M’Cheyne Bible Reading Plan
25 Así que el 15 de enero,[a] durante el noveno año del reinado de Sedequías, Nabucodonosor, rey de Babilonia, dirigió a todo su ejército contra Jerusalén. Rodearon la ciudad y construyeron rampas de asalto contra las murallas. 2 Jerusalén estuvo sitiada hasta el año once del reinado de Sedequías.
3 Hacia el 18 de julio del año once del reinado de Sedequías,[b] el hambre en la ciudad ya era muy intensa y se había agotado por completo lo último que quedaba de alimento. 4 Entonces abrieron una brecha en la muralla de la ciudad. Como la ciudad estaba rodeada por los babilonios,[c] los soldados esperaron hasta la caída del sol y escaparon[d] por la puerta que está entre las dos murallas detrás del jardín real. Entonces se dirigieron al valle del Jordán.[e]
5 Sin embargo, las tropas babilónicas[f] persiguieron al rey y lo alcanzaron en las llanuras de Jericó, porque todos sus hombres lo habían abandonado y se habían dispersado. 6 Capturaron al rey y lo llevaron ante el rey de Babilonia, que se encontraba en Ribla, donde dictó sentencia contra Sedequías. 7 Hicieron que Sedequías observara mientras masacraban a sus hijos. Luego le sacaron los ojos, lo ataron con cadenas de bronce y lo llevaron a Babilonia.
Destrucción del templo
8 El 14 de agosto de ese año,[g] que era el año diecinueve del reinado de Nabucodonosor, llegó a Jerusalén Nabuzaradán, capitán de la guardia y funcionario del rey babilónico. 9 Quemó por completo el templo del Señor, el palacio real y todas las casas de Jerusalén. Destruyó todos los edificios importantes[h] de la ciudad. 10 Después supervisó a todo el ejército babilónico mientras derribaba por completo las murallas de Jerusalén. 11 Entonces Nabuzaradán, capitán de la guardia, se llevó cautivas a las personas que quedaban en la ciudad, a los desertores que habían jurado lealtad al rey de Babilonia y al resto de la población; 12 pero el capitán de la guardia permitió que algunos de los más pobres se quedaran para cuidar los viñedos y los campos.
13 Los babilonios hicieron pedazos las columnas de bronce que estaban al frente del templo del Señor, las carretas de bronce para llevar agua y el enorme tazón de bronce llamado el Mar, y se llevaron todo el bronce a Babilonia. 14 También se llevaron los recipientes para la ceniza, las palas, las despabiladeras de las lámparas, los cucharones y todos los demás objetos de bronce que se usaban para realizar los sacrificios en el templo. 15 El capitán de la guardia también se llevó los recipientes para quemar incienso y los tazones, y todos los demás objetos de oro puro o de plata.
16 El peso del bronce de las dos columnas, el Mar y las carretas para llevar agua era tanto que no podía calcularse. Estos objetos se habían hecho para el templo del Señor en tiempos de Salomón. 17 Cada columna tenía ocho metros con treinta centímetros[i] de alto. El capitel de bronce en la parte superior de cada columna era de dos metros con treinta centímetros[j] de alto y estaba decorado alrededor con una red de granadas hecha de bronce.
18 Nabuzaradán, capitán de la guardia, se llevó consigo como prisioneros al sumo sacerdote Seraías, al sacerdote de segundo rango Sofonías, y a los tres porteros principales. 19 De la gente que seguía escondida en la ciudad, se llevó a un oficial que había estado al mando del ejército judío, a cinco de los consejeros personales del rey, al secretario principal del comandante del ejército, quien estaba a cargo del reclutamiento, y a otros sesenta ciudadanos. 20 Nabuzaradán, capitán de la guardia, los llevó a todos ante el rey de Babilonia, que se encontraba en Ribla. 21 Allí, en Ribla, en la tierra de Hamat, el rey de Babilonia mandó que los ejecutaran a todos. Así que el pueblo de Judá fue expulsado de su tierra y llevado al destierro.
