M’Cheyne Bible Reading Plan
El servicio (19.1—40.38)
Los israelitas llegan al desierto del Sinaí
19 1-2 Los israelitas salieron de la región de Refidim en dirección al desierto del Sinaí, y acamparon al pie de la montaña. Cuando llegaron allá, habían pasado tres meses desde su salida de Egipto.
3 Un día, Moisés subió a la montaña del Sinaí para encontrarse con Dios. Cuando llegó a la parte más alta, Dios lo llamó y le dijo:
«Diles de mi parte a los israelitas lo siguiente: 4 Ustedes han visto cómo castigué a los egipcios. También han visto que a ustedes los he traído con mucho cuidado hasta el lugar donde estoy. Los he traído con el mismo cuidado que tiene un águila cuando lleva a sus polluelos sobre sus alas.
5 »Si ustedes obedecen mi pacto y cumplen con la parte que les toca, serán mi pueblo preferido entre todos los pueblos de la tierra. Toda la tierra me pertenece. 6 Ustedes serán mis sacerdotes ante todo el mundo, y se apartarán de todo para servirme sólo a mí».
7 Moisés reunió entonces a los jefes del pueblo y les contó todo lo que Dios había dicho. 8-9 El pueblo, por su parte, le dijo a Moisés: «Haremos todo lo que Dios nos ordene».
Moisés le comunicó a Dios la respuesta del pueblo, y Dios le dijo:
«Voy a hablar contigo desde una nube oscura. Así el pueblo podrá oír lo que yo te diga y no volverá a dudar de ti.
10-11 »Quiero que vayas y prepares al pueblo para que me rinda culto hoy y mañana. Ordénales que laven su ropa como señal de su pureza, y que se preparen para adorarme pasado mañana, pues ese día voy a aparecerme ante ellos en la montaña del Sinaí.
12-13 »Pon señales alrededor de la montaña, y adviérteles a los israelitas que no deben subir a ella ni poner siquiera un pie en sus alrededores. A cualquiera que suba a la montaña se le matará a pedradas o a flechazos, sea persona o animal. Sólo podrán subir después de que oigan el toque de trompeta».
14 Moisés se fue a preparar a los israelitas para que adoraran a Dios, y ellos lavaron sus ropas. 15 Luego Moisés les dijo: «Ustedes deben estar listos para adorar a Dios pasado mañana. Por eso, no deben tener relaciones sexuales».
16 Al amanecer del tercer día, en el cielo se oían truenos y se veían relámpagos; sobre la montaña había una nube oscura, y se oía el fuerte toque de una trompeta. ¡Todos los israelitas que estaban en el campamento temblaban de miedo!
17 Entonces Moisés sacó del campamento a los israelitas y los llevó al pie de la montaña del Sinaí para que se encontraran con Dios. 18 Como Dios había bajado a la montaña en forma de fuego, ésta estaba llena de humo. ¡Hasta parecía un horno! En ese momento la montaña entera retumbó fuertemente, 19 y el toque de trompeta se oyó cada vez más fuerte. Y mientras Moisés hablaba con Dios, él le contestaba con voz de trueno.
20 Dios bajó a la parte más alta de la montaña, y le pidió a Moisés que subiera. Cuando Moisés llegó, 21 Dios le dijo:
—Baja y adviérteles a los israelitas que no deben subir ni tratar de verme. Si lo hacen, muchos podrían morir. 22 Hasta los sacerdotes que se acercan a mí tienen que prepararse para poder hacerlo; de lo contrario, también morirían.
23 Moisés contestó:
—Los israelitas no se atreverán a subir a la montaña, pues tú ya les advertiste que no lo hagan. Hasta mandaste poner señales alrededor de ella, porque está reservada sólo para ti.
24 Dios le dijo:
—Baja de la montaña, y vuelve aquí con Aarón. Pero nadie más debe subir aquí, ni siquiera los sacerdotes, porque si lo hacen podrían morir.
