había enterado de la nacionalidad de Mardoqueo, decidió que no bastaba con matar solamente a él. Entonces, buscó la forma de destruir a todos los judíos a lo largo y ancho del imperio de Jerjes.

Así que, en el mes de abril,[a] durante el año doce del reinado de Jerjes, echaron el plan a suertes en presencia de Amán (las suertes se llamaban purim) a fin de determinar cuál era el mejor día y mes para llevar a cabo el plan. Se escogió el día 7 de marzo, casi un año después.[b]

Luego Amán se acercó al rey Jerjes y le dijo: «Hay cierta raza dispersada por todas las provincias del imperio que se mantiene aislada de todas las demás. Tienen leyes diferentes de los demás pueblos y se niegan a obedecer las leyes del rey. Por lo tanto, no conviene a los intereses del rey que ese pueblo siga con vida. Si al rey le agrada, emita un decreto para destruirlos, y yo donaré diez mil bolsas grandes[c] de plata a los administradores del imperio para que los depositen en la tesorería del reino».

10 El rey estuvo de acuerdo y, para confirmar su decisión, se quitó del dedo el anillo con su sello oficial y se lo entregó a Amán, hijo de Hamedata el agagueo, el enemigo de los judíos. 11 El rey dijo: «Tanto el dinero como el pueblo son tuyos para que hagas con ellos lo que mejor te parezca».

12 Así que, el 17 de abril,[d] citaron a los secretarios del rey, y se escribió un decreto tal como lo dictó Amán. Lo enviaron a los funcionarios del rey de más alta posición, a los gobernadores y a los nobles de cada provincia en sus propios sistemas de escritura y en sus propios idiomas. El decreto se redactó en nombre del rey Jerjes y fue sellado con el anillo del rey. 13 Se enviaron comunicados a todas las provincias del imperio mediante mensajeros veloces, con orden de matar, masacrar y aniquilar a todos los judíos—jóvenes y ancianos, incluso las mujeres y los niños—en un solo día. El plan estaba programado para el 7 de marzo del año siguiente.[e] Las pertenencias de los judíos serían entregadas a los que los mataran.

14 Una copia del decreto debía emitirse como ley en cada provincia y proclamarse a todos los pueblos, a fin de que estuvieran preparados para cumplir con su deber el día señalado. 15 Por orden del rey, se despachó el decreto mediante mensajeros veloces, y también se proclamó en la fortaleza de Susa. Luego el rey y Amán se sentaron a beber, pero la ciudad de Susa entró en confusión.

Hechos 26

26 Entonces Agripa le dijo a Pablo: «Tienes permiso para hablar en tu defensa».

Así que Pablo, haciendo una seña con la mano, comenzó su defensa: «Me considero afortunado, rey Agripa, de que sea usted quien oye hoy mi defensa en contra de todas estas acusaciones que han hecho los líderes judíos, porque sé que usted es un experto en costumbres y controversias judías. Ahora, por favor, escúcheme con paciencia.

»Como bien saben los líderes judíos, desde mi temprana infancia recibí una completa capacitación judía entre mi propia gente y también en Jerusalén. Ellos saben, si quisieran admitirlo, que he sido miembro de los fariseos, la secta más estricta de nuestra religión. Ahora se me juzga por la esperanza en el cumplimiento de la promesa que Dios les hizo a nuestros antepasados. De hecho, esta es la razón por la cual las doce tribus de Israel adoran a Dios con celo día y noche, y participan de la misma esperanza que yo tengo. Aun así, su majestad, ¡ellos me acusan por tener esta esperanza! ¿Por qué les parece increíble a todos ustedes que Dios pueda resucitar a los muertos?

»Yo solía creer que mi obligación era hacer todo lo posible para oponerme al nombre de Jesús de Nazaret.[a] 10 Por cierto, eso fue justo lo que hice en Jerusalén. Con la autorización de los sacerdotes principales, hice que muchos creyentes[b] de allí fueran enviados a la cárcel. Di mi voto en contra de ellos cuando los condenaban a muerte. 11 Muchas veces hice que los castigaran en las sinagogas para que maldijeran a Jesús.[c] Estaba tan violentamente en contra de ellos que los perseguí hasta en ciudades extranjeras.

12 »Cierto día, yo me dirigía a Damasco para cumplir esa misión respaldado por la autoridad y el encargo de los sacerdotes principales. 13 Cerca del mediodía, su majestad, mientras iba de camino, una luz del cielo, más intensa que el sol, brilló sobre mí y mis compañeros. 14 Todos caímos al suelo y escuché una voz que me decía en arameo:[d] “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Es inútil que luches contra mi voluntad[e]”.

15 »“¿Quién eres, señor?”, pregunté.

»Y el Señor contestó: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues. 16 Ahora, ¡levántate! Pues me aparecí ante ti para designarte como mi siervo y testigo. Dile a la gente que me has visto y lo que te mostraré en el futuro. 17 Y yo te rescataré de tu propia gente y de los gentiles.[f] Sí, te envío a los gentiles 18 para que les abras los ojos, a fin de que pasen de la oscuridad a la luz, y del poder de Satanás a Dios. Entonces recibirán el perdón de sus pecados y se les dará un lugar entre el pueblo de Dios, el cual es apartado por la fe en mí”.

19 »Por lo tanto, rey Agripa, obedecí esa visión del cielo. 20 Primero les prediqué a los de Damasco, luego en Jerusalén y por toda Judea, y también a los gentiles: que todos tienen que arrepentirse de sus pecados y volver a Dios, y demostrar que han cambiado, por medio de las cosas buenas que hacen. 21 Unos judíos me arrestaron en el templo por predicar esto y trataron de matarme; 22 pero Dios me ha protegido hasta este mismo momento para que yo pueda dar testimonio a todos, desde el menos importante hasta el más importante. Yo no enseño nada fuera de lo que los profetas y Moisés dijeron que sucedería: 23 que el Mesías sufriría y que sería el primero en resucitar de los muertos, y de esta forma anunciaría la luz de Dios tanto a judíos como a gentiles por igual».

24 De repente Festo gritó:

—Pablo, estás loco. ¡Tanto estudio te ha llevado a la locura!

25 Pero Pablo respondió:

—No estoy loco, excelentísimo Festo. Lo que digo es la pura verdad, 26 y el rey Agripa sabe de estas cosas. Yo hablo con atrevimiento porque estoy seguro de que todos estos acontecimientos le son familiares, ¡pues no se hicieron en un rincón! 27 Rey Agripa, ¿usted les cree a los profetas? Yo sé que sí.

28 Agripa lo interrumpió:

—¿Acaso piensas que puedes persuadirme para que me convierta en cristiano en tan poco tiempo?[g]

29 Pablo contestó:

—Sea en poco tiempo o en mucho, le pido a Dios en oración que tanto usted como todos los presentes en este lugar lleguen a ser como yo, excepto por estas cadenas.

30 Entonces el rey, el gobernador, Berenice y todos los demás se pusieron de pie y se retiraron. 31 Mientras salían, hablaron del tema y acordaron: «Este hombre no ha hecho nada que merezca la muerte o la cárcel».

32 Y Agripa le dijo a Festo: «Podría ser puesto en libertad si no hubiera apelado al César».

Nueva Traducción Viviente (NTV)

La Santa Biblia, Nueva Traducción Viviente, © Tyndale House Foundation, 2010. Todos los derechos reservados.