Gedalías gobierna sobre Judá
22 Luego el rey Nabucodonosor nombró gobernador sobre la gente que había dejado en Judá a Gedalías, hijo de Ahicam y nieto de Safán. 23 Cuando todos los comandantes del ejército y sus hombres se enteraron de que el rey de Babilonia había nombrado gobernador a Gedalías, fueron a verlo a Mizpa. En ese grupo estaban Ismael, hijo de Netanías; Johanán, hijo de Carea; Seraías, hijo de Tanhumet el netofatita; Jezanías,[k] hijo del maacateo; y todos sus hombres.
24 Gedalías les juró que los funcionarios babilónicos no querían hacerles ningún daño. «No les tengan miedo. Vivan en la tierra y sirvan al rey de Babilonia, y todo les irá bien», les prometió.
25 Después, a mediados del otoño de ese año,[l] Ismael, hijo de Netanías y nieto de Elisama, quien era miembro de la familia real, fue con diez hombres a Mizpa y mató a Gedalías. También mató a todos los judíos y babilonios que estaban con él en Mizpa.
26 Entonces toda la gente de Judá, desde el menos importante hasta el más importante, junto con los comandantes del ejército, huyeron despavoridos a Egipto, porque tenían miedo de lo que pudieran hacerles los babilonios.
Esperanza para la descendencia real de Israel
27 En el año treinta y siete del exilio de Joaquín, rey de Judá, Evil-merodac ascendió al trono de Babilonia. El nuevo rey fue bondadoso con[m] Joaquín y lo sacó[n] de la cárcel el 2 de abril de ese año.[o] 28 Le habló con amabilidad y le dio una posición superior a la de los demás reyes exiliados en Babilonia. 29 Le proporcionó a Joaquín ropa nueva para reemplazar la ropa de prisionero y le permitió comer en presencia del rey por el resto de su vida. 30 Así que el rey le dio una ración diaria de comida mientras vivió.
Melquisedec es superior a Abraham
7 Este Melquisedec fue rey de la ciudad de Salem y también sacerdote del Dios Altísimo. Cuando Abraham regresaba triunfante de una gran batalla contra los reyes, Melquisedec salió a su encuentro y lo bendijo. 2 Después Abraham tomó la décima parte de todo lo que había capturado en la batalla y se la dio a Melquisedec. El nombre Melquisedec significa «rey de justicia», y rey de Salem significa «rey de paz». 3 No hay registro de su padre ni de su madre ni de ninguno de sus antepasados; no hay principio ni fin de su vida. A semejanza del Hijo de Dios, sigue siendo sacerdote para siempre.
4 Consideren, entonces, la grandeza de este Melquisedec. Incluso Abraham, el gran patriarca de Israel, reconoció esto al entregarle la décima parte de lo que había capturado en la batalla. 5 Ahora bien, la ley de Moisés exigía que los sacerdotes, que son descendientes de Leví, le cobraran el diezmo al resto del pueblo de Israel,[a] quienes también son descendientes de Abraham. 6 Sin embargo, Melquisedec, que no era descendiente de Leví, recibió de Abraham la décima parte. Y Melquisedec bendijo a Abraham, quien ya había recibido las promesas de Dios. 7 Sin lugar a dudas, el que tiene el poder para bendecir es superior a quien recibe la bendición.
8 Los sacerdotes que reciben los diezmos son hombres que mueren, así que Melquisedec es superior a ellos porque se nos dice que sigue viviendo. 9 Además podríamos decir que esos levitas—los que reciben el diezmo—pagaron un diezmo a Melquisedec cuando lo pagó su antepasado Abraham. 10 A pesar de que Leví aún no había nacido, la simiente de la cual provino ya existía en el cuerpo de Abraham cuando Melquisedec recibió su diezmo.
11 Entonces, si el sacerdocio de Leví—sobre el cual se basó la ley—hubiera podido lograr la perfección que Dios propuso, ¿por qué fue necesario que Dios estableciera un sacerdocio diferente, con un sacerdote según el orden de Melquisedec en lugar del orden de Leví y Aarón[b]?