25 Moisés bajó de la montaña y les comunicó a los israelitas todo esto.
Un plan contra Jesús
22 Faltaban pocos días para que los judíos celebraran la fiesta de los panes sin levadura. A esta fiesta también se le llamaba Pascua. 2 En esos días, los sacerdotes principales y los maestros de la Ley buscaban la manera de matar a Jesús en secreto, porque le tenían miedo a la gente.
3 Entonces Satanás entró en el corazón de Judas Iscariote, uno de los doce discípulos, y le puso la idea de traicionar a Jesús. 4 Judas fue a hablar con los sacerdotes principales y con los capitanes de los guardias que cuidaban el templo, y se puso de acuerdo con ellos para entregarles a Jesús. 5 Ellos se alegraron y prometieron darle dinero. 6 Judas aceptó, y empezó a buscar la oportunidad de estar a solas con Jesús para entregarlo.
Una cena inolvidable
7 Cuando llegó el día de la fiesta de los panes sin levadura, que es cuando se mata el cordero para la cena de la Pascua, 8 Jesús llamó a Pedro y a Juan, y les dijo:
—Vayan y preparen la cena de la Pascua.
9 Ellos le preguntaron:
—¿Dónde quieres que la preparemos?
10 Jesús les respondió:
—Vayan a Jerusalén, y a la entrada de la ciudad verán a un hombre que lleva un jarrón de agua. Síganlo hasta la casa donde entre, 11 y díganle al dueño de la casa: “El Maestro quiere saber en qué sala va a comer con sus discípulos en la noche de la Pascua.” 12 Él les mostrará una sala grande y arreglada en el piso de arriba. Preparen allí todo lo necesario.
13 Pedro y Juan fueron y encontraron todo tal como Jesús les había dicho. Enseguida prepararon la cena de la Pascua.
14 Cuando llegó la hora, Jesús y sus discípulos se sentaron a la mesa. 15 Jesús les dijo:
«He deseado muchísimo comer con ustedes en esta Pascua, antes de que yo sufra y muera. 16 Porque les aseguro que ya no celebraré más esta cena, hasta el día en que comamos todos juntos en el gran banquete del reino de Dios.»
17 Luego tomó una copa con vino, le dio gracias a Dios y dijo:
«Tomen esto y compártanlo entre ustedes. 18 Porque les aseguro que, desde ahora, no beberé más vino, hasta que llegue el reino de Dios.»
19 También tomó pan y le dio gracias a Dios; luego lo partió, lo dio a sus discípulos y les dijo:
«Esto es mi cuerpo, que ahora es entregado en favor de ustedes. De ahora en adelante, celebren esta cena y acuérdense de mí cuando partan el pan.»
20 Cuando terminaron de cenar, Jesús tomó otra copa con vino y dijo:
«Este vino es mi sangre, derramada en favor de ustedes. Con ella, Dios hace con ustedes un nuevo pacto.
21 »El que va a traicionarme está aquí, sentado a la mesa conmigo. 22 Yo, el Hijo del hombre, moriré tal como Dios lo ha decidido. Pero al que va a traicionarme le pasará algo terrible.»
23 Los discípulos empezaron a preguntarse quién de ellos se atrevería a entregar a Jesús.
El más importante de todos
24 Luego los discípulos empezaron a discutir sobre quién de ellos sería el más importante. 25 Entonces Jesús les dijo:
«En este mundo, los reyes de los países gobiernan a sus pueblos y no los dejan hacer nada sin su permiso. Además, los jefes que gobiernan dicen a la gente: “Nosotros somos sus amigos, y les hacemos el bien.”
26 »Pero ustedes no deberán ser como ellos. El más importante entre ustedes debe ser como el menos importante de todos; y el jefe de todos debe servir a los demás.
27 »Piensen en esto: ¿Quién es más importante: el que está sentado a la mesa, o el que le sirve la comida? ¿No es cierto que se considera más importante al que está sentado a la mesa? Sin embargo, vean que yo, el Maestro, les he servido la comida a todos ustedes.
