M’Cheyne Bible Reading Plan
Confección de los trajes sacerdotales
39 1-7 Los trajes para los sacerdotes se hicieron con tela morada, tela azul y tela roja. También se tejió la túnica especial para Aarón, con las dos piedras de ónice multicolor en las que estaban los nombres de las doce tribus de Israel. Con un martillo se hicieron dos láminas de oro, que luego fueron cortadas para hacer hilos de oro. Con esos hilos se hicieron los bordados en la túnica y en el cinturón. Todo esto se hizo tal como Dios se lo había ordenado a Moisés.
8-26 El chaleco se hizo con la misma clase de telas de la túnica, y la capa de la túnica con tela morada. Todo se hizo siguiendo las instrucciones de Dios.
27-29 A los mantos de lino para Aarón y sus hijos se les hicieron finos bordados, 30-31 lo mismo que al gorro y la ropa interior. Los calzoncillos eran de lino fino, y el cinturón se confeccionó con las mejores telas. Un artista le hizo finos bordados al cinturón.
Se hizo también la placa de oro puro que decía que Aarón era un sacerdote dedicado al servicio exclusivo de Dios. Esa placa se colgó en la parte superior del gorro, atada con un cordón morado. Todo esto se hizo tal como Dios se lo había ordenado a Moisés.
Termina la construcción del santuario
32-41 Los israelitas siguieron al pie de la letra las instrucciones que Dios le había dado a Moisés, y terminaron la construcción del santuario. Fueron entonces a ver a Moisés y le hicieron entrega oficial del santuario y de todos sus utensilios, así como del pan dedicado a Dios, el aceite de consagrar,[a] el incienso perfumado, los trajes para el servicio en el santuario, y los trajes sacerdotales de Aarón y de sus hijos.
42 Todo esto lo hicieron los israelitas siguiendo las instrucciones que Dios le había dado a Moisés. 43 Cuando Moisés vio que así lo habían hecho, les dio su bendición.
Traición y arresto
18 Después de que Jesús terminó de orar, fue con sus discípulos a un jardín que estaba junto al arroyo de Cedrón.
2-5 Judas Iscariote había prometido traicionar a Jesús. Conocía bien el lugar donde estaban Jesús y los otros discípulos, porque allí se habían reunido muchas veces. Entonces, llegó Judas al jardín con una tropa de soldados romanos. Los acompañaban unos guardias del templo, que habían sido enviados por los sacerdotes principales y por los fariseos. Iban armados, y llevaban lámparas y antorchas.
Jesús ya sabía lo que iba a suceder. Cuando los vio venir, salió a su encuentro y les preguntó:
—¿A quién buscan?
—A Jesús de Nazaret —respondieron ellos.
Jesús les dijo:
—Yo soy.[a]
6 Los soldados y los guardias del templo cayeron de espaldas al suelo. 7 Entonces, Jesús volvió a preguntarles:
—¿A quién buscan?
—A Jesús de Nazaret —respondieron de nuevo.
8 —Ya les dije que soy yo —contestó Jesús—. Si es a mí a quien buscan, dejen ir a mis seguidores.
9 Esto sucedió para que se cumpliera lo que el mismo Jesús había dicho: «No se perdió ninguno de los que me diste.»
10 En ese momento, Simón Pedro sacó su espada y le cortó la oreja derecha a Malco, que era uno de los sirvientes del jefe de los sacerdotes. 11 De inmediato, Jesús le dijo a Pedro:
—Guarda tu espada. Si mi Padre me ha ordenado que sufra, ¿crees que no estoy dispuesto a sufrir?
12 Los soldados de la tropa, con su capitán y los guardias del templo, arrestaron a Jesús y lo ataron. 13 Primero lo llevaron ante Anás, el suegro de Caifás, que ese año era el jefe de los sacerdotes. 14 Tiempo atrás, Caifás les había dicho a los jefes judíos que les convenía más la muerte de un solo hombre, con tal de salvar a todo el pueblo.
