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M’Cheyne Bible Reading Plan

The classic M'Cheyne plan--read the Old Testament, New Testament, and Psalms or Gospels every day.
Duration: 365 days
Nueva Traducción Viviente (NTV)
Version
2 Crónicas 24

Joás repara el templo

24 Joás tenía siete años de edad cuando subió al trono y reinó en Jerusalén cuarenta años. Su madre se llamaba Sibia y era de Beerseba. Joás hizo lo que era agradable a los ojos del Señor mientras vivió el sacerdote Joiada. Joiada eligió dos esposas para Joás, y tuvo hijos e hijas.

En un momento dado, Joás decidió reparar y restaurar el templo del Señor. Mandó llamar a los sacerdotes y a los levitas y les dio las siguientes instrucciones: «Vayan a todas las ciudades de Judá y recojan las ofrendas requeridas anualmente, para que podamos reparar el templo de su Dios. ¡No se demoren!»; pero los levitas no actuaron de inmediato.

Entonces el rey mandó llamar al sumo sacerdote Joiada y le preguntó: «¿Por qué no has exigido a los levitas que salgan a recaudar los impuestos del templo en las ciudades de Judá y en Jerusalén? Moisés, el siervo del Señor, impuso a la comunidad de Israel este impuesto para el mantenimiento del tabernáculo del pacto[a]».

A través de los años, los seguidores de la perversa Atalía habían forzado la entrada al templo de Dios y habían usado todos los objetos consagrados del templo del Señor para rendir culto a las imágenes de Baal.

Por esa razón, el rey ordenó que se hiciera un cofre y se colocara fuera de la puerta que conducía al templo del Señor. Luego envió un edicto por todo Judá y Jerusalén para que el pueblo trajera al Señor el impuesto que Moisés, el siervo de Dios, había exigido de los israelitas en el desierto. 10 Esto agradó a todos los líderes y al pueblo, y con gusto llevaron su dinero y lo pusieron en el cofre hasta llenarlo.

11 Cada vez que el cofre se llenaba, los levitas lo llevaban a los funcionarios del rey. Entonces se presentaban el secretario de la corte y un oficial del sumo sacerdote para vaciar el cofre y luego llevarlo de regreso al templo. Así fue día tras día, por lo tanto, se recogió una gran cantidad de dinero. 12 El rey y Joiada entregaban el dinero a los supervisores de la construcción, quienes contrataron albañiles y carpinteros para restaurar el templo del Señor. También contrataron herreros que hicieron objetos de hierro y de bronce para el templo del Señor.

13 Los hombres que estaban a cargo de la restauración trabajaron arduamente y la obra siguió progresando. Restauraron el templo de Dios de acuerdo con el diseño original y lo reforzaron. 14 Cuando terminaron con todas las reparaciones, llevaron el dinero que sobró al rey y a Joiada. Este dinero se utilizó para hacer diversos objetos para el templo del Señor: objetos para los servicios de adoración y para las ofrendas quemadas, entre ellos cucharones y otros objetos hechos de oro y de plata. Mientras vivió el sacerdote Joiada, continuamente sacrificaron ofrendas quemadas en el templo del Señor.

15 Joiada vivió hasta una edad muy avanzada y finalmente murió a los ciento treinta años. 16 Lo enterraron con los reyes en la Ciudad de David, porque había hecho mucho bien en Israel para Dios y su templo.

Se revocan las reformas de Joiada

17 Después de la muerte de Joiada, los líderes de Judá fueron y se inclinaron ante el rey Joás y lo persuadieron para que escuchara sus consejos. 18 ¡Decidieron abandonar el templo del Señor, Dios de sus antepasados y, en cambio, rindieron culto a ídolos y a los postes dedicados a la diosa Asera! A causa de este pecado, el enojo divino cayó sobre Judá y Jerusalén. 19 Sin embargo, el Señor envió profetas para que el pueblo se volviera a él. Los profetas advirtieron al pueblo, pero aun así ellos no quisieron escuchar.

20 Entonces el Espíritu de Dios vino sobre Zacarías, hijo de Joiada el sacerdote. Se puso de pie delante del pueblo y dijo: «Esto dice Dios: “¿Por qué desobedecen los mandatos del Señor e impiden su propia prosperidad? ¡Ustedes han abandonado al Señor, y ahora él los ha abandonado a ustedes!”».