12 Y si se cambia el sacerdocio, también es necesario cambiar la ley para permitirlo. 13 Pues el sacerdote a quien nos referimos pertenece a una tribu diferente, cuyos miembros jamás han servido en el altar como sacerdotes. 14 Lo que quiero decir es que nuestro Señor vino de la tribu de Judá, y Moisés nunca habló de que los sacerdotes provinieran de esa tribu.
Jesús es como Melquisedec
15 Ese cambio resulta aún más evidente, ya que ha surgido un sacerdote diferente, quien es como Melquisedec. 16 Jesús llegó a ser sacerdote, no por cumplir con la ley del requisito físico de pertenecer a la tribu de Leví, sino por el poder de una vida que no puede ser destruida. 17 Y el salmista lo señaló cuando profetizó:
«Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec»[c].
18 Así que el antiguo requisito del sacerdocio quedó anulado por ser débil e inútil. 19 Pues la ley nunca perfeccionó nada, pero ahora confiamos en una mejor esperanza por la cual nos acercamos a Dios.
20 Este nuevo sistema se estableció mediante un juramento solemne. Los descendientes de Aarón llegaron a ser sacerdotes sin un juramento, 21 pero había un juramento con relación a Jesús. Pues Dios le dijo:
«El Señor ha hecho un juramento y no romperá su promesa:
“Tú eres sacerdote para siempre”»[d].
22 Debido a ese juramento, Jesús es quien garantiza este mejor pacto con Dios.
23 Hubo muchos sacerdotes bajo el sistema antiguo, porque la muerte les impedía continuar con sus funciones; 24 pero dado que Jesús vive para siempre, su sacerdocio dura para siempre. 25 Por eso puede salvar—una vez y para siempre—[e] a los que vienen a Dios por medio de él, quien vive para siempre, a fin de interceder con Dios a favor de ellos.
26 Él es la clase de sumo sacerdote que necesitamos, porque es santo y no tiene culpa ni mancha de pecado. Él ha sido apartado de los pecadores y se le ha dado el lugar de más alto honor en el cielo.[f] 27 A diferencia de los demás sumos sacerdotes, no tiene necesidad de ofrecer sacrificios cada día. Ellos los ofrecían primero por sus propios pecados y luego por los del pueblo. Sin embargo, Jesús lo hizo una vez y para siempre cuando se ofreció a sí mismo como sacrificio por los pecados del pueblo. 28 La ley nombra a sumos sacerdotes que están limitados por debilidades humanas; pero después de que la ley fue entregada, Dios nombró a su Hijo mediante un juramento y su Hijo ha sido hecho el perfecto Sumo Sacerdote para siempre.
1 Este mensaje fue dado a Amós, un pastor de ovejas de la ciudad de Tecoa, en Judá. Él recibió el mensaje por medio de visiones, dos años antes del terremoto, cuando Uzías era rey de Judá y Jeroboam II, hijo de Yoás,[a] era rey de Israel.
2 Esto es lo que vio y oyó:
«¡La voz del Señor rugirá desde el monte Sion;
su voz tronará desde Jerusalén!
Los buenos pastizales de los pastores se secarán,
y la hierba del monte Carmelo se marchitará y morirá».
Juicio contra las naciones vecinas
3 Esto es lo que dice el Señor:
«¡Los habitantes de Damasco han pecado una y otra vez[b]
y no permitiré que queden sin castigo!
Azotaron a mi gente en Galaad
como se separa el grano con trillos de hierro.
4 Por lo tanto, haré caer fuego sobre el palacio del rey Hazael,
y las fortalezas del rey Ben-adad serán destruidas.
5 Derribaré las puertas de Damasco
y masacraré a los habitantes en el valle de Avén.
Destruiré al gobernante de Bet-edén,
y los habitantes de Aram serán llevados cautivos a Kir»,
dice el Señor.
