M’Cheyne Bible Reading Plan
El traje del jefe de los sacerdotes
28 »De entre todos los israelitas, yo he elegido a tu hermano Aarón y a sus hijos Itamar, Nadab, Abihú y Eleazar, para que sean mis sacerdotes. Así que ordénales que se mantengan cerca de ti.
2-8 »Quiero que mandes a hacer un traje especial para Aarón y sus hijos, pues son mis sacerdotes. Busca a quienes les he dado grandes capacidades artísticas, para que les hagan ese traje, pues quiero que sea fino y hermoso, como corresponde a mis sacerdotes.
»El traje debe tener un chaleco, una túnica, una capa, un manto bordado, un gorro y un cinturón. Para hacer todo esto, se usará tela morada, tela azul, tela roja y lino fino, con bordados en oro. La túnica debe llevar dos tirantes en los extremos, y un cinturón.
9 »Los nombres de las doce tribus de Israel deben grabarse en dos piedras de ónice multicolor, 10 seis en una piedra y seis en la otra. 11-14 El joyero enmarcará en oro cada piedra y les pondrá dos cordones de oro puro, grabará los nombres como si fueran un sello, y las colocará en la túnica de Aarón sobre los hombros. Esas piedras estarán allí para que cuando él se presente ante mí como sacerdote, yo me acuerde de las doce tribus de Israel.
El chaleco del jefe de los sacerdotes
15 »El chaleco que el sacerdote Aarón usará para conocer mi voluntad, lo harás de los mismos materiales que la túnica. 16 Quiero que lo hagas cuadrado y en forma de bolsa, de veintidós centímetros por lado. 17-21 Este chaleco se adornará con doce piedras preciosas, una por cada tribu de Israel. Colócalas en cuatro hileras, de tres piedras cada una. Cada piedra deberá enmarcarse en oro, y en cada una se escribirá uno de los nombres de las doce tribus.
22-24 »En cada extremo superior del chaleco pondrás una argolla de oro. Luego harás dos cadenillas de oro puro, y pondrás una cadenilla en cada argolla del chaleco. 25 Para colocar el chaleco, sujetarás las cadenillas a las piedras preciosas que están sobre los hombros de la túnica sacerdotal.
26 »Pondrás también una argolla de oro en la parte interior de cada uno de los dos extremos inferiores del chaleco, para que queden junto a la túnica. 27-28 En los tirantes de la túnica también pondrán argollas de oro, a la misma altura de las argollas inferiores del chaleco. Las argollas del chaleco se unirán con las de la túnica con un cordón morado, para que el chaleco quede por arriba del cinturón de la túnica y no se desprenda de ella.
29-30 »Cada vez que Aarón se presente ante mí, deberá llevar puesto el chaleco, así tendrá sobre su pecho los nombres de las tribus de Israel, para que yo me acuerde de ellas siempre. Además, deberá llevar una bolsita con el Urim y el Tumim,[a] las dos piedritas que usará para conocer mi voluntad.
Las demás piezas del traje
31 »La capa de la túnica debe hacerse de tela morada, 32 y en el centro se le dejará un hueco para la cabeza. Ese hueco tendrá un dobladillo, como el que tienen los chalecos de cuero, para que no se rompa. 33-34 Todo el borde de la capa llevará adornos en forma de fruta, hechos de tela morada, tela azul y tela roja. En medio de cada adorno se pondrá una campanita de oro. 35 Así, cuando el sacerdote Aarón entre o salga del santuario para hacer su trabajo, oiré las campanitas y no le quitaré la vida.
36 »También debes hacer una placa de oro puro y grabar en ella, como si fuera un sello, las siguientes palabras: “Dedicado a Dios”. 37-38 Esa placa la atarás con un cordón morado por delante del gorro del sacerdote, de modo que siempre esté sobre la frente de Aarón. Esa placa significa que cuando Aarón me presente las ofrendas, se hace responsable de los pecados que cometan los israelitas, y que yo los perdono y acepto sus ofrendas.