21 Entonces los líderes tramaron matar a Zacarías, y el rey Joás ordenó que lo mataran a pedradas en el atrio del templo del Señor. 22 Así fue como el rey Joás pagó a Joiada por su lealtad: mató a su hijo. Las últimas palabras de Zacarías al morir fueron: «¡Que el Señor vea lo que ellos hacen y vengue mi muerte!».

Fin del reinado de Joás

23 En la primavera de ese año[b] el ejército arameo marchó contra Joás. Invadieron a Judá y a Jerusalén y mataron a todos los líderes de la nación. Luego enviaron todo el botín a su rey en Damasco. 24 Aunque los arameos atacaron con solo un ejército pequeño, el Señor los ayudó a vencer al ejército mucho más grande de Judá. El pueblo de Judá había abandonado al Señor, Dios de sus antepasados, y por eso se llevó a cabo juicio sobre Joás.

25 Los arameos se retiraron y dejaron a Joás gravemente herido, pero sus propios oficiales conspiraron para matarlo por haber asesinado al hijo[c] de Joiada, el sacerdote; lo asesinaron mientras estaba en su cama. Luego lo enterraron en la Ciudad de David, pero no en el cementerio de los reyes. 26 Los asesinos eran Josacar,[d] hijo de una mujer amonita llamada Simeat, y Jozabad, hijo de una mujer moabita llamada Somer.[e]

27 El relato sobre los hijos de Joás, las profecías acerca de él y el registro de la restauración del templo de Dios están escritos en El comentario sobre el libro de los reyes. Su hijo Amasías lo sucedió en el trono.

Apocalipsis 11

Los dos testigos

11 Luego me fue dada una vara para medir y me fue dicho: «Ve y mide el templo de Dios y el altar, y cuenta el número de adoradores; pero no midas el atrio exterior porque ha sido entregado a las naciones, las cuales pisotearán la ciudad santa durante cuarenta y dos meses. Mientras tanto, yo daré poder a mis dos testigos, y ellos se vestirán de tela áspera y profetizarán durante esos 1260 días».

Estos dos profetas son los dos olivos y los dos candelabros que están delante del Señor de toda la tierra. Si alguien trata de hacerles daño, sale fuego de sus bocas y consume a sus enemigos. Así debe morir cualquiera que intente hacerles daño. Ellos tienen el poder de cerrar los cielos para que no llueva durante el tiempo que profeticen. También tienen el poder de convertir los ríos y los mares en sangre, y de azotar la tierra cuantas veces quieran con toda clase de plagas.

Cuando los testigos hayan terminado de dar su testimonio, la bestia que sube del abismo sin fondo[a] declarará la guerra contra ellos, los conquistará y los matará. Y sus cuerpos quedarán tendidos en la calle principal de Jerusalén,[b] la ciudad que simbólicamente se llama «Sodoma» y «Egipto», la ciudad en la cual su Señor fue crucificado. Y durante tres días y medio, todos los pueblos y todas las tribus, lenguas y naciones se quedarán mirando los cadáveres. A nadie se le permitirá enterrarlos. 10 Los que pertenecen a este mundo se alegrarán y se harán regalos unos a otros para celebrar la muerte de los dos profetas que los habían atormentado.

11 Pero después de tres días y medio, Dios sopló vida en ellos, ¡y se pusieron de pie! El terror se apoderó de todos los que estaban mirándolos. 12 Luego una fuerte voz del cielo llamó a los dos profetas: «¡Suban aquí!». Entonces ellos subieron al cielo en una nube mientras sus enemigos los veían.

13 En ese mismo momento, hubo un gran terremoto que destruyó la décima parte de la ciudad. Murieron siete mil personas en el terremoto, y todos los demás quedaron aterrorizados y le dieron la gloria al Dios del cielo.

14 El segundo terror ya pasó, pero mira, el tercer terror viene pronto.

La séptima trompeta trae el tercer terror

15 Entonces el séptimo ángel tocó su trompeta, y hubo fuertes voces que gritaban en el cielo:

«Ahora el mundo ya es el reino de nuestro Señor y de su Cristo,[c]
    y él reinará por siempre y para siempre».