28 »Ustedes me han acompañado en los tiempos más difíciles. 29 Por eso, yo los haré reyes, así como mi Padre me hizo rey a mí. 30 En mi reino, ustedes comerán y beberán en mi mesa, se sentarán en tronos y juzgarán a las doce tribus de Israel.»
¡Manténganse firmes!
31 Después, Jesús le dijo a Pedro:
—Pedro, escucha bien. Satanás ha pedido permiso a Dios para ponerles pruebas difíciles a todos ustedes, y Dios se lo ha dado. 32 Pero yo he pedido a Dios que te ayude, para que te mantengas firme. Por un tiempo vas a dejarme solo, pero después cambiarás. Cuando eso pase, ayudarás a tus compañeros para que siempre se mantengan fieles a mí.
33 Enseguida Pedro le dijo:
—Señor, si tengo que ir a la cárcel contigo, iré; y si tengo que morir contigo, moriré.
34 Y Jesús le dijo:
—Pedro, hoy mismo, antes de que el gallo cante, vas a decir tres veces que no me conoces.
Los discípulos no entienden a Jesús
35 Luego, Jesús les preguntó a sus discípulos:
—¿Recuerdan cuando los envié a anunciar las buenas noticias y les dije que no llevaran dinero, ni mochila ni sandalias? Díganme, ¿les hizo falta algo?
Ellos le respondieron:
—No Señor, nada nos faltó.
36 Entonces Jesús les dijo:
—Pues bien, yo ahora les digo: el que tenga dinero, que lo traiga; y si tiene mochila, que la lleve con él. Si alguno no tiene espada, que venda su manto y se compre una.
37 »La Biblia dice acerca de mí: “Y fue considerado un criminal”. Les aseguro que pronto me pasará eso.
38 Los discípulos dijeron:
—Señor, aquí tenemos dos espadas.
Y él les contestó:
—¡Ustedes no me entienden! Pero ya no hablemos más de esto.
Jesús ora con mucha tristeza
39 Jesús salió de la ciudad y se fue al Monte de los Olivos, como era su costumbre. Los discípulos lo acompañaron.
40 Cuando llegaron al lugar, Jesús les dijo: «Oren, para que puedan soportar las dificultades que tendrán.»
41 Jesús se alejó un poco de los discípulos, se arrodilló y oró a Dios: 42-44 «Padre, ¡cómo deseo que me libres de este sufrimiento! Pero que no suceda lo que yo quiero, sino lo que tú quieres.»[a]
45 Cuando Jesús terminó de orar, regresó a donde estaban los discípulos y los encontró durmiendo, pues estaban tan tristes que les había dado sueño. 46 Entonces les dijo: «¿Por qué duermen? ¡Levántense y oren, para que puedan soportar las dificultades que tendrán!»
Los enemigos apresan a Jesús
47 Jesús estaba hablando todavía cuando llegó Judas, uno de los doce discípulos. Con él venían muchos hombres. Judas se acercó para besar a Jesús. 48 Pero Jesús le dijo: «¡Judas! ¿Con un beso me traicionas a mí, el Hijo del hombre?»
49 Cuando los discípulos vieron lo que iba a pasar, le dijeron a Jesús:
—Señor, ¿los atacamos con la espada?
50 Entonces uno de ellos sacó su espada y le cortó una oreja al sirviente del jefe de los sacerdotes. 51 Pero Jesús dijo:
—¡Alto! ¡No peleen!
Luego, tocó la oreja del sirviente y lo sanó.
52 Los que habían llegado a arrestar a Jesús eran los sacerdotes principales, los capitanes de la guardia del templo y los líderes del pueblo. Jesús les dijo: «¿Por qué han venido con cuchillos y palos, como si yo fuera un ladrón? 53 Todos los días estuve enseñando en el templo delante de ustedes, y nunca me arrestaron. Pero, bueno, el diablo los controla a ustedes, y él les mandó que lo hicieran ahora, porque es en la oscuridad cuando ustedes actúan.»