39 »El manto y el gorro de Aarón se harán de tela de lino, y los bordará un artista.
El traje de los demás sacerdotes
40 »También para los hijos de Aarón deberán hacerse mantos, cinturones y gorros, hermosos y dignos de un sacerdote. 41 Ordenarás que Aarón y sus hijos se vistan con estos trajes, y entonces les pondrás aceite sobre la cabeza para consagrarlos como mis sacerdotes.
42 »Para los sacerdotes deberás hacer calzoncillos de lino que les cubran desde la cintura hasta los muslos. 43 Esos calzoncillos los deberán usar Aarón y sus hijos cuando entren al santuario, o cuando se acerquen al altar para hacer su trabajo. Si no los usan, serán castigados con la muerte. Ésta es una ley que siempre deberán obedecer Aarón y sus descendientes».
Los hermanos de Jesús no creían en él
7 Tiempo después, Jesús recorrió la región de Galilea. No quería ir a Judea porque los jefes judíos lo buscaban para matarlo. 2 Como se acercaban los días de la fiesta judía de las enramadas, 3 sus hermanos le dijeron:
—Debes ir a Judea, para que tus seguidores puedan ver las grandes obras que haces. 4 Cuando uno quiere que todos lo conozcan, no hace nada en secreto. ¡Deja que todo el mundo sepa lo que haces!
5 Dijeron eso porque ni siquiera ellos le creían. 6 Pero Jesús les respondió:
—Aún no ha llegado el momento de que todos sepan que soy el Hijo de Dios. Para ustedes, cualquier hora es buena. 7 La gente de este mundo no los odia a ustedes. Pero a mí me odia porque les digo que su conducta es mala. 8 Vayan ustedes a la fiesta; yo no iré, porque todavía no ha llegado el momento de que todos sepan quién soy yo.
9 Después de decir esto, Jesús se quedó en Galilea.
Jesús en la fiesta de las enramadas
10 Después de que se fueron sus hermanos, Jesús fue en secreto a la fiesta, sin decírselo a nadie.
11 Durante la fiesta, los jefes judíos buscaban a Jesús, y decían: «¿Dónde estará ese hombre?»
12 La gente hablaba mucho de él, y algunos decían: «Jesús es un buen hombre». Pero otros decían: «De bueno no tiene nada; es un embustero.»
13 Todos hablaban de él en secreto, porque tenían miedo de los jefes judíos.
14 Durante la fiesta, Jesús entró en el templo y empezó a enseñar. 15 Los jefes judíos estaban asombrados, y decían entre ellos: «¿Cómo es que éste sabe tantas cosas, si nunca ha estudiado?»
16 Jesús les contestó:
—Yo no invento lo que enseño. Dios me envió y me ha dicho lo que debo enseñar. 17 Si alguien quiere obedecer a Dios, podrá saber si yo enseño lo que Dios ordena, o si hablo por mi propia cuenta. 18 Quien habla por su propia cuenta sólo quiere que la gente lo admire. Pero yo sólo deseo que mi Padre, que me envió, reciba el honor que le corresponde; por eso siempre digo la verdad. 19 Moisés les dio a ustedes la ley y, sin embargo, ninguno la obedece. ¿Por qué quieren matarme?
20 La gente le contestó:
—¡Estás loco! ¿Quién quiere matarte?
21 Jesús les dijo:
—Todos ustedes se admiran por un solo milagro que hice. 22 Moisés les mandó practicar la ceremonia de la circuncisión, y ustedes la practican aunque caiga en sábado. Esa orden no viene del tiempo de Moisés, sino de antes, cuando aún vivían Abraham, Isaac y Jacob. 23 Entonces, si para obedecer la ley de Moisés ustedes circuncidan a un niño, aunque sea en sábado, ¿por qué se enojan conmigo por haber sanado a un hombre en sábado? 24 No digan que algo está mal sólo porque así les parece. Antes de afirmar algo, deben estar seguros de que así es.
¿Quién es Jesús?