16 Los veinticuatro ancianos que estaban sentados en sus tronos delante de Dios se postraron rostro en tierra y lo adoraron, 17 diciendo:

«Te damos gracias, Señor Dios, el Todopoderoso,
    el que es y que siempre fue,
porque ahora has tomado tu gran poder
    y has comenzado a reinar.
18 Las naciones se llenaron de ira,
    pero ahora el tiempo de tu ira ha llegado.
Es tiempo de juzgar a los muertos
    y de recompensar a tus siervos, los profetas,
    y también a tu pueblo santo
y a todos los que temen tu nombre,
    desde el menos importante hasta el más importante.
Es tiempo de destruir
    a todos los que han causado destrucción en la tierra».

19 Después se abrió en el cielo el templo de Dios, y el arca de su pacto se podía ver dentro del templo. Salieron relámpagos, rugieron truenos y estruendos, y hubo un terremoto y una fuerte tormenta de granizo.

Zacarías 7

Un llamado a la justicia y a la compasión

El 7 de diciembre[a] del cuarto año del reinado del rey Darío, el Señor le dio otro mensaje a Zacarías. El pueblo de Betel había enviado a Sarezer y a Regem-melec,[b] junto con sus asistentes, para buscar el favor del Señor. Les encargaron hacer la siguiente pregunta a los profetas y a los sacerdotes del templo del Señor de los Ejércitos Celestiales: «¿Debemos continuar de luto y ayuno cada verano en el aniversario de la destrucción del templo,[c] como lo hemos estado haciendo durante muchos años?».

En respuesta, el Señor de los Ejércitos Celestiales me envió este mensaje: «Diles a tu pueblo y a tus sacerdotes: “Durante estos setenta años de destierro, cuando ayunaban y se vestían de luto en el verano y a comienzos del otoño,[d] ¿hacían los ayunos realmente para mí? Incluso ahora, cuando comen y beben en sus festivales santos, ¿no lo hacen para complacerse a sí mismos? ¿No es este el mismo mensaje del Señor que los profetas proclamaron en años anteriores cuando Jerusalén y los pueblos de Judá estaban llenos de gente y el Neguev y las colinas de Judá[e] estaban bien poblados?”».

Luego Zacarías recibió este mensaje del Señor: «El Señor de los Ejércitos Celestiales dice: juzguen con imparcialidad y muestren compasión y bondad el uno por el otro. 10 No opriman a las viudas ni a los huérfanos ni a los extranjeros ni a los pobres. Tampoco tramen el mal unos contra otros.

11 »Sus antepasados se negaron a escuchar este mensaje. Volvieron la espalda tercamente y se taparon los oídos para no oír. 12 Endurecieron su corazón como la piedra para no oír las instrucciones ni los mensajes que el Señor de los Ejércitos Celestiales les había enviado por su Espíritu por medio de los antiguos profetas. Por eso el Señor de los Ejércitos Celestiales se enojó tanto con ellos.

13 »Así como ellos se negaron a escuchar cuando los llamé, tampoco yo los escuché cuando clamaron a mí, dice el Señor de los Ejércitos Celestiales. 14 Como con un torbellino, los dispersé entre las naciones lejanas, donde vivieron como extranjeros. La tierra quedó tan desolada que nadie pasaba por allí. ¡Convirtieron su hermosa tierra en un desierto!».

Juan 10

El buen pastor y sus ovejas

10 »Les digo la verdad, el que trepa por la pared de un redil a escondidas en lugar de entrar por la puerta ¡con toda seguridad es un ladrón y un bandido! Pero el que entra por la puerta es el pastor de las ovejas. El portero le abre la puerta, y las ovejas reconocen la voz del pastor y se le acercan. Él llama a cada una de sus ovejas por su nombre y las lleva fuera del redil. Una vez reunido su propio rebaño, camina delante de las ovejas, y ellas lo siguen porque conocen su voz. Nunca seguirán a un desconocido; al contrario, huirán de él porque no conocen su voz.