Pedro niega que conoce a Jesús
54 Los que arrestaron a Jesús lo llevaron al palacio del jefe de los sacerdotes. Pedro los siguió desde lejos.
55 Allí, en medio del patio del palacio, habían encendido una fogata, y se sentaron alrededor de ella. Pedro también se sentó con ellos. 56 En eso, una sirvienta vio a Pedro sentado junto al fuego, y mirándolo fijamente dijo:
—Éste también andaba con Jesús.
57 Pedro lo negó:
—¡Mujer, yo ni siquiera lo conozco!
58 Al poco rato, un hombre lo vio y dijo:
—¡Tú también eres uno de los seguidores de Jesús!
Pedro contestó:
—¡No, hombre! ¡No lo soy!
59 Como una hora después, otro hombre insistió y dijo:
—Estoy seguro de que éste era uno de sus seguidores, pues también es de Galilea.
60 Pedro contestó:
—¡Hombre, ni siquiera sé de qué me hablas!
No había terminado Pedro de hablar cuando de inmediato el gallo cantó. 61 En ese momento, Jesús se volvió y miró a Pedro. Entonces Pedro se acordó de lo que Jesús le había dicho: «Hoy, antes de que el gallo cante, vas a decir tres veces que no me conoces.» 62 Pedro salió de aquel lugar y se puso a llorar con mucha tristeza.
63 Los guardias que vigilaban a Jesús se burlaban de él; 64 le tapaban los ojos, le pegaban, y luego le decían: «¡Profeta, adivina quién te pegó!»
65 Luego, lo insultaron diciéndole muchas otras cosas.
El juicio contra Jesús
66 Cuando amaneció, los líderes del pueblo, los sacerdotes principales y los maestros de la Ley se reunieron y llevaron a Jesús ante la Junta Suprema. Allí le preguntaron:
67 —Dinos, ¿eres tú el Mesías?
Él les contestó:
—Si les dijera que sí, ustedes no me creerían. 68 Si les hiciera una pregunta, ustedes no me contestarían. 69 Pero de ahora en adelante yo, el Hijo del hombre, tendré el poder y la autoridad que me da Dios todopoderoso.
70 Entonces todos le preguntaron:
—¿Así que tú eres el Hijo de Dios?
Jesús les dijo:
—Ustedes mismos lo han dicho.
71 Ellos dijeron:
—Ya no necesitamos más testigos. Nosotros lo hemos oído de sus propios labios.
37 »Tiemblo ante la tormenta,
y siento que el corazón
se me sale del pecho.
2 ¡Escuchen la voz de Dios!
¡Escuchen su voz de trueno!
3 ¡Dios deja oír su voz
de un lado a otro del cielo,
y hasta el fin del mundo!
4 Mientras se oye su voz poderosa,
¡rayos luminosos cruzan el cielo!
5 Cuando Dios deja oír sus truenos,
suceden cosas maravillosas
que no alcanzamos a comprender.
6 Dios les ordena
a la nieve y a la lluvia
que caigan sobre la tierra
y demuestren su poder.
7 Así todos se quedan en sus casas
y reconocen el poder de Dios.
8 Los animales corren a sus cuevas
para protegerse de la tormenta.
9 Con los vientos del sur
llega la tormenta;
con los vientos del norte
se presenta el frío.
10 Dios sopla sobre el agua,
y ésta se hace hielo.
11-12 A una orden de Dios,
las nubes se llenan de lluvia
y se van a recorrer la tierra,
cubriéndola con sus relámpagos.
13 Y Dios deja caer la lluvia:
para unos como bendición;
para otros como castigo.
14 »Job, ponte a pensar
en las maravillas de Dios.
15 ¿Puedes decirme cómo
controla las nubes,
y cómo nos deslumbra
con sus relámpagos?