25 Algunos de los que vivían en Jerusalén empezaron a preguntar:
«¿No es éste al que andan buscando para matarlo? 26 Pues ahí está, hablando con la gente; ¡y nadie le dice nada! ¿No será que nuestros gobernantes creen de verdad que él es el Mesías? 27 Pero ¡no puede ser! Porque, cuando venga el Mesías, nadie sabrá de dónde viene; en cambio, nosotros sabemos de dónde viene este hombre.»
28 Jesús estaba enseñando en el templo, y dijo con voz fuerte:
«En realidad, ustedes no saben quién soy yo, ni de dónde vengo. Yo no he venido por mi propia cuenta. He sido enviado por alguien en quien se puede confiar, y a quien ustedes no conocen. 29 Yo sí lo conozco, pues vengo de él, y él es quien me envió.»
30 Algunos hombres de Jerusalén quisieron arrestar a Jesús, pero no pudieron, pues todavía no había llegado el momento de que todos supieran quién era. 31 Sin embargo, muchos creyeron en él, y decían: «Ni el Mesías podría hacer los milagros que hace este hombre.»
Los fariseos quieren arrestar a Jesús
32 Los fariseos oyeron lo que la gente decía. Entonces ellos y los sacerdotes principales enviaron a unos guardias del templo para que arrestaran a Jesús. 33 Pero Jesús dijo: «Estaré con ustedes sólo un poco más de tiempo. Luego volveré a donde está el que me envió. 34 Ustedes me buscarán, pero no me encontrarán, porque no pueden ir a donde yo voy.»
35 Los jefes judíos comenzaron a preguntarse entre ellos:
«¿Y a dónde podrá ir, que no podamos encontrarlo? ¿Acaso piensa ir a vivir entre los judíos de otros países, y enseñar también a los que no son judíos? 36 ¿Qué quiere decir con eso de que: “Me buscarán, pero no me encontrarán, porque no pueden ir a donde yo voy?”»
Ríos de agua viva
37 El último día de la fiesta de las enramadas era el más importante. Ese día, Jesús se puso en pie y dijo con voz fuerte: «El que tenga sed, venga a mí. 38 Ríos de agua viva brotarán del corazón de los que creen en mí. Así lo dice la Biblia.»
39 Al decir esto, Jesús estaba hablando del Espíritu de Dios, que recibirían los que creyeran en él. Porque mientras Jesús no muriera y resucitara, el Espíritu no se haría presente.
¿Realmente quién es Jesús?
40 Cuando algunos de los que estaban allí oyeron esto, dijeron: «De veras que este hombre es el profeta[a] que Dios nos iba a enviar.» 41 Otros decían: «Este hombre es el Mesías». Y aun otros decían: «El Mesías no puede venir de la región de Galilea. 42 La Biblia dice que el Mesías debe ser de la misma familia del rey David, y que nacerá en Belén, el pueblo de donde era David.» 43 Así que nadie se ponía de acuerdo acerca de quién era Jesús. 44 Y aunque no faltaba quien quería llevárselo a la cárcel, nadie se atrevía a tocarlo.
Los jefes judíos no creían en Jesús
45 Los guardias del templo regresaron a donde estaban los sacerdotes principales y los fariseos, quienes les preguntaron:
—¿Por qué no trajeron a Jesús?
46 Los guardias contestaron:
—¡Nunca ha hablado nadie como lo hace ese hombre!
47 Los fariseos les dijeron:
—¿También ustedes se han dejado engañar? 48 ¿Acaso ha creído en él alguno de nuestros jefes, o alguno de los fariseos? 49 Los que creen en él no conocen la ley de Moisés, y por eso Dios los castigará.
50 Allí estaba Nicodemo, el fariseo que una noche fue a ver a Jesús, y les dijo:
51 —Según nuestras leyes, no podemos condenar a nadie sin antes escucharlo.
52 Ellos le respondieron:
—¿También tú crees que de Galilea puede salir algo bueno? Estudia la Biblia y verás que de allá no ha venido ningún profeta.