Los que oyeron a Jesús usar este ejemplo no entendieron lo que quiso decir, entonces les dio la explicación: «Les digo la verdad, yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que vinieron antes que yo[a] eran ladrones y bandidos, pero las verdaderas ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta; los que entren a través de mí serán salvos.[b] Entrarán y saldrán libremente y encontrarán buenos pastos. 10 El propósito del ladrón es robar y matar y destruir; mi propósito es darles una vida plena y abundante.

11 »Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida en sacrificio por las ovejas. 12 El que trabaja a sueldo sale corriendo cuando ve que se acerca un lobo; abandona las ovejas, porque no son suyas y él no es su pastor. Entonces el lobo ataca el rebaño y lo dispersa. 13 El cuidador contratado sale corriendo porque trabaja solamente por el dinero y, en realidad, no le importan las ovejas.

14 »Yo soy el buen pastor; conozco a mis ovejas, y ellas me conocen a mí, 15 como también mi Padre me conoce a mí, y yo conozco al Padre. Así que sacrifico mi vida por las ovejas. 16 Además, tengo otras ovejas que no están en este redil, también las debo traer. Ellas escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño con un solo pastor.

17 »El Padre me ama, porque sacrifico mi vida para poder tomarla de nuevo. 18 Nadie puede quitarme la vida sino que yo la entrego voluntariamente en sacrificio. Pues tengo la autoridad para entregarla cuando quiera y también para volver a tomarla. Esto es lo que ordenó mi Padre».

19 Al oírlo decir esas cosas, la gente[c] volvió a dividirse en cuanto a su opinión sobre Jesús. 20 Algunos decían: «Está loco y endemoniado, ¿para qué escuchar a un hombre así?». 21 Otros decían: «¡No suena como alguien poseído por un demonio! ¿Acaso un demonio puede abrir los ojos de los ciegos?».

Jesús afirma ser el Hijo de Dios

22 Ya era invierno, y Jesús estaba en Jerusalén durante el tiempo de Januká, el Festival de la Dedicación. 23 Se encontraba en el templo, caminando por la parte conocida como el pórtico de Salomón. 24 La gente lo rodeó y le preguntó:

—¿Hasta cuándo nos tendrás en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo sin rodeos.

25 Jesús les contestó:

—Yo ya les dije, y ustedes no me creen. La prueba es la obra que hago en nombre de mi Padre, 26 pero ustedes no me creen porque no son mis ovejas. 27 Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco, y ellas me siguen. 28 Les doy vida eterna, y nunca perecerán. Nadie puede quitármelas, 29 porque mi Padre me las ha dado, y él es más poderoso que todos.[d] Nadie puede quitarlas de la mano del Padre. 30 El Padre y yo somos uno.

31 Una vez más, la gente tomó piedras para matarlo. 32 Jesús dijo:

—Bajo la dirección de mi Padre, he realizado muchas buenas acciones. ¿Por cuál de todas ellas me van a apedrear?

33 —No te apedreamos por ninguna buena acción, ¡sino por blasfemia!—contestaron—. Tú, un hombre común y corriente, afirmas ser Dios.

34 Jesús respondió:

—En sus propias Escrituras[e] está registrado que Dios les dijo a ciertos líderes del pueblo: “Yo digo que ustedes son dioses”[f]. 35 Y ustedes bien saben que las Escrituras no pueden ser modificadas. Así que, si a las personas que recibieron el mensaje de Dios se les llamó “dioses”, 36 ¿por qué ustedes me acusan de blasfemar cuando digo: “Soy el Hijo de Dios”? Después de todo, el Padre me separó y me envió al mundo. 37 No me crean a menos que lleve a cabo las obras de mi Padre; 38 pero si hago su trabajo, entonces crean en las obras milagrosas que he hecho aunque no me crean a mí. Entonces sabrán y entenderán que el Padre está en mí y yo estoy en el Padre.

39 Una vez más trataron de arrestarlo, pero él se escapó y los dejó. 40 Se fue al otro lado del río Jordán, cerca del lugar donde Juan bautizaba al principio, y se quedó un tiempo allí. 41 Y muchos lo siguieron. «Juan no hacía señales milagrosas—se comentaban unos a otros—, pero todo lo que dijo acerca de este hombre resultó ser cierto». 42 Y muchos de los que estaban allí creyeron en Jesús.

Nueva Traducción Viviente (NTV)

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