Pedro asegura no conocer a Jesús
15 Simón Pedro y otro discípulo siguieron a Jesús. Como el otro discípulo conocía al jefe de los sacerdotes, entró con Jesús en el palacio de Anás. 16 Pero al ver que Pedro se quedó afuera, salió y habló con la muchacha que cuidaba la entrada, para que lo dejara entrar. 17 Ella le preguntó a Pedro:
—¿No eres tú uno de los seguidores de ese hombre?
—No, no lo soy —respondió Pedro.
18 Como hacía mucho frío, los sirvientes del jefe de los sacerdotes y los guardias del templo hicieron una fogata para calentarse. También Pedro se acercó a ellos para hacer lo mismo.
Jesús y el jefe de los sacerdotes
19 El jefe de los sacerdotes[b] empezó a preguntarle a Jesús acerca de sus discípulos y de lo que enseñaba. 20-21 Jesús le dijo:
—¿Por qué me preguntas a mí? Yo he hablado delante de todo el mundo. Siempre he enseñado en las sinagogas y en el templo, y nunca he dicho nada en secreto. Pregúntales a los que me han escuchado. Ellos te dirán lo que he dicho.
22 Cuando Jesús dijo esto, uno de los guardias del templo lo golpeó en la cara y le dijo:
—¡Ésa no es manera de contestarle al jefe de los sacerdotes!
23 Jesús le respondió:
—Si dije algo malo, dime qué fue. Pero si lo que dije está bien, ¿por qué me golpeas?
24 Luego Anás envió a Jesús, todavía atado, a Caifás, el jefe de los sacerdotes.
Pedro insiste en no conocer a Jesús
25 Mientras tanto, Pedro seguía calentándose junto a la fogata, y alguien le preguntó:
—¿No eres tú uno de los seguidores de Jesús?
—No, no lo soy —insistió Pedro.
26 Luego un sirviente del jefe de los sacerdotes, familiar del hombre al que Pedro le cortó la oreja, le dijo:
—¡Yo te vi en el jardín cuando arrestaron a ese hombre!
27 Pedro volvió a decir que no. En ese mismo momento, el gallo cantó.
Jesús y Pilato
28 Muy de mañana, llevaron a Jesús de la casa de Caifás al palacio del gobernador romano. Los jefes de los judíos no entraron en el palacio, porque la ley no les permitía entrar en la casa de alguien que no fuera judío, antes de la cena de la Pascua. 29 Por eso Pilato, el gobernador romano, salió y les dijo:
—¿De qué acusan a este hombre?
30 Ellos le contestaron:
—No lo habríamos traído si no fuera un criminal.
31 Pilato les dijo:
—Llévenselo y júzguenlo de acuerdo con sus propias leyes.
Los jefes judíos respondieron:
—Nosotros no tenemos autoridad para enviar a nadie a la muerte.
32 Así se cumplió lo que el mismo Jesús había dicho sobre el modo en que iba a morir.[c]
33 Pilato, entonces, entró de nuevo en el palacio, llamó a Jesús y le preguntó:
—¿Acaso eres tú el rey de los judíos?
34 Jesús le contestó con otra pregunta:
—¿Se te ocurrió a ti esa idea, o alguien te ha hablado de mí?
35 Pilato le contestó:
—¿Me ves cara de judío? La gente de tu mismo país y los sacerdotes principales son los que te han entregado. ¿Qué fue lo que hiciste?
36 Jesús le respondió:
—Yo no soy como los reyes de este mundo. Si lo fuera, mis ayudantes habrían luchado para que yo no fuera entregado a los jefes de los judíos.
37 —Entonces sí eres rey —replicó Pilato.
Y Jesús le contestó:
—Si tú lo dices... Yo, por mi parte, vine al mundo para hablar acerca de la verdad. Y todos los que conocen y dicen la verdad me escuchan.
38 —¿Y qué es la verdad? —preguntó Pilato.
Pilato permite la muerte de Jesús
Después de decir esto, Pilato regresó a donde estaba la gente, y le dijo:
«No encuentro ninguna razón para castigar a este hombre. 39 Ustedes tienen la costumbre de que yo libere a un preso durante la Pascua. ¿Quieren que deje libre al rey de los judíos?»