53 Después de esto, cada quien se fue a su casa.
No hay nada como la sabiduría
4 Queridos jovencitos:
cuando su padre los instruya,
préstenle atención,
si realmente quieren aprender.
2 Yo, como maestro,
les doy este buen consejo:
no abandonen sus enseñanzas.
3 Yo también fui niño;
tuve un padre y una madre
que me trataban con ternura.
4 Mi padre me dio este consejo:
«Grábate bien lo que te digo,
y haz lo que te mando;
así tendrás larga vida.
5 Hazte cada vez
más sabio y entendido;
nunca olvides mis enseñanzas.
¡Jamás te apartes de ellas!
6 Si amas a la sabiduría
y nunca la abandonas,
ella te cuidará y te protegerá.
7 Lo que realmente importa
es que cada día seas más sabio
y que aumentes tus conocimientos,
aunque tengas que vender
todo lo que poseas.
8 Valoriza el conocimiento,
y tu vida tendrá más valor;
si haces tuyo el conocimiento,
todos te tratarán con respeto,
9 y quedarán admirados
de tu gran sabiduría.
10 »Escúchame, jovencito:
hazme caso y vivirás muchos años.
11 Yo, como maestro,
te enseño a vivir sabiamente
y a siempre hacer el bien.
12 Vayas rápido o despacio,
no tendrás ningún problema
para alcanzar el éxito.
13 Acepta mis enseñanzas
y no te apartes de ellas;
cuídalas mucho,
que de ellas depende tu vida.
14 No te juntes con gente malvada
ni sigas su mal ejemplo.
15 ¡Aléjate de su compañía!
¡Aléjate, y sigue adelante!
16 Esa gente no duerme
hasta que hace algo malo;
¡no descansa hasta destruir a alguien!
17 En vez de comer,
se satisface cometiendo maldades;
en vez de beber,
festeja la violencia que comete.
18 »La vida de los hombres buenos
brilla como la luz de la mañana:
va siendo más y más brillante,
hasta que alcanza todo su esplendor.
19 La vida de los malvados
es todo lo contrario:
es como una gran oscuridad
donde no saben ni en qué tropiezan.
20 »Querido jovencito,
escucha bien lo que te digo.
21 Grábate bien mis enseñanzas,
y no te apartes de ellas,
22 pues son una fuente de vida
para quienes las encuentran;
son el remedio para una vida mejor.
23 Y sobre todas las cosas,
cuida tu mente,
porque ella es la fuente de la vida.
24 No te rebajes diciendo
palabras malas e indecentes.
25 Pon siempre tu mirada
en lo que está por venir.
26 Corrige tu conducta,
afirma todas tus acciones.
27 Por nada de este mundo
dejes de hacer el bien;
¡apártate de la maldad!»
Obedecer la ley o confiar en Jesucristo
3 ¡Ay, gálatas, qué tontos son ustedes! ¡Hasta parece que estuvieran embrujados! Yo mismo les di una explicación clara de cómo murió Jesucristo en la cruz. 2 Sólo quiero que me digan una cosa: Cuando recibieron el Espíritu de Dios ¿fue por obedecer la ley, o por aceptar la buena noticia? ¡Claro que fue por aceptar la buena noticia! 3 Y si esto fue así, ¿por qué no quieren entender? Si para comenzar esta nueva vida necesitaron la ayuda del Espíritu de Dios, ¿por qué ahora quieren terminarla mediante sus propios esfuerzos? 4 ¿Tantos sufrimientos, para nada? ¡Aunque no creo que no hayan servido de nada! 5 Dios no les ha dado el Espíritu, ni ha hecho milagros entre ustedes, sólo porque ustedes obedecen la ley. ¡No! Lo hace porque ustedes aceptaron el mensaje de la buena noticia.