16 Tú, que dices saberlo todo,
¿puedes decirme cómo hace Dios
para que las nubes floten?
17-18 Dios puede cubrir con nubes
el cielo más ardiente,
y así evitar que sufras
el calor que viene del sur.
¡Eso tú no lo puedes hacer!
19 »Soy tan ignorante
que no sé qué decirle a Dios;
enséñame cómo responderle.
20 Yo ni me atrevo a hablarle,
pues podría perder la vida.
21 Si el cielo está despejado,
nadie puede mirar al sol,
22 ¡y ahora viene del norte
un brillante resplandor!
¡Es Dios,
que viene con todo su poder!
23 No podemos ir a su encuentro,
su justicia y rectitud no tienen límite;
su poder es enorme.
24 Él no toma en cuenta
a los que se creen muy sabios,
por eso todos le temen».
7 Queridos hermanos y hermanas en Cristo, Dios nos hizo esa promesa. Por eso, para que Dios nos acepte, no debemos hacer el mal, sino mantenernos libres de pecado. Honremos a Dios, y tratemos de ser santos como él.
Los corintios alegran a Pablo
2 ¡Hágannos un lugar en su corazón! Con nadie hemos sido injustos. A nadie hemos dañado, ni de nadie nos hemos aprovechado. 3 No les digo esto para que se sientan mal, pues ya les hemos dicho que ni la vida ni la muerte podrán impedir que los amemos. 4 Me siento orgulloso de ustedes, y les tengo mucha confianza. Estoy muy contento, a pesar de todas las dificultades que hemos tenido.
5 Desde que llegamos a la región de Macedonia, no hemos descansado. Al contrario, hemos sufrido mucho. Hemos luchado contra nuestros enemigos y contra nuestro miedo. 6 Pero Dios, que anima a los que sufren, nos consoló con la llegada de Tito. 7 Y no sólo nos alegramos de verlo, sino también de saber que él estuvo muy contento con ustedes. Tito nos contó que desean vernos, que están tristes por lo que ha pasado, y que se preocupan por mí. Al oír esas noticias, me puse más contento todavía.
8 La carta que les escribí[a] hizo que ustedes se pusieran tristes. Pero no lamento haberla escrito. Lo lamenté al principio, cuando supe que por un tiempo esa carta los llenó de tristeza. 9 Pero ahora estoy contento, porque esa tristeza hizo que ustedes cambiaran y que le pidieran perdón a Dios. En realidad, Dios así lo quiso. Por eso, no creo que hayamos hecho mal al escribirles. 10 Cuando Dios los ponga tristes, no lo lamenten, pues esa tristeza hará que ustedes cambien, y que pidan perdón y se salven. Pero la tristeza provocada por las dificultades de este mundo, los puede matar.
11 ¡Qué bueno que Dios los haya hecho ponerse tristes! ¡Vaya cambio que tuvieron! Así pudieron darse cuenta de que soy inocente, y hasta me defendieron. También se enojaron y tuvieron miedo de lo que podría suceder. Sintieron deseos de verme, y castigaron al culpable. Con todo esto, ustedes demostraron que no tenían nada que ver en el asunto. 12 Por mi parte, cuando les escribí esa carta, no estaba pensando en la persona que hizo el daño, ni a quién se lo hizo. Más bien, quería que Dios fuera testigo de lo mucho que ustedes se preocupan por nosotros. 13 Esto nos hace sentirnos mejor.
Tito está muy contento, pues ustedes lo ayudaron a seguir adelante. Eso nos alegró más todavía. 14 Ya le había dicho a Tito que yo estaba muy orgulloso de ustedes. ¡Y no me hicieron quedar mal! Al contrario, todo lo que le dijimos a Tito fue verdad, como también es verdad lo que les dijimos a ustedes. 15 Tito recuerda que todos ustedes lo obedecieron y lo respetaron mucho. Por eso él los quiere más todavía. 16 ¡Me alegro de poder confiar plenamente en ustedes!
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