40 Hacía algún tiempo, Pilato había arrestado a un bandido llamado Barrabás. Por eso, cuando Pilato preguntó si querían que soltara al rey de los judíos, algunos de ellos gritaron: «¡No, a ése no! ¡Deja libre a Barrabás!»
El valor de la humildad
15 La respuesta amable calma el enojo;
la respuesta grosera lo enciende más.
2 Cuando los sabios hablan,
comparten sus conocimientos;
cuando los tontos hablan,
sólo dicen tonterías.
3 Dios está en todas partes,
y vigila a buenos y a malos.
4 Las palabras que brindan consuelo
son la mejor medicina;
las palabras dichas con mala intención
son causa de mucha tristeza.
5 El que es tonto no acepta
que su padre lo corrija,
pero el que es sabio
acepta la corrección.
6 A la familia del hombre honrado
nunca le falta nada;
al malvado sus ganancias
le traen grandes problemas.
7 Cuando los sabios hablan,
comparten su conocimiento;
¡los ignorantes no hacen esto
ni con el pensamiento!
8 A Dios no le agradan
las ofrendas de los malvados,
pero recibe con agrado
las oraciones de la gente buena.
9 A Dios no le agrada
la conducta de los malvados,
pero les muestra su amor
a los que aman la justicia.
10 Un buen castigo merece
quien muestra mala conducta;
hasta merece la muerte
quien no acepta ser corregido.
11 Para Dios no están ocultos
la tumba ni la muerte,
ni tampoco nuestros pensamientos.
12 Al malcriado no le gusta
que nadie lo corrija,
ni se junta con los sabios.
13 La tristeza y la alegría
se reflejan en la cara.
14 Los que aman el conocimiento
siempre buscan aprender más;
pero los ignorantes hablan
y sólo dicen tonterías.
15 Para el que anda triste,
todos los días son malos;
para el que anda feliz,
todos los días son alegres.
16 Más vale ser pobre y obedecer a Dios
que ser rico y vivir en problemas.
17 Las verduras son mejores que la carne
cuando se comen con amor.
18 Quien fácilmente se enoja,
fácilmente entra en pleito;
quien mantiene la calma,
mantiene la paz.
19 ¡Qué difícil es la vida
para el que es perezoso!
¡Y qué fácil es la vida
para la persona honrada!
20 El hijo sabio alegra a sus padres;
el hijo tonto los avergüenza.
21 El tonto encuentra muy graciosa
su falta de inteligencia;
el que es inteligente
corrige su conducta.
22 Ningún proyecto prospera
si no hay buena dirección;
los proyectos que alcanzan el éxito
son los que están bien dirigidos.
23 Es muy bueno dar buenas respuestas,
pero responder a tiempo es aún mejor.
24 Los sabios van rumbo al cielo;
los tontos, rumbo a la muerte.
25 Dios derriba la casa del orgulloso,
pero protege los terrenos de las viudas.
26 Dios no soporta los planes malvados,
pero le agradan las palabras amables.
27 El que siempre quiere tener más
hace daño a su familia,
pero el que no vende su honradez
a cambio de dinero,
tendrá una larga vida.
28 El bueno piensa antes de responder;
el malvado habla y deja ver su maldad.
29 Dios se aparta de los malvados,
pero escucha la oración de los buenos.
30 Una mirada amistosa alegra el corazón;
una buena noticia renueva las fuerzas.
31 Si quieres ser sabio,
acepta las correcciones
que buscan mejorar tu vida.
32 Quien no acepta la corrección
se hace daño a sí mismo;
quien la acepta, gana en entendimiento.
33 Quien obedece a Dios
gana en sabiduría y disciplina;
quien quiera recibir honores
debe empezar por ser humilde.