El ejemplo de Abraham
6 Dios aceptó a Abraham porque él confió en Dios. 7 Sepan, entonces, que los verdaderos descendientes de Abraham son todos los que confían en Dios. 8 Desde mucho antes, la Biblia decía que Dios también iba a aceptar a los que no son judíos, siempre y cuando pusieran su confianza en Jesucristo. Por eso Dios le dio a Abraham esta buena noticia: «Gracias a ti, bendeciré a todas las naciones.» 9 Así que Dios bendecirá, por medio de Abraham, a todos los que confían en él como Abraham lo hizo.
10 Pero corren un grave peligro los que buscan agradar a Dios obedeciendo la ley, porque la Biblia dice: «Maldito sea el que no obedezca todo lo que la ley ordena.» 11 Nadie puede agradar a Dios sólo obedeciendo la ley, pues la Biblia dice: «Los que Dios ha aceptado, y que confían en él, vivirán para siempre.»
12 Pero para tener vida eterna por medio de la ley no haría falta confiar en Dios; sólo habría que obedecer la ley. Por eso dice la Biblia: «El que obedece la ley se salvará por su obediencia.» 13 Pero Cristo prefirió recibir por nosotros la maldición que cae sobre el que no obedece la ley. De ese modo nos salvó. Porque la Biblia dice: «Dios maldecirá a cualquiera que muera colgado de un madero.» 14 Por eso, la bendición que Dios prometió darle a Abraham es también para los que no son judíos. Así que, si confiamos en Cristo, recibiremos el Espíritu que Dios nos ha prometido.
La ley y la promesa
15 Hermanos míos, les voy a dar un ejemplo que cualquiera puede entender. Cuando una persona hace un pacto con otra, y lo firma, nadie puede anularlo ni agregarle nada. 16 Ahora bien, las promesas que Dios le hizo a Abraham eran para él y para su descendiente. La Biblia no dice que las promesas eran para «sus descendientes», sino para «su descendencia», la cual es Cristo. 17 Lo que quiero decir es esto: la promesa de Dios no puede cambiarla, ni dejarla sin valor, una ley que Dios dio cuatrocientos treinta años después. 18 Porque si Dios diera lo que prometió sólo a quien obedece la ley, entonces ya no lo daría para cumplir su promesa. Pero lo cierto es que, cuando Dios le aseguró a Abraham que le daría lo prometido, no le pidió nada a cambio.
19 Entonces, ¿para qué sirve la ley? Pues después de hacerle su promesa a Abraham, Dios nos dio la ley para mostrarnos lo que estábamos haciendo mal. Pero esa ley serviría sólo hasta que viniera el descendiente de Abraham, a quien Dios le hizo la promesa. Dios le dio la ley a Moisés por medio de los ángeles, para que él nos la diera a nosotros. 20 Pero cuando Dios le hizo la promesa a Abraham, no usó mensajeros, sino que se la hizo personalmente.
¿Para qué sirvió la ley?
21 Esto no significa que la ley esté en contra de las promesas de Dios. ¡De ninguna manera! Porque si la ley pudiera darnos vida eterna, entonces Dios nos hubiera aceptado por obedecerla. 22 La Biblia dice que el pecado nos domina a todos, de modo que el regalo que Dios prometió es para los que confían en Jesucristo. 23 Antes de eso, la ley fue como una cárcel, donde estuvimos encerrados hasta que vimos que podíamos confiar en Cristo. 24 La ley fue como un maestro que nos guió y llevó hasta Cristo, para que Dios nos aceptara por confiar en él. 25 Pero ahora que ha llegado el tiempo en que podemos confiar en Jesucristo, no hace falta que la ley nos guíe y nos enseñe.
26 Ustedes han confiado en Jesucristo, y por eso todos ustedes son hijos de Dios. 27 Porque cuando fueron bautizados, también quedaron unidos a Cristo, y ahora actúan como él. 28 Así que no importa si son judíos o no lo son, si son esclavos o libres, o si son hombres o mujeres. Si están unidos a Jesucristo, todos son iguales. 29 Y si están unidos a Cristo, entonces son miembros de la gran familia de Abraham, y tienen derecho a recibir las promesas que Dios le hizo.
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