6 Esto es lo que dice el Señor:
«¡Los habitantes de Gaza han pecado una y otra vez
y no permitiré que queden sin castigo!
Enviaron a pueblos enteros al destierro
y los vendieron como esclavos a Edom.
7 Por lo tanto, haré caer fuego sobre los muros de Gaza,
y todas sus fortalezas serán destruidas.
8 Masacraré a los habitantes de Asdod
y destruiré al rey de Ascalón.
Después me volveré para atacar a Ecrón,
y los pocos filisteos que queden morirán»,
dice el Señor Soberano.
9 Esto es lo que dice el Señor:
«¡Los habitantes de Tiro han pecado una y otra vez
y no permitiré que queden sin castigo!
Rompieron su pacto de hermandad con Israel
al vender aldeas enteras como esclavas a Edom.
10 Por lo tanto, haré caer fuego sobre los muros de Tiro,
y todas sus fortalezas serán destruidas».
11 Esto es lo que dice el Señor:
«¡Los habitantes de Edom han pecado una y otra vez
y no permitiré que queden sin castigo!
Espada en mano, persiguieron a sus parientes, los israelitas,
y no les tuvieron compasión.
En su furia, los apuñalaron continuamente
y fueron implacables en su enojo.
12 Por lo tanto, haré caer fuego sobre Temán,
y las fortalezas de Bosra serán destruidas».
13 Esto es lo que dice el Señor:
«¡Los habitantes de Amón han pecado una y otra vez
y no permitiré que queden sin castigo!
Cuando atacaron a Galaad para extender sus fronteras,
con sus espadas abrieron a las mujeres embarazadas.
14 Por lo tanto, haré caer fuego sobre los muros de Rabá,
y todas sus fortalezas serán destruidas.
La batalla vendrá sobre ellos con gritos,
como un torbellino en una tormenta impetuosa.
15 Y su rey[c] y sus príncipes irán juntos al destierro»,
dice el Señor.
Salmo de David.
144 Alaben al Señor, mi roca.
Él entrena mis manos para la guerra
y da destreza a mis dedos para la batalla.
2 Él es mi aliado amoroso y mi fortaleza,
mi torre de seguridad y quien me rescata.
Es mi escudo, y en él me refugio.
Hace que las naciones se sometan[a] a mí.
3 Oh Señor, ¿qué son los seres humanos para que te fijes en ellos,
los simples mortales para que te preocupes por ellos?
4 Pues son como un suspiro;
sus días son como una sombra pasajera.
5 Abre los cielos, Señor, y desciende;
toca las montañas para que echen humo.
6 ¡Lanza tus rayos y esparce a tus enemigos!
¡Dispara tus flechas y confúndelos!
7 Alcánzame desde el cielo y rescátame;
sálvame de las aguas profundas,
del poder de mis enemigos.
8 Su boca está llena de mentiras;
juran decir la verdad pero, al contrario, mienten.
9 ¡Te entonaré una nueva canción, oh Dios!
Cantaré tus alabanzas con un arpa de diez cuerdas.
10 ¡Pues tú concedes la victoria a los reyes!
Rescataste a tu siervo David de la espada mortal.
11 ¡Sálvame!
Rescátame del poder de mis enemigos.
Su boca está llena de mentiras;
juran decir la verdad pero, al contrario, mienten.
12 Que nuestros hijos florezcan en su juventud
como plantas bien nutridas;
que nuestras hijas sean como columnas elegantes,
talladas para embellecer un palacio.
13 Que nuestros graneros estén llenos
de toda clase de cosechas;
que los rebaños en nuestros campos se multipliquen de a miles,
y hasta de a diez miles,
14 y que nuestros bueyes estén muy cargados de alimentos.
Que ningún enemigo penetre nuestras murallas,
ni nos lleve cautivos,
ni haya gritos de alarma en las plazas de nuestras ciudades.
15 ¡Felices los que viven así!
Felices de verdad son los que tienen a Dios como el Señor.
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