Ser como Jesucristo
2 Si Cristo les ha dado a ustedes poder para animar a los demás, y si el amor que ustedes tienen los lleva a consolar a otros, y si todos ustedes tienen el mismo Espíritu y son compasivos, 2 les pido que vivan en armonía y que se amen unos a otros. Así me harán muy feliz. Pónganse de acuerdo en lo que piensan, deseen las mismas cosas y 3 no hagan nada por orgullo o sólo por pelear. Al contrario, hagan todo con humildad, y vean a los demás como mejores a ustedes mismos. 4 Nadie busque el bien sólo para sí mismo, sino para todos. 5 Tengan la misma manera de pensar que tuvo Jesucristo:
6 Aunque Cristo siempre fue igual a Dios,
no insistió en esa igualdad.
7 Al contrario,
renunció a esa igualdad,
y se hizo igual a nosotros,
haciéndose esclavo de todos.
8 Como hombre, se humilló a sí mismo
y obedeció a Dios hasta la muerte:
¡murió clavado en una cruz!
9 Por eso Dios le otorgó
el más alto privilegio,
y le dio el más importante
de todos los nombres,
10 para que ante él se arrodillen
todos los que están en el cielo,
y los que están en la tierra,
y los que están debajo de la tierra;
11 para que todos reconozcan
que Jesucristo es el Señor
y den gloria a Dios el Padre.
Cómo vivir en este mundo
12 Queridos hermanos, cuando yo estaba con ustedes, siempre me obedecían. Ahora que estoy lejos, deben obedecerme más que nunca. Por eso, con respeto y devoción a Dios, dedíquense a entender lo que significa ser salvado por Dios. 13 Porque es Dios quien los motiva a hacer el bien, y quien los ayuda a practicarlo, y lo hace porque así lo quiere.
14 Hagan todo sin hablar mal de nadie y sin discutir por todo, 15 para que no pequen ni nadie pueda culparlos de nada. En este mundo lleno de gente malvada y pecadora, ustedes, como hijos de Dios, deben alejarse de la maldad y brillar por su buen comportamiento. 16 Nunca dejen de creer en el mensaje que da vida. Así, yo podré estar orgulloso de ustedes el día que Cristo vuelva, y sabré que mi trabajo y mis esfuerzos no fueron inútiles.
17 Ustedes confían en Dios y le sirven, y eso es como si le presentaran una ofrenda. Tal vez a mí me maten, y entonces mi muerte será parte de esa ofrenda a Dios. Si esto llega a suceder, seré muy feliz, y quiero compartir esa alegría con ustedes. 18 ¡Alégrense, pues, conmigo!
Timoteo
19 Espero que pronto el Señor me permita enviarles a Timoteo, y me alegrará mucho recibir noticias de ustedes. 20 Timoteo es el único que se preocupa por ustedes, y que los quiere tanto como yo. 21 Los demás sólo se ocupan de sus propias cosas y no de lo que le agrada a Jesucristo. 22 Pero ustedes ya conocen la buena conducta de Timoteo, y saben que él me ha ayudado como si fuera mi hijo. Juntos hemos anunciado la buena noticia. 23 Espero enviarlo a ustedes, tan pronto sepa yo si quedaré o no en libertad, 24 aunque confío que pronto Dios también me dejará ir a verlos.
Epafrodito
25 Hace algún tiempo, ustedes enviaron al hermano Epafrodito para que me ayudara en lo que me hiciera falta. Él ha trabajado y luchado conmigo para defender el mensaje de la buena noticia. Ahora me parece conveniente que él vuelva a ustedes, 26 pues tiene muchos deseos de verlos de nuevo. Está preocupado porque ustedes se enteraron de su enfermedad. 27 Y la verdad es que estuvo tan grave, que casi se muere. Pero Dios fue bueno con él, y también conmigo, para que no me pusiera más triste de lo que estoy. 28 Por eso lo envío enseguida, para que ustedes se alegren al verlo y yo deje de estar triste. 29 Recíbanlo con alegría, como se lo merece un servidor del Señor Jesús. Muestren aprecio por quienes son como él, 30 pues por trabajar para Cristo casi se muere: arriesgó su propia vida por darme la ayuda que ustedes no podían darme personalmente.
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